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Poder etológico.

 
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Autor Mensaje
José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
Mensajes: 1429

MensajePublicado: Mie Feb 18, 2004 3:34 pm    Ttulo del mensaje: Poder etológico. Responder citando

Hola.

Ya en un anterior mensaje mío en el Foro de Teoría Política, que titulé <Poder etológico?> traté de aclararme este asuntillo del poder político, y más tarde, en el Foro España en mi mensaje titulado <La Plebe>, del Viernes 13 de Febrero.
La cosa estriba en saber si el Poder político no tiene raíces animalescas, por decirlo sintéticamente, esto es: raíces etológicas, ya que allí yo me apoyaba en esto de Gustavo Bueno: <<<Porque el animal político no comenzó con la democracia; comenzó con el despotismo, con la tiranía, con las oligarquías o con las aristocracias.>>> (Panfleto, pág. 178), a lo que yo contestaba que -(el Estado)- < comenzó, podríamos
seguir retrotrayéndonos aún más, con la ausencia de moral y con la ausencia de derecho que es el estado propio de la potencia natural. La política no es cosa -sólo- de animales...pero, tanto si gusta como si no, el zoon politikon no dejará atrás nunca a ese “zoon”, no dejará nunca de ser también un animal. Toda moral proviene de un estadio anterior más amoral.
(como toda democracia-digo ahora, junto con Bueno- proviene de un anterior régimen no democrático, dictatorial, tiránico o plutocrático)
[b][i] El Estado, por cuanto no puede evadirse de su relación “natural” enfrentado a otros Estados en pie de igualdad, no dejará atrás nunca ni su “Razón de ser” o Razón de Estado ni los misteriosos y deus ets machina de los arcana imperii.>


Y ahora continuo así:
La raíz de este “naturalismo” (que no olvida nunca a “la sociedad actual de personas”, como se me ha reprochado) aparte del <zoon> de Aristóteles, se hallan y están en el poder natural del Derecho natural de Espinosa, en el capítulo II de su Tratado Político. Dicho brevemente: para Espinosa toda “sociedad de personas” no deja nunca de ser una sociedad de raíz etológica, animal, y cuyo poder no podríamos entenderlo olvidando esto, ya que <Todo cuanto puede realizar un hombre en virtud de las leyes de su naturaleza, lo lleva a cabo con un derecho natural pleno y tanto derecho tiene en el orden natural cuanto poder tiene.>(Tecnos, Madrid 1966, pág. 146) Igual Hace Bueno.
Espinosa hace derivar estas “leyes naturales” (y este poder) de Dios, y por ello dice de ellas que <son eternas y no pueden violarse> (pág. 153) Por tanto a la “sociedad de personas” hay que entenderla como una “sociedad natural”, también natural en tanto las personas son hombres, en la cual el poder político no puede sustancializarse en la “civilidad” de las actuales personas o quedar reducido a ellas en tanto “civilidad” y eso a pesar de que la “sociedad natural” sea de continuo desbordada por la “sociedad de personas”.

Ahora me remito al <Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas>(PECCP) de Gustavo Bueno, al § 3 del capítulo I, escolio 2, pág. 184 y ss.
Allí Bueno hace derivar el concepto de poder utilizado para definir la eutaxia en
Cita:
<<<...una especificación anamórfica del concepto genérico de poder, que se construye (suponemos) en el terreno de la Zoología (de la Etología). Este punto es de la mayor importancia en la dialéctica del poder político, dado que las características específicas del poder político no implican la interrupción de características genéricas sino, a lo sumo, su anamórfosis, y pueden coexistir de algún modo con especificaciones cogenéricas. La dificultad principal que encierra esta cuestión es la de encontrar criterios de diferenciación no metafísica entre el concepto de poder político y los conceptos de poder etológico, fuerza, etc. Considerando metafísico, por ejemplo, el criterio basado en diferenciar el poder político del etológico invocando, por ejemplo, la libertad: “el poder político respeta la libertad, busca el consenso, convencer y no vencer, frente al obligar, arrastrar o empujar”. Pero ¿acaso quien logra convencer a otro con argumentos falaces respeta su libertad más que quien lo empuja? ¿Acaso una propaganda científicamente realizada respeta la libertad más que el control remoto? Parece como si tomásemos convencionalmente como instrumento del poder político a la palabra. Y no se trata de decir que ello no deja de ser así, sino que en todo caso no lo será por la libertad que ello implica. El fundamento real de la distinción entre el poder político como autoridad y el poder físico o fuerza hay que ponerlo ante todo en una diferencia de escala: el poder político implica una larga duración; por tanto el individuo debe plegarse a la “autoridad” sin necesidad de que esta emplee constantemente la fuerza física. Pero este plegarse no puede considerarse como acto más libre que el ser arrastrado. Al afirmar que el concepto genérico de poder se incluye entre los conceptos propios de la zoología estamos afirmando, por tanto, que el poder no es reducible al concepto de potencia física (fuerza multiplicada por tiempo), sin que por ello digamos que pueda prescindirse o abstraerse de la fuerza física. Ya hemos citado la observación de Ortega: “Mandar no es empujar”; otra cosa es que sea posible absolutamente mandar sin que quien manda no disponga de alguien que “empuje”, es decir, que esté dispuesto a movilizar en un momento dado la fuerza muscular. En todo caso, ese mandar que tiene que ver con el poder -y esto es lo principal- no es exclusivo del hombre político; es también zoológico. Pero incluso en el supuesto de que en la conducta zoológica (y humana por tanto) el mandar implicase siempre un empujar diferido, lo cierto es que éste habría que ponerlo del lado de la génesis, o de la composición material del mandar zoológico, del poder, como concepto estrictamente etológico.>


