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Los motivos de la crisis según la escuela austríaca.

 
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Marcos R. Márquez



Registrado: 15 Abr 2004
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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 1:32 am    Ttulo del mensaje: Los motivos de la crisis según la escuela austríaca. Responder citando

Estimados compañeros:

He encontrado en la red esta entrevista en Bloomberg a Jesús Huerta de Soto, Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y Doctor en Derecho; pero sobre todo traigo su opinión porque es uno de los más activos economistas de la escuela austríaca que podríamos confrontar a las tesis que por aquí se manejan para medir la potencia de unas y otras.

Huerta de soto niega que la crisis financiera haya sido causada por el libre mercado. Todo lo contrario: afirma que el mercado financiero es uno de los mercados más intervenidos que hay. ¿Por qué? Según el profesor Huerta el dinero ha sido nacionalizado por el Estado (dinero público), también hay un órgano de planificación central (Banco Central) que determina la masa monetaria y fija por decreto el tipo de interés (que según los liberales debería fijar el mercado libre), además los bancos privados operan con un coeficiente de reserva fraccionaria (es decir, con un privilegio para actuar sin tener el 100% de los depósitos a la vista). Huerta dice al respecto: "Si esto es un mercado libre, que venga Dios y lo vea". Entonces las conclusiones son evidentes para el profesor Huerta: "Lo que ha fallado es la intervención del Estado. Concretamente los Bancos Centrales que permitieron durante un período muy prolongado una expansión crediticia a bajísimos tipos de interés. Es a ellos a quienes hay que pedir las responsabilidades de lo que está sucediendo ahora".

De esta manera, siempre según Huerta de Soto, el liberalismo no habría muerto porque ni siquiera estaría operando debido al intervencionismo.

http://www.youtube.com/watch?v=d0eM2pHmkIg

Saludos cordiales.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 10:06 am    Ttulo del mensaje: El mejor de los mundos posibles Responder citando

Estimados amigos:

Sobre la cuestión del marginalismo y la Escuela Austríaca de Economía hemos debatido mucho en estos foros. No tengo intención de repetirme sobre la cuestión, pero sí he de llamar la atención sobre la tesis básica de Huerta de Soto: el liberalismo no ha operado nunca porque siempre está el Estado interviniendo en la Economía.

De El Capital de Marx se han dicho muchas cosas, no precisamente bonitas todas ellas, pero los capitalistas dan la razón en parte a Marx cuando reconocen la importancia de producir más en menos tiempo. Por lo tanto, el tiempo socialmente necesario en la producción de mercancías es un elemento básico en la Economía Política, independientemente de consideraciones sectarias. Lo mismo podríamos decir del valor de uso y valor de cambio que Aristóteles, los escolásticos, Adam Smith y otros han considerado.

Sin embargo, si el liberalismo marginalista nunca ha tenido lugar en la Historia, ¿qué valor cabe concederle a semejante doctrina? Si tenemos que esperar de modo adventicio a que tenga lugar el ajuste perfecto entre los deseos de los consumidores y los productores, si el mercado se regula con una «mano invisible», será entonces porque hemos llegado al mejor de los mundos posibles, donde ya no hay ni egoísmos que hagan quebrar la economía ni tampoco oscuros intereses estatales y reguladores. Pero mientras, el valor del marginalismo se aproxima al cero, porque no da cuenta de ninguna situación real de la Economía Política. Hasta el día del Juicio Final.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Marcos R. Márquez



Registrado: 15 Abr 2004
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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 3:19 pm    Ttulo del mensaje: Las posiciones radicales de Huerta de Soto contra la crisis. Responder citando

Estimados compañeros:

José Manuel ha apuntado con perspicacia el problema de sostener una tesis no apoyada nunca en ningún modelo real en la Historia. Con el liberalismo pasaría entonces algo similar al anarquismo: se puede discutir su modelo teórico pero no hay confrontación posible con casos prácticos reales. No obstante, el profesor Huerta es muy radical en su exposición del liberalismo; tanto que lleva sus conclusiones al límite. Como antes decía, nunca ha habido un liberalismo real en la praxis y entonces Huerta de Soto lo propone ahora como solución a la crisis. Es como si dijera: "vamos a aplicar de una vez una economía de libre mercado para salir de estas crisis debidas al intervencionismo". Y Huerta de Soto da la receta en una entrevista concedida a una radio argentina:

Cita:
"La única manera de evitar que se reproduzcan estas crisis es simplemente acabar con el socialismo, es decir, con la planificación central financiera que existe hasta ahora en el sistema bancario. Y esto supone tres reformas:

1ª Privatizar el dinero. Ya saben que fue nacionalizado por los gobiernos cuando se expropió el oro.

2ª Eliminar los bancos centrales, que son verdaderos órganos de planificación central, como el Gosplan en la Unión Soviética pero en el ámbito financiero.

3ª Que los banqueros privados, a partir de la reforma, actúen como cualquier otro agente económico, sometidos a los principios generales del Derecho. Lo que exige en relación con los depósitos a la vista, mantener siempre un coeficiente de caja del 100%, es decir, la totalidad del dinero depositado siempre a disposición de los depositantes."


Si alguien desea profundizar en estas cuestiones, hay un vídeo de Huerta de Soto de una conferencia que pronunció en FAES hace unos meses. En esa conferencia explicaba por qué es científicamente erróneo e inviable el socialismo (entendido como "intervencionismo" a secas, pues no define - me parece a mí- con precisión el concepto de socialismo, ni distingue entre tipos de socialismo). Lo más interesante de dicha conferencia, además de mostrar una teoría muy interesante (basada en 4 puntos) sobre la información en Economía que anularía científicamente (desde un punto de vista matemático) las supuestas "virtudes" del intervencionismo, es que Huerta de Soto, delante de importantes políticos del PP que tuvieron que callar y tragar saliva, propuso un modelo anarcocapitalista de debilitamiento y destrucción de los Estados modernos, que el propio Huerta calificaba de "antiguallas". Se basaba en el modelo de Hans-Hermann Hoppe o en el de Bruno Frey. Uno apostaba por la "asociación" de los individuos en sociedades des-localizadas (sin patrias ni tierras) que les proveyeran el sustento necesario (un ejemplo podría ser la Iglesia católica), y otro apostaba por la atomización de los Estados en unidades muy pequeñas y débiles que apenas pudieran ejercer presión sobre los individuos ("La creación de miles de Valles de Arán por todo el mundo"). En definitiva, lo que Huerta de Soto pretende para aplicar el liberalismo verdadero es crear lo que José Manuel ha definido como "el mejor de los mundos posibles". Lo que nos quiere decir este anarquista es que mientras haya Estados no tendremos nunca un libre mercado auténtico. El verdadero liberalismo aún está por inventar. Por tanto, esta crisis es del "socialismo", no del liberalismo. Una vuelta de 180º a los análisis más corrientes del asunto.

Enlaces de la conferencia de FAES:

La Crisis del Socialismo - parte 1 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=qjSh4dxE3X8&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&playnext=1&index=1

La Crisis del Socialismo - parte 2 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=1lGu1o6dPjA&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&index=2

La crisis del Socialismo - parte 3 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=VlTWxAzekFQ&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&index=3

La crisis del Socialismo - parte 4 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=GZ6rjNymgn0&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&index=4

La Crisis del Socialismo - parte 5 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=zf7LTwLZFTI&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&index=5

La Crisis del Socialismo - parte 6 de 6
http://www.youtube.com/watch?v=ouBe44qFR_o&feature=PlayList&p=A6901F5E48DECB2B&index=6

Saludos cordiales.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 4:21 pm    Ttulo del mensaje: Una salvedad Responder citando

Estimados amigos:

Sólo quisiera añadir una salvedad en lo que afirma Márquez: el anarquismo sí tuvo su oportunidad en la Historia. La Comuna de París fue una de sus manifestaciones, aunque muchos criticarían esta tesis. Pero el ejemplo más claro fue el anarquismo en Barcelona durante la Guerra Civil española. Allí los anarquistas tuvieron el poder (incluso dos ministros en el Frente Popular) y los resultados fueron la ausencia total de orden, como no podía ser de otro modo.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 6:00 pm    Ttulo del mensaje: Y otra cosa Responder citando

Estimados amigos:

Cuando en FAES se habla de «socialismo», parece que no se dan cuenta que también es socialismo una «sociedad anónima» o la «sociedad de consumo» que sustenta el orden económico realmente existente. Siguiendo lo que nos aporta El mito de la derecha, FAES representa en esos vídeos una derecha liberal que ha ensalzado al individuo por encima de cualquier determinación social o estatal, con lo que se convierte en una visión gnóstica de la Economía: el liberalismo auténtico nos salvará de los males que conlleva el socialismo.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Marcos R. Márquez



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MensajePublicado: Mie Dic 24, 2008 4:18 pm    Ttulo del mensaje: Huerta de Soto y los escolásticos. Responder citando

Estimados compañeros:

Jesús Huerta de Soto también habla de un asunto que se ha discutido áridamente en este foro en el hilo "Los escolásticos y su presunta paternidad". Aunque allí ya se discutió este asunto y poco más se puede aportar, acabo de descubrir a través del profesor Huerta que la afirmación que mantienen los liberales del origen escolástico del liberalismo fue de Friedrich A. Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974. Por supuesto, el profesor Huerta está de acuerdo con esa teoría y la amplia con numerosos ejemplos muy interesantes. Ahora bien, ¿son citas extraídas ad hoc y encajadas en una idea delirante, o los escolásticos estaban en la génesis del liberalismo? Observemos lo que comenta Huerta de Soto al respecto (pongo en negrita lo más sobresaliente):

Cita:
El liberalismo es una corriente de pensamiento (filosófico y económico) y de acción política que propugna limitar al máximo el poder coactivo del Estado sobre los seres humanos y la sociedad civil. Así, forman parte del ideario liberal la defensa de la economía de mercado (también denominada "sistema capitalista" o de "libre empresa"); la libertad de comercio (librecambismo) y, en general, la libre circulación de personas, capitales y bienes; el mantenimiento de un sistema monetario rígido que impida su manipulación inflacionaria por parte de los gobernantes; el establecimiento de un Estado de Derecho, en el que todos los seres humanos -incluyendo aquellos que en cada momento formen parte del Gobierno- estén sometidos al mismo marco mínimo de leyes entendidas en su sentido "material" (normas jurídicas, básicamente de derecho civil y penal, abstractas y de general e igual aplicación a todos); la limitación del poder del Gobierno al mínimo necesario para definir y defender adecuadamente el derecho a la vida y a la propiedad privada, a la posesión pacíficamente adquirida, y al cumplimiento de las promesas y contratos; la limitación y control del gasto público, el principio del presupuesto equilibrado y el mantenimiento de un nivel reducido de impuestos; el establecimiento de un sistema estricto de separación de poderes políticos (legislativo, ejecutivo y judicial) que evite cualquier atisbo de tiranía; el principio de autodeterminación, en virtud del cual cualquier grupo social ha de poder elegir libremente qué organización política desea formar o a qué Estado desea o no adscribirse; la utilización de procedimientos democráticos para elegir a los gobernantes, sin que la democracia se utilice, en ningún caso, como coartada para justificar la violación del Estado de Derecho ni la coacción a las minorías; y el establecimiento, en suma, de un orden mundial basado en la paz y en el libre comercio voluntario, entre todas las naciones de la tierra. Estos principios básicos constituyen los pilares de la civilización occidental y su formación, articulación, desarrollo y perfeccionamiento son uno de los logros más importantes en la historia del pensamiento del género humano. Aunque tradicionalmente se ha afirmado que la doctrina liberal tiene su origen en el pensamiento de la Escuela Escocesa del siglo XVIII, o en el ideario de la Revolución Francesa, lo cierto es que tal origen puede remontarse incluso hasta la tradición más clásica del pensamiento filosófico griego y de la ciencia jurídica romana. Así, sabemos gracias a Tucídides (Guerra del Peloponeso), como Pericles constataba que en Atenas "la libertad que disfrutamos en nuestro gobierno se extiende también a la vida ordinaria, donde lejos de ejercer éste una celosa vigilancia sobre todos y cada uno, no sentimos cólera porque nuestro vecino haga lo que desee"; pudiéndose encontrar en la Oración Fúnebre de Pericles una de las más bellas descripciones del principio liberal de la igualdad de todos ante la ley.

Posteriormente en Roma se descubre que el derecho es básicamente consuetudinario y que las instituciones jurídicas (como las lingüísticas y económicas) surgen como resultado de un largo proceso evolutivo e incorporan un enorme volumen de información y conocimientos que supera, con mucho, la capacidad mental de cualquier gobernante, por sabio y bueno que éste sea. Así, sabemos gracias a Cicerón (De re publica, II, 1-2) como para Catón "el motivo por el que nuestro sistema político fue superior a los de todos los demás países era éste: los sistemas políticos de los demás países habían sido creados introduciendo leyes e instituciones según el parecer personal de individuos particulares tales como Minos en Creta y Licurgo en Esparta . . . En cambio, nuestra república romana no se debe a la creación personal de un hombre, sino de muchos. No ha sido fundada durante la vida de un individuo particular, sino a través de una serie de siglos y generaciones. Porque no ha habido nunca en el mundo un hombre tan inteligente como para preverlo todo, e incluso si pudiéramos concentrar todos los cerebros en la cabeza de un mismo hombre, le sería a éste imposible tener en cuenta todo al mismo tiempo, sin haber acumulado la experiencia que se deriva de la práctica en el transcurso de un largo periodo de la historia". El núcleo de esta idea esencial, que habrá de constituir el corazón del argumento de Ludwig von Mises sobre la imposibilidad teórica de la planificación socialista, se conserva y refuerza en la Edad Media gracias al humanismo cristiano y a la filosofía tomista del derecho natural, que se concibe como un cuerpo ético previo y superior al poder de cada gobierno terrenal. Pedro Juan de Olivi, San Bernardino de Siena y San Antonino de Florencia, entre otros, teorizan sobre el papel protagonista que la capacidad empresarial y creativa del ser humano tiene como impulsora de la economía de mercado y de la civilización. Y el testigo de esta línea de pensamiento se recoge y perfecciona por esos grandes teóricos que fueron nuestros escolásticos durante el Siglo de Oro español, hasta el punto de que uno de los más grandes pensadores liberales del siglo XX, el austriaco Friedrich A. Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974, llegó a afirmar que "los principios teóricos de la economía de mercado y los elementos básicos del liberalismo económico no fueron diseñados, como se creía, por los calvinistas y protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español". Así, Diego de Covarrubias y Leyva, arzobispo de Segovia y ministro de Felipe II, ya en 1554 expuso de forma impecable la teoría subjetiva del valor, sobre la que gira toda economía de libre mercado, al afirmar que "el valor de una cosa no depende de su naturaleza objetiva sino de la estimación subjetiva de los hombres, incluso aunque tal estimación sea alocada"; y añade para ilustrar su tesis que "en las Indias el trigo se valora más que en España porque allí los hombres lo estiman más, y ello a pesar de que la naturaleza del trigo es la misma en ambos lugares". Otro notable escolástico, Luis Saravia de la Calle, basándose en la concepción subjetivista de Covarrubias, descubre la verdadera relación que existe entre precios y costes en el mercado, en el sentido de que son los costes los que tienden a seguir a los precios y no al revés, anticipándose así a refutar los errores de la teoría objetiva del valor de Carlos Marx y de sus sucesores socialistas. Así, en su Instrucción de mercaderes (Medina del Campo 1544) puede leerse: "Los que miden el justo precio de la cosa según el trabajo, costas y peligros del que trata o hace la mercadería yerran mucho; porque el justo precio nace de la abundancia o falta de mercaderías, de mercaderes y dineros, y no de las costas, trabajos y peligros".

