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Homenaje a Carl Schmitt y Javier Conde
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Antonio Muñoz Ballesta



Registrado: 11 Oct 2003
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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 8:51 pm    Ttulo del mensaje: Homenaje a Carl Schmitt y Javier Conde Responder citando

Estimados foristas ,

Ante la situación en la que se encuentra la realidad política española de principios del siglo XXI siempre es necesario retomar la inteligencia política del realismo político alemán y español .

En carta de 15 de abril de 1950 Carl Schmitt escribe a Javier Conde :

" Mi siempre querido amigo... todo concurre en las circunstancias actuales para sacarnos a la palestra tanto a mis amigos y a mi como a mis asediadores. Comprenderá que en un momento como este le tenga a usted tan presente.

No olvide nunca que los enemigos de España han sido siempre también mis propios enemigos..."

G. Fernández de la Mora, Río Arriba. Memorias. Planeta, 1995, pág. 54. escribi:
"En la clase de Derecho Político de la facultad hizo una mañana su aparición un joven profesor rubio, de dicción aparentemente engolada, de quien conocía sus precursoras traducciones de Carl Schmitt, y que traía de Alemania las palabras más innovadoras de teoría del Estado (...) La inteligencia española, como con tantos compatriotas eminentes, no ha sido justa con Javier Conde, uno de los más finos ingenios de su tiempo".



Saludos cordiales
AMB
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 8:53 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

JAVIER CONDE Y EL REALISMO POLÍTICO

Por Jerónimo Molina. Publicado parcialmente en Razón Española. Nº 100. Marzo-abril de 2000.

1. REALISMO POLÍTICO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO.

En la literatura europea sobre los problemas seculares de las naciones, estimulada por los philosophes franceses del siglo XVIII y continuada más tarde por otros arquetipos intelectuales ayunos de historia, llaman poderosamente la atención las preguntas recurrentes sobre las aportaciones de España y su monarquía a la cultura universal. En el orden político, los finos ingenios enciclopedistas, imbuidos del élan estatista, no alcanzaron a comprender las peculiaridades de una forma política que, uniendo su suerte a la de la Contrarreforma, se esforzó por mantenerse en el nivel del tiempo, haciendo frente a la desigual batalla con los Leviatanes europeos. Tiempo perdido si es cierto que en política no hay más elección que domeñar al monstruo o imitarlo. O quebrar el espinazo estatal o devenir Estado.

Ciertamente, los esfuerzos hispánicos por «imitar» al Leviatán (introducción de un gobierno «administrativo» superpuesto al estrictamente político) se remontan a la Nueva planta de gobierno, decretada entre 1707 y 1718 por Felipe V. Con razón dice A. d'Ors que el «esencial anti-estatismo español» empezó a quebrantarse con la llegada de los Borbones, si bien «los pensadores españoles de la época reaccionaron contra la teoría 'estatista' de los que ellos llamaban los 'políticos' de Europa» .
El primer intento serio de estatizar la Monarquía hispánica, aunque su alcance no fuese del todo bien comprendido, ni siquiera por los protagonistas, tuvo lugar en 1812, cuando se votó la primera constitución positiva española, intentando poner al día, en parte reinterpretándola, la tradición medieval de las Cortes. Especialmente a partir del Estatuto Real de 1834, como ha recordado Dalmacio Negro: «la principal tarea política del liberalismo español, en el que fue muy importante la influencia escolástica, consistió en instituir un Estado, lo que iba ciertamente contra la tradición nacional» .

Sin embargo, sólo en este siglo ha tenido lugar la transformación en Estado de la forma política con la que la nación española ha atravesado la modernidad. Irónicamente, el proceso se culminó en dos actos, corriendo el primero a cargo de los constituyentes republicanos de 1931, y el segundo a cargo de la dictadura soberana de Franco, quien actuó, en la meseta de su régimen, más bien como un estatista moderado. De esta impresionante transformación, únicamente comparable a la codificación del derecho civil hispánico, muy pocos se han apercibido, aunque, según puede verse, si algo ha caracterizado al pensamiento político del último siglo de vida española ha sido, en última instancia, la cuestión del Estado. Esta, en efecto, envuelve fechas decisivas, incluso divisorias históricas. El propio Ortega y Gasset, profesando de tribuno y convocando a la nación al Aventino, escribe el 11 de noviembre de 1930: «¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia» .

El declive del Estado constituye sin duda el «tema de nuestro tiempo», a pesar de que en las dos últimas décadas, sobre todo por la presión del neoliberalismo y del conservadorismo socialista, se ha transformado en un problema estrictamente ideológico de «más Estado» o «menos Estado» (la instancia), dejando al margen lo esencial (la substancia). En esto particularmente, la inteligencia política española se mostraba, hasta hace relativamente poco, radicalmente realista, pues los escritores españoles habían afrontado por su cuenta, especialmente durante los años 1940, la tarea de erigir, no ya un régimen nuevo, sino otra forma política recién incoada y situada históricamente allende las fronteras de la estatalidad. Pero, naturalmente, ello sólo puede apreciarse si no se le da a la dimensión ideológica de todo pensamiento político -particularmente al del «enemigo»-un espesor desmesurado para desvalorizarlo.

