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Pío Moa y la Guerra Civil española II
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Juan A. Rodríguez Molina



Registrado: 16 Feb 2004
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MensajePublicado: Vie Dic 02, 2005 8:42 pm    Ttulo del mensaje: De revoluciones Responder citando

Pudiera ser que el concepto de revolución que manejo dependa demasiado del anarquismo tradicional, el cual es muy exigente al respecto. Citaré a Bakunin, un poco después, pero, antes, para hacer lo que hay que hacer en un foro de discusión y no para quedar encima como el aceite, voy a ayudarme de R. Forster y J. P. Greene que compilaron unos textos en una obra seguramente recomendada (al menos en mi época de estudiante) en todas las facultades de Historia: Revoluciones y rebeliones de la Europa Moderna, Madrid: Alianza, 1986 (e.o. 1970). La más reciente revolución o rebelión de la que se ocupan es la de Pugachov en 1773-74, pero no cabe duda de que la Introducción, que es lo que voy a considerar aquí, permite clarificar el concepto de revolución de modo genérico, un concepto manejable para los historiadores y los científicos sociales, se ocupen o no de la Edad Moderna.

Estudian cinco ensayos de cinco historiadores solventes (J.W. Smit, L. Stone, J.H. Elliott, R. Mousnier y M. Raeff) que se ocupan, respectivamente de ocho sucesos revolucionarios o rebeldes: La Revolución en los Países Bajos, La Revolución Inglesa, Revueltas en la Monarquía Española (Portugual, Cataluña, Nápoles y Sicilia), La Fronda y La rebelión de Pugachov. Persiguen dos objetivos: 1) examinar las condiciones que generan esos trastornos y 2) ver si hubo semejanzas suficientes para —dado que los trabajos son únicos y sin relación entre ellos— construir una «hipótesis general acerca de las precondiciones de los disturbios». Parten de la definición de “revolución” de E. Kamenka («The concept of a Political Revolution», en Revolution, ed. Carl J. Friedrich, N. York, 1966, p. 124). Estoy de acuerdo en que la consideren muy amplia, sobre todo por lo que voy a destacar en cursiva:
Cita:
todo cambio o intento de cambio brusco y profundo en la ubicación del poder político que implique el uso o la amenaza de la violencia y que, si tiene éxito, se traduce en la transformación manifiesta, y tal vez radical, del proceso de gobierno, de los fundamentos aceptados de la soberanía o la legitimidad y de la concepción del orden político y/o social.


Según esta definición, R. Pardo tiene toda la razón al considerar lo de octubre del 34 una revolución, pues no cabe duda de que fue un intento. Ahora bien, aparte de que una cosa era la intención de los que mataron y murieron en él y otra la de los que planearon o alentaron, Forster y Green advierten que es por la amplitud de tal concepción, por lo que se han atrevido a juntar «fenómenos tan diversos» como los tratados con «la Revolución inglesa, la única gran revolución nacional indiscutida de este período» (p. 12); y a no hacerlo con “golpes de Estado” (o «revoluciones de palacio privadas y públicas») ni jacqueries (que tienen como «fin la reparación de agravios directos»). Lo más interesante es su distinción, siguiendo a L. Stone, entre precondiciones, «causas a largo plazo y subyacentes... que crean una situación potencialmente explosiva» y precipitantes, «aquellos factores inmediatos e imprevistos... que provocan el estallido, y pueden ser esporádicos, personales y fortuitos».

En nuestro caso, podemos ver precondiciones más o menos claras, pero yo creo que fue la decisión de los mineros asturianos al saber de los planes socialistas lo que precipitó los hechos e hizo que se quedaran en eso: una llamarada que no prendió, un precipitante precipitado. Porque había causas subyacentes y planes oscuros, pero la mitad o más de los presuntos revolucionarios tenían planes muy diferentes e incluso opuestos a la otra mitad o menos. La mitad o más era la CNT, que en Cataluña englobaba al 70% de los obreros y era también mayoritaria en el resto de España, salvo el Centro, Vascongadas y... Asturias, claro. Por supuesto que estaban deseando que estallara la revolución, pero no la que se planeaba; entre otras cosas, por lo que dijo Marcelino Domingo (que no era anarquista y cito según C. Seco): «Lo que ahora se lanzaba a la calle era una revolución... Y la revolución que necesita una orden para estallar, es una revolución vencida.» La única Federación de la anarcosindical que se sumó a la Alianza Obrera (nunca conseguida) fue la Asturiana con el malestar del resto de Regionales por haberlo hecho sin acuerdo o contra el parecer del Pleno. Además admitieron a los comunistas, aunque entonces no eran nada, porque Rusia “aconsejaba” lo del Frente Popular. Puede que en Asturias las condiciones fueran, como defendían los asturianos de la CNT, distintas, pero añadamos que si éstos participaron en los sucesos de octubre, con todo, fue contra su parecer y más bien por compañerismo que por convicción. Fue un plan polítiquero (recordemos las aspiraciones catalanas y también vascas) y socialista, más que revolucionario, que curiosamente sólo prendió en las JJ.SS. y en los obreros asturianos que sí deseaban la revolución y se encontraron unidos para ella. Fueron éstos los más decididos e, ilusamente, pensaron que si empezaban, los demás no les dejarían solos. Se precipitaron, repito; no fueron el precipitante. Es la impresión que, si no recuerdo mal, dejaba traslucir un miembro de la CNT que intervino en aquellas jornadas de octubre del 34: Fernando Solano Palacio, que es apremiado para que se publique en enero de 1936 la versión «libertaria» de los sucesos: La Revolución de octubre. Quince días de Comunismo Libertario; triunfalista título que no se corresponde con el contenido, pues su autor —que no era escritor— pensaba que la verdad tambien era revolucionaria. Tres meses después, en mayo, apareció otra del que fuera director de Solidaridad Obrera, Manuel Villar: El Anarquismo en la insurrección de Asturias. El título es menos arriesgado, pero al haber mayor elaboración, el libro resulta menos fresco y veraz que el anterior. No obstante, voy a citar frases de la Conclusión por su interés general, además del particular.
Cita:
¿Hicieron los propios socialistas todo lo que pudieron para evitar que Asturias consumiese sus energías en una lucha titánica contra el Estado?
¿No quedó éste con las manos libres para organizar la ofensiva a fondo contra la región minera? Las fuerzas mineras de Vizcaya, zona cercana a Asturias, ¿no fueron frenadas por los jefes e inmovilizadas, concentradas en los pueblos sin enemigos a quien combatir? ¿No han llevado las Juventudes Socialistas una campaña a fondo después de octubre contra el reformismo del partido, acusándolo de haber saboteado la revolución?
Más que nada, la intervención confederal se resintió por la carencia de elementos de combate [supongo que se refiere, aquí, a Asturias, aunque lo que sigue no lo sea del todo, porque en el libro también quedan claras las reticencias cenetistas, como he dicho]. Desde prinicipios de 1933, la vida de la C.N.T. ha sido una constante aventura. Atravesando períodos enteros de clandestinidad; desorganizadas sus fuerzas por las agresiones sistemáticas del Poder; debilitada por los propios intentos insurreccionales, para los que no contó con la simpatía de la socialdemocracia y sí con su más enconada oposición, su improvisada intervención tenía que adolecer de los defectos que estos factores ocasionan. Los propios socialistas tuvieron cuidado extremo en no poner las armas que no usaron en manos de los hombres de la C.N.T
(Negritas mías).
Respecto a un aspecto no poco importante de las precondiciones:
Cita:
Sin la existencia de la C.N.T., la socialdemocracia no se hubiera visto empujada a la rectificación táctica que supone su propaganda de conquista revolucionaria del Poder, desembocando en el movimiento de octubre.
El socialismo llegó a octubre dividido en dos grandes tendencias: la revolucionaria, que respondía a las oleadas del descontento contra el régimen y contra el naciente peligro fascista, y la reformista, que sostenía puntos de vista tradicionales de colaboración con la burguesía y de respeto a la legalidad. No es posible negar que, a consecuencia de los hechos de octubre, el socialismo logra atraer sobre sí la atención de las gentes y reconquista un buen lugar entre el proletariado.
Esta reivindicación del socialismo que lava sus errores colaboracionistas en el Jordán de la revolución, se logra a costa de una rectificación de conducta. El anarquismo ve la confirmación de su actitud táctica en las propias disidencias de la socialdemocracia. Se abren dos grandes grietas en la maciza fe ciega depositada en los métodos legalitarios. Se vuelve la vista hacia las primitivas posiciones rebeldes. En el seno del socialismo está planteada la lucha de tendencias. ¿A quién corresponderá la victoria?
La corriente bolchevizante representa la innovación. No corresponde a las tendencias históricas del socialismo español, ni a la psicología conformista y pequeño burguesa de la masa que le da vida desde hace largo tiempo. No en vano opera la educación reformista sobre las conciencias, sobre todo cuando esta educación hunde sus raíces a traves de más de un cuarto de siglo. Dentro de la lógica, cabe presumir que terminará por imponer su predominio aquella parte del socialismo que interpreta su medular esencia tradicional. Y que el brusco movimiento de oscilación pendular que arrancó al Partido de su cauce normal, volverá a encontrar el equilibrio en las viejas normas gastadas. Algo de esto puede apreciarse a través de los esfuerzos que se realizan para reconstruir el fente socialrepublicano que derrumbaron las elecciones del 19 de noviembre. Tambien ayuda a este propósito la nueva táctica de frente popular[cursivas originales] que recomienda a los partidos comunistas del mundo la Tercera Internacional consistente en unir sus esfuerzos al de los partidos de la pequeña burguesía, para frenar el ascenso de la reacción fascista.
El movimiento anitautoritario tiene una tarea propia que realizar. Ya no somos los únicos en aplicar la táctica revolucionaria y en propiciar la transformación violenta de la sociedad. Desde ángulos distintos, el fascismo y el marxismo aparecen también en la arena del combate, aspirando a la conquista de las grandes masas para impulsar la evolución social por derrroteros de autoridad. El anarquismo necesita reconstruir sus fuerzas, aprestándose para desempeñar en la historia de España el papel que tiene derecho por su importancia y por su acción inigualada. (…)

Y, sin embargo, termina:
Cita:
Si el avance hacia un porvenir mejor ha de hacerse en lo sucesivo al precio de menos sacrificios y de más eficaces resultados, las lecciones de enero y diciembre de 1933 y de octubre de 1934 deben ser aprovechadas.