Otra notable aportación de nuestros escolásticos es su introducción del concepto dinámico de competencia (en latín concurrentium), entendida como el proceso empresarial de rivalidad que mueve el mercado e impulsa el desarrollo de la sociedad. Esta idea les llevó a su vez a concluir que los llamados "precios del modelo de equilibrio", que los teóricos socialistas pretenden utilizar para justificar el intervencionismo y la planificación del mercado, nunca podrán llegar a ser conocidos. Raymond de Roover ("Scholastics Economics", 1955) atribuye a Luis de Molina el concepto dinámico de competencia entendida como "el proceso de rivalidad entre compradores que tiende a elevar el precio", y que nada tiene que ver con el modelo estático de "competencia perfecta" que hoy en día los llamados "teóricos del socialismo de mercado" ingenuamente creen que se puede simular en un régimen sin propiedad privada. Sin embargo, es Jerónimo Castillo de Bovadilla el que mejor expone esta concepción dinámica de la libre competencia entre empresarios en su libro Política para corregidores publicado en Salamanca en 1585, y en el que indica que la más positiva esencia de la competencia consiste en tratar de "emular" al competidor. Bovadilla enuncia, además, la siguiente ley económica, base de la defensa del mercado por parte de todo liberal: "los precios de los productos bajarán con la abundancia, emulación y concurrencia de vendedores". Y en cuanto a la imposibilidad de que los gobernantes puedan llegar a conocer los precios de equilibrio y demás datos que necesitan para intervenir en el mercado, destacan las aportaciones de los cardenales jesuitas españoles Juan de Lugo y Juan de Salas. El primero, Juan de Lugo, preguntándose cuál puede ser el precio de equilibrio, ya en 1643 concluye que depende de tan gran cantidad de circunstancias específicas que sólo Dios puede conocerlo ("pretium iustum mathematicum licet soli Deo notum"). Y Juan de Salas, en 1617, refiriéndose a las posibilidades de que un gobernante pueda llegar a conocer la información específica que se crea, descubre y maneja en la sociedad civil afirma que "quas exacte comprehendere et pondedare Dei est non hominum", es decir, que sólo Dios, y no los hombres, puede llegar a comprender y ponderar exactamente la información y el conocimiento que maneja un mercado libre con todas sus circunstancias particulares de tiempo y lugar. Tanto Juan de Lugo como Juan de Salas anticipan, pues, en más de tres siglos, las más refinadas aportaciones científicas de los pensadores liberales más conspicuos (Mises, Hayek). Por otro lado, tampoco debemos olvidar al gran fundador del Derecho Internacional Francisco de Vitoria, a Francisco Suárez y a su escuela de teóricos del derecho natural, que con tanta brillantez y coherencia retomaron la idea tomista de la superioridad moral del derecho natural frente al poder del estado, aplicándola con éxito a múltiples casos particulares que, como el de la crítica moral a la esclavización de los indios en la recién descubierta América, exigían una clara y rápida toma de posición intelectual. Pero, sin duda alguna, el más liberal de nuestros escolásticos ha sido el gran padre jesuita Juan de Mariana (1536-1624) que llevó hasta sus últimas consecuencias lógicas la doctrina liberal de la superioridad del derecho natural frente al poder del estado y que hoy han retomado filósofos liberales tan importantes como Murray Rothbard y Robert Nozick. Especial importancia tiene el desarrollo de la doctrina sobre la legitimidad del tiranicidio que Mariana desarrolla en su libro De rege et regis institutione publicado en 1599. Mariana califica de tiranos a figuras históricas como Alejandro Magno o Julio Cesar, y argumenta que está justificado que cualquier ciudadano asesine al que tiranice a la sociedad civil, considerando actos de tiranía, entre otros, el establecer impuestos sin el consentimiento del pueblo, o impedir que se reúna un parlamento libremente elegido. Otras muestras típicas del actuar de un tirano son, para Mariana, la construcción de obras públicas faraónicas que, como las pirámides de Egipto, siempre se financian esclavizando y explotando a los súbditos, o la creación de policías secretas para impedir que los ciudadanos se quejen y expresen libremente. Otra obra esencial de Mariana es la publicada en 1609 con el título De monetae mutatione, posteriormente traducida al castellano con el título de Tratado y discurso sobre la moneda de vellón que al presente se labra en Castilla y de algunos desórdenes y abusos. En este notable trabajo Mariana considera tirano a todo gobernante que devalúe el contenido de metal de la moneda, imponiendo a los ciudadanos sin su consentimiento el odioso impuesto inflacionario o la creación de privilegios y monopolios fiscales. Mariana también critica el establecimiento de precios máximos para "luchar contra la inflación", y propone la reducción del gasto público como principal medida de política económica para equilibrar el presupuesto. Por último, en 1625, el padre Juan de Mariana publicó otro libro titulado Discurso sobre las enfermedades de la Compañía en el que ahonda en la idea liberal de que es imposible que el gobierno organice la sociedad civil en base a mandatos coactivos, y ello por falta de información. Mariana, refiriéndose al gobierno dice que "es gran desatino que el ciego quiera guiar al que ve", añadiendo que el gobernante "no conoce las personas, ni los hechos, a lo menos, con todas las circunstancias que tienen, de que pende el acierto. Forzoso es se caiga en yerros muchos, y graves, y por ellos se disguste la gente, y menosprecie gobierno tan ciego"; concluyendo Mariana que "es loco el poder y mando", y que cuando "las leyes son muchas en demasía; y como no todas se pueden guardar, ni aun saber, a todas se pierde el respeto".

Toda esta tradición se filtra por los ambientes intelectuales de todo el continente europeo influyendo en notables pensadores liberales de Francia como Balesbat (1692), el marqués D'Argenson (1751) y, sobre todo, Jacques Turgot, que desde mucho antes que Adam Smith, y siguiendo a los escolásticos españoles ya había articulado perfectamente el carácter disperso del conocimiento que incorporan las instituciones sociales entendidas como órdenes espontáneos. Así, Turgot, en su Elegía a Gournay (1759) escribe que "no es preciso probar que cada individuo es el único que puede juzgar con conocimiento de causa el uso más ventajoso de sus tierras y esfuerzo. Solamente él posee el conocimiento particular sin el cual hasta el hombre más sabio se encontraría a ciegas. Aprende de sus intentos repetidos, de sus éxitos y de sus pérdidas, y así va adquiriendo un especial sentido para los negocios que es mucho más ingenioso que el conocimiento teórico que puede adquirir un observador indiferente, porque está impulsado por la necesidad". Y siguiendo a Juan de Mariana, Turgot concluye que es "completamente imposible dirigir mediante reglas rígidas y un control continuo la multitud de transacciones que aunque sólo sea por su inmensidad no puede llegar a ser plenamente conocida, y que además dependen de una multitud de circunstancias siempre cambiantes, que no pueden controlarse, ni menos aún preverse".

Desafortunadamente, toda esta tradición liberal del pensamiento hispano fue barrida en la teoría y en la práctica, como indica Francisco Martínez Marina (Teoría de las Cortes o Grandes Juntas Nacionales de los Reinos de León y Castilla) por los Austrias y los Borbones que han producido una "monstruosa reunión de todos los poderes en una persona, el abandono y la abolición de las Cortes y siglos de esclavitud del más horroroso despotismo". Se termina de consolidar así en nuestro país un marco político y social intolerante e intervencionista ajeno a las más genuinas tradiciones representativas y liberales de los viejos reinos de España: la antigua tolerancia y modus vivendi entre las tres religiones de judíos, moros y cristianos de la época de Alfonso X El Sabio, es sustituida por la intolerancia religiosa de los Reyes Católicos y sus sucesores, que Americo Castro (La realidad histórica de España) y otros han interpretado como una desviación mimética de la cultura y sociedad españolas que paradójicamente terminan reflejando e incorporando en su esencia más íntima las características más negativas de sus seculares "enemigos": el integrismo religioso musulmán justificador de la Guerra Santa contra el infiel, y la obsesión por la pureza de la sangre, propia del pueblo judío. No se absorben, por contra, la proverbial iniciativa y espíritu empresarial de los comerciantes y artesanos hebreos y moriscos que hasta su expulsión constituyeron la médula económica del país. En España se termina menospreciando, por considerarse impropia de cristianos viejos, la función empresarial y prácticamente hasta hoy el éxito económico se valora negativamente a nivel social y se critica con envidia destructiva, en vez de ser considerado como una sana y necesaria muestra del avance de la civilización, que es preciso emular y fomentar. Si a todo esto añadimos la "Leyenda Negra" que impulsada por el mundo protestante y anglosajón tuvo como objetivo desprestigiar todo lo español, se comprenderá la soledad y el vacío ideológico con que se hallaron los ilustrados españoles del siglo XVIII, como Campomanes y Jovellanos, y los padres de la patria reunidos en las Cortes de Cádiz que habrían de redactar nuestra primera Constitución de 1812, y que fueron los primeros en el mundo en calificarse a sí mismos con el término, introducido por ellos, de "liberales".