En aquellos años, cuando un tema tan sugestivo como el del Estado total, aparecido en la década anterior, naufragó intelectualmente en la titánica lucha de los campos totalitario y antitotalitario, hubo quienes, corriendo todos los riesgos imaginables, supieron distinguir entre la ganga intelectual las «voces que pregonan una nueva forma política» . La nueva forma de lo político no era, desde luego, el transitorio Estado totalitario, pero para verlo se necesitaba la perspectiva de un pensamiento que cumpliese al menos dos condiciones: que todavía distinguiese, al contrario, por ejemplo, que el pensamiento francés, entre la nación y el Estado -la République Française es, en este sentido, el Estado moderno por excelencia: el canon de lo que Conde llamó el «orden por comunión»-, y que tuviese una neta concepción del acontecer político, históricamente troquelado por la solución de la continuidad entre las distintas formas de organizar lo político. Estas condiciones operaban en buena medida sobre la vocación paraestatal española, constituyendo su «circunstancia». La crisis constitucional, agravada hasta hacerse insostenible entre 1923 y 1939, vino a demostrar que «el derrumbamiento del Estado liberal ha puesto de manifiesto una inmensa oquedad en nuestro mundo histórico español. Todo el período histórico en que ha tenido vigencia la forma política del Estado moderno aparece como un gigantesco hueco de la historia española» .
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 10:51 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

REcupera a Vitoria es algo que se ha hecho por P.Insua , recogido por Gustavo Bueno . Ver también mi artículo El Catoblepas "Ius peregrinandi":


"En España buscóse salvar la indigencia del pensamiento recurriendo a los juristas y escritores políticos hispánicos de los siglos XVI y XVII: Vitoria, Vázquez de Menchaca, Suárez. No fue aquella actitud un ensayo extemporáneo de revivir el pasado o vivir de él, mucho menos una impostura intelectual. Además, sobre lo que ha sido no hay ya posibilidad de elección. En los clásicos, más bien, se halló un «prodigioso caudal capaz de fecundar la forma política del futuro» . J.M.

Separar lo vivo de lo muerto en la política hispánica ocupó entonces el tiempo de algunos de los mejores escritores. Francisco Javier Conde, lo mismo que hicieron otros -Unamuno, Ortega, Ledesma Ramos-, interrogó oracularmente a Don Quijote, «empeño entrañable de dos generaciones españolas». En un emocionante ensayo escribía en 1941: «¿Qué es España si se la mira desde el horizonte dramático de la política? ¿Existe una manera española de entender y de obrar lo político? ¿Por ventura es el Quijote esa manera española por excelencia? ¿Existe acaso una manera quijotesca de entender la política? ¿Qué otras maneras ha habido a lo largo de la Historia y cuál es el sentido de unas y otras?» .
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:24 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

España es contemplada desde su esencia más lúcida. Junto con Unamuno y Ledesma Ramos:Separar lo vivo de lo muerto en la política hispánica ocupó entonces el tiempo de algunos de los mejores escritores. Francisco Javier Conde, lo mismo que hicieron otros -Unamuno, Ortega, Ledesma Ramos-, interrogó oracularmente a Don Quijote, «empeño entrañable de dos generaciones españolas». En un emocionante ensayo escribía en 1941: «¿Qué es España si se la mira desde el horizonte dramático de la política? ¿Existe una manera española de entender y de obrar lo político? ¿Por ventura es el Quijote esa manera española por excelencia? ¿Existe acaso una manera quijotesca de entender la política? ¿Qué otras maneras ha habido a lo largo de la Historia y cuál es el sentido de unas y otras?» . La política española, para Conde trasunto de Don Quijote y de la aventura de la Ínsula Barataria, nunca fue estatal. Con las mismas enorinadas armas que el hidalgo famoso, la Monarquía hispánica hizo frente al Estado, simbolizado por la pólvora y el estaño, pero también por la economía capitalista, cayendo finalmente derrotada. -Nos sigue diciendo J.Molina-

Pero España es “Estado” desde hace muy poco. La relación de “Imperio” español y su Iglesia Católica no es insustancial:Conde concluía con el elenco de sus dudas, inevitablemente proyectadas hacia el futuro: «¿Ha sido España alguna vez un Estado moderno? ¿Qué sentido tiene la obra política de Fernando el Católico, Carlos V, Felipe II? ¿Qué relación hay entre el Estado moderno y la empresa española genuina de la catolicidad universal? ¿Es la virtud quijotesca símbolo de la empresa española por excelencia, quebrada en una edad de hierro y hacedera acaso en más dichosa venidera edad?» .

No fue una labor en solitario la de Javier conde:De estas preocupaciones basales arranca la obra jurídica y filosófica política de Javier Conde, pero también la de otros escritores de su generación, dando tono, a veces con gran estilo, al saber político. La circunstancia y la vocación españolas acontecen, con matices, paralelas a las del resto de Europa, antes de 1939 y también después. Sin embargo, una moda historiográfica muy arraigada en ciertos sectores intelectuales españoles continúa alimentando el tópico de una generación sin maestros, haciendo tal vez del vicio una virtud. Así, más parece que la plétora de escritores y juristas que después de la guerra civil se cultivaron alrededor del Instituto de Estudios Políticos y ciertas cátedras madrileñas o de provincias, finalmente, apenas si encontró los discípulos y continuadores que algunos de ellos merecían, pues en conjunto, como ya se ha indicado, elevaron el nivel de los saberes político-jurídicos en España, antes del impacto, que tuvo dimensiones europeas, de la ciencia política americanizada.