A lo que yo he llamado <raíz> Bueno lo llama <génesis>. En definitiva: que el mandar -y esto es lo principal- , dice Bueno, <es también zoológico>, o sea, que...<...el poder político implica el poder fisiológico, más que recíprocamente.>(pág. 186)

Y luego, para aquellos que deseen ver los “desbordamientos” y las concatenaciones causales, puede mirarse el final de ese escolio, en la página 189, donde se nos dice para acabar que el Estado “es artificial y no natural”. Y es que ya decía Engels que la herramienta (y el arma) es la proyección de la mano.

¿Pero cual es el corolario de todo esto, su banderilla? Que el poder artificial del Estado no pierde nunca su raíz natural y material, y que por tanto siempre puede recurrir a su naturaleza más primigenia, a su <génesis>, por decirlo así, y aplicar entonces y cuando el peligro es grande, la “fuerza etológica” como hacen las gallinas en el gallinero y como hace el león en la selva (cada uno por su eutaxia). A ambos, a las gallinas y al león, se le dan un ardite y una higa la moral y el derecho...pues este derecho queda reducido con el peligro a eso: a derecho natural, o sea al derecho del más fuerte. Y pregunto otra vez: ¿Quién hay en el gallinero con un poder mayor al máximo poder vigente (statu quo) que pueda decir que eso no es así? ¿Acaso los otros gallos, los otros Estados, son para el poder mayor un “vector ascendente”? (Panfleto. pág. 277.)

Estos son los “jus dominationis”, los [i]“arcana rerum publicarum” de los que se derivan los “arcana imperii y los “arcana dominationis”...Aquellos, los “arcana imperii, son el obrar secreto contra la ley obrando rectamente propios de todo Estado o Unidad política; y estos, los “arcana dominationis”, son los que corresponden a la formalidad y forma del Gobierno de turno, que puede ser democrático, dictatorial, tiránico o plutocrático. (Meinecke. Pág. 136). Repito: sin los “arcana rerum publicarum” la política no sería posible...esos “arcana rerum publicarum” son y serán lo que son mientras tanto el hombre siga siendo el que es, mientras tanto no llegue aquél reino de la perfección que consistiría en la innecesidad del dominio y del secreto para el dominio de unos hombres por otros. Si lo deseáis así: los “arcana rerum publicarum” son el más alto logro teórico a que han llegado el derecho y la moral de la civilización occidental. ¡Eso es lo correcto a pesar del crimen, eso es lo correcto a pesar de la violación de todo derecho positivo! ¡¡Tito Andrónico!! ¡La Noche de San Bartolomé y Cromwell cortando de un hachazo la cabeza a su rey; la guillotina cortando las cabezas de los que por no ser ya ni reyes ni nobles sobran y son degradados del estatuto de personas; los revolucionarios de Lenin fusilando a todos los zares! ¡Hiroshima y Nagasaki!¡Guantánamo...! ¡Que crueldad! Adiós.


Ultima edicin por José Mª Rodríguez Vega el Sab Dic 31, 2005 9:57 am; editado 1 vez
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José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
Mensajes: 1429

MensajePublicado: Jue Feb 19, 2004 8:25 pm    Ttulo del mensaje: El interés. Responder citando

Hola.

<El interés mueve la lengua del príncipe, no la justicia ni el amor por el bien común.>(Boccalini)

<Los príncipes mandan a los pueblos, y el interés manda a los príncipes.>(Duque Enrique de Rohan)

<Antes de que existan normas morales debe haber una res publica, un populus o un status; consecuentemente el primer mandato de la razón impone la existencia de una entidad que se corresponda con alguna de esas figuras y, por consiguiente, su institucionalización no puede provenir de actos sujetos a normas que sólo a esos entes corresponde imponer.>(En J. G. A. Pocock, -sobre Henri Parker-. El Momento Maquiavélico. Tecnos. Madrid 2002. Pág. 448)


El mito de la fundación de Roma (Tito Livio. Ab urbe condita. Lib. I, VII y XVII.) no sería pensable al revés, que fuese antes Numa Pompilio con sus leyes que no Rómulo dando muerte a su hermano con su espada, o que Rómulo diera las leyes (legibus poterat, iura dedit) al populi (Op. cit. VIII), antes que llevar a cabo la fundación de la ciudad. Hasta para las Leyes de Moisés es necesario antes que el poder del rayo Divino las grave antes en las piedras del Sinaí
Si nos fijamos bien, veremos que esta interpretación de Henri Parker (y de Livio), ahistórica y atemporal que supone el poder del Status antes que las normas impuestas por él (es la yugada de Rómulo la que establece las primeras lindes y límites del nomos de Roma), descansa en el poder etológico de Bueno y del que ya hemos hablado antes, pues es claro que no venimos de la omnipotencia de los hados ni del Hércules protector de la agricultura, sino de algo anterior, como anterior es el forrajeo y la recogida pasiva de los frutos de la tierra a la misma agri-cultura.