La situación en el resto del mundo intelectual europeo no evolucionó mucho mejor que en España. El triunfo de la Reforma protestante desprestigió el papel de la Iglesia Católica como límite y contrapeso del poder secular de los gobiernos, que se vio así reforzado. Además el pensamiento protestante y la imperfecta recepción en el mundo anglosajón de la tradición liberal iusnaturalista a través de los "escolásticos protestantes" Hugo Grocio y Pufendorf, explica la importante involución que respecto del anterior pensamiento liberal supuso Adam Smith. En efecto, como bien indica Murray N. Rothbard (Economic Thought before Adam Smith, 1995), Adam Smith abandonó las contribuciones anteriores centradas en la teoría subjetiva del valor, la función empresarial y el interés por explicar los precios que se dan en el mercado real, sustituyéndolas todas ellas por la teoría objetiva del valor trabajo, sobre la que luego Marx construirá, como conclusión natural, toda la teoría socialista de la explotación. Además, Adam Smith se centra en explicar con carácter preferente el "precio natural" de equilibrio a largo plazo, modelo de equilibrio en el que la función empresarial brilla por su ausencia y en el que se supone que toda la información necesaria ya está disponible, por lo que será utilizado después por los teóricos neoclásicos del equilibrio para criticar los supuestos "fallos del mercado" y justificar el socialismo y la intervención del Estado sobre la economía y la sociedad civil. Por otro lado, Adam Smith impregnó la Ciencia Económica de calvinismo, por ejemplo al apoyar la prohibición de la usura y al distinguir entre ocupaciones "productivas" e "improductivas". Finalmente, Adam Smith rompió con el Laissez-faire radical de sus antecesores iusnaturalistas del continente (españoles, franceses e italianos) introduciendo en la historia del pensamiento un "liberalismo" tibio tan plagado de excepciones y matizaciones, que muchos "socialdemócratas" de hoy en día podrían incluso aceptar. La influencia negativa del pensamiento de la Escuela Clásica anglosajona sobre el liberalismo se acentúa con los sucesores de Adam Smith y, en especial, con Jeremías Bentham, que inocula el bacilo del utilitarismo más estrecho en la filosofía liberal, facilitando con ello el desarrollo de todo un análisis pseudocientífico de costes y beneficios (que se creen conocidos), y el surgimiento de toda una tradición de ingenieros sociales que pretenden moldear la sociedad a su antojo utilizando el poder coactivo del Estado. En Inglaterra, Stuart Mill culmina esta tendencia con su apostasía del Laissez-faire y sus numerosas concesiones al socialismo, y en Francia, el triunfo del racionalismo constructivista de origen cartesiano explica el dominio intervencionista de la Ecole Polytechnique y del socialismo cientificista de Saint-Simon y Comte (véase F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science, 1955), que a duras penas logran contener los liberales franceses de la tradición de Juan Bautista Say, agrupados en torno a Frédéric Bastiat y Gustave de Molinari.

Esta intoxicación intervencionista en el contenido doctrinal del liberalismo decimonónico fue fatal en la evolución política del liberalismo contemporáneo: uno tras otro los diferentes partidos políticos liberales caen víctimas del "pragmatismo", y en aras de mantener el poder a corto plazo consensúan políticas de compromiso que traicionan sus principios esenciales confundiendo al electorado y facilitando en última instancia el triunfo político del socialismo. Así, el partido liberal inglés termina desapareciendo en Inglaterra engullido por el partido laborista, y algo muy parecido sucede en el resto de Europa. La confusión a nivel político y doctrinal es tan grande que en muchas ocasiones los intervencionistas más conspicuos como John Maynard Keynes, terminan apropiándose del término "liberalismo" que, al menos en Inglaterra, Estados Unidos y, en general, en el mundo anglosajón pasa a utilizarse para denominar la socialdemocracia intervencionista impulsora del Estado del Bienestar, viéndose obligados los verdaderos liberales a buscarse otro término definitorio ("classical liberals", "conservative libertarians" o, simplemente, "libertarians").
En este contexto de confusión doctrinal y política no es de extrañar que en nuestro país nunca haya cuajado una verdadera revolución liberal. Aunque en el siglo XIX se puede distinguir una señera tradición del más genuino liberalismo, con representantes tan conspicuos como Laureano Figuerola y Ballester, Alvaro Flórez Estrada, Luis María Pastor, y otros, se desarrolla doctrinalmente muy influida por el tibio liberalismo de la Escuela Anglosajona (la traducción española de José Alonso Ortiz de La Riqueza de las Naciones ya se había publicado en Santander en 1794), o por el racionalismo jacobino de la Revolución Francesa. En el ámbito político el liberalismo español se enfrenta primero a las poderosas fuerzas absolutistas y después al pragmatismo disgregador de los "moderados", todo ello en un entorno continuo de guerra civil desgarradora. De manera que el triunfo de la Gloriosa Revolución Liberal de 1868 es efímero y cuando se produce la Restauración Canovista de 1875, triunfa el arancel proteccionista y se traicionan principios liberales esenciales, por ejemplo en el ámbito de la autodeterminación del pueblo cubano, con un coste tremendo para la nación en términos de sufrimientos humanos. Y ya entrado el siglo XX la pérdida de contenido doctrinal del Partido Liberal Democrático se hace cada vez más patente y en cierta medida culmina con el "reformismo social" de José Canalejas que impregna su política de medidas intervencionistas y socializadoras, restablece el servicio militar obligatorio y sigue adelante con la inmoral y nefasta política de gradual implicación militar de nuestro país en Marruecos. En este contexto de vacío doctrinal no es de extrañar que los pocos españoles que continúan aceptando calificarse de "liberales" crean que el liberalismo, más que un cuerpo de principios dogmáticos a favor de la libertad, es un simple "talante" caracterizado por la tolerancia y apertura ante todas las posiciones. Así, para Gregorio Marañón (véase el "Prólogo" a sus Ensayos liberales) "ser liberal es, precisamente estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta y, por tanto, es mucho más que una política". Posición que en gran medida es compartida por otros grandes liberales españoles de la primera mitad del siglo XX, como José Ortega y Gasset o Salvador de Madariaga, y que en gran parte explica por qué el protagonismo político, primero durante la Dictadura del General Primo de Ribera, después durante la República y más tarde durante el Franquismo, nunca estuviera en manos de verdaderos liberales, sino más bien en la esfera de ambos extremos del intervencionismo (el socialismo obrero o el fascismo o socialismo conservador o de derechas), o bajo el control de políticos racionalistas jacobinos como Manuel Azaña.