Decía Leo Farré que «nadie entiende a los anarquistas»; yo creo que no se quiere entenderlos. O mejor, como no hace ninguna falta porque no hay nada complicado, lo que no se quiere es aceptar lo que dicen. Y ya está. Por ejemplo, en cuanto a la revolución, sustancialmente, no hay más que lo de la frase de M. Domingo. ¿Acaso los muchos intentos y los poquísimos logros no han demostrado suficientemente tal verdad? Citemos a Bakunin de su carta a Nechaev, el del Catecismo de un revolucionario (de opereta):
Cita:
Para empezar, mis puntos de vista son diferentes en tanto que no reconocen utilidad, ni aun la mera posibilidad, de cualquier revolución exceptuando una espontánea o una revolución social popular. Estoy profundamente convencido de que cualquier otra revolución es deshonesta, nociva y significa la muerte de la libertad y del pueblo. Lo condena a nuevas penurias y nueva esclavitud... (El gran aparato militar/policial ) ha dado al estado tan enorme poder, que todas las conspiraciones secretas y atentados impopulares, los ataques y golpes súbitos y sorpresivos, están condenados a fracasar frente al estado. Éste sólo podrá ser vencido mediante una revolución popular espontánea.
De este modo, el único objetivo de una sociedad secreta [no se refiere a conjuraciones psuedorreligiosas; habla de “sociedades secretas” por la poca permisividad política de la época] debe ser no la creación de un poder artificial aparte del pueblo; sino el promover la unidad y la organización del poder espontáneo del pueblo; por ello, la única posibilidad, la única arma revolucionaria real no está fuera del pueblo, sino que es el pueblo mismo. Es imposible despertar al pueblo artificialmente. Las revoluciones populares nacen del curso de los acontecimientos... Hay periodos históricos en los que las revoluciones son simplemente imposibles; hay otros periodos en los que son inevitables... Sostengo que una revolución social popular es inevitable en cualquier lugar de Europa. ¿Arderá fuego pronto, y dónde lo hará en primer lugar? Nadie puede predecirlo. Quizás estallará en el lapso de un año, o incluso antes, o tal vez en diez o veinte años. Eso no importa, y la gente que intente servirla honestamente no lo hará por placer. Todas las sociedades secretas que deseen ser realmente útiles a la revolución, primero deben renunciar a todo nerviosismo, a toda impaciencia.
Si consideramos al pueblo como un ejército o fuerza revolucionaria, he aquí el material valioso para una organización secreta. Pero este mundo debe ser verdaderamente organizado y moralizado, mientras que tu sistema lo pervierte y prepara en su interior traidores y explotadores del pueblo... Escoge cien personas de este mundo al azar y ponlas en una situación en la que les sea factible explotar y oprimir al pueblo -y podemos estar seguros de que lo explotarán y lo oprimirán. Hay en ellos muy poca virtud. Debemos aprovechar su condición de pobreza y sus heridas para hacerlos virtuosos a pesar de sí mismos, y mediante la propaganda constante y el poder de la organización, despertar en ellos esta virtud, educarla, afirmarla y hacerla apasionadamente consciente. Mientras que tú (Nechaev) haces lo opuesto: siguiendo el sistema de los jesuitas, matas sistemáticamente todo sentimiento humano en ellos, los educas en la mentira, en la desconfianza, el espionaje y la delación.

Dejémoslo aquí porque empieza a entrar en terrenos más discutibles y tampoco quiero pasarme con la “propaganda”: lo que intento es reducir el amplio concepto de revolución (aunque ello suponga más exigencias que comodidades). Solo un par de cosas, antes de dejaros tranquilos.

1. Bakunin y el anarquismo no son tan ilusos o irénicos como se les achaca (y algunos anarquistas acaban creyendo). Fijaros en que, aunque hable de “pueblo”, dice «Escoge a cien...». Igualmente conviene fijarse en que su internacionalismo (ahora que tanto se habla de naciones) no se basa en ningún humanitarismo de paz y amor, sino en que tiene más fuerza la industria que el alma o el volkgeist de los románticos: preveía la abolición de las fronteras nacionales por un muy previsible (sobre todo en el XIX, su época) poderío del desarrollo industrial, no del espiritual; pensaba que la sociedad se organizaría según las necesidades de la producción, no de los deseos humanos. Si pecaba de algo, pues, sería de realista no de idealista. La Globalización... incluso la construcción de la mismísima Europa ¡a partir de un tratado comercial!... ¿Qué cóño necesita el pueblo y sus “educadores” para ver claro? Hablamos de política, no de lo que hay, de planes y programas, no sólo de eutaxia; ésta viene sóla, no hay que llamarla. La Revolución Social requiere paciencia, no inactividad, conformismo, complacencia... egoísmo. Antes de lanzarse a las barricadas hay mucho que hacer. Si es idealista querer, no pensar que se vaya a conseguir por el mero hecho de desearlo y exigirlo, controlar ese proceso (el Capitalismo)... es un idealismo de lo más sensato, lógico y racional.
2. Las insurrecciones, incluso las victoriosas (o sea, fracasadas después), olvidan lo anterior. Así, no pasan de intentos o de fiascos. El anarquismo español, en conjunto, jamás se ha lanzado a la revolución: su revolución consiste en acondicionar el terreno, preparar las precondiciones, para poder aprovechar los fenómenos precipitantes. Por eso, ni en la época más revolucionaria, se ha lanzado a ella. El caso es que mientras el pueblo (el de Bakunin) no cambie el chip con relación al poder y la política, en general, jamás se darán las condiciones requeridas. Tras la francesa y la rusa no hay más revolución que esa: la anarquista: controlar al Estado y al Capitalismo sin volverse autoritario ni capitalista. Tras la extensión de la democracia representativa y el Estado del Bienestar, idem de idem, pero más difícil, todavía.

Si aplico, no “puedo” hacer otra cosa, la versión anarquista y la historiadora a la España de 1934, sinceramente, lo único revolucionario fue el ánimo de los mineros asturianos; ni el plan, ni la extensión, ni los logros, permiten hablar de revolución. Me parece a mí. La revolución socialdemócrata nunca ha pasado de ser, por usar la expresión de Forster y Green, una “revolución de palacio pública”. Entre otras cosas, mejor o peor, había una democracia; hablar de revolución en una democracia ¡siendo diputados!... en fin... De hecho Abel Paz (Durruti en la Revolución española; las pp. 398-416 son muy ilustrativas sobre octubre del 34) lo trata más como un golpe de estado o, en los más exaltados, como una «aventura cuyo propósito ha quedado como un enigma histórico» (p. 403). Y señala a la sagacidad de Gil-Robles como el auténtico desbaratador de la chapuza socialista-catalanista que estamos comentando. (No la del 2005, sino la de 1934).

Si atendemos al 36 (supongo que es lo que R. Pardo alude con «los anarquistas campando a sus anchas» por Barcelona), habremos de valorar si una guerra civil es el terreno idóneo para una revolución social. Tampoco se lo pareció a gran parte de esos anarquistas que la propiciaron al detener el primer golpe del Alzamiento. Porque fueron ellos los que lo hicieron, al menos en Barcelona, que no era un villorrio sin importancia. Tres ministerios, discusiones sin cuento ni final... colectivizaciones (muchas de las cuales funcionaron mejor que antes y que el gobierno republicano)... y sin robar (compárese la vida de los exiliados anarquistas con la de otros)... en fin...

Cabe preguntarse por qué Abel Paz y tantos otros llaman “revolución” a lo de la GC. La respuesta está en la p. 555 de su obra mencionada (y muy recomendable): «lo que se comenzaba a vivir era una profunda revolución». La revolución, como todo lo vivo, ha de ser en gerundio, no en el futuro ni en el pasado; en el presente. Quizá lo hiciera forzado, pero entonces, el chip que decía, por un tiempo, cambió. Siempre he dicho que el acierto del anarquismo es su error: necesita al pueblo. ¡Qué se la va a hacer!

Salud y que viva la revolución. Y perdonen lo largo (y lo panfletario, si así les parece) del mensaje.
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José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
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MensajePublicado: Vie Dic 02, 2005 10:55 pm    Ttulo del mensaje: ¿Tiene limites la revolución? Responder citando

¿Tiene limites la revolución? No. No los tiene ni los puede tener. ¿Es democrática la revolución? Jamás.

¿Es cosa de la mayoría la revolución? Esto es: ¿la dictadura que necesariamente la acompaña es una dictadura de los muchos? Imposible! Lo es de los pocos: oligarquía, tiranía de partido=.La vía más segura para llegar a eso del desastre es la de siempre: «Escoge a cien...»...paisano, escoge a cien de los mejores para llegar antes al desastre= oligarquía de paletos= desastre, anarquía.

Ergo la revolución es siempre dictadura, pero cuando lo es contra la libertad –a diferencia de la dictadura comisarial y del terror blanco- se convierte en despotismo, en tiranía, y es casi seguro que acaba en desastre.

Otra cosa es la libertad (la del mercado pletórico), pero ahora no tengo tiempo.

Si la eutaxia es el buen gobierno y que se dura porque se gobierna bien, entonces no “viene sola”, como dice absurdamente Rodríguez Molina, sino que ella es mientras tanto no sea ni la revolución ni el despotismo ni la tiranía.

Permíteme Molina que me carcajee ante tus narices por esto: “controlar al Estado y al Capitalismo sin volverse autoritario ni capitalista”... Pero mi amadísimo amigo, eso no es posible, pues si no eres ni autoritario ni capitalista no controlas nada de nada ni eres nada, sólo un phantasma.

Se acabó el tiempo.

Me voy a la Siberia extremeña!
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Juan A. Rodríguez Molina



Registrado: 16 Feb 2004
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MensajePublicado: Mar Dic 06, 2005 8:56 pm    Ttulo del mensaje: El cadáver... hace mentir Responder citando

Queridisísimo amigo Vega, tienes, por supuesto, permiso de este paleto para carcajearte en sus narices (Molina Nasón está bien narigado) de toda estupidez que suelte. Acepto, pues, la carcajada; debería haber añadido que posiblemente ese sea otro de sus aciertos-errores o fantasmadas. Sin embargo, debo decirte que has leído muy deprisa por ir a tu extremada Siberia.

Lo de “escoger cien...” no iba por ahí, sino por todo lo contrario. Como por todo lo contrario van otras cosas que no acabas de aceptar o de entender o ambas cosas.