Bajo el poder etológico de Bueno (nota 1) se halla la conceptualización del determinismo y el causalismo de todo materialismo, aquel poder de la naturaleza de Espinosa, el derecho de la naturaleza, como dice él (Tratado Político II, 4 y 5; ver a Meinecke, pág. 221), que permite una política basada en el interés propio sin vinculación a pactos o tratados ni a normas éticas o morales excepto las que exige la recta razón, la virtú de Maquiavelo, que nada tiene que ver con la ética individual, pues la virtú es la ética de la política, del Estado o el Soberano frente a todo y frente a todos, que puede en tanto “derecho natural” ejecutarlo todo excepto lo imposible de ejecutar (Espinosa TP. II, 18). <De aquí se sigue-dice Espinosa- que el pecado sólo es concebible dentro del Estado, es decir, donde se aprecia el bien y el mal, según leyes del Estado comunes a todos y en donde nadie tiene el derecho de actuar más que en virtud de la decisión o consentimiento general...>(TP. II, 19)
Curiosamente, son los EE. UU., el Imperio, aquél país que trata a los demás Estados como si dependieran de su derecho interno (Guantánamo), y esto es así porque se fraguó su Poder Constituyente con una inexperiencia total en el trato con los otros Estados, sin haber pasado por el tamiz del Derecho de Gentes europeo (Schmitt), de ahí le viene su continua demonización del inimici y creer, por su dominio, que los demás Estados han de actuar según su consentimiento particular, según el consentimiento de los EE.UU. A parte de este caso, todos los intentos de restringir el derecho a una política de intereses no vinculados por ningún pacto, de restringir la libertad absoluta del Estado, parten siempre de la concepción grociana del “Derecho internacional” que trata siempre de revestir al máximo la acción autó-noma y política del Estado con el ropaje jurídico y moral. No en vano Grocio es un plagiador de Francisco de Vitoria, ambos creyentes en un orden que emana de Dios y cuya máxima no puede ser el homo homini lupus de Hobbes, sino su homo homini homo del deber ser del cristianismo que cree en unas leyes venidas de lo Alto, anteriores al Estado.
Así que lo único que nos queda en el Soberano de ética y moral acompañadas de la justicia o de lo jurídico es la la virtú de Maquiavelo, que es la misma gloria del fundador de la ciudad y del cual se nos habla en el primer libro de la República de Platón, que sólo mira por el bien común, por la commoda vitae y el beate vivere de Hobbes (De cive. II, 13, 6), pues si en él, como individuo concreto que es, aún hubieran rescoldos de su anterior estado como simple ciudadano, esto más estorba que no facilita su labor como Príncipe.

El fin del Estado es pues ese beate vivere obbesiano que se identifica por completo con la eutaxia, con el interés en perseverar, aquellos intereses, que considerados <sub specie aeterni>, son lo idéntico al bien general. Quién procura eso siendo estadista posee la virtú política, y la posee dejando decir a las gentes (e lascia dir le genti), y ese es su riesgo, ya que es de la gente, de la multitud (Espinosa. TP III, 2), de donde le viene su determinación formal y su real censura, del contento de la multitud, del pueblo. Adiós.

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Nota 1.) La fuerza del Estado, por muy artificial que sea, no puede dejar de ser en el fondo “fuerza natural”, de ser una fuerza “física”:<Se entiende por sí mismo, con Lucrecio, que [i]“nil posse creari de nihilo”: de la nada no sale nada. “Creación de valor” es conversión de fuerza de trabajo en trabajo. La fuerza de trabajo, por su parte, es ante todo materia natural mutada en organismo humano.>(Karl Marx. El Capital. Grijalbo. OME 40, pág. 234, en nota a pie de página)...La fuerza del Estado, por su parte, es ante todo materia natural mutada en organismo humano que empuña armas, cárceles...&c...es al fin y al cabo un trabajo improductivo (artificioso) como otro cualquiera.
Cabe destacar, ahora que he recurrido a Marx, que la eutaxia poco tiene que ver a veces con la ética y la moral, y menos aún con la “justicia” tal y como comunmente se entienden...¿Pués qué justicia o ética y moral hay en la explotación económica del hombre por el hombre?...y sin embargo: <...una sociedad con economía capitalista, encuentra su eutaxia en el colonialismo.> (Gustavo Bueno. PECCP. pág. 207)
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