A pesar de que el siglo XX será tristemente recordado como el siglo del Estatismo y de los totalitarismos de todo signo que más sufrimiento han causado al género humano, en sus últimos veinticinco años se ha observado con gran pujanza un notable resurgir del ideario liberal que debe achacarse a las siguientes razones. Primeramente, al rearme teórico liberal protagonizado por un puñado de pensadores que, en su mayoría, pertenecen o están influidos por la Escuela Austriaca que fue fundada en Viena cuando Carl Menger retomó en 1871 la tradición liberal subjetivista de los Escolásticos Españoles. Entre otros teóricos, destacan sobre todo Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek que fueron los primeros en predecir el advenimiento de la Gran Depresión de 1929 como resultado del intervencionismo monetario y fiscal emprendido por los gobiernos durante los "felices" años veinte, en descubrir el teorema de la imposibilidad científica del socialismo por falta de información, y en explicar el fracaso de las prescripciones keynesianas que se hizo evidente con el surgimiento de la grave recesión inflacionaria de los años setenta. Estos teóricos han elaborado, por primera vez, un cuerpo completo y perfeccionado de doctrina liberal en el que también han participado pensadores de otras escuelas liberales menos comprometidas como la de Chicago (Knight, Stigler, Friedman y Becker), el "ordo-liberalismo" de la "economía social de mercado" alemana (Röpke, Eucken, Erhard), o la llamada "Escuela de la Elección Pública" (Buchanan, Tullock y el resto de los teóricos de los "fallos del gobierno"). En segundo lugar, cabe mencionar el triunfo de la llamada revolución liberal-conservadora protagonizada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en Estados Unidos e Inglaterra a lo largo de los años ochenta. Así de 1980 a 1988 Ronald Reagan llevó a cabo una importante reforma fiscal que redujo el tipo marginal del impuesto sobre la renta al 28 por 100 y desmanteló, en gran medida, la regulación administrativa de la economía, generando un importante auge económico que creó en su país más de 12 millones de puestos de trabajo. Y más cerca de nosotros, Margaret Thatcher impulsó el programa de privatizaciones de empresas públicas más ambicioso que hasta hoy se ha conocido en el mundo, redujo al 40 por ciento el tipo marginal del impuesto sobre la renta, acabó con los abusos de los sindicatos e inició un programa de regeneración moral que impulsó fuertemente la economía inglesa, lastrada durante decenios por el intervencionismo de los laboristas y de los conservadores más "pragmáticos" (como Edward Heath y otros). En tercer lugar, quizás el hecho histórico más importante haya sido la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento del socialismo en Rusia y en los países del Este de Europa, que hoy se esfuerzan por construir sus economías de mercado en un Estado de Derecho. Todos estos hechos han llevado al convencimiento de que el liberalismo y la economía de libre mercado son el sistema político y económico más eficiente, moral y compatible con la naturaleza del ser humano. Así, por ejemplo, Juan Pablo II, preguntándose si el capitalismo es la vía para el progreso económico y social ha contestado lo siguiente (véase Centessimus Annus, cap. IV, num. 42): "Si por 'capitalismo' se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, el mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, la respuesta es ciertamente positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de mercado', o simplemente 'economía libre'".

El pensamiento español no se ha mantenido ajeno a este resurgir mundial del liberalismo. Pensadores como Lucas Beltrán o Luis de Olariaga supieron mantener viva la llama liberal durante los largos años del autoritarismo franquista, llevándose a cabo un importante esfuerzo de estudio y popularización del ideario liberal por parte de los profesores, intelectuales y empresarios aglutinados en torno a la sociedad liberal Mont Pèlerin fundada por Hayek en 1947, y al proyecto de Unión Editorial que, a lo largo de los últimos 25 años, ha traducido, publicado y distribuido incansablemente en nuestro país las principales obras de contenido liberal escritas por pensadores extranjeros y nacionales. Entre éstos destacan los hermanos Joaquín y Luis Reig Albiol, Juan Marcos de la Fuente, Julio Pascual Vicente, Pedro Schwartz, Rafael Termes, Carlos Rodríguez Braun, Lorenzo Bernaldo de Quirós, Francisco Cabrillo, Joaquín Trigo, Juan Torras, Fernando Chueca Goitia y, como principal representante de la tradición liberal subjetivista en nuestro país, el prof. Jesús Huerta de Soto. La influencia de esta corriente doctrinal no ha dejado de sentirse en la vida política de nuestro país a partir del restablecimiento de la Monarquía constitucional, primero dentro de la extinta Unión del Centro Democrático a través de Antonio Fontán y del ya fallecido Joaquín Garrigues Walker; después vino el Partido Demócrata Liberal de Antonio Garrigues Walker, que integrado en el Partido Reformista de Miguel Roca no logró representación parlamentaria en las elecciones de 1986; posteriormente tuvieron representación parlamentaria la Unión Liberal de Pedro Schwartz y el Partido Liberal de Antonio Segurado, ambos integrados dentro, primero de Alianza Popular, y después en la Coalición Popular (1982-1987). Y tras los años de gobierno del PSOE, en los cuales, y a pesar de sus atentados al principio liberal de separación de poderes, también cupo distinguir una tímida corriente liberal de la mano de Miguel Boyer y Miguel Angel Fernández Ordóñez, tanto el Presidente del Gobierno del Partido Popular, José María Aznar, como alguno de sus ministros más significados (como Esperanza Aguirre y otros) no han dudado en calificarse como los herederos actuales del liberalismo y del centrismo político.

Dada la trágica trayectoria del socialismo a lo largo de este siglo no es aventurado pensar que el liberalismo se presenta como el ideario político y económico con más posibilidades de triunfar en el futuro. Y aunque quedan algunos ámbitos en los que la liberalización sigue planteando dudas y discrepancias -como, por ejemplo, el de la privatización del dinero, el desmantelamiento de los megagobiernos centrales a través de la descentralización autonómica y del nacionalismo liberal, y la necesidad de defender el ideario liberal en base a consideraciones predominantemente éticas más que de simple eficacia- el liberalismo promete como la doctrina más fructífera y humanista. Si España es capaz de asumir como propio este humanismo liberal y de llevarlo a la práctica de forma coherente es seguro que experimentará en el futuro un notable resurgir como sociedad dinámica y abierta, que sin duda podrá ser calificado como "Nuevo Siglo de Oro español".

(Jesús Huerta de Soto).

Bibliografía básica en español: Lucas Beltrán, Ensayos de economía política (1996); Luis Díez del Corral, El liberalismo doctrinario (1984); Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad (1998) y La fatal arrogancia: los errores del socialismo (1997); Jesús Huerta de Soto, Socialismo, cálculo y función empresarial (1992), Estudios de economía política (1994) y Dinero, crédito bancario y ciclos económicos (1998); Israel M. Kirzner, Creatividad, capitalismo y justicia distributiva (1995); Bruno Leoni, La libertad y la ley (1995); Ludwig von Mises, La acción humana (1995) y Sobre liberalismo y capitalismo (1995); Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos (1967); Robert Nozick, Anarquía, estado y utopía (1988); Wilhelm Röpke, Más allá de la oferta y la demanda (1996); Murray N. Rothbard, La ética de la libertad (1995); Rafael Termes, Libro blanco sobre el papel del estado en la economía española (1996); Milton y Rose Friedman, Libertad de elegir (1980).
Madrid, 12 de Octubre de 1998
Día de la Hispanidad


Jesús Huerta de Soto
Catedrático de Economía Política
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid


Saludos cordiales y Feliz Navidad.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mie Dic 24, 2008 7:49 pm    Ttulo del mensaje: Sociedad eclesiástica liberal Responder citando

Estimados amigos:

Sería muy prolijo volver a analizar estas cuestiones, aunque no puedo negar que es estrictamente necesario. Por falta de tiempo, me voy a quedar con una frase del inicio que define a mi juicio la cuestión:

Cita:
El liberalismo es una corriente de pensamiento (filosófico y económico) y de acción política que propugna limitar al máximo el poder coactivo del Estado sobre los seres humanos y la sociedad civil.


Y es que el concepto de sociedad civil en los escolásticos no puede referirse a lo que reivindican los liberales, sencillamente porque para los escolásticos la sociedad civil es la ecclesia, la congregación de fieles, que da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. De hecho, en el siglo XVI comienza a imprimirse la Política de Aristóteles, y las traducciones de lo que Aristóteles denomina como polis convergen en la asociación o la comunidad. Cristiana, para más señas. Quien pueda encontrar una relación con el liberalismo austriaco merece desde luego un premio.

Feliz Navidad,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Juan A. Rodríguez Molina



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MensajePublicado: Vie Dic 26, 2008 1:08 am    Ttulo del mensaje: Mariana Responder citando

Tiene razón Pardo en varias cosas de las que dice hoy (el otro día, sin embargo, se equivocaba, o no era muy deportivo, al asegurar que el anarquismo tuvo su oportunidad; con oportunidades así, para qué queremos obstáculos) sobre un tema que parece el Guadiana de estos foros. En efecto, es complejo, extenso y deberíamos ocuparnos más de él, dadas las circunstancias históricas que vivimos, esta contemporaneidad tan confusa que nos ha tocado en suerte o, acaso, nos hemos buscado. Tampoco le falta razón al advertir que la sociedad civil de Juan de Mariana, posiblemente fuera la Iglesia. Pero, según los liberales, parece que cambió de idea. (Salvo que la sociedad civil liberal de los católicos no haya andado nunca muy alejada de ella).