La eutaxia, buen orden. ¿Cuando ha habido buen orden en España? ¿O en el mundo entero? Con lo realista que eres, a veces, y lo pequeña que se te queda, otras, la realidad. La realidad es muy grande, Vega; no pretendas abarcarla toda. Claro que viene sola: el pueblo prefiere el orden y, por ello, ser gobernado. ¡Díselo a los anarquistas! Pero igual que viene se va. ¡Díselo a los gobernantes! Olvidas que no es el Gobierno (elegido o no democráticamente) el único factor del mando ni del orden: olvidas tus vectores.

Como los anarquistas son políticos realistas, jamás verán buen orden. Si consiguieran derruir el Estado, tendrían que dejar, lógicamente, las tonterías y coger el timón, como debe ser. Pero ¿cuándo va a ocurrir eso? Nunca. ¿No ves que necesitan a los que no les (ni lo) quieren? Recíprocamente, como los arquistas son los únicos politicos que triunfan, siempre verán anarquía y se excederán en el mando, consiguiendo cabrear al gobernado (y otros vectores), haciendo que se rebele. Suele olvidarse que el punto de partida es el de los arquistas, no el de los anarquistas; aquéllos también necesitan al pueblo y tampoco son queridos por él. Pero, al tener las riendas, son la tesis, quedando la antítesis para los otros: an-arquía. Y una “síntesis” que no satisface a nadie. Los antitéticos reconocen su derrota (nunca total), pero no es cierto que estén equivocados o no sepan lo que dicen. Eso es mentira, y la mentira es innoble porque arruina la discusión, que es parte de la dialéctica. Dime que nunca ganaré y te daré la razón; dime que no tengo razón y seré yo el que se carcajee en tus narices. O ya me explicarás ese concepto tuyo de Razón Triunfante. ¿Cuando triunfa la razón? Ni en las letras.

El cadáver no miente, claro que no: está muerto. Y si viviseccionas, obtienes un cadáver; que no rechistará, digas de él lo que digas.

Salud
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José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
Mensajes: 1429

MensajePublicado: Mie Dic 07, 2005 3:26 pm    Ttulo del mensaje: Los anarquistas siempre ganan. Responder citando

Apreciado Molina...

En España, como en cualquier otra nación, ha habido buen orden, eutaxia, siempre y cuando esta nación ha perdurado. Las revoluciones y las asonadas podrán hacer peligrar ese orden, pero hasta ahora la cosa ha durado: los cuarenta años de Franco no son moco de pavo, ni la actual democracia. No se trata de hacer comparaciones, pero la cosa no debe distar mucho de cualquier otra nación europea. Yo hablaría de dos tipos de eutaxia: la que se refiere a la duración del régimen, y la que se refiere a la duración de la nación o Estado, a la forma y a la materia, siendo la forma el régimen y la materia el hondón de la Unidad política. Lo que los anarquistas vean importa un carajo: la contradicción esencial es que para ellos no hay jamás un buen gobierno, pues que para ellos el buen gobierno es el autogobierno y este es por completo imposible. “¿Cuando ha habido buen orden en España? ¿O en el mundo entero?”, dice Molina... ¿Y por qué hay que suponer que este orden no es el mejor orden posible... Al fin y al cabo es el orden que hay en el “mundo entero”, y estamos en lo de siempre, que para buscar un no se qué sacrificamos de continuo el presente. Hay que tener una imaginación muy calenturienta para poder pensar un “buen orden en el mundo” mejor que este..., ya que, por otra parte, cualquier futuro sólo puede desprenderse de este “orden”, no del orden imaginado por ti o por cualquier otro.

Dice y dijo Molina de los anarquistas y de si mismo:

< Y una “síntesis” que no satisface a nadie. Los antitéticos reconocen su derrota (nunca total), pero no es cierto que estén equivocados o no sepan lo que dicen. Eso es mentira, y la mentira es innoble porque arruina la discusión, que es parte de la dialéctica.....................pensaba que la sociedad se organizaría según las necesidades de la producción, no de los deseos humanos. Si pecaba de algo, pues, sería de realista no de idealista.............

Hablamos de política, no de lo que hay, de planes y programas, no sólo de eutaxia; ésta viene sóla, no hay que llamarla.>


¿Hemos de hablar de lo que “no hay”?

Mira... eso de la mentira mejor es dejarlo de lado, porque mentira en política es lo inalcanzable, la utopía como estafa, lo que jamás puede ser puesto en práctica...y eso si que no puede ser “dialéctico” sino sólo en las meras palabras (dialéctica idealista), ya que lo que nunca puede ser puesto en práctica no puede tener oposición dialéctica real alguna que valga, pues lo que no existe no se puede oponer a lo que existe. En realidad la “práctica” anarquista se reduce a mera delincuencia, ya que esa práctica no puede pretender una iustificación política ni jurídica mínima. Es una práctica negativa, de destrozo. Otros no anarquistas siempre aprovechan los despojos del orden al que ayudan a derrumbar los anarquistas para crear a su vez cualquier otro orden positivo, por tanto cualquier plan o programa anarquista es en realidad sólo la muleta de otros y para otros, por ej. los comunistas, que en cuanto logran imponerse lo primero que hacen es acabar con los mismos anarquistas que les sirvieron en un momento de muleta.

¿Acaso las necesidades de la producción no son lo que son al ser movidas por los deseos? La producción de carbón viene dada por los deseos de seguir explotando unas energías mecánicas y humanas, y para calentarnos por ejemplo... satisfacer una necesidad es satisfacer un deseo... de riqueza, de calor, de poder, etc. Evidentemente sólo podemos pasar del carbón al petróleo porque este cumple unos requisitos materiales de suministrarnos energía. No puede haber discontinuidad. Lo idealista es concebir (¿) un consumo de calor para seis mil millones de personas sin destruir el ambiente, sin concatenar causalmente la producción actual a la producción futura. En fin, que “las necesidades de la producción” no dejan nunca de ser “necesidades humanas”, por eso son productivas. Lo que no se desea ni se produce.

<”Dime que nunca ganaré y te daré la razón; dime que no tengo razón y seré yo el que se carcajee en tus narices”.>

Pues quédate con esa tu razón que nunca gana. Razonable es lo consecuente, lo que se puede conseguir: la Santísima Trinidad está muy razonada y no por ello es “razonable”, un mundo justo e igualitario está muy razonado y es una irracionalidad muy grande... también es muy razonado medir de altura dos centímetros y eso es un absurdo manifiesto ya que para ser quienes somos hemos de medir lo que medimos más o menos (¿Mc Mahon?: cuando esas tus creencias se generalizan acaban viniendo los grandes desastres. La imaginación es phantasmata y nada más que phantasmata, y lo que hay, lo positivo, es la “razón triunfante”, esto es, las prolepsis adecuadas y consecuentes. Precisamente la razón... la verdadera razón es lo que más triunfa en el mundo: todo lo real es racional... porque es. No hay otra razón... pues no hay fines escatológicos. Adiós.
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Juan A. Rodríguez Molina



Registrado: 16 Feb 2004
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MensajePublicado: Dom Dic 11, 2005 9:27 pm    Ttulo del mensaje: Wanted (Vivo o muerto) Responder citando

Cita:
¿Y por qué hay que suponer que este orden no es el mejor orden posible... Al fin y al cabo es el orden que hay en el “mundo entero”, y estamos en lo de siempre, que para buscar un no se qué sacrificamos de continuo el presente. Hay que tener una imaginación muy calenturienta para poder pensar un “buen orden en el mundo” mejor que este..., ya que, por otra parte, cualquier futuro sólo puede desprenderse de este “orden”, no del orden imaginado por ti o por cualquier otro.


Acaso yo lo vea todo como algo demasiado vivo y tú como algo demasiado muerto.

Si discutiéramos una idea por cómo la defienden algunos de sus seguidores, no habría idea defendible. Yo no pretendo triunfar sobre el catolicismo destrozando los argumentos de beata de mi abuela; tendré que atender a los de Ratzinger. Bien entendido que algunos axiomas, si no todos, habrán de ser los mismos, los argumentos de éste superarán, digo yo, a los de mi abuela (que en muchas ocasiones no encontrará ninguno). Pues bien, al hablar de anarquismo quizá des con algún beato (espero no ser yo uno de ellos), pero no puedes toparte con “autoridad” alguna porque non habemus papam. No niego la existencia de algún axioma volandero, pero ni sobre ellos encontrarás unanimidad de pareceres o de argumentos. Así pues, decir que el anarquismo propugna que el único buen gobierno es el autogobierno, es erróneo. Y no estoy escudándome en un ardid para no ser cazado: es así. Esto es lo primero que debe tenerse en cuenta al enfrentarse al anarquismo actual, presente, que no se tratará de una lucha en campo abierto contra un ejército compacto, sino contra grupos de guerrilleros (como constelación más numerosa). A muchos anarquistas esto les parece muy bien, la prueba de que su Idea es una idea y no una creencia. No estoy de acuerdo, pero he de reconocer que soy minoritario. Amén.

A lo que apuntaba —veo que sin acierto— en la intervención que tanta risa te produjo alguna frase, es a que el anarquismo no puede ser lo que habitualmente se lee que es, pues, evidentemente, sería una majadería supina digna del más pánfilo de los pánfilos. Y los anarquistas (serios) que conozco no tienen nada de pánfilos. En mi opinión, al estar entre izquierdistas (casi nunca bien avenidos) se nos pegan cosas que no nos van, pero como parece que si no estás en la izquierda, estás en la derecha... dejémoslo. Por ser más racional y/o riguroso, diré que, tras darlo algunas vueltas, he llegado a la conclusión de que la diferencia entre el anarquismo y el resto de ideas políticas (arquismo) reside y radica en la concepción del poder y ¡ahí se queda!, no sale de ahí. Esto es lo importante; en lo demás coincidirá con izquierdas y derechas, según en qué, mas en lo nuclear, lo cierto e indiscutible es que no coincide con nadie. Por eso, se es o no se es anarquista. Luego, más tarde, después, al desarrollar los principios nucleares, se podrá ser anarco-socialista, id-comunista, id-individualista, id-sindicalista e, incluso, id-capitalista; o anarquista sin adjetivos (aunque éstos quedan en la teoría; o en lo fantasmal si ni siquiera son capaces de construir una teoría). Por eso, en el siguiente (el anterior a éste) mensaje hablaba de antítesis y decía que el punto de partida era el arquismo. Quede esto muy claro: nos basamos en lo que hay. ¿Cómo vamos a negar la realidad o arrancar del futuro? Es más, habremos de formar parte del orden que hay, de «este “orden”».

