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«MEMORIA DE ESPAÑA»

 
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
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MensajePublicado: Jue Feb 05, 2004 8:03 pm    Ttulo del mensaje: "MEMORIA DE ESPAÑA" Responder citando

Estimados amigos:


¿Qué pueden decir los amigos del foro acerca de la primera entrega de la serie de TVE "Memoria de España"?

El propio título parece apuntarse a la moda de subjetivizar la Historia, reduciéndola a "memoria", como hace la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica:

"Pero la Historia, en lo que tiene de ciencia, no es efecto de la memoria, ni tiene que ver con la memoria más de lo que tenga que ver la Química o las Matemáticas. La Historia no es sencillamente un recuerdo del pasado. La Historia es una interpretación o reconstrucción de las reliquias (que permanecen en el presente) y una ordenación de estas reliquias. Por tanto la Historia es obra del entendimiento, y no de la memoria" (Gustavo Bueno:Sobre el concepto de «memoria histórica común»).

En este caso, además la memoria de España sufrió un extraño caso de hipernesia, al retrotraerse, no ya a celtas e iberos como en los manuales de BUP, sino ¡al Big-Bang!, teoría científica, entre otras alternativas, que ha tenido una muy buena acogida entre el "gran público".

Lo que considero un desacierto es no haber contratado de extras para hacer de banda de "Homo antecessor" a Antonio Resines, Icíar Bollaín...y toda la panda de progres antediluvionos.

Un saludo.
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Antonio Sánchez Martínez



Registrado: 26 Oct 2003
Mensajes: 339
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MensajePublicado: Jue Feb 19, 2004 5:46 pm    Ttulo del mensaje: Los Mitos de la Historia de España y Memoria de España Responder citando

En el foro sobre “Pío Moa y la guerra civil española” hablamos de la perspectiva que D. Fernando García de Cortázar tiene sobre la guerra civil, y dijimos que nos había decepcionado profundamente.
Por fin hemos podido empezar a leer el libro (por el principio) y nuestro juicio no ha cambiado mucho al respecto.
Lo primero que cabe criticar es su concepción confusa y oscura sobre los “mitos”. El exjesuita se conforma con dar una definición “académica” (de diccionario) de tal concepto. Y así le pasa que no profundiza en los aspectos “racionales” que pueden ocultar muchos mitos (logos), ni en sacar adelante una mínima clasificación de los mitos que distinga, al menos, entre los oscurantistas y los luminosos. De este modo meterá en el mismo saco todo aquello que nuestro autor considera perverso en la historia de España (que parece más bien la historia de lo "oprimidos").
Pero tales apreciaciones, además, obedecen a unos criterios mantenidos desde una determinada ideología. Y, como no podía ser de otra forma, la ideología de D. Fernando está muy cercana a la que domina buena parte de la historiografía universitaria, al humanitarismo fundamentalista democrático, a la sacralización de los Derechos Humanos, etc.
De este modo, ya desde las primeras páginas, nuestro ex-jesuita (¿Teólogo de la Liberación?) desarrolla su discurso en una visión de la historia de España centrada en la perspectiva ética (eticista), como si se tratase de una desgarradora Historia de sucesivos “exilios”, lo que le conduce a mezclar (y confundir) la expulsión de los judíos y musulmanes con el exilio de los perdedores de la guerra civil o, incluso, con la expulsión de los jesuitas de 1767. Todo ello sin hacer la más mínima incursión en los componentes políticos (proyectos divergentes, rebeliones, levantamientos, etc., de tales “exilios” y destierros). Y así nos dice (cargando las tintas del sentimentalismo y la poesía):
<<El camino de los moriscos hacia el destierro, hacia las costas de levante y del Sur, es el camino de un exilio que parece no tener tiempo: 1492, 1609, 1939… La fecha parece irrelevante. Las escenas son siempre las mismas. Cambian únicamente los nombres, los cronistas…>> (Fernando García de Cortázar. Los mitos de la Historia de España, pág. 65).