Y los estudios sobre España desde una perspectiva política han sido revitalizados con el último libro de Gustavo Bueno al plantear la conveniencia del análisis de la guerra y la situación española de hoy en día. Siempre es una lucha .Aunque no se les ha reconocido, pues priman otros intereses, algunos de ellos llegaron a desarrollar una obra envidiable, extraordinariamente sugestiva y plenamente conectada al decurso europeo de las ideas.La ciencia política se incorpora relativamente tarde al elenco de los saberes universitarios españoles, con la fundación, a mediados de los años 1940 de la Facultad de Ciencias políticas y económicas. No obstante, como saber especial fue cultivado originalmente por juristas, sobre todo por profesores de Derecho político. Esto, evidentemente, tuvo sus ventajas, pues retrasó su deriva hacia lo que Fernández-Carvajal denominó «cratología», que agravaba el ya de por sí problemático «giro hacia el saber dominativo» de la inteligencia política moderna. Pero hasta la transformación de la ciencia política, entendida como un saber práctico o virtus intellectualis circa postrema socialia , en un saber técnico y positivista, hubo ocasión, como decía Conde, para «averiguar la verdad política de cada hora histórica».- J.M-
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:31 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Con una vasta obra buscó esa «verdad política» a gran altura el jusinternacionalista Camilo Barcia Trelles (1888-1977). Profundo conocedor del Derecho internacional, fue el precursor en España de la hoy anglosajonizada disciplina que estudia las relaciones internacionales. Sobre este saber proyectó, precisamente, su visión realista del acontecer político, su concepción «orgánica» del orden internacional y la idea de las «constantes históricas» - J- Molina- que determinan la política internacional de cada Estado. El estilo de Barcia Trelles contrasta vivamente con el predominio actual del normativismo jurídico y el sociologismo, lo que explica en parte el relativo olvido de su pensamiento que, sin embargo, ha sido vindicado desde Alemania, en su día por C. Schmitt y recientemente por G. M´. -J.M.-

Debe también mencionarse aquí la figura intelectual de Jesús Fueyo Álvarez (1922-1994), «escritor rigoroso y profundo, erudito y agudo, pensador político de primer rango, aguijoneado, inspirado y sobrecogido por el pathos de la época» . Preocupado permanentemente por la inseguridad, que su opinión caracteriza nuestro tiempo, sintió la inutilidad y el desgaste de no pocos conceptos políticos, algunos de los cuales intentó apuntalar. Estudió con particular interés la forma política estatal, prestando una atención especial al «sentido» que imprime en el derecho y a las condiciones de la mentalidad política moderna . Una cierta vehemencia de carácter y una coherencia personal a prueba de cualquier decepción ideológica le valen todavía la incomprensión de muchos.- JM-

Maestrso de Maestros y todos auténticos patriotas:En la frontera con la generación de Fueyo se ubica cronológicamente la trayectoria intelectual de Gonzalo Fernández de la Mora (1924). Su actitud espiritual para el examen de los asuntos humanos -«razonalismo»-, proyectada sobre el tráfico político, en su opinión atravesado fatalmente por el pathos ideológico, hacen de su obra una de las más interesantes del actual panorama filosófico político hispánico. Bien conocido por su famoso libro El crepúsculo de las ideologías (1965), Fernández de la Mora abrió con él camino a la crítica de la omnipresente política ideológica. A pesar de las ramificaciones de su pensamiento hacia la circunstancia española, los problemas de la historia del pensamiento político y las cuestiones más bien filosóficas, en su núcleo reside la preocupación permanente por la sana razón de Estado, que es también razón pública administrativa y que, probablemente, tiene en él a uno de sus postreros cultivadores . -J.M.-