Si regresamos por la Idea, veremos que se constituye por oposición a otras, no a la realidad. No discutimos que el mundo no haya sido como ha sido, sino que, al observar que en esa construcción han influido las ideas (espero no estar discutiendo con mi querido enemigo dialéctico Vega que las ideas no influyen en la realidad) nos extraña mucho que sean sólo las justificadoras, las conformistas, las que gocen del status de proyectivas, metiendo al resto en el saco de lo utópico. Pues eso querría decir que las ideas no influyen; cosa que sólo mantienen los escépticos radicales y sus primos hermanos, los nihilistas y fatalistas absolutos. En lo único que tenemos algo de fe es en la razón; y digo “algo” porque sólo tenemos la que ésta nos permite.

Dicho de otra forma, si el anarquismo se apoyara en una doctrina materialista y no tuviera por qué incurrir en humanismo metafísico para ser asumido por sus seguidores con sentido común, no podríamos despreciarlo agarrándonos al hecho de que algunos pánfilos obnubilados por los vientos “alicios” lo convierten en utópico. Y eso, apreciable, imprescindible, es lo que yo creo que es (o puede ser sin realizar unas transformaciones que le dejen irreconocible). En resumidad cuentas, tendríamos que aceptarlo como racional y real; es decir, digno de ser admitido en una discusión seria sobre teoría política. Pues vamos; regresemos y progresemos sobre el fenómeno, concepto, idea, teoría, doctrina o vaporoso y simplista mejunje en cuestión (el anarquismo) para ver si estoy en lo cierto.

Pero, como no es el lugar, vamos a abrir un tema en “Teoría política” que bajo el título “Desmitificación del anarquismo” o algo así, evitando los tópicos a favor y en contra, procure desentrañar con un mínimo de rigor si el anarquismo es una gilipollez o la única oposición fundamentada y constructiva (no sólo destructiva, como le parece a Vega) al, aparentemente, “único orden posible”. Sin prisas, claro. Y he dicho “vamos”, en plural, porque, dado el tipo de foro (filosófico) en el que estamos, consciente de mis limitaciones (confieso dudar, incluso, sobre la manera apropiada de plantearlo), recabo la ayuda de quien pueda superarlas. Y si el anarquismo le parece una gilipollez, mejor que mejor: se trata de destrozarlo, de triturarlo, según el filmat, o de golpear a su diestra y su siniestra, según el “anarquista” Pisarev, para quedarnos con lo válido, lo que haya resistido.

Salud
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José Mª Rodríguez Vega



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Mensajes: 1429

MensajePublicado: Mar Dic 13, 2005 11:31 pm    Ttulo del mensaje: Anarquismo. Responder citando

<Acaso yo lo vea todo como algo demasiado vivo y tú como algo demasiado muerto.>

Es al revés. Y es al revés porque lo que tu crees ver sólo está en tu calenturienta imaginación. No existe ni existirá jamás. Por eso está peor que muerto.

Este orden o mundo es el que es y sus cambios y prolepsis responden a concatenaciones causales físicas –una de las cuales, en parte, es tu propia imaginación-..., pero el realismo político para nada necesita de la phantasía desmesurada. A la postre sólo habrá cambios en este orden siguiendo unas concatenaciones que nada tienen que ver con tus píos deseos: la libertad respecto de la esclavitud no ha venido de la mano de los deseos de los cristianos o de los esclavos –pongo por caso-, sino de la innecesidad de esa esclavitud en determinadas concatenaciones causales de los “medios de producción” que diría un marxista. No son los deseos los que cambian el mundo, sino al revés: es ese mundo (la Ingleterra de los principios de la máquina de vapor, por ejemplo) los que hacen germinar los deseos... y los desos son las ideologías. Y no es “Inglaterra”, claro, sino la necesidad de abaratar costos, la máquina de vapor y el tornillo de hierro y físico que la posibilita, etc.

Esta idea, la idea que consiste en decir o saber que la máquina de vapor proviene a su vez del los telares hidráulicos, molinos de agua, etc., y las necesidades físicas y humanas que los posibilitaron, puede ser defendida muy bien frente a la otra idea de que las ideas provienen de la “cabeza”, del intelecto (el idealismo clásico), etc. Unas ideas en tanto ideas verdaderas pueden ser muy defendibles frente a las meras verdaderas ideas, que no por ser ideas verdaderas, que son solo verdaderas en cuanto “ideas”, son en modo alguno defendibles: así la idea de “igualdad”, “autogobierno”, “Paraíso”, &c. que no pueden ser defendibles porque no encontrarán jamás un mundo de concatenaciones causales en el cual ser aplicadas. Eso sería la reducción de todas las esencias a una sola esencia a la cual declararíamos absoluta: Aquel mayor que pensarse otro no pueda. Puro substancialismo estéril.

Ciertamente tú puedes ser un substancialista absoluto y defender la idea de Pegaso... o la idea de “un mundo mejor” (¿cómo de mejor? ¿Absolutamente mejor? ¿O sólo un poquito mejor?...y mejor para quién?), pero tu defensa entrará de lleno en el campo de la pasión, en el terreno de la ideología, fuera del “pragmatismo” que caracteriza al racionalismo no creyente...Quiero decir que tu falta de pragmatismo estará apoyada por creencias, no por saberes. Serás pasto de cualquier populismo demagógico!

< Pues bien, al hablar de anarquismo quizá des con algún beato (espero no ser yo uno de ellos), pero no puedes toparte con “autoridad” alguna porque non habemus papam. No niego la existencia de algún axioma volandero, pero ni sobre ellos encontrarás unanimidad de pareceres o de argumentos.>

Tienes toda la razón: no puede haber autoridad donde no se sabe nada. El saber ha tenido su desarrollo en las jerarquías sacerdotales, en el encriptamiento del poder: saber es poder jerárquico, jeroglífico, secreto, de gremios y de especialistas. ¿Consideras acaso la mera posibilidad de la construcción de un mero tornillo sin la existencia de múltiples jerarquías? Eres un ingenuo.

No hay papam por que no hay dominio, porque nada hay que dominar: un anarquista es un asocial. Es un asocial en su idealismo, pues a la postre, en la práctica, usa Internet (fruto de los códigos militares de los USA jerarquizados), y de paso él es dominado por otros “Papas”, tanto si le gusta como si no: tu práctica de supeditación reconoce las estructuras jerarquizadas. Para nada aquí se necesitan argumentos “ideológicos” que las nieguen dentro o fuera de sí mismos, nos basta con que no puedas vivir sin esas jerarquías, sin este “orden” del mundo.

< Así pues, decir que el anarquismo propugna que el único buen gobierno es el autogobierno, es erróneo.>

¿Sabes tú qué es lo que propugna el anarquismo? Pues si no propugna nada entonces nada es..., quiero decir que es asocial: confuso, divagante y fundamentalista. Como corresponde a una “creencia” y a una “ideología” vaga. El anarquismo yo lo reduzco simplemente a mala educación, a poco sentido común.

De lo que es el anarquismo, por el resto de lo que nos explicas, se deduce que es simplemente un Joker, una comparsa de comodín:< Luego, más tarde, después, al desarrollar los principios nucleares, se podrá ser anarco-socialista, id-comunista, id-individualista, id-sindicalista e, incluso, id-capitalista; o anarquista sin adjetivos...>, esto es, que el anarquismo aún y admitiendo –como dices- este real mundo, solo es una mera “oposición idealista”, ya que tú dices:< Si regresamos por la Idea, veremos que se constituye por oposición a otras, no a la realidad.>... Tremendo.

Una verdadera idea (aunque sea vaga y confusa) se opone a otra “verdadera idea” (acaso igual de vaga y de confusa)... de mollera a mollera... ¿Y eso para qué diablos sirve? Pero estoy de acuerdo contigo: precisamente eso es el anarquismo

Está muy claro que el MF de Bueno ataca las verdaderas ideas con el arma de otra verdadera idea junto con su correlato físico (symploké) de idea verdadera. Junto con sus concatenaciones físicas y causales y su practicidad en este mundo real como idea verdadera... que es algo más que una mera idea que aun y siendo una idea puede ser muy falsa, como falsa es la idea de Pegaso o de “un mundo mejor” o de un anarquista que se limita a serlo siempre sin ser nada en concreto nunca.

Claro que las ideas influyen. Influyen las ideas verdaderas... y las falsas... Pero las falsas sólo influyen como ideología, como parte del dominio jerarquizado de un determinado y real poder. La idea del anarquismo sólo puede influir como “vector ascendente” de agitación para que otros recojan las nueces del nogal movido. Como idea falsa, como mera ideología, el anarquismo no puede tener nunca aquella concatenación causal física propia del realismo. El anarquismo es una pérdida de energías y tiempo.
El anarquismo no se apoya ni se apoyara jamás en “una doctrina materialista” –como dices-, pues su núcleo es la más absoluta subjetividad del individuo... asocial... Individuo que cree incluso que su mismo cerebro no es un producto “social”, esto es, concatenado al causalismo físico del mundo real y jerarquizado.

Desde el momento en que este causalismo sea admitido por el anarquismo, desde ese momento el anarquismo desaparece y se transforma en cualquier otra cosa: la base del anarquismo es aquí puramente hegeliana: cree que todo lo racional puede ser real y eso es mentira o falso: Pegaso es pensable pero no será jamás real en tanto caballo alado. Un mundo mejor es pensable pero siempre a ese mundo se le podrá encontrar otro “mundo mejor” aún, y así ad infinitum, por tanto esto también es falso, etc. etc. Suma y sigue.

¿Y qué nos quedará después de vapulear al anarquismo? Pues lo de siempre: sus meras buenas intenciones, su eterna subjetividad descoyuntada. El anarquismo es “autónomo”, se cree atónomo como si él tuviera una “verdadera naturaleza”, pero en realidad es inactividad.
Cualquier actividad social conlleva una heteronomía, una jerarquización y una estructura concatenada al causalismo físico, a la naturaleza real: Savater puede ser un filósofo... pero por el mero hecho de serlo no es anarquista, sino un hipócrita.

Lo peor puede venir precisamente por ese meneo del nogal por parte del “vector ascendente anarquista”: siempre recogen las nueces los peores (los absolutistas de la jerarquía, los más déspotas)... Ya que la eutaxia es precisamente la quietud del nogal y el dejar las nueces donde están: en su lugar, en su real lugar.

Algunos postulan la honradez como una de las principales características del anarquismo. Para mi es la peor de todas, pues lo más peligroso que hay es un ideologema en la mollera de un perfecto. Lo mejor que puede hacer un anarquista es dejar de serlo.