Nuestro historiador no se molesta (al menos de momento) en analizar las causas políticas de tales “tragedias”, no se preocupa en analizar sus diferencias, en comparar lo ocurrido en España con lo acaecido en otros países, etc.). Nos parece que el bilbaíno está preso de la Leyenda Negra, aunque intente mitigarla (y ocultarla) con ramalazos de conmiseración por “todos los seres humanos oprimidos”, sean del bando que sean. Y, claro, como España aún está en pie, nos parece que su simpatía se vuelca a favor de los “heterodoxos” que querían otra España (o incluso destruirla) pero no lo consiguieron (y, por ser los “perdedores” –de momento- reciben la mayor parte de su conmiseración).
Su eticismo le lleva, como a muchos otros historiadores “progres”, a sentir una especial simpatía por las “víctimas de ETA”, pero desde una concepción “armonista” de las divergencias sociales, admitiendo con agrado cualquier proyecto (desde un pluralismo armonista, relativista o “multiculturalista”) que sobre España se pueda tener. En el fondo es un vivo retrato del ideólogo de la Constitución de 1978 que, quizá sin quererlo, está favoreciendo y alentando el fraccionamiento de España en pedazos (seguramente 17 o más), como nos sugiere D. Gustavo Bueno en diversas obras.
La serie “Memoria de España” (coordinada por D. Fernando) seguramente recoja buena parte de la Metafísica oscurantista que percibimos en el mencionado libro. El título, como dice Antonio Romero, ya dice mucho del cacao mental de sus promotores (¿A qué sujeto capaz de tener tanta “memoria” se refieren? ¿A la Humanidad? ¿A todos los “seres vivos”?). En sucesivos mensajes intentaremos hacer un seguimiento de los capítulos de la obra escrita y de la serie televisiva.

Un cordial saludo. Antonio Sánchez.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Feb 21, 2004 12:38 am    Ttulo del mensaje: Mitos secesionistas. Fernando García de Cortázar Responder citando

Voy por la página 149 (de "Los mitos de la Historia de España), y debo decir que la obra de Fernando García de Cortázar (que, por cierto, creo que aún es jesuita, en contra de que tenía entendido) tiene importantes aciertos (al menos tantos como sombras, de momento). Aunque es una obra muy poética (pero buena) debo reconocer que en los capítulos leídos desde mi último mensaje ha ganado en profundidad y en verdad. Se echa de menos una estructura filosófica más precisa a la hora de enjuiciar (diferenciando las nociones de Estado, Imperio y tipos de nación) la formación de España, su unidad y su identidad (cambiante), pero tritura, en gran medida, múltiples mitos oscurantistas generados por los nacionalistas (a partir del siglo XIX) y que hoy son el pan nuestro de cada día para buena parte de los historiadores progres. Esperemos que la serie televisiva (“Memoria de España”) se atenga, básicamente, a la perspectiva que sobre el medievo y los siglos del Imperio tiene García de Cortázar (se aprecia el influjo de obras como “España Inteligible” de Julián Marías).
La verdad es que es una obra curiosa, porque te da una de cal y otra de arena. La perspectiva de los capítulos iniciales (generales) es desarrollada posteriormente de una manera más aquilatada (quizá sea su perspectiva del Franquismo la más desenfocada). Incluso llega a contraponer el exilio de los partidarios de Felipe V a los del archiduque Carlos de Habsburgo en la guerra de sucesión, justificando (implícitamente) el exilio de los últimos.
Como decimos, la obra analiza bastante bien los mitos de los escritores del 98 acerca de Castilla como alma (exclusiva) forjadora de España, o el mito que pretende que dicha conformación habría sido forzada para el resto… De una forma imprecisa se sugiere la idea de un Ortograma común de los reinos hispanos (apoyados en el “mito” de la reconquista del reino godo) frente al Islam. En las Navas de Tolosa fueron todos contra el Islam (los vizcaínos castellanos a la cabeza).
Rompe con el mito de la continua decadencia del Imperio español desde los tiempos de Felipe II (¿cómo duró tanto?) y de un supuesto atraso (“retrofeudal”) respecto al resto de Europa (aunque no profundiza en el análisis). Analiza cómo la primera raíz de la Leyenda Negra surgió en Sicilia y Cerdeña dominadas por la Corona de Aragón (no de Castilla), y cómo la Inquisición aragonesa ya funcionaba a pleno rendimiento antes de los Reyes Católicos (p. 130).
Pero, sobre todo, ataca los mitos del nacionalismo fraccionario (con raíces románticas medievalistas – como Pau Piferrer y los carlistas, que desembocan en Sabino Arana-, pero también “burguesas” -que ven a Castilla como la tierra campesina, guerrera y cerrada que impide el progreso de la industriosa y liberal Cataluña, por ejemplo-).
Hace una interpretación muy acertada (en la línea de “España frente a Europa”) de la revuelta de los comuneros, la llamada “guerra de Secesión” con Felipe IV (conde duque de Olivares) o la “guerra de sucesión” (a la muerte de Carlos II). En dichos sucesos analiza justamente cómo los movimientos contrarios a la autoridad monárquica suelen ser los más “retrofeudales”, los más medievalistas. Precisamente Fernando el Católico se volcó más en Castilla por las reticencias de los nobles y oligarcas aragoneses. Incluso las oligarquías catalanas salieron escaldadas del “centralismo” francés (Luis XIII), como luego les ocurrirá con el rey sol.
Se desmonta completamente la rebelión de “Els segadors”, que los independentistas toman como referencia básica de la lucha por la independencia (11 de septiembre…). La leyenda sobre la comprensión de Carlos II con los fueros catalanes se muestra como un arma para presionar a Felipe V. La visión sobre los Decretos de Nueva Planta (Carlos III) y la utilización del español se analiza como una consecuencia del desarrollo económico y administrativo, del que sacaron muy buen provecho los catalanes (la nobleza catalana en tiempos de Fernando el católico ya utilizaba el español como signo de distinción, como ocurría en otras cortes europeas) criticando la visión victimista de los nacionalistas del XIX y actuales.

