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Francia-México y la «filosofí­a mundana»; una mues

 
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Autor Mensaje
Eliseo Rabadán Fernández



Registrado: 12 Oct 2003
Mensajes: 567
Ubicacin: España

MensajePublicado: Mie Jul 14, 2004 7:20 am    Ttulo del mensaje: Francia-México y la "filosofía mundana" una muestr Responder citando

Una muestra de lo que es la retórica como instrumento político , en el discurso del ministro francés de Asuntos Exteriores en una visita a México. El discurso puede constituir una interesante muestra de cómo la filosofía mundana , contenida en citas de autores célebres de la Literatura e incluso de filósofos tan celebrados como Descartes, es utilizada por los más altos representantes de la capa cortical del cuerpo político.Y todo ello simple y sencillamente para el logro de objetivos tan prosaicos como obtener buenos contratos comerciales,etc.

El discurso es un tanto extenso y en ocasiones puede resultar hasta tedioso, si nos descuidamos, pero merece la pena leerlo para ver cómo funcionan en la práctica los hilos de la política exterior, de la diplomacia,en suma. Encontraremos muchas veces en estos discursos, la elegante cita de literatos , poetas, filósofos, pintores, directores de cine, pero siempe tras estos oropeles, están los fines de la política entendida como actividad proléptica: metas,ortogramas, planes,proyectos, hechos desde y por los Estados , ni más ni menos...
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VISITA A MEXICO
"EL NUEVO ESPIRITU DE LA FRONTERA"
DISCURSO DEL MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES,
DOMINIQUE DE VILLEPIN,
EN EL MUSEO ANTROPOLOGICO DE MEXICO

(Mexico, 8 de julio de 2003)


Damas y caballeros:

Siento una profunda emoción al dirigirme a ustedes, aquí en el Museo de Antropología e Historia de México, en donde dormitan los espíritus de civilizaciones milenarias. Aquí se manifiesta el misterio de los tiempos desaparecidos, de los conocimientos enterrados, de esos enigmas ocultos en esos rostros de jade, de bronce o de piedra. Rostros que expresan otra mirada hacia el mundo, y que se dirigen a nosotros, aún en nuestros días.

Hoy más que nunca, quizás. Pues parece que nuestro mundo se ha embarcado en una carrera loca, en permanente mutación, como si se estuviese buscando a sí mismo. Presa del vértigo, sus puntos de referencia se mueven sin cesar, las certidumbres se derrumban. Tres grandes hitos lo han transformado radicalmente: la ola de emancipación de los pueblos – que terminó con la relación de dominio y de poder. Posteriormente el soplo de democratización, que dio la palabra a los pueblos, en los cuatro confines del planeta. La globalización, finalmente, que libera de sus claustros a los conocimientos, las energías y las ideas, y crea innumerables pasarelas que traslapan los Estados.

Hoy día, los pueblos no están sometidos al silencio, ni se encuentran aislados unos de otros. Las fronteras han cambiado de naturaleza, y con ellas los fundamentos tradicionales del orden internacional, ahora ya perturbado. ¿Cómo volver a darle al mundo una nueva estabilidad? ¿Cómo abordar los grandes desafíos que marcan nuestro nuevo siglo: la paz, el desarrollo, la cultura, la seguridad? Nos corresponde a nosotros, aquí en América Latina, allá en Europa, en todos los continentes, inventar juntos un nuevo espíritu de la frontera.

***

Desde siempre, la frontera ha sido fuente de tensiones y de litigios, lugar de cuerpos que chocan entre sí, de refugiados que se amontonan ante las puertas de mundos de ensueño, huyendo de un universo hostil. Recordemos la frontera entre la zona libre y la zona ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, que atravesaban al caer la noche hombres, mujeres, niños huyendo de la deportación y del horror.

Recordemos el drama de aquellos que como Walter Benjamín, se suicidaban porque no podían huir de la barbarie allende los Pirineos. Recordemos la esperanza que representaba el cruzar el Atlántico para aquellos que huían de las guerras europeas. Y de los reencuentros fraternales entre el conquistador de ayer y la América Latina independiente y orgullosa, cuando desembarcaban en sus orillas los intelectuales republicanos que huían de la dictadura. Recordemos a Emilio Prados, Vicente Aleixandre, Max Aub, recibidos por sus hermanos mexicanos; a Luis Buñuel que volvía a encontrar la inspiración en la tierra de ustedes. Recordemos también a Pablo Neruda, prometiendo a Rafael Alberti que algún día se inclinarían juntos ante la tumba de Federico García Lorca. Unidos, estos poetas supieron reinventar la hispanidad, más allá de las fronteras que la Historia había instaurado.