Maestro de Maestros:
En un trabajo de estas características es imposible abarcar, siquiera telegráficamente, el nutrido grupo de escritores e historiadores políticos y juristas españoles relevantes para nosotros desde el punto de vista del realismo político. No puede dejar de recordarse al ya citado jurista político Rodrigo Fernández-Carvajal (1924-1997). Entre los filósofos del derecho debemos contar a Luis Legaz y Lacambra (1906-1980). Entre los historiadores de las ideas a José Antonio Maravall (1911-1986), Luis Díez del Corral (1911-1998) y Dalmacio Negro (1931). También debe mencionarse aquí, por último, al gran romanista Álvaro d'Ors (1915), que ha incursionado con mucha finura en temas de filosofía política y teología política. - J-Molina-
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:40 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Si C. Schmitt era el último Jurista del Ius P. Europeo, también Javier Conde era el jurista político por excelencia:Tanto en su cátedra universitaria como en el Instituto de Estudios Políticos, notable empresa intelectual que dirigió durante algún tiempo, brilló el profesor de derecho público Francisco Javier Conde (Burgos, 1908-Bonn, 1975). Su perfil intelectual fue el del jurista político con una sólida formación germánica y un profundo conocimiento de la historia y del pensamiento políticos. Pensionado en Berlín en el año 1933, trató directamente con H. Heller, R. Smend y, sobre todo, con C. Schmitt, a quien además del magisterio le unió la amistad y, más tarde, las traducciones al español de algunas de sus obras . Justo antes de que comenzase la Guerra civil llegó a profesar como docente extraordinario de Filosofía política en la Universidad de Berlín. Su condición de funcionario del Ministerio de Instrucción Pública republicano así como sus antecedentes ideológicos socialistas le causaron algunos problemas al regresar a España . Superados estos, trabajó hasta el final de la guerra en labores editoriales y doctrinales en Burgos. En 1941 se le encargó la cátedra de Derecho político de la Universidad central de Madrid (hoy Complutense); dos años después ganó la cátedra homónima de la Universidad de Santiago de Compostela, a la que no llegó a incorporarse pues siguió impartiendo docencia en la Facultad de derecho madrileña.*****La década de 1940 resultó ser la más creadora de su biografía. Dos textos situados, en virtud del compromiso del autor con sus ideas, en la mediana del saber y la acción políticos le valieron entonces enorme reconocimiento: por un lado Espejo del caudillaje, de 1941, en el que por vez primera se utilizaron los tipos ideales de legitimidad de Max Weber para interpretar una forma de gobierno, antes que T. Parsons hiciese lo propio en el contexto de la sociología política . Así mismo, le dio renombre su libro de 1945 sobre la Representación política y régimen español , sugestiva interpretación del nuevo régimen político, deudora en parte de la dicotomía entre los principios de representación e identidad, determinantes de las formas de gobierno, asentada por C. Schmitt en su Teoría de la Constitución . Pero deben contarse, además, los dos textos sistemáticos en los que se desarrollan sus concepciones jurídicas políticas, es decir, su idea de la forma política y de cómo ésta última determina los saberes político y jurídico: Introducción al Derecho político actual y Teoría y sistema de las formas políticas . A pesar de su vocación docente, sobradamente cumplida, en todo caso, por una prosa limpia, una sugestiva ordenación de los temas y una exposición del status quaestionis al alcance de muy pocos en la Europa de aquellos años, en esos dos libros descuella el sabio. Su originalidad y coherencia filosófico-políticas los hacen todavía una lectura incitadora y recomendable. En rigor, constituyen lo mejor de su obra junto al discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, El hombre animal político (1957) y su precioso estudio sobre El saber político en Maquiavelo (1948) .******El daimon político que le hacía verse a sí mismo como un moderno consejero de príncipes o «facultativo de la política» enmudeció hacia 1956, coincidiendo con un sensible cambio político que le desplazó de sus responsabilidades políticas al frente del Instituto de Estudios Políticos y de la Junta Política. Como recordaba Legaz y Lacambra en la disertación necrológica que le dedicó en la Academia, «la dirección del Instituto de Estudios Políticos pudo ser su plataforma de acción, sobre todo por su pertenencia, en razón del cargo, a la Junta Política. No creo que este órgano tuviese demasiada eficacia en el orden de las decisiones políticas, pero consta que en él se elaboró un primer proyecto de constitución española o ley orgánica del Estado español, en el que nuestro compañero tuvo participación decisiva. Pero la línea representada por él no fue la que, en definitiva, triunfó. El advenimiento de un nuevo equipo ministerial que en lo político, en incluso en lo intelectual, estaba bastante alejado de lo que representaba y quería Javier Conde fue el final de su actuación política» .*******En ese momento principió, como por compensación, su carrera diplomática, que le llevará primero a las Filipinas y más tarde al Uruguay y Canadá. Su último destino, mediando los buenos oficios de Fernández de la Mora, fue Bonn. En cierto modo, su pasión política y diplomática fue la responsable, como él mismo reconocía, de unos «años en hueco» que tanto dicen de su persona y de su trayectoria intelectual. Poco antes de su muerte vio publicados por el Instituto de Estudios Políticos los dos tomos que recogen casi todos sus trabajos dispersos en revistas, cursos y conferencias, por ello difícilmente encontrables. Se trata de Escritos y fragmentos políticos. Desde entonces apenas si se le ha prestado en España la atención que en otras circunstancias de la inteligencia política merecería un escritor de tan sobresaliente competencia. Citado «a bulto» en ocasiones, cuando no malinterpretado adrede, dejó de contarse con su obra cuando el realismo político y el «agnosticismo respecto a las formas de gobierno» que Fernández de la Mora le atribuye se convirtieron en una actitud indecente, acaso pecaminosa. Para no ser diferente de otros grandes escritores políticos realistas europeos, el halo polémico de sus ideas fue prolongado post mortem por un novelista herido y su mentor, E. Tierno Galván, antiguo discípulo de Conde que marchó por otros derroteros; esto hace todavía más clamoroso e injusto si cabe el silencio alrededor de su figura intelectual.******** Hacen falta más estudios sobre su pensamiento:Un estudio que abordase introductoriamente el pensamiento de un escritor como Conde debiera trazar sus grandes líneas de ataque sobre la realidad de lo político y el tipo de inteligencia que sobre esto último se ejercita. No obstante, los objetivos de este trabajo deben ser necesariamente más modestos, pues se trata de fijar, acaso propedéuticamente, el esquema de la razón política, según se ha cultivado en España en diálogo casi ininterrumpido, al menos hasta no hace mucho, con la «familia de espíritu» de los escritores realistas europeos. En este sentido, la obra de Javier Conde ofrece un atractivo indudable, pues se forja en una relectura permanente de Bodin, Rousseau, pero sobre todo de Aristóteles y Maquiavelo, por quien sintió una especial predilección, en agudo contraste con el acendrado hobbesianismo de su maestro Carl Schmitt. Si fuese necesario epigramar lo más valioso del pensamiento político de Conde nosotros nos inclinaríamos, sin duda, por su original teoría del poder y por su teoría de la «organización política». La primera está erigida a conciencia sobre la metafísica de X. Zubiri (1898-1983), «una de las mentes más excelsas que ha producido España», en palabras del propio Conde. Presupuesto ontológico del poder es el orden político, del que se ocupó con gran finura al distinguir, en su personal interpretación de la modernidad política, entre órdenes por dominación, por concurrencia y por comunión; mas para Conde no puede haber una teoría del poder que no vaya acompañada por una teoría substantiva y no meramente sociologista de la representación . La segunda, incoada más que desarrollada, se recoge en Teoría y sistema de las formas políticas y, así mismo, en un trabajo singular de finales de los años 1960 titulado: Las dos vías fundamentales del proceso de modernización política: constitucionalización, totalización , con el que asienta unas bases sólidas para el estudio, hoy de moda en España y en otros países europeos, del Political System. El autor, sin duda, conocía bien las virtudes de los cultivadores norteamericanos de la ciencia política, pero también sus defectos. *** *** *** LA Filosofía política no es categorial, no puede ser positivista:Conde no aceptó la disolución positivista del saber político, que, por cierto, corre en la misma dirección, por ser producto suyo, que la «burocratización» del intelectual de la política, quien resulta ser a la postre: «funcionario del Estado o asesor técnico de los poderes privados, burócrata, en fin, con oficio y beneficio» .Ahora bien, estas y otras notables empresas intelectuales de Conde no serían bien comprendidas si no se parte metódicamente de su examen de las grandes mutaciones del pensamiento político, que él encontró como en trance de «descomposición», y su esfuerzo, a la Heidegger, por «destruir» creadoramente el saber político de la época.*** *** *** * 3. «DESCOMPOSICIÓN» DEL SABER POLÍTICO. Que la inteligencia política parece haberse desnortado no constituye un secreto, ni siquiera una novedad, desde los años ásperos de entreguerras. Aun así, seducido y raptado el espíritu europeo de lo político por las llamadas «ciencias sociales», diríase que la mayor parte de los especialistas se resisten mentalmente a reconocer las grandes mutaciones políticas que han acontecido en este siglo, en el mundo, es decir, en la propia realidad política, y también en las mentalidades . Todavía resulta necesario escribir que: «la inteligencia, en particular la política, ha perdido la realidad. Las ideas políticas siguen siendo las de la primera mitad del siglo XIX (preparadas en el siglo XVIII), como si no hubiese tenido lugar (...) la eclosión de amplias posibilidades inéditas de vida pública y privada al margen de la estatalidad» .El problema de fondo atacado por Negro Pavón es el de la cancelación de las ontologizaciones contemporáneas del Estado, -J.Molina-
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:41 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Lo político:Lo político, para Conde, viene a ser pues como la piel de todo lo demás , de ahí su trascendencia. La radicalidad de una crisis en lo político tiene por tanto un severo influjo sobre los sistemas de la cultura, particularmente en el pensamiento jurídico político. Así, éste último registra con gran fidelidad las alteraciones que se producen en el complejo que, al menos en términos puramente existenciales, puede considerarse superior. Se trata, en última instancia, de recordar que toda crisis política tiene una doble raíz, espiritual y estrictamente política . -J.Molina-