Un cordial saludo. Antonio Sánchez.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Feb 21, 2004 1:03 pm    Ttulo del mensaje: Decretos de Nueva Planta e idioma español en Aragón Responder citando

Los decretos de Nueva Planta se utilizan, por parte de los nacionalistas, como un agravio a las “justas” (y “propias”) instituciones aragonesas. Pero se calla que en la misma “guerra de secesión” mientras los nobles y oligarcas burgueses los que recelan de Felipe IV y buscan el apoyo de Luis XIII frente al rey español, el “pueblo llano” gritaba “Viva el rey de España”, y envidiaban la justicia castellana que limitaba el poder de los nobles. Y en la guerra de sucesión hubo partidarios de los dos pretendientes, también dentro de las clases oligárquicas. Felipe V impondrá los decretos de Nueva Planta (de 1707 a 1716), pero no anula muchos poderes aragoneses.

Estos ejemplos ponen de manifiesto que no hay descubrimiento (heurístico) sin justificación (hermenéutica). No se trata tanto de que se oculten datos (la visión favorable de muchos catalanes hacia la monarquía española), sino su interpretación en relación a proyectos políticos que los sitúan en el lugar más conveniente (para los fines buscados). Para un independentista los gritos de agricultores y artesanos a favor del rey de España serán interpretados (si los asumen) como muestra del desvarío de buena parte de la población, o como una falta de patriotismo, o como víctimas de presiones castellanas…
Podemos leer en Internet:
<<El 16 de Enero de 1.716 se dicta el 4º Decreto que afecta solo a Cataluña, también se introdujo la figura del Comandante General y otras instituciones castellanas como los corregidores y regidores municipales en dicho texto se obliga a que los procedimientos judiciales se subtancien en lengua castellana. También todo el Derecho Público queda derogado pero se conserva el Derecho Civil, el Derecho Penal en parte, el Mercantil y el Derecho de los Consulados del Mar>> (http://comunidad.derecho.org/pandectas/no200109/decretos.htm)
Pero comentan los creadores de dicho texto:

<<Desde 1.469 hasta 1.707 en España hubo unidad monárquica y una pluralidad de naciones con propio ordenamiento jurídico. Entre 1.707-1.716 se anulan totalmente o parcialmente los ordenamientos jurídicos de la Corona de Aragón de tal forma que la monarquía borbónica impuso una estructura nacional unitaria por esto los territorios de la corona de Aragón perdieron sus instituciones de carácter político, administrativo, fiscal y judicial siendo sustituidas por las instituciones castellanas. >>