Los verdaderos anarquistas son siempre anacoretas: se van a la montaña y viven como las cabras por siempre. No usan Internet. Amén.
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Marcos R. Márquez



Registrado: 15 Abr 2004
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MensajePublicado: Mie Dic 14, 2005 1:59 am    Ttulo del mensaje: Unos pequeños apuntes para la discusión. Responder citando

Estimados compañeros:

No es la primera vez que se discute sobre el anarquismo en este foro. Sólo quiero apuntar algo que puede nutrir la discusión (eso espero). El mayor problema que tiene un anarquista es "ser anarquista". Me explico. Como bien apunta Vega es extraño que un anarquista compre un ordenador (hecho en fábricas altamente jerarquizadas), pague por una conexión a Internet (el antiguo ArpaNet militar) y encima muchos anarquistas defiendan Internet como su gran plataforma para difundir sus proclamas, pague religiosamente todos los impuestos, defienda en la CNT la legalidad constitucional (del Estado español, claro), etc. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que es imposible en la actualidad "ser anarquista". Por esta razón, porque nadie puede actuar como un anarquista, no hay anarquistas. Es una gran mentira. Y si alguno se la juega, probablemente acabe en la cárcel y el sistema acabará anulándolo. Luego aquí sólo cabe "pensar el anarquismo", que no significa "ser anarquista", porque el "ser" no es Idea sólo, sino acto, acción, (co)existencia, causalidad física, cualidad material (si somos materialistas, claro). Ahora bien, en la historia se han dado las suficientes causalidades materiales para que ciertas Ideas se hayan "materializado" (pero esas ideas no han surgido la Nada, sino de la propia dialéctica en la sociedad; por tanto están absolutamente subordinadas a la realidad: lo contrario sería idealismo). Si por una de esas concatenaciones causales llega algún día el anarquismo, no lo sé. Pero lo que sí sabemos es que ahora es imposible. Y en esto estará de acuerdo Molina.

En cuanto a que las Ideas hagan la realidad, eso es claramente idealismo. Es claramente la realidad la que va (con)formando las Ideas y luego éstas acaban otra vez impregnando la realidad. Podrá un anarquista (de pensamiento) pensar eso, pero entonces que deje el materialismo y se vaya al idealismo que tanto triunfa en las izquierdas después del derrumbamiento del Muro de Berlín. Por cierto, los anarquistas más activos ahora van de la mano de los progres anti-sistema entrando en supermercados y robando todo lo que pueden (Yomango, por ejemplo) para "reventar el sistema capitalista". Eso es lo que ellos creen (emic), pero en verdad viven en la "felicidad canalla" (etic) y a eso reducen infantilmente su "rebeldía anarquista". Simplemente expropian unos bienes para "reprivatizarlos" (cambiarlos de dueño). Y como esto, todo lo demás que he visto en los anarquistas. Desde luego, los más serios son aquellos que entienden que no pueden hacer nada, tratan de teorizar y poner orden entre tanto anarquista mentecato de boquilla y esperan tranquilamente el momento oportuno (si es que llega). Lo demás es perder el tiempo. Por no hablar de aquellos que se tienen montado un buen negocio con el rollo del anarquismo (venta de libros, conferencias bien pagadas, venta de discos, etc.).

Cita:
Los verdaderos anarquistas son siempre anacoretas: se van a la montaña y viven como las cabras por siempre. No usan Internet.


Sí, ésa es la única forma de ser anarquista; siempre y cuando el anacoreta no se encuentre con otros anacoretas que tengan hambre y quieran comerse sus cabras.

Saludos cordiales.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Dic 17, 2005 11:53 am    Ttulo del mensaje: Julián Marías y la represión franquista Responder citando

Hoy se publica en Libertad Digital el siguiente artículo de Pío Moa sobre Julián Marías, centrándose en aspectos su biografía política. Es interesante su juicio sobre la España franquista y la supuesta represión indiscriminada. Pagó en gran parte el haberse aliado con los <<rojos>>, pero su vida no fue un infierno, como demuestra la situación de sus propios hijos.

Un saludo. Antonio Sánchez



Julián Marías o la sensatez

Pío Moa

Julián Marías ha sido uno de los personajes más interesantes y menos típicos de la intelectualidad española desde hace 60 años. Y no sólo como filósofo, sino también como comentarista político e historiador; y por esa razón ha sido postergado sistemáticamente por esa caterva de intelectuales chillones, demasiado politizados y ávidos de fondos públicos, que parece llenarlo todo. Su España inteligible sería rechazada por muchos “historiadores profesionales” enredosos y pesados, pero arroja luz donde otros sólo embrollan. Uno no puede menos de recordar la época en que todo escritor o escribidor deseoso de pasar por progresista debía manifestarse marxista o muy respetuoso con el marxismo; y los desprecios que desde tales alturas recibía Marías, un pensador liberal y cristiano, amante de la verdad y de una sensatez que a algunos les parecía roma. Pero su agudeza previsora se manifestó, entre otras muchas ocasiones, ya en 1978, al criticar ciertos defectos de la Constitución derivados de una excesiva ansiedad por el consenso: “Los compromisos, en el menos grato sentido de la palabra, a su vez comprometen la realidad política de España”. Ahora mismo lo estamos comprobando duramente. También enseñó: “No hay que tratar de contentar a quienes no se van a contentar”
Marías sufrió también las primeras furias y, luego, las restricciones del franquismo. Él había contribuido, al lado de Besteiro, al golpe de Casado contra Negrín, y por tanto podía esperar que los vencedores le dejasen en paz. Pero no fue así. Sus memorias ofrecen el retrato de un tiempo dominado por el afán de dar un “escarmiento ejemplar” a las izquierdas revolucionarias, y no sólo a ellas. Un compañero de estudios a quien él creía amigo le denunció por envidias u otros sentimientos oscuros. La denuncia no podía ser más ponzoñosa: “Tan falsa como incomprobable: yo habría sido colaborador de Pravda, nada menos; acompañante voluntario del bandido Deán de Canterbury; no lo había visto en mi vida (…) Se añadía que yo debía conocer toda la trama de la propaganda roja, hábil insinuación que revelaba la esperanza de que me extrajeran tan preciada información por los procedimientos usuales”. Todo dependía de la rectitud o el fanatismo de los jueces. Tuvo suerte: “Un alférez jurídico iba a tomarme declaración; me contó que habían asesinado a su padre en Madrid; pero era bien nacido (…); me dijo que me iba a leer la denuncia para poder responder a los cargos (…) Al despedirse me dijo: ‘No le doy la mano porque nos ven y pueden pensar que tenemos alguna relación; pero espiritualmente estoy con usted’”.
Salió libre, pero no sin antes haber probado el hacinamiento y pésimas condiciones de detención de aquellos días, y una temporada de cárcel donde, de vez en cuando, moría a balazos algún preso en improbables intentos de fuga. Allí las autoridades le encargaron dar cursos de alfabetización a los presos iletrados, y de francés a los más cultos.
Estas experiencias las narra Julián Marías sin el rencor, y mucho menos la incitación al rencor, frecuentes en infinidad de libros y testimonios retorcidos. Lo señalo porque estoy preparando un libro sobre los años 40, años en verdad apasionantes, muy alejados de los tópicos con que nos los presentan los mismos que tan demostrablemente han mentido sobre la república y la guerra. De las penurias y represiones de entonces escribe Marías: “Todo esto es verdad; lo que no lo es, en absoluto, es la imagen lacrimógena que suele pintarse ahora de esa época. A pesar de todo, había una tremenda gana de vivir, en gran parte por el contraste de la paz –incluso de aquella paz—con el horror sin mitigación de la guerra. Los españoles tienen fuerte vitalidad, apetitos, incluso cierta estoica indiferencia ante las adversidades. Entonces gozaban de la vida con una intensidad que acaso no se ha dado después. La escasez, la dificultad de conseguir las cosas, les daba más valor”.
Hoy se habla sin tregua del duro destino de los vencidos, pero en realidad el número de los que se sentían así fue escaso: muy pocos siguieron identificándose con un Frente Popular cuyas tropelías habían contemplado, que había sucumbido en medio de masacres entre sus propios partidos, y cuyos dirigentes habían huido con enormes sumas saqueadas al tesoro artístico e histórico español, a los particulares y hasta a los montes de piedad. Esos pocos se ampliaron con las víctimas la represión inmisericorde de los primeros años, pero la inmensa mayoría de quienes habían luchado con las izquierdas o los separatistas, o les habían votado, pusieron todos sus afanes en reconstruir sus vidas en las difíciles condiciones de la época, sin nostalgias.
“El pueblo español –observa Marías-- no se sintió aplastado, sino vivo y entero; por eso fue posible la creación, en todos los órdenes, a pesar de todas las trabas, en parte espoleadas por ellas. Los que no tenían capacidad o no se atrevían han tratado de persuadir de que no se podía. Y es frecuente que los que más abominan de los cuarenta años estuviesen adscritos con entusiasmo a su fase más dura y opresiva, al lado de la cual todo lo posterior fue venial”.
Sin necesidad de estar de acuerdo con cada palabra del filósofo, cuando uno lee frases como éstas sabe que está ante un testigo veraz, y también entiende los motivos de la persistente falsificación de la historia. El ambiente iba a resultar duro para Marías y tantos más, pero no aplastante. El régimen le manifestó su hostilidad, pero no le impidió vivir y escribir, dictar cursos o ser elegido a la Real Academia. He aquí una anécdota, de 1953: “Me llamó por teléfono el ministro de Información, Arias Salgado; me dijo que deseaba hablar conmigo, al día siguiente, a las siete. Saqué del bolsillo la agenda, la puse junto al aparato e hice sonar sus hojas: ‘Mañana a las siete –le dije–. Sí, estoy libre, con mucho gusto’ (…) Me recibió amablemente, me dijo que me leía con admiración; insistió en que nos hablásemos de tú. Después de larga conversación me dijo que mi artículo no iba a publicarse, porque era ‘muy polémico’. Le dije que no hacía más que rectificar una serie de falsedades. Insistió en la peligrosidad de la polémica. ‘¿Y por qué no bajas el telón un artículo antes?’, le pregunté. Como se mantuvo en su posición, le dije, literalmente: ‘Bueno, veo que en España no hay libertad más que para calumniar, y como eso no me va a interesar nunca, no tengo nada que hacer’. Protestó amablemente (…) Al llegar a casa, metí el artículo en un sobre de avión y lo mandé a La Nación de Buenos Aires, donde se publicó enseguida”. ¿Puede imaginar alguien algo así en Cuba, la URSS o cualquiera de aquellos regímenes tan admirados por la oposición antifranquista?
Las memorias de este escritor fundamental nos informan y explican más que muchos libros de historia: “Desde fines de 1955 empieza algo nuevo. Una generación muy joven queda muy influida por el marxismo, lo cual quiere decir que fue muy poco liberal (…) Forman grupos, y lo primero que hacen es fingir que son ellos los que empiezan: de ahí data la negación o el silencio sobre todo lo que se había hecho antes. Todavía se sigue hablando monótonamente del ‘páramo intelectual’ de España en aquellos años. En mi artículo ‘La vegetación de páramo’ di una impresionante lista de libros independientes y valiosos publicados en España precisamente entre comienzos de 1941 y la muerte de Ortega”.
La muerte de este testigo lúcido, veraz y sensato es una gran pérdida intelectual, porque tales cualidades son, por desgracia, muy poco frecuentes.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Dic 17, 2005 5:11 pm    Ttulo del mensaje: De perdidos al río contra la Antiespaña Responder citando