La espesura humana de las fronteras nos remite al de su historia. En la Edad Media, las separaciones entre los reinos y los imperios eran difusas, formando verdaderos espacios de transición, indecisas e indivisas. Las marcas establecidas por Carlomagno - zonas periféricas, zonas críticas extensas, zonas de incertidumbre y de enfrentamiento - protegían el centro del imperio, de Dinamarca a Austria, del Friul a la Bretaña o a España. Traslapadas por una cantidad de lazos de inclusión y de pertenencia, estas marcas hacían brotar culturas marginales, dando origen a narraciones míticas y aventuras extraordinarias. Hasta el siglo diecisiete y hasta la revolución del espacio conducida por Descartes, la extensión no estaba concebida como algo homogéneo. Los tratados y la repartición de territorios no se elaboraban a partir de mapas, sino de listas: los señores se repartían las diócesis y las ciudades, pues razonaban según polos y no según los límites geográficos.

Y aún en nuestra época, detrás de las fronteras claras y precisas de los manuales de geografía, se esconden a veces zonas grises, desconocidas e inquietantes, en donde se acumulan tráfico y contrabando. Estas fronteras constituyen refugios a veces peligrosos para el equilibrio de un mundo atormentado por amenazas globales. De la Niestre, en Moldavia, a la zona de las tres fronteras, aquí en América Latina, todos aquellos que se aprovechan del desorden y del crimen, encuentran en ellas una guarida fácil, un terreno predilecto en donde se cristalizan las dificultades que tienen los Estados para controlar su territorio y para luchar contra las amenazas, nuevas y antiguas.

*

En el corazón de la frontera, hay una constante dualidad, una complejidad resultante de las contradicciones de la historia. Inmateriales en el mapa del mundo, las fronteras dibujan, sin embargo, un cuerpo y una realidad, ya sea la de un Estado, la de un Imperio o la de una cultura. Constituyen incluso el símbolo: es así como con el término "Hexágono" se designa a Francia, porque esquematiza su contorno y porque aferra su imagen a la idea de un cuerpo con varias facetas, orientadas sobre todo hacia diversos horizontes y no tan sólo a los cuatro puntos cardinales de la rosa de los vientos. Imagen de una aspiración a la diversidad y a lo universal, que nos acerca a América Latina y particularmente a México, país que se encuentra en el cruce de hemisferios y de océanos, lazo de unión entre las dos Américas.

Pues la frontera forma también un espíritu. El del eterno desafío del hombre situado ante lo imposible que es preciso vencer. Porque marca un límite y nada es menos natural para el hombre que el encierro; algo que es preciso rechazar o abolir, a imagen de César atravesando el Rubicon: frontera del conocimiento, frontera de la civilización y de la naturaleza con reputación de virgen en la mitología americana, sueño de un espacio sin límite que ilustró, medio siglo después de que fuera decretado el fin de los territorios vírgenes en Estados Unidos, el discurso de un Kennedy sobre la conquista tecnológica y espacial.

Siempre es grande la tentación de querer atravesar el umbral, como la Alicia de Lewis Carrol: "pretendamos que hay un camino para atravesar el espejo y pasar a la casa que está del otro lado", dice ella, antes de penetrar en el otro mundo, el del juego y de la mentira, en oposición al de la seriedad y del aburrimiento de los adultos. Abrir un libro, es ya, como bien lo ilustró Julio Cortázar en la Continuidad de los parques, pasar una frontera, y, a veces con el riesgo de nuestra propia vida, penetrar en un universo lejano que quizás ya no existe o que no existe todavía.

Entre cuerpo y espíritu, principio material y espiritual, mundo real y mundo imaginario, la verdad de la frontera, ¿no es acaso permanente metamorfosis? Recordemos la mitología que transforma una piel de animal estrecha en el límite inmenso de un territorio, por la sola gracia de una repartición hábil. Transmutación que origina una ciudad, Roma, la cual iba a establecer su ley hasta los confines del horizonte, de la totalidad del universo conocido en aquel entonces.

*

El espíritu de la frontera evoluciona con el paso del tiempo: esboza siempre la geometría de un principio político. En la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial, las fronteras llevaban la huella de la voluntad de poder. Porque resultaban de negociaciones y tratados - la mayoría de las veces al término de guerras de conquista - imprimían un ritmo a la vida de los Estados-Naciones. Cuando las fronteras se desplazan hacia el Este y el Sur bajo la presión de las guerras napoleónicas, nace un imperio. Cuando las fronteras del imperio austro-húngaro se dividen al día siguiente de la Primera Guerra Mundial, un imperio muere. "Los amores son como los imperios, escribe Milan Kundera. Al acabarse la idea sobre la cual descansan, se derrumban con ella".