Cualquiera diría que con ello perdieron mucho los aragoneses (especialmente los catalanes). Pero el catalán se seguía utilizando en los “edictos de fe” de la Inquisición aragonesa (documentos de cara al exterior), y con la utilización del castellano (español) sólo se buscaba el buen funcionamiento de la Administración. Nuestro idioma común no fue “impuesto” en los ámbitos privados, en que se extendió de manera “natural” (comercio, industria, ejército, inmigración, etc.), en contra de lo que se empeñan en criticar los independentistas. Juan Boscán, por ejemplo, buscaba que “nuestras cosas sean sabidas” fuera de Cataluña, y para eso escribía en español, y los impresores barceloneses editaban obras de autores “españoles” para competir con Sevilla, Valencia o Toledo, llevando sus libros a Europa y América:
<<La única imposición de Carlos III a los catalanes fue abrirles unas rutas comerciales donde se negociaba en español: el comercio con América. Comercio sin el cual sería imposible entender la Cataluña moderna>> (“Los mitos de la Historia de España”, pág. 152).
En el terreno de la Historia los mismos “hechos” serán conformados y ordenados según los intereses del partido correspondiente. En la actualidad ERC, CiU y PSC se apoyan en una determinada interpretación “porque” buscan la independencia de Cataluña. Sus armas son, sobre todo, el control de los medios de comunicación y de enseñanza. Y ese control se les dio con la Constitución de 1978, con la inestimable ayuda de las “izquierdas apátridas”.

Un cordial saludo. Antonio Sánchez.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Dom Feb 22, 2004 7:49 pm    Ttulo del mensaje: Los mitos no analizados de la Historia de España Responder citando

Si no me equivoco, la estrategia básica del libro (una de sus principales claves interpretativas) se centra en criticar “los mitos” de la Historia de España, pero desde el “patriotismo constitucional” y su “modernidad ciudadana”. Critica las visiones que ven a Castilla como única culpable de los males de España y a la periferia (especialmente la catalana) como la esperanza truncada de su modernidad y desarrollo. Pero lo hace desde unos criterios de distinción oscuros y confusos (míticos), sin analizar lo que de claroscuro tienen. Es decir, reparte en Castilla y Cataluña las raíces del bien (progreso) y el mal (reacción), distribuye la “Leyenda Negra” en otras regiones de España, pero sin profundizar en el análisis de los componentes de dicha leyenda (por ejemplo distinguiendo entre ideología y política real). Y estos errores culminan en su visión de la II República, la Guerra Civil (y el franquismo), en que, aunque se critica el utopismo de algunos “revolucionarios”, sin embargo se asume el punto de vista de los liberales “moderados” (sobre todo Azaña). En definitiva, si no me equivoco, y como anticipamos al leer la parte final de la obra, la perspectiva de nuestro autor coincide básicamente con la de la historiografía universitaria (la bibliografía citada del siglo XX lo confirma). Cuando critica al nacionalismo vasco lo hace por sus tendencias “filomedievales”, pero respecto al nacionalismo catalán actual (el de ERC por ejemplo) lo único que hace es recordarle que la Cataluña de la Reinaixença y de la Lliga Regionalista era también “filomedieval”, pero no dice nada en contra de su secesionismo (aunque sea “progresista”). Se diría que asume que la “progresista” y “plural” Constitución de 1978 es suficiente para acoger cualquier reivindicación patriótica “democrática”, y que por eso debe ser respetada, porque rompió con la “reacción” del franquismo y sus ecos imperiales… Pero eso a los nacionalistas (más o menos “románticos”) les trae sin cuidado. Por eso, implícitamente, la ideología de D. Fernando García de Cortázar también facilita el desarrollo de los secesionismos (de los “violentos” por “tolerarlos” más de la cuenta por su “antifranquismo”, y de los “no violentos” por no entender la historia de España desde bases más sólidas que el Fundamentalismo democrático y el diálogo armonizador “internacionalista”). Del mismo franquismo no distingue la “ideología” de las distintas décadas (sobre todo de la primera) y la “política real” que desarrolló. Incluso parece cuestionar que el bando “frentepopulista” habría llevado a España a ser una de las primeras “Democracias populares” sovietizadas (se diría que cuestiona las previsiones de Cambó (pág. 163). También compara la represión de 1939 con la de 1936, diciendo que ésta fue menor, pero no se molesta en analizar lo que ocurrió en la II República, ni en la misma guerra civil, ni las “purgas” que se podrían haber realizado en una España plenamente sovietizada (de haber ganado la guerra), etc.
Ya veremos si en la serie “Memoria de España” se dejan traslucir todos estos presupuestos y tesis.
Un cordial saludo. Antonio Sánchez
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Lun Feb 23, 2004 2:34 am    Ttulo del mensaje: El Fundamentalismo democrático y Fernando García de Cortázar Responder citando

