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La apariencia. Un juego con el Timeo (44b-46c).

 
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Luis Alberto Ramos Durán



Registrado: 05 May 2004
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Ubicación: Madrid

MensajePublicado: Lun May 10, 2004 5:46 pm    Título del mensaje: La apariencia. Un juego con el Timeo (44b-46c). Responder citando

En la fábula del fragmento del Timeo (parágrafos 44b-46c), Platón nos introduce en el sutil mundo de la visión, o mejor, de la apariencia.
La fábula comienza con la creación del ser humano por parte de un Dios, creación que comienza con la cabeza divina; sólo más adelante y para que la anterior pudiera errar por la Tierra, forjará (el Dios) las extremidades, es decir, las piernas y los brazos (del torso no se nos dice nada).
La fábula continua relatándonos las caras principales del cuerpo ya unificado: la anterior, donde se encontraría el alma; y la posterior, en la que descansan los ojos.
Son los ojos los portadores del fuego que nace en el interior del cuerpo, fuego que según la fábula sería hermano del fuego exterior. Estos dos fuegos, al chocar, crearían los objetos, los cuáles se transmitirían al alma donde surgiría la sensación de ver.
Pero,¿realmente existe un interior y un exterior? ¿Se da esta diferencia? ¿No es simplemente una formalidad lingüística el referimos al interior de una persona? ¿Este interior no sería exterior también exterior, es decir, mundo, un “cacho†de mundo? ¿Cómo podemos diferenciar lo que es interior y exterior a nosotros?
Pero lo realmente asombroso e inquietante es que qué hace que nos quedemos con unas cosas del mundo y rechacemos otras. ¿Será la cultura? ¿La genética? ¿Pero todo esto lo hemos elegido nosotros? ¿No es el mundo el que ha ido formándonos? ¿O seremos una expresión de mundo y nada más (y nada menos)? ¿Somos un límite del mundo?. En ese caso el mundo sólo se puede observar desde el límite, desde el precipicio: ¡terrorífico!.

La fábula sigue, adentrándose ahora en el sueño, el cuál llega al tiempo que desaparece el fuego exterior, es decir, con la venida de la noche. Con el “luto†los párpados se cierran, el fuego interior se hace ascuas, los movimientos aminoran: llega el sueño.
Entramos en el mundo de los sueños, en el que al contrario que se suele decir, todo es real, todo es cumplido, no existen amores imposibles, acciones imposibles, lo único imposible es no estar despierto. Es lo melancólico del sueño: despertar; por eso necesitamos soñar en vida, para acercarnos a la realidad, para no morirnos de verdad, para ser libres, para amar, para cantar, para danzar, para no perecer de sed en el desierto del Estado del Bienestar, (¡paradójico nombre!), para vivir en definitiva.
Son los sueños y nada más, y puesto que la vida es sueño y los sueños sueños son...

Para finalizar la fábula, Platón nos habla de las imágenes que se dan en los espejos, imágenes que aparecen cuando fuego interior y exterior amanecen en la superficie pulida. Cuando esto sucede, cuenta la fábula, lo que está en la derecha aparece en la izquierda, y lo que estaba en la siniestra en la diestra. En cambio, si curváramos el espejo por uno y otro extremo, la derecha aparecería en la izquierda y viceversa. Por último, si giráramos el espejo oblicuamente con respecto a la cara ésta aparecería invertida.
Qué lío ¿dónde estamos?, entre giro y giro, ya no sabemos dónde nos encontramos. ¿Es esa nuestra cara? ¿A quién mira? ¿A nosotros?. Y el espejo, ¿a quién mira? ¿Qué refleja un espejo reflejado en otro espejo? ¿El más allá? ¿Pero el más allá tiene imagen? Nuestra mente se para, estamos condenados a este mundo, limitados para siempre. ¿Es por esto que lo mejor hubiera sido no nacer, y una vez nacidos morir rápidamente y dejar un bonito cadáver?.
Filosofía y muerte, pareja inquebrantable, si no fuéramos a morir, ¿para qué querríamos saber? ¿No amamos la vida porque sabemos que vamos a morir? ¿Basta con este saber escurridizo? Quizás de manera generalista y paradigmática si, pero en lo particular es lo de siempre:¿dónde se encuentra la vida? ¿Nos costará la vida averiguarlo?.
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