¿Qué significa "frontera" hoy día? ¿Acaso no estamos siendo testigos de un retorno a un mundo formado por polos más que por territorios geométricos? ¿Acaso no vemos emerger, más allá de los legados de la historia, nuevas formas de organización y de estructura del orden mundial? A través del surgimiento de una Europa sin frontera interior, pero también la conformación de grandes conjuntos regionales que por sí solos pueden dar un sentido a la acción, ¿no vemos acaso que se trazan nuevas líneas de fuerza y de influencia, más determinantes que las de los Estados? Y América Latina aspira también a este movimiento de reagrupación regional, ya presente en el sueño de Bolívar de la Gran Colombia, o en el pensamiento político de José Martí.

En realidad, las fronteras de nuestro nuevo mundo se traslapan y llevan la marca de todos los legados, de todas las épocas de la historia: época de nacionalismos, en donde delineaban la envoltura de los Estados y la geografía del peligro y de la obsesión. Época de ideologías, que saturaban el siglo veinte y cuya huella llevan ciertas regiones más que otras: de un extremo a otro de la línea de demarcación entre la Corea del Norte y la Corea del Sur, hay carteles unos frente a otros, estremecedoras tentativas de afirmar un mundo mejor. Pero también, hoy día, época de afirmaciones culturales, en medio de tantas tensiones: en la línea de control de Cachemira, entre India y Paquistán, una banderola suena al viento y proclama más allá del turbante naranja de un guardia sikh: "Está usted entrando en la democracia más grande del mundo".

*

¿Qué nos enseña esta sedimentación de la historia de las sociedades en el crisol de las fronteras? En fase de desarrollo, una civilización no necesita protegerse detrás de una barrera, pues controla las zonas vecinas por su influencia y por su proyección. En todas partes, durante el periodo helénico, el arte griego establecía más allá de toda frontera su influencia, visible en las medallas acuñadas en la Bretaña céltica, como en las estatuas del Norte de la India. Esta penetración pacífica de un espíritu o de una cultura asegura la vida de las civilizaciones y su renovación. Sólo cuando está en declive y perdiendo creatividad, una sociedad siente la necesidad de parapetarse detrás de un muro. El umbral que separa las civilizaciones en pleno desarrollo es reemplazado entonces por una frontera militar que quiere ser infranqueable.

Sin embargo, la única protección verdadera, es la apertura al mundo. Tal como lo resumía el historiador Arnold Toynbee: "la formidable barrera es tan precaria, como seguro es el humilde umbral". El muro erigido en toda Europa por Adriano, como la gran Muralla de China consolidada por la Dinastía Ts'in, en el tercer siglo antes de Jesucristo, encarna la tentación de una civilización de levantar líneas rígidas de defensa contra los bárbaros del exterior. Pero estas barricadas no alimentan una civilización: concentran la energía en el miedo al otro, y no en las actividades creadoras, las únicas que pueden asegurar la proyección, la influencia y la renovación de las sociedades. Incluso en un plano puramente táctico, las murallas defensivas constituyen un error. ¿De qué nos sirvió la línea Maginot, construida con grandes recursos económicos por un estado mayor avejentado y poco consciente de las mutaciones del mundo? En El Castillo de la Pureza, Arturo Ripstein, cineasta del sincretismo y de la diversidad, pone al desnudo el gran fantasma del aislamiento y el fracaso de toda protección por el encierro.

***

Las fronteras habían dotado de ritmo la vida de los imperios. ¿Acaso no tenían la vocación de desaparecer con ellos? ¿Acaso no están de hecho desapareciendo bajo el golpe de los grandes movimientos de unificación que obran en nuestro mundo? Tres transformaciones profundas han marcado el paso a un nuevo tiempo de las fronteras y de la historia.

Ante todo, el final de las ideologías de bloque ha vuelto a cerrar el paréntesis de la Cortina de Hierro. Con la caída del Muro de Berlín, se cayeron también las fronteras artificiales erigidas entre los pueblos por los dogmas de sus dirigentes. Europa Central y Occidental, toda esta parte del globo que fue oprimida por el imperialismo soviético, se encuentra finalmente a sí misma. De forma paralela, un gran viento de democratización ha soplado en los cuatro confines del mundo: en África, en Asia o en América Latina, cada vez que una dictadura se derrumba, se desploman las murallas para los pueblos. Pensemos en la Unión Soviética, cuyas poblaciones no podían salir o incluso circular libremente entre las provincias. Recordemos como la libertad de expresión e incluso de pensamiento, estaba prohibida. El continente de ustedes también ha tenido esta trágica experiencia.