En las págs. 199, 200 y 201 de la obra de D. Fernando García de Cortázar creo que hay pruebas palpables de lo dicho en el anterior mensaje. Menciona el discurso de Francesco Consiga al recibir el premio Sabino Arana 2000 en el que el italiano criticaba al “españolismo totalizador” como xenófobo y racista. Pero D. Fernando no parece criticar dicho discurso por considerarlo desacertado, sino por considerar que la España nacida en 1978 ya no es así (implícitamente asume que la franquista sí lo era, confundiendo la propaganda con la política real: él mismo comenta el “España es diferente” de Fraga con vistas al negocio del turismo, pero parece asumir que la política efectiva del régimen no diferenciaba ambas cosas o que debería haber renunciado a cualquier “diferencia” con otras naciones “democráticas”).
En la pág. 200 se manifiesta aún más esta perspectiva al mencionar la oposición del gobierno del PP a ETA. D. Fernando no ve con buenos ojos que se luche contra ETA por sus fines políticos, sino sólo por sus medios “terroristas” (en la línea de lo criticado por Gustavo Bueno al hablar de la “Tolerancia” con los terroristas –entendidos confusamente- como “criminales contra la Humanidad”, no “contra España”). Y nos dice:
<<Desde la recuperación de la democracia, la imagen de España en el exterior ha experimentado una innegable mejoría pero no la suficiente como para verse del todo libre de algunos prejuicios sobre la realidad de los cambios sociales y políticos o la verdadera modernización del país. A ETA todavía se le sigue ofreciendo alguna cobertura ideológica, poniendo el énfasis en el fin separatista de la organización más que en los medios terroristas por ella empleados, con lo que se desliza la sospecha de que el gobierno español prohíbe determinados objetivos políticos en vez de perseguir métodos criminales>>
Como vemos, D. Fernando parece hablar “desde” la plataforma nomotética de la Humanidad (cuyo fin será alcanzar una “Democracia Universal”), no “desde” España. Parece no importarle la unidad de España, pues entiende su identidad a través de oscuras ideas humanitaristas, democráticas y pacifistas … Y por eso continúa:
<<España es un país moderno, vivo, industrial pero la singularidad española se asocia al ocio, la simpatía, la diversión o la hospitalidad en detrimento de su marca empresarial y del reconocimiento de su espíritu emprendedor económico y mercantil (….) Y el proceso de normalización culminado con éxito en aspectos políticos y sociales fundamentales no se ha completado en lo referente a la imagen nacional, víctima todavía de los tópicos derivados de los siglos imperiales y el romanticismo.
Desde hace siglos han rodeado España visiones negras, folclóricas o torticeras que han influido en la percepción errónea de nuestro pasado y en la existencia de una conciencia nacional desorientada, a la que no ayudan nada ni el frenesí de los regionalismos y los nacionalismos ni la debilidad del sistema educativo en la difusión de los valores ciudadanos>> (págs. 200 y 201).

Le preocupa la homologación democrática de España con Europa, aunque sea a costa de difuminar su “ciudadanía” en un pleroma difuso (una “democracia europea”, en primer lugar, y luego “mundial”) que, en el fondo, no aprecia para nada nuestro pasado histórico como “propio” y “diferente” (no “megárico”), y tan digno como el que más. Por eso en sus palabras se transluce una crítica a un PP (que también cae, al menos propagandísticamente, en la indiferenciación de tipos de “terrorismo”) que desde su punto de vista sería demasiado “intolerante” con algunos proyectos políticos secesionistas (lo importante para D. Fernando sería que dichos proyectos se expresasen “democráticamente”, “sin violencia”…. ). Como vemos, su discurso es un buen ejemplar de los mitos que tritura Gustavo Bueno en varios lugares, especialmente en el “Panfleto contra la Democracia realmente existente”.
Un cordial saludo. Antonio Sánchez
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Jue Feb 26, 2004 11:40 pm    Ttulo del mensaje: España desde la guerra de la Independencia Responder citando