EL futuro, nuestro presente: La única salida practicable consiste en volver la mirada hacia la realidad histórico social, en busca de algún principio objetivo para la forma política del futuro. Lector atentísimo de Schmitt, valoró justamente la idea de la emergencia de los «grandes espacios», si bien le parecía que estos últimos no habían cuajado todavía. También examinó las teorías de moda sobre el «Estado totalitario», concluyendo que a medio plazo esas «configuraciones actuales» acabarían mostrando su carácter temporáneo . -J.Molina-

«DESTRUCCIÓN» CREADORA DE LA INTELIGENCIA POLÍTICA.El tremendo efecto enervante del espíritu político europeo que tuvo la II guerra mundial -lo que explica en otro plano, el geopolítico, la «finlandización» del continente- ha generado paradójicamente un modelo político que tiende a universalizarse, acompañado de las oportunas justificaciones ideológicas, una especie de pensamiento último político. Mas esta pretensión, que no distingue ya cualidades, virtudes o vicios del saber, ha dejado varada la inteligencia política. Quiérase o no, «se puede hablar de un pensamiento más perdurable que otro, y la historia de las ideas políticas está llena de ejemplos en apoyo de esta discriminación. La raíz profunda de esta variable perdurabilidad estriba en una dimensión peculiar que el pensamiento tiene por esencia.

ara Conde, la desmesura del afán de dominación del hombre moderno desvió el curso del acontecer político. En este punto, todos los dedos acusan a Maquiavelo. Tanto nomini nullum par elogium. Sin embargo, como sugería el autor en su ensayo La sabiduría maquiavélica: política y retórica, el florentino no es el prescriptor de los tiranos, ni siquiera un doctrinario del Estado de necesidad; a sus ojos: «lo único cierto es que, dada la inclinación de la naturaleza humana a obstinarse en la corrupción y siendo su propio tiempo etapa de extremo desorden, por fuerza hacía falta una sabiduría suprema para salir del apuro» .- JMolina-