Después, la aceleración de la globalización ha hecho porosas todas las fronteras. Ya ninguna es impermeable a la circulación instantánea de la información, que pasa a través de cables submarinos o por satélites estacionados en el espacio. Muy pocas erigen todavía barreras a los flujos de capitales y de mercancías. En Europa, podemos comer carne argentina y frutas israelíes; conducimos nuestros autos alimentados con petróleo proveniente del Medio Oriente; escuchamos música con aparatos fabricados en Asia y bebemos café de América Latina o de África. Las empresas solicitan préstamos financiados en los cuatro continentes y los capitales dan varias vueltas al globo en unas cuantas horas. Las mismas imágenes aparecen en las pantallas de televisión de Norte a Sur, de Este a Oeste. Y si bien son interpretadas de manera diferente según las culturas y las sensibilidades, se imprimen en todas las retinas y llegan a todas las conciencias, sin ser filtradas por las fronteras de los Estados.

México está confrontado, con otros, a todos los problemas que plantea la globalización. El año 1994 fue una clara revelación de ello: se abrió con la firma del Tratado de Libre Comercio con el poderoso vecino del Norte y terminó con una crisis económica sin precedente. Ese año, que fue también el de la insurrección en Chiapas, puso al desnudo esta otra frontera, entre los circuitos integrados de la economía mundial y un Sur abandonado a sí mismo.

Las migraciones, tercera evolución que cuestiona las fronteras antiguas, han adquirido una amplitud sin precedente en la historia. Al inicio de este nuevo siglo, ciento cincuenta millones de personas emigran cada año en el mundo, y esta cifra sigue aumentando. Entre ellas, veintidós millones de refugiados buscan asilo, un territorio en donde reconstruir una nueva vida. El mapa de las migraciones mundiales se hace cada vez más complejo, con nuevas zonas de salida como Asia o India y los hogares de destino más diversos: el planeta migratorio ya es multipolar. Con la internacionalización de la ciencia y de la técnica, con la aparición de un mercado mundial de competencias, las poblaciones migratorias están cada vez más instruidas, son cada vez más heteróclitas, y cada vez más volátiles.

El espacio de flujos ha reemplazado al de los lugares. Lo cercano y lo lejano, el centro y la periferia, han cedido su lugar a las redes y a las conexiones. Las cartas de recomendación han sido substituidas por los gafetes electrónicos, los puestos fronterizos por las grandes terminales de aeropuertos. El espíritu del mundo se transforma: el sistema cartesiano del espacio homogéneo ha sido recubierto poco a poco por el del Ying y del Yang, en donde una parte de uno activa el corazón mismo del otro. Visto desde lejos, el mundo se separa progresivamente de la lógica de Aristóteles para coincidir más con el ritmo de las transformaciones descrito por Tschouang-Tseu en le Sueño de la mariposa.

*

Entonces, a la hora de la globalización, ¿acaso las fronteras sólo son cicatrices de la historia?. Nada menos seguro. Si bien las fronteras se esfuman en Europa, están renaciendo en otras partes al mismo tiempo: una cerca electrónica de 350 kilómetros se está construyendo hoy día para separar Cisjordania de Israel y de Jerusalén. Mientras que las grandes redes se constituyen, las nacionalidades se despiertan, y dan lugar a la explosión de los Balcanes ayer o los conflictos en la región de los Grandes Lagos hoy. Y si bien las fronteras parecen más porosas que ayer, son, sin embargo, infinitamente más numerosas que a principios del siglo diecinueve, cuando sólo algunos imperios se repartían las tierras habitadas.

En África, en Medio Oriente, en Asia, las fronteras constituyen desafíos geopolíticos mayores. En Europa Central, el tema de los límites nacionales sigue siendo fundamental para países que a veces fueron borrados del mapa durante varios siglos – por ejemplo Polonia – o cuya identidad fue durante mucho tiempo reprimida, de Croacia a Eslovenia o a Eslovaquia.

Las fronteras se transforman, pero no desaparecen. Se flexibilizan y se vuelven selectivas, introduciendo nuevas formas de desigualdad. Pues si bien los más desahogados pueden hoy día tener un sentimiento de libertad total – atravesando el mundo en unas cuantas horas de Bangkok a Santiago, de Moscú a Toronto o a París, llenando simplemente una serie de formularios – los más desamparados sólo tienen ante sí ventanillas, más infranqueables que las antiguas murallas.

La frontera entre México y Estados Unidos es una de las más largas, más conflictivas, más impresionantes del mundo. A lo largo de tres mil kilómetros, de San Diego-Tijuana a Brownsville-Matamoros, es atravesada cada día por cinco mil trabajadores mexicanos, en situación regular o en la clandestinidad. Esta frontera separa y une Estados Unidos con el conjunto de América Latina, y es ella a la que tratan de llegar los huérfanos que vagan en las calles de las grandes ciudades. El Río Bravo encarna también la frontera quizás más espectacular entre una gran potencia económica y un continente emergente; ¡cómo no compartir las interrogaciones de Carlos Fuentes en Gringo Viejo!: "¿Es una cicatriz? ¿va a sanar? ¿va a sangrar de nuevo?".