Lo cierto es que recientes actuaciones de la Iglesia y la crisis económica que padecemos y a la que, aunque no convenga perder la esperanza, no se ve salida fácil, invitan a atender el asunto con detenimiento. Por eso, aunque yo preferiría comparar Anarquismo, Liberalismo y Socialismo (por orden alfabético), me voy a limitar a recordar las conclusiones del introductor de la edición del Tratado y discurso sobre la moneda de vellón de 1987 por el Instituto de Estudios Fiscales (MEH), Lucas Beltrán. Aunque la precede, complementa la explicación de Huerta de Soto, que nos trae Marcos. (Se trata, claro, de ver si el conjunto es aceptable).

Dice L. Beltrán, pp. 20-24:
Cita:
Sin ánimo de dogmatizar, sin la pretensión de penetrar en la mente de un hombre que murió hace tres siglos y medio, diríamos que probablemente el pensamiento de Mariana en el campo económico y social fue el siguiente: En sus primeros años su ideal parece haber sido una sociedad teocrática y socializante: la Iglesia católica tendría todo el poder político y dominaría a los reyes y a los nobles. Las autoridades, influidas y dirigidas por ella, cuidarían de mantener una cierta igualdad económica entre los hombres; probablemente habría propiedad privada, pero la autoridad política podría redistribuirla siempre que lo juzgara conveniente.

Esta sociedad sería guerrera hasta que hubiese acabado con el protestantismo e impuesto en todo el mundo la religión católica y la concepción religiosa y social que hemos expuesto. Esto logrado, habría en el mundo paz perpetua: a Mariana no le gustaba la guerra por la guerra.

Con el paso de los años las ideas de este autor fueron cambiando: vio las dificultades, es más, la imposibilidad de su primera concepción, y fue aceptando (tal vez resignadamente) las formas de vida social que hoy llamamos liberales: un mundo pacífico, en el cual la propiedad privada respetada, la libertad económica, la democracia política y la moneda sana hacen la vida de todos más agradable. Hasta qué punto el Padre Mariana renunció a sus ideas primitivas porque vio las dificultades de su implantación o porque se convenció de que no eran buenas, es difícil de precisar.

La primera concepción de Mariana está reflejada sobre todo en De rege et regis institutione; la segunda en el Tratado sobre la moneda de vellón. Este cambio refleja el tránsito del siglo XVI al XVll; el siglo XVI es el de la perduración de muchos ideales medievales, de la reforma protestante, del encarnizamiento en las luchas religiosas; en el siglo XVII se insinúan los tiempos modernos, se acepta la pluralidad religiosa, el análisis sereno y racional de los problemas. Parece como si al entrar en este siglo el Padre Mariana hubiera renunciado a que España impusiera en todo el mundo la religión católica y el programa religioso y social elaborado por él y hubiera aceptado la nueva sociedad más tranquila y tolerante.

¿Cómo se explicaría este liberalismo del Padre Mariana? En el siglo XVIl el liberalismo económico se estaba gestando en el mundo y se cree generalmente que España no era país adelantado en esta gestación. ¿Cómo en el año 1609 un autor español, que anteriormente había escrito libros de tendencia colectivista, publicó uno, en el cual el liberal moderno más doctrinario y riguroso no encontraría nada que objetar?

En las últimas décadas, autores españoles y extranjeros han destacado la importancia de la llamada Escuela de Salamanca, formada por teólogos, filósofos, moralistas y juristas que, sin conciencia clara de constituir una escuela, enseñaron en varias Universidades españolas y principalmente en la de Salamanca en los siglos XVI, XVII y XVIII. El economista austríaco Friedrich Hayek afirma que en varios de estos autores aflora una idea que, en definitiva, es la central del pensamiento de Hayek, y también la central de la concepción de la economía de mercado; que hay un orden natural en las actividades humanas. Generalmente se admite la existencia de dos clases de orden en nuestro mundo: el orden físico y el orden jurídico. Pero Hayek observa que existe un tercer orden, el económico, y que fueron los autores de la Escuela de Salamanca los primeros en intuirlo.

Existe acuerdo sobre la realidad y el carácter del orden físico y del orden jurídico. Las leyes del orden físico son leyes del ser (en alemán, del sein), que se cumplen inexorablemente. Si alguna vez se observa el incumplimiento de una supuesta ley del orden físico, ello indica que no es tal ley, y que la ley verdadera ha de formularse de otra manera.

Las leyes del orden jurídico son leyes del deber ser (en alemán, del sollen); son normas que obligan a los hombres a una determinada conducta. Pueden ser incumplidas, y su incumplimiento no implica su desaparición como tales leyes. Este orden es formulado por la voluntad deliberada de los gobernantes.

Estas dos clases de orden son de comprensión fácil. Pero ¿qué es el orden económico? Es difícil dudar de su existencia: en los países de economía de mercado los procesos de producción, distribución y consumo de los bienes tienen lugar con cierta regularidad, que no constituye un orden perfecto, pero que ciertamente es un orden. Los economistas liberales creen que es fruto de la acción humana, como el orden jurídico; pero una diferencia le separa de éste: el orden jurídico es fruto de la acción humana consciente; el orden económico es fruto de la acción de muchos hombres, libre pero no deliberada y consciente, sino coordinada espontáneamente. Esta ausencia de deliberación en la aparición del orden económico hace que, en cierto sentido, pueda llamársele natural, aunque este calificativo tenga distinto carácter al ser aplicado a él o al orden físico. Algunos autores modernos le han llamado orden espontáneo.

Este orden económico no ha sido comprendido hasta fechas recientes. Los griegos y los romanos no tuvieron idea de él. Los filósofos y moralistas medievales y renacentistas elaboraron gradualmente su concepto. Fueron guiados en su búsqueda por las consultas de comerciantes y los banqueros sobre la moralidad de sus actividades: sobre si era lícito cobrar intereses de los depósitos bancarios; intercambiar la moneda de un país por la de otro y obtener con ello un beneficio; vender las mercancías a unos determinados precios; sobre cuál era el precio justo, etc.

Varios autores que podemos considerar inclusos en la Escuela de Salamanca creyeron que la solución de estos problemas podía encontrarse en el mercado. Consideraron al mercado como un orden natural. Figuran entre ellos Pedro de Valencia, Domingo de Soto, Martín González de Cellorigo, Francisco Martínez de la Mata. Sus ideas no son sistemáticas y en ellas surgen con frecuencia puntos de vista mercantilistas y opiniones que reflejan su fe en el poder del príncipe.

En 1755 se publicó el Essai sur la nature du comerce en général, de Richard Cantillon, en el cual el orden económico natural aparece descrito con más precisión que en los autores de la Escuela de Salamanca. Con mayor precisión todavía fue expuesto por los fisiócratas y, sobre todo, en 1776 por Adam Smith.

No sabemos que nadie haya incluido al Padre Maríana en la Escuela de Salamanca, cuyas fronteras son borrosas. Hemos visto cómo Diego Mateo del Peral trata de hacerle jefe de una Escuela de Toledo de límites más borrosos todavía. Pero el Padre Mariana se movía en la atmósfera de su tiempo, y ésta era, gracias a la Escuela de Salamanca, un poco más liberal de lo que generalmente se supone. Este incipiente e indeciso liberalismo ambiente pudo tener influencia sobre el jesuita de Toledo.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Vie Dic 26, 2008 9:34 am    Ttulo del mensaje: Anarquismo adventicio Responder citando

Juan A. Rodríguez Molina escribi:
Tiene razón Pardo en varias cosas de las que dice hoy (el otro día, sin embargo, se equivocaba, o no era muy deportivo, al asegurar que el anarquismo tuvo su oportunidad; con oportunidades así, para qué queremos obstáculos)


Yo no prejuzgaba sobre el tipo de oportunidad que tuvieron los anarquistas durante la Guerra Civil. Por cierto que los argumentos que Chomsky dio para criticar a Gabriel Jackson cuando dijo algo parecido a lo que yo afirmé, eran desde luego tan deslabazados y fuera de sitio como los de Molina. Lo único que dije es que al final se cumplió lo que se pensaba del anarquismo: que llevaría a la ruina a la sociedad en la que pretendía implantar sus principios.

Y lo cierto es que no toqué los temás más escabrosos, como la ausencia de dinero y de mecanismos que permitieran, acaso mínimamente, una actividad económica básica. Al final, los anarquistas son tan adventicios como los liberales: nunca se da lo que postulan, luego siempre pueden refugiarse en que la culpa es del Estado, tan malévolo él.