Para que se vea lo pernicioso de las posturas tipo Enrique Moradiellos (que se llaman a sí mismos <<moderados>>, <<reformistas>>), pego más abajo la reciente noticia de Libertad Digital. Sujetos como Jordi Gracia en el fondo tratan de justificar su apoyo implícito a la historiografía progre diciendo que la propaganda de la misma (reconoce que no es muy veraz) es una mera reacción al ataque previo de la historiografía <<neofranquista>>. Y lo peor de todo es que, también implícitamente, presupone que se puede hacer Historia desde la <<moderación>> y la <<neutralidad>>. Pero aquí no se trata de ver quién lleva la iniciativa en el ataque al adversario, a pesar de la evidencia de que la progresía, sobre todo después de ganar el PP las elecciones en el 96, es la que se propuso la empresa de <<recuperar la memoria>> a su manera, llendo más allá de los cuentos mantenidos por la escuela de Tuñón de Lara. Aquí lo fundamental es que hay dos proyectos básicos incompatibles: o mantener la identidad y unidad de España o destruirlas. Y, por eso mismo, la formalidad de ver quién empezó la pelea es insignificante. Pretender apelar a la moderación es apoyar a uno de los contendientes, poner el escudo de parte de un bando, aunque se crea que se coloca en un <<centro neutro>>. En el fondo esta gente, con buena o mala fe, está asumiendo la política que conduce a la destrucción de España (lo mismo que hace Santos Juliá en <<Historias de las dos Españas>>, dando crédito al mito ambiguo, asumido por muchos liberales, de que los Austrias supusieron un paréntesis en la Historia de España frente a la <<nación>> española representada por los Comuneros…, tesis <<leyendanegristas>> que han arrastrado la mayoría de las izquierdas de manera más o menos extensa: muchos amplían en mal gobierno a los RR. CC. también…).
Pero es que hay sujetos, como Juan Alberto Belloch, que ya no se conforman con la censura de los escritos. Ahora están dispuestos a meter en cintura a todo el que abra la boca. Nos esperan tiempos difíciles. O claudicar a las amenazas de esta gentuza o enfrentarse a su traición. Yo pienso que <<de perdidos al río>> (para encontrar la senda –acuosa- que nos saque de la confusión, aunque se corra el riesgo de perecer ahogados). Hace poco he mandado diversos artículos a revistas de Rivas. Si me los publican sé que me voy a tener que enfrentarme a mucho ignorante y a mucho sinvergüenza, pero no merece la pena vivir con la indignidad de quedarse con los brazos cruzados. Creo que ahora hay que utilizar, más que nunca, todos los medios a nuestro alcance para tratar de sacar de tanta ignorancia a los españoles que aún mantengan un mínimo de apego por la Nación española. Lo máximo que nos puede ocurrir es que nos maten (lo sucedido con personas como Albert Boadella dice mucho al respecto).

Un saludo. Antonio Sánchez
La noticia es la siguiente:

Cita:
Un artículo de El País dice que algunos historiadores piensan que César Vidal y Pío Moa necesitan un "escarmiento"
Los insultos a los historiadores Pío Moa y César Vidal se vienen sucediendo en los últimos tiempos. Si hace unos días El Periódico de Cataluña insinuaba que debían ir a la cárcel por su visión de la Guerra Civil, este sábado es El País el que vuelve a arremeter contra ellos en el principal artículo de opinión firmado por el profesor catalán Jordi Gracia. En el texto se llega a decir que algunos historiadores "están tentados de pensar que los neofranquistas de la cuerda de Pío Moa y César Vidal necesitan un escarmiento" pero que sería catastrófico porque "...podrían jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares".



(Libertad Digital) La campaña contra os historiadores César Vidal y Pío Moa marca este sábado en el diario El País una nueva estación. El diario de Prisa cede su principal artículo de opinión a Jordi Gracia, profesor de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, para arremeter contra el "neofranquismo de Moa y Vidal". Hasta en cinco ocasiones cita el autor los nombres de César Vidal y Pío Moa para tildarlos de "neofranquistas" y advertir de una reacción por parte de los historiadores de izquierda.

El texto parte de la base de lo que parece ser una advertencia del sentimiento de algunos historiadores de la izquierda. Dice Gracia en "Gallos de Pelea" que "...el efecto más temible del actual extremismo neofranquista de algunos historiadores es la réplica extremista neoantifranquista. Se alimentan mutuamente y pueden echar a perder parte de un terreno de lucidez ganado poco a poco en el espacio lento y habitualmente pudoroso de los historiadores". Para Gracia "la historiografía académica puede estar empezando a sentirse obligada a plegar veles y detener el camino emprendido de comprensión integral del franquismo con grises por todos los sitios, grises de los de verdad y grises de los otros: matices y sutilezas, ajustes y límites, contradicciones y concesiones razonadas. Eso comportaría un asunto mucho más grave: romper la inercia que había consolidado la cultura española para tratar de comprender la complejidad del siglo XX completo".

Y es que el autor se muestra absolutamente crítico con las tesis de César Vidal y Pío Moa a los que de manera velada advierte de las consecuencias de su "neofranquismo": "...Por decirlo a la brava: el neofranquismo de Pío Moa está propiciando una nostalgia de las viejas banderas de la izquierda en historiadores profesionales, en articulistas sensatos urgidos de dar respuesta rápida y actual a la irresponsabilidad de profesionales de la propaganda en su sentido duro, el de la propaganda como mercado de la mentira, la propaganda política como maniobra de disolución de la verdad. Existe la tentación de pensar que los neofranquistas de la cuerda de Pío Moa o de César Vidal necesitan un escarmiento, y ese escarmiento consiste en volver a poner las cosas en su sitio y dejarse de monsergas comprensivas para condenar sin paliativos -o con paliativos de poca monta- a quienes anduvieron cerca del régimen, en el núcleo duro, en el blando, en la periferia y aunque llegasen a salirse".

Para Jordi Gracia "...cuando el historiador de una cierta izquierda razonable no maximalista ha hecho el esfuerzo de razonar lo que pasó por las cabezas de quienes nutrieron el franquismo, con sacrificio de la propia querencia instintiva y en favor del decoro historiográfico (y del conocimiento), resulta que llegan los neofranquistas y se suben a la parra del puro desbarre, alimentando de nuevo la legitimación de la guerra y su prolongación política con argumentos estrictamente filofranquistas". Esto motiva, para Jordi Gracia, que "de golpe y porrazo volvemos a las andadas de buenos y malos, y desaparece la capacidad de enterarse de veras de cómo funciona un sistema político y cultural complejo, donde una abyecta construcción política sometió a un sinnúmero de personas reales y no sólo súbditos numéricos o figurantes ciegos".

Sin embargo tras advertir de la tentación que subyace en muchos historiadores ya articulistas de izquierda, Jordi Gracia apuesta por mantener lo que el califica como "tono moderado" para conseguir "un contraataque más efectivo". Graca dice que "...el efecto de contaminación de esos propagandistas de la momia de Franco se basa en un mecanismo perverso en el que la inteligencia no debería caer, o del que debería precaverse. Aludo al tránsito que emprende la razón desde el ámbito moral hacia la razón política cuando se trata de historiar. Los deberes del historiador pertenecen al campo de la moral, pero el acoso de los sentimientos políticos -y la cólera ante los embustes difundidos masivamente- puede dar al traste con el decoro historiográfico, con la integridad interpretativa. La convicción de fondo es que el contraataque será más efectivo e impedirá ceder ese espacio ponderado donde se mueve la ecuanimidad, el matiz lento y contextualizado, todo ello tan poco ágil y tan poco rentable como gallo de pelea".

Gracia cree que la radicalización del discurso historiográfico de la izquierda en respuesta a los "neofranquistas" Moa y Vidal podría tener un efecto más pernicioso y un "resultado catastrófico" "no sólo no se habría conseguido arrancar ningún alma de cántaro de las zarpas guerrilleras de Moa o Vidal, sino que se habría arruinado la decencia historiográfica en plena democracia. No sólo habrían obtenido grandes éxitos de difusión, sino que casi podrían jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares. Deberíamos ser capaces de aguantar el envite sin miedo y con razón, o mejor, con Ángel González, sin esperanza y con convencimiento".
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Sab Dic 17, 2005 9:49 pm    Ttulo del mensaje: Más de lo mismo Responder citando

Estimados amigos:

El texto del sujeto Jorge Gracia que nos ofrece Antonio Sánchez viene a ser un jalón más del tedio y sopor que provocan las monótonas respuestas de estas izquierdas indefinidas: más de lo mismo. Lo único que se le ocurre decir a este señor es que Moa y Vidal están ejerciendo un adoctrinamiento pernicioso (lo de franquista o no ya para qué comentarlo) y que las izquierdas tendrán que recoger las banderas de antaño.

Está claro que ante esta amenaza formal, propia de quien no tiene fuerzas para cumplirla (¿acaso piensa este señor que acabarán encarcelados los mentados Moa y Vidal?), hay simplemente que pedir una mínima coherencia: si realmente son tan perniciosas esas obras, habrá que plantear una respuesta en forma que demuestre su falsedad. Pero como señala este señor que la historiografía depende de la moral del grupo (progresista en este caso), el problema no es que la historia de Moa o Vidal sea verdadera o falsa, sino que simplemente no cumple los cánones que establecen estos señores.