Indivisibles, desprovistas de territorio, las nuevas murallas tal vez sean por ello más peligrosas: entre el Norte y el Sur, los ricos y los pobres, aquellos que tienen acceso a la información y al saber y aquellos que no lo tienen. Con las desigualdades se ahondan nuevos abismos, arrastrando consigo rencores e incomprensiones. A medida que las ideas, los hombres, las mercancías parecen desmaterializarse para circular cada vez más fácilmente, a medida que el mundo se asimila a una vasta red de flujos entremezclados, se acumulan tensiones, se forman coágulos, se radicalizan las identidades.

***

Hoy día, el tiempo de descubrimientos y de tierras desconocidas se ha terminado. El de las conquistas pertenece al pasado, y la carrera tecnológica no garantiza por sí misma ningún porvenir para el hombre. "Ahora que el hombre está en todas partes, que ya lo descubrió todo, el mundo en lugar de ensancharse se ha hecho más pequeño", dice el Don Juan de Max Frisch en La Gran Muralla. Las fronteras materiales se esfuman, pero nuevas formas de barreras amenazan con erigirse en los espíritus.

La barrera de lo efímero, ante todo: en el alba de este nuevo siglo, todo parece ser desechable: de los objetos a las ideas, todo caduca y se reemplaza, al ritmo de estrategias comerciales y lógicas de consumo desenfrenadas. En este tiempo demasiado rápido, que oculta las verdaderas urgencias bajo la precipitación general, tengamos cuidado de no dejar morir todo el sentido de nuestras vidas. Si lo propio de la condición humana es ver imponerse límites – comenzando por el de la muerte – también es propio del hombre buscar superarlos, inscribiendo su acción en el tiempo, en un esfuerzo por superar las contingencias. Frente al culto de lo inmediato, debemos cada día restablecer los lazos: con el otro, consigo mismo, pero también con la naturaleza: por ello el desarrollo sostenible es ahora necesario. Hoy día debemos volver a encontrar un espacio y un tiempo que sean los del hombre y del mundo considerado en su totalidad.

La barrera del miedo, luego: miedo al otro, a la invasión, a lo desconocido que exige el cierre y el repliegue de uno mismo. Actualmente sabemos lo que puede generar el miedo al otro. Tenemos todos presente el temor de un enfrentamiento entre civilizaciones. "Algo se estiraba en el subterráneo de la historia, escribe Adonis. Erase una vez un Oriente y un Occidente. Este mapa ha cambiado. El universo es un incendio. Oriente y Occidente una sola tumba surgida de sus cenizas". ¿Cómo evitar que esta profecía eche anclas en el futuro?

La barrera de la impotencia, finalmente, que invade el espíritu cuando la voluntad no puede expresarse, cuando el hombre siente que su destino se le escapa. Ante la opresión a veces resentida por el hombre frente a las grandes potencias, las grandes máquinas o las grandes ideologías, las culturas se despiertan después de medio siglo de sueño. Ya sean religiosas, regionales o afectivas, las afinidades se vuelven a dibujar según una nueva cartografía. En todas partes, comunidades híbridas se polarizan y se responden a escala mundial. La estabilidad mundial exige la realización de las identidades y su capacidad para coexistir juntas en el seno de un mismo territorio, ya se trate de una región, de un país o de un continente. A través del laberinto de las fronteras nuevas, se plantea toda la cuestión del orden del mundo.

No hemos todos calculado todavía la magnitud de la caída del muro de Berlín. Hoy día, nada sería más peligroso que desear reproducir una lógica de guerra fría. Nada es más peligroso que transformar en enemigos, por el juego de la amalgama, aquellos que sólo tienen otra identidad. El verdadero peligro es la intolerancia, la frustración, la división, el odio. Una sola voz no puede llenar el mundo. Una sola cultura no puede hacerlo vivir. Una sola potencia no puede darle un equilibrio. Así, negaría las fronteras y las identidades, que vuelven a brotar siempre y corren el riesgo de catalizar las amenazas ahora ya globales: el terrorismo golpea en todos los continentes, y la proliferación de armas de destrucción masiva se desarrolla con las divisiones y las crisis.

*

Juntos podemos pasar a través de las barreras del miedo y de la impotencia. Inventemos un nuevo espíritu de la frontera, que libere en lugar de encerrar, que enaltezca en lugar de lastimar, que abra en lugar de cerrar y excluir. La conciencia de una comunidad de destino se despierta frente a los desafíos que es preciso superar. A través de una pluralidad de culturas y de formas de ver el mundo, una energía nueva que supera a cada uno de nosotros e incluso a cada uno de nuestros países, comienza a reunir a todos los hombres. Hay que aprovechar esta oportunidad.