En el fondo, todo es más sencillo, o sea, más humano. La «diabolización del poder», cuyo germen está contenido en la dimensión demonológica de la política , responde, además de la masificación, a un axioma de la teoría política: «cada hombre tiene una capacidad determinada para usar bien del poder, la que consiente su fortaleza moral, su Ethos. Pasado ese nivel, no es que se sustancie en él una realidad diabólica, pero sí que pueden la malicia y la hipocresía convertirse en hábito» .El autor analizó con detalle los avatares del poder y el saber políticos, a los que consideraba medularmente ligados. En la concepción tradicional griega, que en parte prefigura a la auctoritas romana, quien sabe debe gobernar.
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:46 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

La modernidad, con su peculiar interpretación de la realidad, reducida a «hechos», hace de la sabiduría política, lo mismo que de la vida intelectual, un saber profesional. Como tal ha de ser rigoroso y exacto. No en vano, «la historia del saber político como ciencia es el esfuerzo tenaz por reducir la realidad política a hechos. La primera forma de aparición del político como facultativo es el jurista» .

La sociología del saber apagó entonces los últimos rescoldos de verdad, hasta producirse finalmente la total «funcionarización» del sabio. Es el intelectual «denunciante» (Fernández-Carvajal) y, en otro sentido, «orgánico» (Gramsci). Es posible que las circunstancias históricas de los años 1930 radicalizaran estos procesos, contribuyendo por cierto a la aceleración en la transformación de los modos del pensamiento político . La ideologización de la política, así como la historización y la sociologización de lo político, hicieron tal vez perder de vista las constantes de la modernidad y, así mismo, el modo de insertarse la inteligencia política en la realidad. Conde advirtió las mencionadas «irrupciones» de la historia y lo social, que su opinión determinan el descubrimiento de lo político. -J.Molina-

De entrada, la base de toda teoría política es la misma problematicidad de la realidad política . Ahora bien, el desafío que ésta última lanza a la inteligencia no es una nadería. El autor estimaba que la verdad constituye el problema último del saber político. Es la verdad, precisamente, la que determina el carácter polémico de la política: «la verdad no nace de la lucha; es anterior a ella. La lucha es el camino, no ya para alumbrar una certeza, sino para rescatar la verdad» . -JM-

En este «tener que ser político» del hombre creyó poder fundar Conde el intendere per se al que aspiró Maquiavelo. Más allá de las vías teorética (ascensión griega), contemplativa (conversión cristiana) y científica (progreso moderno), a través de las cuales ha ensayado el hombre la ordenación de la convivencia, debe afirmarse la superioridad de una vía eminentemente política. He aquí, reducidos a su esencia, los problemas de lo político y de su accesibilidad intelectual.-JM-
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 21, 2004 11:55 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

En pleno auge de los Estados totalitarios en Europa, es cuando Carl Schmitt realiza el trabajo titulado `El Leviatán en la teoría de Tomás Hobbes´ de 1938.
Este libro es el que ha sido utilizado para el análisis de nuestro trabajo, y cuya investigación fue complementada con otras obras, tales como, `El Concepto de lo Político´, `Teología Política´, `Legalidad y Legitimidad ´, `Sobre el Parlamentarismo´, todas estas de Schmitt, y `La noción de Legitimidad en el concepto de lo político de Carl Schmitt ´ de Bertín y Corbetta.

Para Carl Schmitt el Estado se crea por la unión del pueblo con el führer, mediante la representación política, entendida ésta no por medio de elecciones, sino que se concibe y tiene lugar a partir de la aclamación o asentimiento por parte del pueblo, es decir, que se daría a través de un plebiscito; siendo resultado del mismo, la aparición del Soberano.
Es importante destacar que para éste, el concepto de Estado es primordial; el mismo, dice el autor, es una unidad decisiva que depende de su carácter político, pues si esta existe es una unidad Suprema.¨¼En verdad no existe ninguna `sociedad´ o `asociación´ política, sino sólo una unidad política, una `comunidad´ política (¼). Si esta unidad desaparece inclusive como eventualidad, entonces desaparece también lo `político´ mismo¼¨.

Para poder comprender este concepto es fundamental recordar, que para Schmitt lo esencial en lo político se basa en la relación amigo-enemigo. Siendo así, el Estado, mientras exista, debe decidir sobre la distinción de la mencionada relación, puesto que de lo contrario, si carece de la capacidad de establecer dicha diferencia, (entre amigo y enemigo) deja de existir políticamente.
Al respecto podemos advertir que para nuestro autor el Estado es una unidad política dominante, la cual se evidencia cuando menciona que ¨¼Al Estado, en cuanto unidad substancialmente política, le compete el jus belli, o sea la posibilidad de determinar al enemigo y combatirlo en casos concretos y por la fuerza de una decisión propia¼¨

Este jus belli es la facultad que el Estado posee para hacer la guerra y disponer de la vida de cada uno de los miembros de la comunidad política. Esto implicaría que los hombres, bajo la posibilidad que tiene la unidad política de disponer de ellos, destinen su vida matando y muriendo para derrotar al enemigo que el propio Estado ha declarado como tal.
Significa que el soberano tiene, ni más ni menos, que la capacidad y el poder de decidir sobre la vida de los hombres.
De lo expuesto dice Schmitt: ¨¼el Estado como unidad política decisiva ha concentrado en sus manos una atribución inmensa: la posibilidad de hacer la guerra y por consiguiente a menudo de disponer de la vida de los hombres.