El tratamiento que hace D. Fernando de la guerra de la Independencia deja mucho que desear. Su concepción apátrida y anti-inquisitorial (mantenida respecto a todas las épocas de la Institución: con curas como él, si es que aún lo es, la Iglesia católica no necesita enemigos) le hacen concebir la insurrección “popular” contra el invasor francés como exclusivamente movida por la “religión reaccionaria”. No ve ningún patriotismo en el motín de Aranjuez (por cierto, movido en gran parte por nobles amigos de Fernando VII, disfrazados de sirvientes, contra Carlos IV y Godoy), ni en la insurrección del 2 de mayo, etc. No ve los componentes morales que la religión tenía, y aún tiene, en España, ni el papel de la monarquía respecto al conjunto del Estado entonces (no era una mera institución superestructural y sin importancia política efectiva). En la obra de José Antonio Vaca de Osma “La guerra de la Independencia” (Espasa Forum), por ejemplo, creo que se da una visión mucho más aquilatada de los distintos componentes.
Por otra parte, D. Fernando desconecta de una manera radical a la burguesía “intelectual” (los “enterados liberales”) del populacho “analfabeto” (el 85 % de la población, al parecer no sabía leer y escribir). Pero una cosa es que las clases más humildes no supieran leer y escribir, y otra es que fuesen tontas, pura materia política sin ningún poder (sin rastro de “voluntad inteligible”), y con poderes políticos de “control” (no expresado en elecciones, pero sí en revueltas, protestas y motines) ¿Acaso los anarquistas y comunistas de principios del XX, que suelen tener mejor prensa, eran más “cultos” que el “populacho” del XIX? España, además, es un país “católico”, de oyentes más que de lectores. Hoy la gente sabe leer y escribir en casi un 100%, pero eso no significa que sean sabios en multitud de materias, incluidas las de gestión e iniciativa política (ocurre algo similar cuando se considera que la TV es una mera caja tonta y la lectura es siempre “formadora” de una ciudadanía responsable y libre, a pesar de la cantidad de bazofia que se publica).
En tiempos de Fernando VII la gente no sabía leer, pero los rumores (muchas veces verdaderos) corrían a gran velocidad, y la gente sabía que en la Revolución Francesa no era oro todo lo que relucía (revueltas, caos, quema indiscriminada de Iglesias, etc.). De hecho el prestigio de Napoleón iba asociado a un nuevo orden “imperial” (y no tan maravilloso como algunos esperaban respecto al Antiguo Régimen). Y el “populacho” español era católico, pero también era español. Y la Monarquía era, aún, un símbolo (efectivo) de la realidad de lo que quedaba del Imperio Español que Francia (e Inglaterra luego) intentaron apropiarse. La resistencia de Buenos Aires a los intentos de apropiación inglesa es un ejemplo de que el Imperio español era mucho más que unas simples creencias “supersticiosas” y absurdas (tal como las interpreta el “ilustrado” García de Cortázar – o Blanco White-). Vaca de Osma mantiene la tesis de que en la independencia de las tierras americanas influyeron diversos factores (Independencia Americana, debilidad de España ante Napoleón, intervención de potencias extranjeras), pero considera que fue, ante todo, una “guerra civil”, y fue muy similar a la que se había planteado entre los dos bandos de españoles que se enfrentaron en la guerra de la independencia (afrancesados y defensores de la independencia de España sin José I ni Napoleón, aunque con distintas tendencias concurrentes: fernandinos incondicionales, jacobinos y liberales constitucionalistas fundamentalmente). El liberalismo aún no había calado en las clases más populosas, pero eso no significa que el “patriotismo” (con sus intereses económicos y culturales correspondientes) no existiese en ellas. ¿Cómo explicar si no la victoria final de los “españoles”, incluidos muchos revolucionarios y afrancesados (como los que también formaban parte de las Cortes de Cádiz) que prefirieron unirse a España antes que a Francia? Jovellanos fue un caso peculiar en tal tesitura (aunque murió el 29 de noviembre de 1811, antes de concluida la guerra). En la Pepa hay pruebas de que las tendencias jacobinas fueron menos poderosas que un liberalismo de tipo inglés (tendente a la implantación de una monarquía parlamentaria como la que luego se ensayó en la Restauración). A pesar de las corrientes masónicas, los constitucionalistas eran mayoritariamente monárquicos (pero contra las tendencias absolutistas). Lo mismo pasaba con los “afrancesados” (que, en principio, también huían de los “desórdenes” revolucionarios), pero éstos creían poder conservar dicho orden apoyando a José Bonaparte (cambiaban a un borbón por un Bonaparte), sin percatarse de que Napoleón no permitiría la independencia de España (incluso quería anexionarse el territorio hasta el Duero) , de que la Francia de Napoleón tenía intereses imperiales que buscaban (lo mismo que las demás potencias, el menoscabo del Imperio español –págs 360 y 361 de la obra de Vaca de Osma sobre “La guerra de la Independencia”, muy en la línea de las tesis de Gustavo Bueno sobre la inevitabilidad de la independencia de los virreinatos americanos por pertenecer a un Imperio Generador -).
Actualmente se da una situación con bastantes semejanzas en los “europeístas” de izquierda (seguramente movidos por la dialéctica interna de la idea de Nación, que busca siempre sobrepasar su capa cortical: el problema es que dicho impulso siempre precisa de una plataforma idiográfica, no cabe desarrollarlo desde la Humanidad). Es decir, todas las izquierdas tienden, desde su primera generación, a una universalización “holizadora”. El problema (dialéctico) es que dicha universalización sólo cabe desarrollarse desde “naciones” conformadas a partir de plataformas “no democráticas”, desde estados e imperios previos del Antiguo Régimen, como han tenido que asumir las distintas generaciones de las Izquierdas definidas. Pero dentro de estas mismas izquierdas definidas se da la tendencia a sobrepasar la propia capa cortical de tal manera que, ideológicamente al menos, se confunde la universalización “definida” (con base idiográfica en un estado) con la “indefinida” (sin base en un estado concreto). Ésta última tendencia es la característica, según creo, del Fundamentalismo democrático, del democraticismo que pretende que “todos” pueden “gobernar” con los mismos “poderes” (igualitarismo y/o libertarismo fraternal). Las izquierdas definidas han limitado o controlado tales tendencias (en la “política real”), pero en su ideología siempre está presente el peligro de caer en una tendencia “indefinida”, sobre todo cuando no tienen el poder de iniciativa y gestión (el gobierno). Se siguen planteando (en un marco de “Estados nacionales canónicos”) los mismos tipos de “ortogramas” básicos de que habla Bueno (sobre todo “imperialismo depredador” y “generador”).
Que los curas con trabuco interviniesen más que los liberales de Cádiz en el levantamiento contra la disimulada invasión napoleónica, (pág. 242 de García de Cortázar), que por cierto nos parece muy similar a la que pretendería Stalin en la guerra civil, no significa que los gritos de “¡viva Fernando!” y “¡mueran los franceses!” fueran pura “superstición reacionaria” de las “turbas fanáticas”. No significaban, sin más, “¡Vivan las cadenas!” (como interpreta Fernando García de Cortázar recordando a Blanco White). El componente católico (con su correspondiente moral) era muy importante para la gran mayoría de los españoles. Pero eso no significa que dicho componente ahogase los componentes políticos (ocurre lo mismo cuando se interpreta la política de Carlos V movida “por el Imperio hacia Dios”, en vez de “por Dios hacia el Imperio”). De hecho Fernando VII (animado por la caída de Napoleón y el absolutismo de Luis XVIII) también castigó a curas “constitucionalistas” (pág. 336 de Vaca de Osma), como a todo liberal que pretendiera restar poder a su gobierno (se suprimieron todas las referencias a la “Constitución” y a la Nación que pretendían distintas corrientes, jacobinas y liberales). Pero con la crisis del Estado (del Imperio) empezaron a surgir los regionalismos (pág. 367 de Vaca de Osma).
La importancia que todos los historiadores conceden a la formación de las guerrillas parece no tener importancia para el catedrático de la Universidad de Deusto. Éstas estaban formadas mayoritariamente por habitantes de distintas clases, incluidas las más humildes, que en un momento dado asestaban golpes mortales a soldados o destacamentos franceses –en el correo francés, por ejemplo, se llegaron a emplear auténticos, y costosísimos, ejércitos para mantener su operatividad, muy mermada-). ¿Cómo explicar la resistencia de Zaragoza y tantas otras batallas sin las aportaciones patrióticas populares? Otra cuestión es que dicho “patriotismo” se fuese transformando, poco a poco, gracias a la misma influencia de la “holización” provocada por el movimiento revolucionario (que también palpitaba en el Imperialismo napoleónico). Pero de ahí a reducir la política a religión (a “superstición” más bien) va un trecho. Por cierto, los curas llegaron a calificar a los franceses como “seres inhumanos”, bestias… (componente angular), lo cual facilitaba su consideración “cortical” como enemigos (en un plano moral-patriótico, y confluyente dialécticamente con el enfoque ético. Ver pág. 223 de la obra de José Antonio Vaca de Osma). A los mismos “afrancesados” se les considerará enemigos, lo cual nos indica que la “dialéctica de Estados” no está separada de la “dialéctica de clases”.