Este nuevo espíritu es el de un gran movimiento que nos une. Nos corresponde a nosotros construir un mundo que acepte a cada cultura, que reconozca las fronteras y las supere en un gran proyecto común: el de la paz, el del desarrollo, de la ciencia y de la cultura, de la educación y de la voluntad de compartir. Un mundo basado en el respeto: el respeto de las identidades, el respeto de las civilizaciones, el respeto de las religiones y de la culturas. Respeto de cada hombre y de sus derechos fundamentales, iguales de Norte a Sur, de Este a Oeste. Juntos, debemos inventar una conciencia de la identidad que se abra al anhelo del otro, a la voluntad de pasar por encima de sus propias fronteras a través del amor y el lenguaje de la alteridad.

El nuevo espíritu de la frontera da forma a nuevos lugares, nuevos territorios, nuevos encuentros. Y México constituye, desde este punto de vista, una tierra original, una tierra augural, el laboratorio de un mestizaje entre el antiguo y el nuevo mundo, entre las culturas indígenas y occidentales. Octavio Paz nos invitaba a ver la relación con el otro como un desafío creador: "Toda cultura nace de la mezcla, del encuentro, de los choques. Por el contrario, a raíz del aislamiento mueren las civilizaciones".

América Latina debe ser un mascarón de proa para esta gran aventura humana. Del realismo mágico de Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez a lo fantástico de los escritores del Río de la Plata, del extraño universo de Juan Rulfo - en donde la vida y la muerte coexisten en una perfecta continuidad - al sincretismo barroco de los grandes autores cubanos como Severo Sarduy o Guillermo Cabrera Infantes, la literatura latinoamericana ha inventado un nuevo espacio. Un espacio en donde se mezclan el sueño y la realidad, la vida y la muerte, el hombre y la naturaleza.

*

Este nuevo espíritu de la frontera se abre al anhelo de actuar juntos. Hace un llamado a la unidad, la que reclamaban nuestros dos países con respecto a Irak. Se inscribe en una moral y una convicción: sólo la tolerancia, la escucha, la comprensión conducen a la paz y al progreso. Su objetivo es el surgimiento de una nueva soberanía internacional. Por ello debe ser operatorio y apoyarse en principios.

En primer lugar, el principio de acción y de movimiento. Nuestra capacidad de actuar sobre el mundo y transformarlo para hacerlo mejor, radica en la movilización y la responsabilidad colectivas. La unidad de la comunidad internacional constituye la clave de nuestro porvenir, y debemos fortalecer las organizaciones multilaterales que confieren a cada Estado sus responsabilidades; y en primer lugar las Naciones Unidas, garantes de la legitimidad de la acción internacional. Toda tentación de salir de las vías - a veces largas y sinuosas del diálogo y de la voluntad de compartir - sólo pueden hacer más firmes los peligros y amenazarnos de impotencia.

Luego, el principio de reconciliación y de unión. En un mundo inestable, la reagrupación se vuelve más que nunca necesaria. Lo vemos en África: ninguna crisis puede resolverse sin el apoyo de mediaciones regionales que tomen en cuenta toda la complejidad de los pueblos y de la historia. El respeto de las fronteras entre los Estados no podría cuestionarse sin abrir la caja de Pandora de la inestabilidad y de la guerra. Pero no puede garantizarse sin una mayor cooperación entre países vecinos, sin una concertación profunda y voluntaria para luchar juntos frente a los gérmenes de la división. En todo el mundo, este movimiento es necesario. Si bien las identidades franquean las fronteras, su coexistencia implica una lógica de integración y de voluntad de compartir. Por ello Francia quiere alentar y fortalecer el Mercosur. Haremos todo lo que esté de nuestra parte por ayudarlo a asumir las consecuencias en extremo graves de la crisis argentina. Hoy más que nunca América Latina ha de asentarse como una tierra de esperanza.

***

Quisiera hoy aportar mi experiencia de europeo. Tenemos una historia caracterizada por guerras, invasiones, guerras civiles, revoluciones. Y en el seno del mundo nuevo, la diversidad de nuestros pueblos y de nuestros legados, es una riqueza. Hoy, Europa constituye un espacio frontera, nacido de una doble inspiración: el respeto por la diversidad frente al riesgo de la uniformización del mundo; la reconciliación y la integración regional. Por ello resulta vano querer asignar a Europa fronteras absolutas y una identidad petrificada. Europa está hecha de una superposición de fronteras. Es el fruto de un entramado sin cesar renovado entre los legados, las historias y las culturas de cada uno de los pueblos que la constituyen.