Al final, todo se queda en meras etiquetas ideológicas propias de los centros comerciales de nuestro mercado pletórico. Quienes durante años han sido los acaparadores del mercado editorial e ideológico ahora ven que aparecen quienes pueden disputarle el terreno, y lo único que plantean es una competencia darwiniana típicamente capitalista, que no indica precisamente que la izquierda (¿cuál de ellas?) vaya a recuperar viejas banderas, sino a asumir las que en su día pertenecieron a la derecha. No les veo creando un partido único, y menos aún a estos intelectuales inorgánicos a cuyo público tienen que seguir hablando en necio para darle gusto en el típico estilo de Lope de Vega.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Dom Ene 15, 2006 5:26 pm    Ttulo del mensaje: Foro Militar General Responder citando

He descubierto unos foros (Foro Militar General, en http://www.militar.org.ua/phpBB2/index.php ) muy similares a otros que han desaparecido ya (Defensa.com) en los que participan, si no me equivoco, bastantes militares. En ellos se ponen de manifiesto las divisiones que hay en las <<sociedad civil>> española, y creo que es interesante entrar de vez en cuando en ellos para remover algún que otro pensamiento común al Pensamiento Alicia…

Un cordial saludo. Antonio Sánchez
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Lun Mar 27, 2006 5:32 pm    Ttulo del mensaje: Sobre Memoria histórica y el Escorial Responder citando

Me ha llegado el siguiente artículo de Pío Moa (sobre los "recuperadores de la Memoria" para cargarse a España):



CARTA ABIERTA AL CONSEJO DE EUROPA

Han propuesto ustedes hacer del 18 de julio de 2006 día internacional de repulsa al franquismo, erigir monumentos en memoria de sus víctimas y recordar que el Valle de los Caídos fue construido por presos republicanos. Inmediatamente se vienen a la cabeza las frases del gran filósofo español Ortega y Gasset dirigidas a Einstein y otros intelectuales, favorables al Frente Popular español: “Einstein se ha creído con derecho a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Albert Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel”.
Me temo que la información que ustedes manejan sobre el 18 de julio proviene del gobierno español, liderado por un autoproclamado “rojo”, el señor Zapatero. Se trata básicamente de la propaganda elaborada por la Comintern comunista, reproducida desde los años 60 por historiadores de la misma ideología, como Tuñón de Lara o Gabriel Jackson. Acerca de ella expresaba su indignación otro de los más distinguidos intelectuales liberales españoles del siglo XX, el doctor Gregorio Marañón: “Esa constante mentira comunista es lo más irritante de los rojos. Por no someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad, es por lo que estoy contento de mi actitud”. El reconocido historiador británico Paul Johnson ha señalado la guerra de España como uno de los episodios del siglo XX sobre los que más se ha mentido. Creo que ustedes debieran imitar a Ortega y a Marañón, y precaverse contra esa “constante mentira comunista”, hoy nuevamente tan en boga.
Según esa propaganda, la guerra de España enfrentó a la democracia y al fascismo. Pero si ustedes prestan atención a los integrantes del Frente Popular y sus aliados, verán cuán imposible es tal pretensión. Ni los anarquistas ni los comunistas ni los socialistas de entonces, en muchos aspectos más radicalizados que los comunistas, tenían nada de demócratas. Tampoco el racista Partido Nacionalista Vasco, ni los republicanos de izquierdas y nacionalistas catalanes, que habían intentado golpes de estado nada más perder las elecciones democráticas del 1933. Y, en fin, como no pueden ignorar ustedes, aquel Frente Popular estuvo dirigido, más que protegido, por Stalin, a quien, supongo, nadie calificará en serio de demócrata.
En la guerra de España la democracia no jugó ningún papel, pues la relativa democracia republicana había sido destruida previamente en dos golpes sucesivos. El primero fue el movimiento revolucionario de octubre de 1934, contra un gobierno de derecha plenamente legítimo y respetuoso con la ley. La revolución fue organizada, textualmente como guerra civil, por el PSOE con el fin explícito de imponer un régimen de tipo soviético; y por los nacionalistas catalanes, con fines separatistas. La apoyaron los comunistas, los anarquista (en parte) y los republicano de izquierda. El ataque a la legalidad fracasó en dos semanas, pero dejó 1.400 muertos y cuantiosas destrucciones.
El segundo golpe a la democracia fue el proceso revolucionario desatado tras las elecciones de febrero de 1936. Elecciones irregulares por sus violencias y sus fraudes, reconocidos por Azaña, el republicano de izquierda que pasó a gobernar entonces. Las izquierdas, agrupadas en el Frente Popular, ganaron en escaños, aunque empataron en votos, y de inmediato comenzó a imponerse la ley desde la calle, mientras el gobierno destituía ilegítimamente al Presidente de la República, Alcalá-Zamora, arrebataba despóticamente escaños parlamentarios a la derecha, depuraba el alto funcionariado, liquidaba la independencia del poder judicial y amparaba unas violencias callejeras que en sólo cinco meses causaron 300 muertos, centenares de incendios de iglesias, centros culturales y políticos de la derecha, periódicos, etc. Las izquierdas respondían con amenazas de muerte, en pleno Parlamento, a los líderes derechistas, el moderado Gil-Robles y el más extremista Calvo Sotelo, cuando éstos pedían al gobierno, simplemente, que cumpliese e hiciese cumplir la ley.
Al negarse a cumplir la ley y anularla activamente por medio de actos consumados, el gobierno del Frente Popular perdió una legitimidad ya dudosa de origen. El arrasamiento de la legalidad democrática por las izquierdas y la total descomposición del estado quedaron de relieve cuando una fuerza mixta de policías y milicianos socialistas secuestró en su casa y asesinó a Calvo Sotelo, después de haber fallado en el intento de hacer lo mismo con Gil-Robles. Aquel crimen colmó el vaso y empujó a la rebelión a una parte del ejército, que venía preparándose para ella ante el cariz de los sucesos, pero era muy renuente a emprenderla, entre otras cosas por la gran probabilidad de ser vencidos. Probabilidad que estuvo a punto de materializarse.
Y, cuando la ley cae por tierra, en todos los países vienen las atrocidades y las venganzas, cometidas en España por los dos bandos. Pero el gran responsable de haber llegado a ese extremo fue el Frente Popular, al cual una propaganda grotesca pretende identificar con la democracia. Contra la “irritante mentira roja”, el alzamiento derechista y la guerra no destruyeron la democracia, sino al revés: la destrucción de la democracia por aquellas radicalizadas izquierdas ocasionó la guerra. La cual no fue una pugna entre demócratas y fascistas, sino entre totalitarios de izquierda y autoritarios de derechas: la dictadura de Franco jamás llegó al absolutismo de las comunistas ensayadas en España e impuestas a la mitad de Europa después de 1945.
Cabe recordar, además, las numerosas atrocidades, con torturas y asesinatos, entre unos y otros partidos de izquierda. Y la represión franquista de posguerra no debe oscurecer el hecho de que los jefes del Frente Popular huyeron todos, sin la menor preocupación por el salvamento de miles de seguidores suyos comprometidos en el terror contra las derechas. Estos últimos, culpables de crímenes espeluznantes, fueron juzgados y ejecutados por el franquismo al lado de bastantes inocentes. Pero es un insulto a los inocentes equipararlos a todos bajo el título de “víctimas del franquismo”. En cuanto al Valle de los Caídos, también precisan ustedes información más fidedigna. Sólo un pequeño número de los trabajadores en esa obra, alrededor de una décima parte, fueron presos. Y trabajaron en régimen de “redención de penas por el trabajo”, a razón de cinco días de pena conmutados por cada uno trabajado. Nada parecido a los campos soviéticos o nazis.
Probablemente el gobierno del “rojo” Zapatero quiera hacerles creer a ustedes que lo aquí expuesto es una interpretación franquista. Para que se hagan una idea al respecto, añadiré a las citas de Ortega y de Marañón, el comentario de uno de los mayores novelistas españoles de la época, el liberal Pérez de Ayala, sobre el Frente Popular: “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”. Marañón observó “Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez”. Y las citas podrían alargarse mucho.
Pues bien, estos tres intelectuales, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, habían sido declarados “padres espirituales de la República”, por sus esfuerzos para traer a España una democracia liberal. La misma que fue echada abajo por las violencias revolucionarias: “Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico”, constató Marañón amargamente. Termino con una cita del propio Azaña, líder de las izquierdas burguesas, sobre la calidad de aquellos republicanos: “política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”.
Nada, pues de versiones franquistas. Ustedes han sido víctimas de la “irritante mentira roja” difundida masivamente por el actual gobierno español, que les ha manipulado para convertirles en portavoces de ella, desacreditando una institución consagrada a la defensa de la democracia y los derechos parlamentarios. Un gobierno que está hundiendo la Constitución española mediante hechos consumados y en connivencia con el terrorismo etarra. No sé qué dirían de él los “padres espirituales de la República”, pero no me cuesta mucho imaginarlo. PÍO MOA



No fue, por tanto,
una totalitaria de izquierdas.
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Rufino Salguero Rodríguez



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MensajePublicado: Lun Mar 27, 2006 10:58 pm    Ttulo del mensaje: Respuesta a Pio Moa Responder citando

Estimados foristas:
Pego a continuación un artículo aparecido en El Pais este último sábado. Se puede considerar como una respuesta a la carta abierta de Pio Moa pegada por Antonio, o como una muestra preclara de aquello que critica. Almudena Grandes no reivindica el 18 de julio sino el 14 de abril como efémeride fundamental a celebrar. Creo que Pio Moa tiende a un cierto maniqueismo y simplismo a la hora de buscar las causas de la guerra civil, aunque no menos simplista e interesado que los ideólogos progres. Pero en lo que tiene toda la razón Pio Moa es que el PSOE y sus aliados principales faltan absolutamente a la verdad cuando se consideran hereredos (nietos, dice Grandes, ¿con qué derecho, con el que da la sangre, en lugar de la vinculación ideológica?) de la democracia.
Atención a la referencia que hace al artículo de Julián Casanova aparecido en el mismo diario. No sé si recordais dicho o artículo o si lo leísteis, pero en él venía a defender la serenidad y la frialdad de la historia académica, a la que se refiere Moa, frente a la "calentura" y agresividad de los publicistas del régimen franquista (aquí incluirían a Moa) o de los que vinculan la guerra civil con el fracaso de la República . La respuesta de Grandes es muy elocuente del panorama que estamos viviendo y del que nos queda: la nueva generación, dice, ya no tiene miedo, no se puede mantener la frialdad neutral para que el "enemigo" se salga con la suya, pues sería concederle que también tenía su parte de razón. En definitiva, estamos ante la ofensiva directa de la ideología progre ya descarnada y envalentonada.
Cita:



Ir a:
TRIBUNA: ALMUDENA GRANDES
Razones para un aniversario
ALMUDENA GRANDES
EL PAÍS - Opinión - 25-03-2006

El 14 de abril de 1931, España tuvo una oportunidad. La proclamación de la II República no fue un estallido espontáneo e irreflexivo de bajas pasiones, sino la culminación de un proyecto largo y bien estructurado, en el que se habían empeñado varias generaciones de progresistas españoles. Desde mediados del XIX, República era una palabra mágica, un sinónimo de términos como democracia, futuro o modernidad. Por esa razón, sus verdugos se apresuraron a desvincularla de su tradición por el procedimiento de identificarla con su trágico epílogo. Era una manipulación tan burda como todas las que cargan a las víctimas con las culpas de su desgracia, pero cuarenta años de dictadura trabajaron a su favor. Durante cuarenta años, la II República Española sólo tuvo un sinónimo: la Guerra Civil. Después, la inercia y el miedo colaboraron con eficacia en lo que llegó a parecer la consagración de una gran mentira. Pero el tiempo, esa magnitud esencialmente objetiva de la realidad que miden relojes y calendarios, actúa de otra manera cuando se proyecta en los procesos históricos. Así, el mes que viene, los demócratas españoles celebraremos el 75 aniversario de la proclamación de la II República en una marea de homenajes de toda naturaleza, porque esa fecha, que nunca ha estado tan lejos de nosotros, no ha estado nunca tan cerca.
La óptica es la ciencia de las paradojas. Mirar no es lo mismo que ver, y los que ven, que no son todos, a menudo distinguen mejor un horizonte lejano que una imagen inmediata. La dinámica de las generaciones, por su parte, produce un efecto similar. Al llegar a la edad adulta, los nietos se sienten más vinculados a sus abuelos que a sus padres en el delicado territorio de la identidad. En España, la historia reciente ha afilado los instintos paradójicos de la óptica y la genealogía para crear en este momento un escenario sentimental e ideológico que hace muy poco tiempo era impensable. ¿Qué está pasando ahora mismo? Tal vez tengamos que esperar a que nuestros nietos se hagan adultos y nos lo cuenten, porque desde el ojo del huracán no se puede percibir la magnitud del fenómeno, pero yo creo que ya se pueden apuntar algunas razones.

Esta primavera republicana encuentra a los herederos naturales de los españoles del 31 en un estado de ánimo muy sensible a las emociones. La cotidianidad política nos enfrenta cada día con una realidad que nuestros antepasados ya conocían: a la derecha no le interesa hacer política. Es un fenómeno antiguo y siniestro, que había permanecido semienterrado en los últimos tiempos por la novedad de los mecanismos democráticos, primero, y por los resultados electorales más tarde. Ahora, en una situación adversa, algunas declaraciones recuerdan demasiado a otras muy aptas para estimular la memoria. No se trata de responder a la crispación con más crispación, sino de comprender mejor la realidad en la que estamos inmersos.

Más allá de la irresponsabilidad y la deslealtad de esta actitud, es inevitable apreciar su influencia en la movilización ideológica de la sociedad española. Pero, en mi opinión, ésa no es la razón profunda del fenómeno que estamos viviendo. La clave está en nuestra propia sociedad, que no se parece, como es obvio, a la que instauró la II República, pero tampoco a la que impulsó la transición democrática en los setenta. Los nietos, biológicos o adoptivos, de los republicanos del 31 nos hemos hecho mayores. Somos la primera generación de españoles, en mucho tiempo, que no tiene miedo, y por eso hemos sido también los primeros que se han atrevido a mirar hacia atrás sin sentir el pánico de convertirse en estatuas de sal.

Lo que hemos encontrado allí, a nuestras espaldas, es algo más que una buena, vieja y apasionante historia. La II República se perfila en la nitidez que da la distancia como un ejemplo moral, un modelo de dignificación de la vida pública, un limpio ejercicio de la política entendida como el compromiso de guiar a un pueblo hacia su futuro. Sus valores resultan no sólo admirables en la lejanía, sino imprescindibles en nuestra realidad actual. El debate político de hoy mismo gira alrededor de algunos conceptos, como el laicismo, la defensa de los espacios públicos, el modelo de Estado, la perspectiva federal, el impulso de la investigación científica o la promoción de la mujer, que centraron el debate republicano. Han pasado 75 años, pero esa cifra no mide el estancamiento, sino el retroceso. El vínculo que establecen los nietos con sus abuelos en el terreno de la identidad, se concreta, aquí y ahora, en una reivindicación que no tiene tanto que ver con la memoria del pasado como con la que nosotros mismos legaremos a nuestros descendientes.
Pero España no es un país fácil, nunca lo ha sido. Por eso, esta progresiva toma de conciencia, que fue sumando reconocimientos individuales antes de articularse en un movimiento social que se ha anticipado a partidos e instituciones, provocó una reacción tan fulminante que puede crear el espejismo de un proceso inverso. Yo creo que los nuevos manipuladores son una respuesta, no un desafío original. Si los herederos del espíritu del 31 no se hubieran empeñado en devolverle la memoria a este país, el feroz revisionismo neoconservador que padecemos de un tiempo a esta parte, quizá no habría llegado a florecer.
Hace unos meses, Julián Casanova alertó desde estas mismas páginas contra los efectos del desprecio con el que la Historia académica paga los exabruptos de estos nuevos agitadores. Tenía toda la razón. Tenía tanta razón, que corremos el riesgo de que los póstumos publicistas del franquismo, sin lograr su objetivo principal -atribuir al régimen republicano la responsabilidad de la Guerra Civil-, se alcen con un intolerable premio de consolación. Contra la amenaza del radicalismo, parece pensarse, la vacuna de la moderación. Y en nombre de conceptos tan elevados como la generosidad, la convivencia, o la objetividad, se va configurando una corriente de opinión que intenta imponer la ley del cincuenta por ciento -todos tenían sus razones, luego ninguno tenía la razón- como norma suprema de la corrección política. Sus defensores adoptan el papel de hombres justos por soberbia o por ingenuidad, bien porque se sitúen a sí mismos por encima de las miserias del género humano o porque sigan creyendo en la virtud de las sentencias de Salomón. Frente a unos y otros, conviene recordar que la defensa incondicional de la legitimidad democrática no es una posición radical, sino un sereno gesto de equilibrio. La razón última de este aniversario consiste en fijar de un vez algo tan obvio en la conciencia colectiva de los españoles.

La II República fue una obra imperfecta, afirman sus detractores, y es cierto. Todas las obras humanas son imperfectas, pero la II República, sobre los obstáculos que tuvo que vencer y los errores que pudo cometer, fue también la gran oportunidad de este país. Ya es hora de reconocerlo. España no puede seguir viviendo siempre como si aquí nunca hubiera pasado nada, no puede afrontar la modernidad actual sin contemplarse en la modernidad pasada, no puede presentarse como un Estado justo y democrático sin hacer justicia a su tradición democrática. Ése es el sentido de un aniversario que no tiene que ver con el eterno lamento de un sueño perdido, sino con la esperanza de un país mejor.
Ellos no pudieron lograrlo, pero no estaban solos, porque nosotros estamos aquí. No lo perdieron todo, porque nosotros estamos aquí. No lucharon en vano, porque nosotros estamos aquí.
Y nosotros somos la memoria de su futuro.

Almudena Grandes es escritora.

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Antonio Romero Ysern



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MensajePublicado: Mar Mar 28, 2006 10:41 am    Ttulo del mensaje: Simplismo y maniqueísmo Responder citando

Estimados amigos:

El artículo que nos trae Rufino Salguero es una gota más de la lluvia persistente de artículos sobre estos temas del periódico al que el padre Aranguren definió como un "intelectual colectivo". "Colectivo" porque allí se dan cita todos los Intelectuales de la socialdemocracia española; grupo político cuyo retrato más fiel lo tiene ustedes colgado ahora mismo en Libertad Digital: el portentoso fondo de armario de Lady Maputo.

En los planes y programas de la socialdemocracia española es esencial una interpretación falsa, históricamente insostenible, de la II República y la Guerra Civil. De ahí, la importancia, imposible de exagerar, del contraaataque de Moa. Y, la importancia, por cierto también, del debate en "El Catoblepas" sobre el asunto.

Me ha llamado la atención la afirmación de Rufino Salguero sobre el maniqueísmo y simplismo de Moa. ¿Podría precisar qué tesis de Moa son simplistas o maniqueas?

Un saludo.
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Rufino Salguero Rodríguez



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MensajePublicado: Mar Mar 28, 2006 11:53 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

Ateniéndome a la carta que Antonio Sánchez trae a colación, creo que Moa parte de un fundamentalismo democrático. Es verdad que es una carta abierta dirigida al Consejo de Europa y, pienso, que puede estar utilizando argumentos ad hominem: ya que el contrario parte de la destrucción de la democracia por parte del bando del alzamiento, Moa utiliza el fundamentalismo democrático para volverlo contra ellos: sería el Frente Popular el que lo hizo.
Pero en el foro no es necesario mantener esta postura: la cuestión no es si se rompe o no la democracia sino:
1- El propio régimen democrático que representaba la República no puede ser sustantivado, sino que era el núcleo de una serie de fuerzas inestables muy difícil de mantener ( esto es lo que "formalmente" reconoce Almudena Grandes en su artículo cuando afirma que era "imperfecto", con razón dice ella misma que toda obra "humana" es imperfecta; pero la cuestión es en que consistía tal imperfección).
2- Lo que me parece impropio de la discusión es la dialéctica establecida de "y tú más" en la que se ha venido a covertir el tema de la causa de la guerra civil. Lo importante no es quién la inicia, sino sus resultados y por qué la República no pudo mantenerse: y aquí son responsables todas las lineas de fuerza que la componían.
3- Creo que hay que dejar de lado también, exceptuando los argumentos ad hominem contra el panfilismo, quién rompió o no la democracia, sino preguntarse quién disponía de los planes y programas sufiecientemente efectivos para mantener una eutaxia lo suficientemente fuerte.
Y, por supuesto, reconozco el valor de la intervención de Moa para contraatacar lo que viene siendo ideología dominante.
Un saludo
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