Una vez Fernando VII en el poder, la dialéctica entre liberales y “serviles” (al rey) conformará buena parte de la historia de España posterior, pero, como decimos, no cabe calificar a los “liberales” de manera global como la posición más racional, ni a los “serviles” como “reaccionarios” supersticiosos (o explotadores egoístas). En el fondo, como nos ha enseñado Gustavo Bueno, hubo múltiples desarrollos dialécticos, principalmente la constitución paulatina de un “mercado pletórico” que acompañó a la implantación de las democracias capitalistas, aunque pasando por distintos proyectos en los que se cruzaron la dialéctica de clases y la de estados (con sus correspondientes plataformas no “homologables” sin más: territorio, lengua, costumbres, morales, etc.).
Un desenfoque similar se mantiene, aunque no llega a tales extremos (por el progresiva trituración del Antiguo Régimen), cuando D. Fernando interpreta la etapa de la Restauración. Aunque reconoce sus logros estabilizadores, de crecimiento en múltiples ámbitos (lo que debería valorar más teniendo en cuenta el fundamentalismo pacifista del historiador bilbaíno), sin embargo acabará menospreciando sus resultados (se diría que pide tanto desde su utopismo humanitarista que ningún logro le parece suficiente, sobre todo si es “reaccionario”, según su perspectiva muy similar a la de las “tres erres”). Y pasa algo similar cuando analiza el período franquista. La visión “europeísta” de los regeneracionistas es la más destacada por Don Fernando (lo mismo que hoy hacen algunos al tratar de la transición a “la democracia” y a “Europa”). Y resulta paradójico que no caiga en la cuenta de que la llamada “Edad de Plata” de la cultura, supuestamente “republicana”, no puede entenderse sin la Restauración, en la que efectivamente se fraguó principalmente (y en la que incluso las libertades “democráticas” –hacia el mercado pletórico-, a pesar del caciquismo, no envidiaron a las de otros regímenes “revolucionarios”). Como tampoco puede entenderse que algunos ensalcen la cultura de la Transición sin ver que en gran medida se fraguó en el franquismo (aunque muchos de sus componentes ideológicos sean “antifranquistas”). Y es que las cosas son más complejas de como pretende pintárnoslas D. Fernando García de Cortázar, que, precisamente por eso, muchas veces se ve falto de coherencia en su discurso. Por ejemplo debería explicar cómo Gran Bretaña, a pesar de que nunca ha roto con la Monarquía, sin embargo no suele ser considerada por los progres como “reaccionaria”. En el fondo subyace un “anticatolicismo” casi visceral en muchos de los pensadores progres (no sabemos si por culpa de algún trauma infantil o de juventud –como el haber sido curas sin mucho convencimiento, o haber sufrido algún abuso sexual por parte de algún sacerdote incontinente, por ejemplo), que les lleva a despreciar todo lo católico (empezando por la Inquisición Española, que no saben entender en su contexto histórico y político). Tampoco entienden que el “catolicismo” del primer franquismo estaba condicionado en gran medida, como también sugiere Gustavo Bueno en varios lugares, por la situación de postguerra (no se podía ver la TV y había que rezar el rosario, ir a misa, etc.), pero paulatinamente el fútbol y otros espectáculos (televisados) fueron llenando las horas de ocio de los españoles. Lo mismo se puede decir de la “represión sexual”: la falta de medios anticonceptivos (y su precio) hacían de la castidad la única salida para la mayoría de la población si no querían llenarse de hijos o recurrir a abortos ilegales y peligrosísimos. Y quien no reconozca las distancias entre los años 40 y los 70 es que está ciego o no quiere ver…
Esperemos los capítulos de “Memoria de España” que empiecen a tratar, de verdad, de la historia de España, para ver por dónde han ido los tiros de nuestros historiadores.

Un cordial saludo. Antonio Sánchez
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