Lejos de condenar nuestro continente a alguna inconsistencia política, esta pluralidad de miradas nos hace portadores de un mensaje para el mundo. Un mensaje cuya fuerza proviene de las lecciones de nuestra historia.

La primera lección nos viene del fondo del horror que atravesó nuestro continente durante la Segunda Guerra Mundial. La frontera entre civilización y barbarie no está ahí en donde la Grecia antigua nos había enseñado a situarla. No está entre una cultura, por muy evolucionada que sea, y las otras. Está en cada hombre, difusa e impenetrable. Recordemos la desesperanza de Fray Bartolomé de las Casas, indignado por la crueldad a la cual estaban sometidas las poblaciones indígenas.

La segunda lección de la historia es la alteridad. Al ir al descubrimiento del mundo, Europa cedió ante las tentaciones del poder: quiso explotar a los demás pueblos, colonizar sus territorios. Hoy ha comprendido estos errores. Ha debido renunciar a la vana dominación de una civilización sobre otra, y en contrapartida a esta renuncia ha experimentado una profunda mezcla humana y cultural. En las metrópolis europeas, todas las identidades se mezclan y se fecundan. Aprendimos a ver en nosotros la huella viviente del otro lugar y del otro ser humano. Nos enriquecimos con esta interacción, estamos dotados de esta oportunidad que representa para nosotros la mezcla de todas las culturas.

Espacio de unión, Europa constituye un laboratorio para superar las fronteras. Al interior, por supuesto. Pero también al exterior, por este espíritu de apertura y voluntad de compartir, que la hace vivir desde siempre. Así podríamos decir con Umberto Eco, que la verdadera lengua europea es la traducción. En ningún otro lugar la historia estableció los intercambios lingüísticos en el primer plano de su vida cotidiana. Europa puede convertirse hoy día en una intérprete del mundo. Está buscando sin cesar las convergencias detrás de las divergencias, lo universal detrás de lo particular. Quiere abrirse en permanencia al reconocimiento de las diferencias.

*

Europa lleva en sí este doble legado de la historia: vigilancia e intercambio. Con la tragedia de los Balcanes, tomó conciencia de su deber de acción. Nos corresponde a nosotros continuar la construcción de una Unión capaz de decidir e intervenir al servicio del mundo y de la paz. Nos corresponde a nosotros fortalecer las instancias multilaterales, que se encuentran hoy todavía en sus primeros balbuceos en el plano histórico, y que mañana deben volverse la regla para un mundo más seguro y más justo.

Nos corresponde igualmente a nosotros construir un verdadero espacio de crecimiento y de paz en torno del Mediterráneo. Crisol de nuevas relaciones entre el Norte y el Sur, entre países desarrollados y en vías de desarrollo, entre culturas y religiones, el conjunto euro-mediterráneo puede aportar el día de mañana la prueba de que el mundo no está condenado a la fractura y al enfrentamiento.

Por su historia, su cultura y su sensibilidad, América Latina encabeza esta formidable criollización del mundo, de la que habla Edouard Glissant y que vale igualmente para el Caribe como para el Mediterráneo. ¿Por qué no unir nuestros esfuerzos, nuestro conocimiento y nuestras capacidades en materia de francofonía, de habla hispana y de habla portuguesa? Juntos podríamos constituir una fuerza de movilización y de progreso para un mundo más respetuoso de las identidades y de los valores humanos.

Es ahí, hoy, que se abre la nueva aventura. En todas las etapas, el hombre ha chocado con la frontera: la de los mundos desconocidos por descubrir, la de las tierras hostiles por conquistar, la del conocimiento y la de la técnica. Pero la verdadera frontera, lo sabemos ya, es la de la relación, es la del hombre.

***

Damas y caballeros:

¿Qué mejor símbolo de este nuevo espíritu de la frontera que este Museo de Antropología e Historia de México? ¿Qué mejor región del mundo para lanzar este gran desafío a la imaginación y a la acción? "Vine a México a buscar una nueva idea del hombre" explicaba Artaud. Pues si la imaginación es un continente, éste es, por supuesto, latinoamericano. Y con ustedes, Francia y Europa quieren ser la vanguardia de este renacimiento.

Volvamos a encontrar este pensamiento del movimiento, que está en el origen de todos los verdaderos nacimientos. Las grandes narraciones fundadoras, del Antiguo Testamento a la Iliada o a la Odisea, del Libro de los Muertos egipcio a la Eneida, del Popol-Vuh a las epopeyas africanas, ¿acaso no son libros épicos, libros de grandes travesías, en donde a la identidad se le vuelve a dar forma nuevamente?