Sobre si el liberalismo es el Guadiana en estos foros, yo pienso más bien que es como el Amazonas, pues últimamente no hacemos más que discutir sobre él.

Un saludo cordial,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Juan A. Rodríguez Molina



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MensajePublicado: Lun Dic 29, 2008 12:34 am    Ttulo del mensaje: Inocente adventicio Responder citando

Estimado Pardo, como no te refieras a alguna otra ocasión en la que intentara matizar esa “oportunidad” del anarquismo, no sé porque calificas de «deslabazados» a unos argumentos ahora inexistentes. ¿Dónde están? Y si no están, ¿cómo van a estar «fuera de sitio»? Aunque, claro, ahí es donde están: en otro sitio, no allí de donde extraes la cita. Pero no voy a ir a buscarlos ahora porque quiero, una vez más, ver si podemos medir al anarquismo usando el mismo rasero con el que medimos al liberalismo y al socialismo; pues, como me he cansado de repetir, la experiencia propia y ajena es que no. Lo curioso es que, tanto el liberalismo como el socialismo, son incomprensibles sin anarquismo. Claro que, a lo mejor, este es mi error. Veamos. A ver si alguien hace el favor de, con bien trabados argumentos, sacarme de él.

Utilicemos lo que nos ha enlazado Marcos, o sea la teoría de Huerta de Soto. Después de ver los vídeos de la conferencia y sin disentir de su resumen, hay que decir que falta lo más importante, es decir, en lo que basa su «interesante» teoría; porque los cuatro puntos son para demostrar el “error intelectual” que, según él (siguiendo a von Mises y Hayek), supone el socialismo; o sea, para apoyarla, no basarla. Él se basa en lo que llama “función empresarial” y tiene por una característica innata y distinitiva del ser humano. Dado que, posteriormente, asegurará que debemos basarnos en principios, no en consecuencias, es importante señalarlo para que no se piense que su anti-socialismo es reactivo; aunque esto sea uno de los puntos a discutir, notemos que él no lo ve así, sino que es su principio. Lo empresarial no es únicamente la actividad comercial o industrial a la que suele reducirse, sino que acude a la etimología latina de la palabra para extenderlo a cualquier acto que implique tres pasos:
- Creación de información
- Transmisión de información y
- Coordinación o ajuste de la información.

Es por constraste con esto como define al socialismo: agresión sistemática contra esa función empresarial. Si, como pensaba la economía clásica, al menos la labor de coordinación podría corresponderle al Estado, resulta que no, porque una cosa es coordinar y otra coaccionar; que es lo que hace el Estado al institucionalizar el intervencionismo sobre una actividad que tiene su propia dinámica. En efecto, es inadmisible la intromisión de un órgano director al que le resulta imposible hacerse con la información necesaria para transmitirla y coordinarla; o sea le falta lo primero y principal. El mercado no actúa de forma perfecta, como si toda la información estuviera dada; al contrario: en el mercado, la información nunca está dada. Es un error, por tanto, centralizar el gobierno del mercado. Ofrece cuatro argumentos:
1. El volumen es inmenso, inmanejable. (Reconoce que es el más débil)
2. La naturaleza de la información empresarial no es objetiva, sino subjetiva, tácita; como montar en bicicleta, que se hace sin conocer las leyes físicas que lo permiten. El “know how” y el “know that”.
3. La capacidad creativa (lo empresario en sí) es espontánea, sus ocurrencias no existen previamente, por tanto, ningún órgano director puede tener esa información; no brota de él. Además, cambia continuamente.
4. El impacto coactivo bloquea, imposibilita o dificulta esa creación empresarial necesaria para tener algo que coordinar.

Insiste varias veces en que no se trata de malas intenciones por parte del estatismo (que es la función errónea que el socialismo no ve en su propio ser, digamos), sino de que, atávicamente, nos queremos librar de responsabilidades. Y entonces, aborda las consecuencias periféricas de ese socialismo, dando gran importancia a la “fatal arrogancia” de la que hablara Hayek. En suma, el Estado no oprime por oprimir o estorba por estorbar, sino por deficiencias intelectuales y morales; el gobernante es inherentemente irresponsable porque no tiene la información previa ni la de los costes de su intervención.

Evidentemente, sus palabras están plagadas de connotaciones anarquistas, y al final de la conferencia hasta sale la palabra maldita, aunque sea formando un conjunto con lo, al parecer, inevitable (incluso hay sanción papal): anarco-capitalismo. Hoy los liberales están divididos: unos siguen luchando por imponer límites al Estado; otros, entre los que se cuenta, han llegado a la conclusión de que liberalismo y democracia son incompatibles, propugnan una sociedad sin Estado, siguiendo a Frey (sin adscripción territorial...) o a Hoppe (lo pequeño es bonito y eficiente...).

Bien, ese es el final de su conferencia; recordemos ahora el principio:”No hay nada más práctico que una buena teoría”.

Si toda práctica es socialista y el anarquismo carece de teoría, ¿debemos, los anarquistas sin adjetivos ni ubicaciones topológico-políticas, dejar el campo libre al liberalismo de Huerta? [No es cierto, además, que el liberalismo sólo haya actuado teóricamente (ámbito en el que, de un tiempo a esta parte, no tiene rival) porque siempre ha aprovechado la imposiblidad de una policía perfecta. Al fin y al cabo, su base es la imperfección de todo, pues en un mundo perfecto, no habría empresa que acometer. Se queja de que siempre le pillan y no le dejan seguir actuando de acuerdo al orden espontáneo (v. lo de L. Beltrán). Así como el más honrado de los gobernantes lo estropea todo, el más pérfido de los creativos es una bendición para la sociedad porque no se trata de que actúe a su libre arbitrio, sino en sociedad; con mormas estables y apropiadas a la actividad emprendedora en lugar de la inflación legislativa e inapropiada del estatalismo.] ¿No nos consideramos socialistas los anarquistas, a pesar de todos los errores intelectuales y morales que siempre nos ha caracterizado detectar en el socialismo (autoritario)? ¿Piensa Pardo que la intención anarquista en la Barcelona del 37 era crear un imperio ácrata sin mercado y sin dinero? ¿No eran algunas colectivizaciones de entonces los únicos sitios de toda la España republicana donde no reinaba el caos? ¿Acaso en el anarco-capitalismo —si es que llegamos— no va a haber trabajo asalariado? ¿No ha existido realmente anarco-sindicalismo? ¿Quién se ha cargado el sindicalismo? Y, sobre todo, ¿no nos hemos desprendido ya, o no vamos a poder desprendernos de nuestros clásicos errores, como parecen hacer los demás? De lo que no vamos a desprendernos es de lo que otros consideran un error porque ni lo consideran.

Desde luego, si se va a seguir confundiendo el anarquismo (como doctrina, ideología, teoría o lo que sea) con el caos y la libertad individual sin freno, no contéis conmigo como interlocutor. Para mí, el anarquismo ahonda más, tanto en lo que coincide con el liberalismo como en lo que le distancia del socialismo; esto es, en los términos clave del asunto: Poder y Propiedad.

Salud
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Lun Dic 29, 2008 1:57 pm    Ttulo del mensaje: Re: Inocente adventicio Responder citando

Juan A. Rodríguez Molina escribi:

Si toda práctica es socialista y el anarquismo carece de teoría, ¿debemos, los anarquistas sin adjetivos ni ubicaciones topológico-políticas, dejar el campo libre al liberalismo de Huerta?


Debo entender entonces que Kropotkin, Bakunin o Proudhon no fueron teóricos del anarquismo.

Juan A. Rodríguez Molina escribi:
¿No nos consideramos socialistas los anarquistas, a pesar de todos los errores intelectuales y morales que siempre nos ha caracterizado detectar en el socialismo (autoritario)?


Eso demuestra la imposibilidad de fundar una sociedad sin principios (an-arquismo).