En efecto el jus belli contiene una disposición de este tipo; ello implica la doble posibilidad de obtener de los miembros del pueblo la disponibilidad a morir y a matar, y la de matar a los hombres que están de parte del enemigo¼¨
Ahora bien, en Tomás Hobbes, la génesis del Estado estaría dada por la celebración de un contrato, que cada individuo realizaría con los demás, cediendo, cada uno de ellos, todo el poder a la comunidad, transfiriendo a un tercero el derecho de autogobernarse.
Y como dice Norberto Bobbio, el pacto social consistiría en un acuerdo para la constitución de un poder común.
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Jue Jul 22, 2004 12:00 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

Al respecto Schmitt menciona: ¨¼Soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción¼¨
Dicho estado no significa que sea el desorden, puesto que ¨¼el caso excepcional, el que no está previsto en el orden jurídico vigente, puede tal vez ser calificado como caso de extrema necesidad, de peligro para el Estado¼¨.
Lo excepcional dice Schmitt ¨¼es lo que no se puede subsumir; escapa a toda determinación general, pero, al mismo tiempo, pone al descubierto en toda su pureza un elemento específicamente jurídico, la `decisión. El caso excepcional reviste carácter absoluto cuando se impone como primera medida la necesidad de crear una situación dentro de la cual puedan tener validez los preceptos jurídicos¼¨

En el Leviatán, dice Hobbes, radica la esencia del Estado, definiendo así a una persona que sería la competente para la concentración del poder estatal, precisamente para lograr la paz y la seguridad de la sociedad en pleno. Esta persona no es más que el Soberano, pues en él se encarna el Estado; y cada uno de los individuos le debe respeto y sumisión en calidad de súbdito.
La función de éste afirma Hobbes, ¨¼consiste en el fin para el cual fue investido con el poder soberano, a saber, procurar la seguridad del pueblo, a lo cual está obligado por ley de naturaleza¼¨

Ahora bien, para Carl Schmitt, en coincidencia nuevamente con el contractualista, nos dice que, la labor del Estado consiste, especialmente, en asegurar un orden interno, brindar tranquilidad y seguridad a los hombres de la sociedad, para mantener la tan preciada unidad política, también tiene que combatir en contra de otros estados que pretendan despojarle identidad.
Arguye a lo mencionado el autor que: ¨¼La tarea de un Estado normal consiste sin embargo, sobre todo en asegurar en el interior del Estado y de su territorio una paz estable, en establecer `tranquilidad, seguridad y orden

Queda establecida la relevancia de Hobbes y de C.S. para una solución o decisión para España.

EL estudio de las relaciones de C.S: y Javier Conde pasan por una relectra del pensamiento de Hobbes y de Maquiavelo.

G. Bueno menciona a Hobbes en La vuelta a la Caverna.

Habría que investigar la relectura de Maquiavelo desde el materialismo filosófico.

Saludos cordiales
AMB
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 28, 2004 12:12 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

Que G.Bueno está en la línea de la filosofía política del realismo político ya no hay quien lo dude ( Hobbes, Clausewitz, ...).Pero hay que conocer la tradición hispana por excelencia del realismo político, que también, como la de Bueno ha sufrido el ataque del idealismo:"En la literatura europea sobre los problemas seculares de las naciones, estimulada por los philosophes franceses del siglo XVIII y continuada más tarde por otros arquetipos intelectuales ayunos de historia, llaman poderosamente la atención las preguntas recurrentes sobre las aportaciones de España y su monarquía a la cultura universal. En el orden político, los finos ingenios enciclopedistas, imbuidos del élan estatista, no alcanzaron a comprender las peculiaridades de una forma política que, uniendo su suerte a la de la Contrarreforma, se esforzó por mantenerse en el nivel del tiempo, haciendo frente a la desigual batalla con los Leviatanes europeos. Tiempo perdido si es cierto que en política no hay más elección que domeñar al monstruo o imitarlo. O quebrar el espinazo estatal o devenir Estado. Ciertamente, los esfuerzos hispánicos por «imitar» al Leviatán (introducción de un gobierno «administrativo» superpuesto al estrictamente político) se remontan a la Nueva planta de gobierno, decretada entre 1707 y 1718 por Felipe V. Con razón dice A. d'Ors que el «esencial anti-estatismo español» empezó a quebrantarse con la llegada de los Borbones, si bien «los pensadores españoles de la época reaccionaron contra la teoría "estatista" de los que ellos llamaban los "políticos" de Europa»" J.Moina
Sigue explicando D. J.Molina:

"El primer intento serio de estatizar la Monarquía hispánica, aunque su alcance no fuese del todo bien comprendido, ni siquiera por los protagonistas, tuvo lugar en 1812, cuando se votó la primera constitución positiva española, intentando poner al día, en parte reinterpretándola, la tradición medieval de las Cortes. Especialmente a partir del Estatuto Real de 1834, como ha recordado Dalmacio Negro: «la principal tarea política del liberalismo español, en el que fue muy importante la influencia escolástica, consistió en instituir un Estado, lo que iba ciertamente contra la tradición nacional»2.