Estamos en un mundo que se inflama, que se transforma cada vez más rápidamente. Un mundo que ha creído durante mucho tiempo que había separaciones necesarias de mantener entre los órdenes, entre el que lucha y el que ora, entre el que labra la tierra y el que piensa. Pero hoy día, el gran mensaje de la modernidad, es que nuestro mundo está por crearse. El nuevo espíritu de la frontera es a la vez un espíritu de conquista y humildad. Es un espíritu de búsqueda, que sabe agregar y enriquecerse de todas las huellas acumuladas por la historia, de todos los fragmentos, de todas las pizcas del mundo.

El pensamiento se constituye de este retejido, de este ensamblaje de ecos diversos que se enriquecen mutuamente: no pertenece únicamente al intelectual, al hombre de cultura o al artista. Esta sed de fecundar sonidos, imágenes, gestos y miradas constituye un nuevo aprendizaje, y nos corresponde a cada uno de nosotros, en nuestra vida, inventar una nueva metáfora del mundo: el estudiante como el artesano, el obrero como el profesor, el campesino como el poeta.

"El mexicano, escribe Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, no se afirma como mestizo sino como abstracción: es un hombre. Quiere ser hijo de la Nada. Es en sí mismo que comienza". Y yo, francés aquí en México, me siento mexicano, con la aspiración de trastornar las viejas fronteras, compartiendo con ustedes esta búsqueda universal. Búsqueda orgullosa, en la cual todo está por crearse, inventarse, construirse; pero que exige la más humilde de las actitudes, pues el hombre está desnudo ante su destino. Por ello debemos partir juntos a la búsqueda de un nuevo humanismo, que se abra a tierras fraternales, tierras del porvenir.

¡Muchas gracias!./.

(Fuente: Embajada de Francia en México)
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un saludo
Eliseo R
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
Mensajes: 1423
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MensajePublicado: Mie Jul 14, 2004 10:20 am    Ttulo del mensaje: Ideología gabacha Responder citando

Estimados amigos:

Acabo de leer el discurso de Villepin que tan amablemente nos ha posteado Eliseo Rabadán, y encuentro que los franceses no cambian. Bueno, sí cambian: ahora no hablan de España para llenarla de insultos, simplemente la silencian o la disuelven en «lo europeo». Se habla mucho de la frontera en la globalización, pero se condena el muro que construye Israel, frontera obligada para evitar que sean comidos por los árabes. Por cierto, hace dos días se produjo en Francia un ataque antisemita por parte de marroquíes en el transporte público francés. ¿Van a hacer algo los franceses o su «tradicional amistad con el mundo árabe» les tiene petrificados?

Por otro lado, la omisión de España se convierte en una suerte de leyenda negra cuando se habla del exilio «republicano» español, que por cierto fue creado principalmente por el propio Frente Popular, expulsando a personalidades tan ilustres como Sánchez Albornoz, Marañón, Ortega y Gasset, etc. Las personas que arribaron a Méjico eran muy allegados a la causa frentepopulista, pero aun así que se cite a estos y se omitan otros detalles siempre será significativo. Ni una palabra, por ejemplo, para los españoles que conformaban en su mayoría, junto a clérigos franceses, la resistencia francesa contra los nazis, ni en Méjico ni en Normandía. Los franceses quieren afrancesarlo todo, precisamente comenzando por Méjico, donde intentaron colar a un emperador «latino» (fíjense que el nombre Latinoamérica aparece por doquier en el discurso, y en ningún momento Hispanoamérica), el tal Maximiliano, que acabó siendo fusilado por los propios mejicanos. Espero que a Villepin no le fusilen, pero sí que al menos se den cuenta de las tonterías que está diciendo.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Lino Camprubí Bueno



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MensajePublicado: Jue Jul 15, 2004 10:30 am    Ttulo del mensaje: francia Responder citando

Verdaderamente ejemplar este texto que nos ofrece Eliseo. ¡Qué retórica tan bien hilada y descaradamente aviesa!

Pero eso ya lo han analizado Eliseo y José Manuel. Yo quería con este mensaje corregir la noticia de la paliza antisemita, más que nada por la curiosidad: después de que Chirac saliera indignado a salvar a Francia de su pasado filonazi, se destapó que la victima era vieja conocida de las fuerzas de seguridad autóctonas, por su graciosa costumbre de denunciar hachos fantásticos, al modo del pastor Pedro y su lobo.

Al parecer, eso de que las fuerzas de seguridad se callen las cosas no pasa sólo en Asturias-Madrid, sólo que esta vez la broma no ha causado muertos sino cierto ridículo del Primer Ministro de la República.

Libertad, Igualdad y Fraternidad para todos,
Lino

P.D.: esperemos que este verano los francese se hayan protegido contra el calor, no se habla mucho del tema pero eso de más de 10.000 víctimas suena francamente cutre, y no es por hacer leña del árbol caído.
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