Juan A. Rodríguez Molina escribi:
¿Piensa Pardo que la intención anarquista en la Barcelona del 37 era crear un imperio ácrata sin mercado y sin dinero? ¿No eran algunas colectivizaciones de entonces los únicos sitios de toda la España republicana donde no reinaba el caos? ¿Acaso en el anarco-capitalismo —si es que llegamos— no va a haber trabajo asalariado? ¿No ha existido realmente anarco-sindicalismo? ¿Quién se ha cargado el sindicalismo? Y, sobre todo, ¿no nos hemos desprendido ya, o no vamos a poder desprendernos de nuestros clásicos errores, como parecen hacer los demás? De lo que no vamos a desprendernos es de lo que otros consideran un error porque ni lo consideran.


La producción industrial se derrumbó, las colas para comprar algo tan básico como el pan eran de la longitud de la Diagonal barcelonesa, no había dinero, no había organización, las colectivizaciones fueron un fracaso rotundo... ¿A eso le llama orden Molina? Además, los comunistas les aplastaron en Barcelona con suma facilidad, prueba irrefutable del fracaso rotundo anarquista.

Juan A. Rodríguez Molina escribi:
Desde luego, si se va a seguir confundiendo el anarquismo (como doctrina, ideología, teoría o lo que sea) con el caos y la libertad individual sin freno, no contéis conmigo como interlocutor. Para mí, el anarquismo ahonda más, tanto en lo que coincide con el liberalismo como en lo que le distancia del socialismo; esto es, en los términos clave del asunto: Poder y Propiedad.



Pues evidentemente que no es lo mismo ser anarquista que ser anárquico, pero la primera doctrina anarquista acabó siendo la de San Agustín, en tanto que consideraba el Estado como efecto del pecado original, y el hombre sin Estado volvería al paraíso terrenal. Lo mismo que los anarquistas contemporáneos, qué cosas.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Juan A. Rodríguez Molina



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MensajePublicado: Mar Dic 30, 2008 8:39 pm    Ttulo del mensaje: ¿Hybris? Responder citando

¿Debo entender que no vas a entender anarquismo por caos, pero tampoco vas a hacer nada por entender lo que diga y voy a tener que ser de una precisión perfecta, o sea imposible? Voy a suponer que no eres tan exigente, pero sí exigente. Como debe ser.

1. No debes entender que no haya teoría anarquista; máxime cuando posiblemente sea lo único que hay. La pregunta empezaba con un condicional “Si...” El socialismo no se reduce a la práctica y lo de que el anarquismo carece de teoría era una de las maneras marxistas de menospreciar a los teóricos del anarquismo; a los cuales, por cierto, no agradaba en exceso la labor teórica. La pregunta exigía mucho entendimiento, o sea estaba mal formulada. Mea culpa. La repito: (pregunta en sí, en cursiva)

Habida cuenta del apabullante éxito de la práctica socialista (convendría distinguir más, pero vale para cualquier socialismo porque toda práctica social ha de ser o será socialista, ¿no?) y el escaso de la teoría anarquista, ¿debe, el anarquismo, dejar la teoría a los liberales que se decantan por el anarco-capitalismo? Fíjate que esto seguía al comienzo de la conferencia de Huerta, que yo dejaba para el final de mi recensión: “Nada más práctico...”. Una teoría veteada de anarquismo (teórico) por todas partes. Por eso, añadía otra pregunta/afirmación, tras una largo paréntesis que bien pudiera haber añadido como nota, para que no se perdiera la hilación. Pero tu comentario a esta pregunta (la 2) muestra que si no se quiere hilar, claro está, no se hila. Voy a ella.

2. Aquí no traduces anarquista por anárquico, pero no dejas de traducirlo como quieres: “sin principios”. Por supuesto, que se puede entender así, pero ¿a qué principios te refieres tú? ¿A cualquier tipo —como yo a los socialismos? Uno de nuestros aciertos (emic) y problemas o errores (etic) es, precisamente, tener y mantener “principios”. Ocurre que son de difícil acceso, no por complejos o elevados, sino por sencillos y accesibles, o sea para principiantes. Ahora bien, si te refieres al arjé, tienes toda la razón, carecemos de arjé. Mejor dicho, lo desconocemos; tanto al principium essendi como al cognoscendi, somos tan rastreros, estamos tan a ras de suelo, que no los vemos. ¿Quién lo ve? Digo yo que si alguien lo supiera debería decírnoslo. ¿Por qué no ibamos a aceptarlo? Sí, unos señalan allí, otros allá, la mayoría más allá..., pero o vemos mucho o no vemos nada. A lo mejor, y sin ánimo de hybris, somos nuestro propio principio y no necesitamos principio ajeno; o sea, una característica de Dios (anarjos), según algunos teólogos medievales. En todo caso, no nos evitaría tener que reconocer que somos entes (anarjos o no) relativos, no absolutos. ¿Es tan difiícil comprender que, por muy seres sociales que nos consideremos, no estamos dispuestos a admitir cualquier cosa por muy social que sea? ¿Es una particularidad anarquista? ¿Y la libertad? ¿Para qué, no? No creo que seas leninista. Tu error, Pardo, es pensar que queremos «fundar una sociedad». ¡No, hombre, no!; no somos tan... principiantes.

3. Sobre este punto hemos de atenernos a la historia (más que en los otros). Y una de las tareas historiadoras es contextualizar los hechos. Yo no voy a entrar en concreto en ellos porque confieso no conocerlos bien; sólo sé que algunas colectivizaciones funcionaron y otras, o muchas, no, pero basta con que lo hiciera una... a pesar de las circunstancias; o sea porque, en este caso, eran de una inestabilidad supina y manifiesta: había una guerra civil entre dos bandos, pero dentro de uno de ellos había otra; el anarquismo, a pesar de haber sido el que paró el primer golpe del otro bando, no pudo con un bando de su mismo bando. Sabes a lo que me refiero, ¿no? ¿Por qué insistes en esto? Sabes perfectamente que la CNT/FAI no estaba en “su bando” y que si consiguió el poder en Barcelona en 1936 fue por su largo y duro pasado (que le convirtió en la mayor y mejor organizada “sociedad civil”, digamos liberalmente) y, sobre todo, por su presencia (de ánimo), por saber reaccionar eficazmente y a tiempo. Pero no estaba atacando, sino defendiéndose. La diferencia no es tan sutil como para no captarla. Lo suyo no fue un triunfo, se limitó a actuar sin arrugarse en “las duras”. ¿Cuándo aparecieron los comunistas (bien protegidos por la URSS)?... En fin, con su “triunfo”, lograron tener que seguir defendiéndose, hasta de los “amigos”. Un paseo tan triunfal como si, surgiendo de la nada, hubieran alcanzado la más altas cimas de la miseria.

4. Lo mismito mismamente. El Estado no es un pecado ni un error; el error es esperar que todo lo arregle el Estado. O pensar que una sociedad con Estado, si no un paraíso, es el mejor de los mundos porque es el único posible. Por otra parte, si había anarquismo en S. Agustín, convendría tomarlo más en serio, ¿no? Elucubremos: hum...Jesús era judío; hum...los judíos, ¿tenían Estado?... ¿tenían religión?... ¿serían anarquistas?... ¡eran un pueblo!. ¡Y anarjos, pues eran el único pueblo elegido por el único Yo Soy! Introducción a la teología anarquista.

Aparte bromas e ironías, insisto: fijándonos en los ismos, acabaremos ismimismados. Hay que fijarse en ideas, no en ideologías. Todos, anarquistas o no, hemos dicho muchas tonterías sobre el anarquismo llegando a creer que por ser una idea, sin quitarla el ismo, no se puede convertir en ideología; o que, como en la práctica es una ideología, a lo mejor no es una idea. Pero, a lo mejor, es que yo, sinceramente, no termino de ver claro entre idealismos, materialismos y ¡venga ismos! Pero sé una cosa: no se puede empezar por el principio. Lo sé, pero no lo entiendo. Mientras no lo entienda, ¿no he de suponer que no lo hay? Lo contrario, ¿no sería suponer que soy un imbécil? Menudo principio, entonces. Por eso, Pardo, supongo que el “principio del anarjismo” es este: no podemos considerarnos unos necios a merced de las circunstancias. Claro, no es un principio, un arjé, es una decisión. Que sea una decisión determinada, ¿no depende de otra decisión: hay arjé, somos idiotas?

¿No reconforta que la hybris sólo la castiguen los dioses?

Feliz año. (Por cierto, ¿cuándo principia el año?)

Salud
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