A continuación podemos comprobar que se es realista político a la manera de mi MFLA sin tener que hablar en general de " Estado" cuando nos referimos a orden político concreto e histórico:

"Sin embargo, sólo en este siglo ha tenido lugar la transformación en
Estado de la forma política con la que la nación española ha atravesado la modernidad.
Irónicamente, el proceso se culminó en dos actos, corriendo el primero a cargo de los constituyentes republicanos de 1931, y el segundo a cargo de la dictadura soberana de Franco,

quien actuó, en la meseta de su régimen, más bien como un estatista moderado. De esta impresionante transformación, únicamente comparable a la codificación del derecho civil hispánico, muy pocos se han apercibido, aunque, según puede verse, si algo ha caracterizado al pensamiento político del último siglo de vida española ha sido, en última instancia, la cuestión del Estado. Esta, en efecto, envuelve fechas decisivas, incluso divisorias históricas.
El propio Ortega y Gasset, profesando de tribuno y convocando a la nación al Aventino, escribe el 11 de noviembre de 1930: «¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia»3.

"El declive del Estado constituye sin duda el «tema de nuestro tiempo», a pesar de que en las dos últimas décadas, sobre todo por la presión del neoliberalismo y del conservadurismo socialista, se ha transformado en un problema estrictamente
ideológico de «más Estado» o «menos Estado» (la instancia), dejando al margen lo esencial (la substancia). En esto particularmente, la inteligencia política española se mostraba, hasta hace relativamente poco, radicalmente realista, pues los escritores españoles habían afrontado por su cuenta, especialmente durante los años 1940, la tarea de erigir, no ya un régimen nuevo, sino otra forma política recién incoada y situada históricamente allende las fronteras de la estatalidad. Pero, naturalmente, ello sólo puede apreciarse si no se le da a la dimensión ideológica de todo pensamiento político -particularmente al del «enemigo»- un espesor desmesurado para desvalorizarlo." J. Molina

En el siguiente texto pueden comprobar que el realismo del MF de G.Bueno y mi MFLA marchan paralelos y son necesarios al mismo tiempo pues provienen de la misma herencia histórica del realismo español:
"En aquellos años, cuando un tema tan sugestivo como el del Estado total, aparecido en la década anterior, naufragó intelectualmente en la titánica lucha de los campos totalitario y antitotalitario, hubo quienes, corriendo todos los riesgos imaginables, supieron distinguir entre la ganga intelectual las «voces que pregonan una nueva forma política»4. La nueva forma de lo político no era, desde luego, el transitorio Estado totalitario, pero para verlo se necesitaba la perspectiva de un pensamiento que cumpliese al menos dos condiciones: que todavía distinguiese, al contrario, por ejemplo, que el pensamiento francés, entre la nación y el Estado -la République Française es, en este sentido, el Estado moderno por excelencia: el canon de lo que Conde llamó el «orden por comunión»5-, y que tuviese una neta concepción del acontecer político, históricamente troquelado por la solución de la continuidad entre las distintas formas de organizar lo político. Estas condiciones operaban en buena medida sobre la vocación paraestatal española, constituyendo su «circunstancia». La crisis constitucional, agravada hasta hacerse insostenible entre 1923 y 1939, vino a demostrar que «el derrumbamiento del Estado liberal ha puesto de manifiesto una inmensa oquedad en nuestro mundo histórico español. Todo el período histórico en que ha tenido vigencia la forma política del Estado moderno aparece como un gigantesco hueco de la historia española»6. J. Molina
"En España buscóse salvar la indigencia del pensamiento recurriendo a los juristas y escritores políticos hispánicos de los siglos XVI y XVII: Vitoria, Vázquez de Menchaca, Suárez. No fue aquella actitud un ensayo extemporáneo de revivir el pasado o vivir de él, mucho menos una impostura intelectual. Además, sobre lo que ha sido no hay ya posibilidad de elección. En los clásicos, más bien, se halló un «prodigioso caudal capaz de fecundar la forma política del futuro»7.

Separar lo vivo de lo muerto en la política hispánica ocupó entonces el tiempo de algunos de los mejores escritores. Francisco Javier Conde, lo mismo que hicieron otros -Unamuno, Ortega, Ledesma Ramos-, interrogó oracularmente a Don Quijote, «empeño entrañable de dos generaciones españolas». En un emocionante ensayo escribía en 1941: «¿Qué es España si se la mira desde el horizonte dramático de la política? ¿Existe una manera española de entender y de obrar lo político? ¿Por ventura es el Quijote esa manera española por excelencia? ¿Existe acaso una manera quijotesca de entender la política? ¿Qué otras maneras ha habido a lo largo de la Historia y cuál es el sentido de unas y otras?»8. J. Molina.

Saludos cordiales
AMB
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 28, 2004 12:32 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

EL MFLA comprende que la forma Imperio es algo más y distinto a la forma Estado. Tiene que ver con ser católico, universal.Es otra cosa. Es España.

"La política española, para Conde trasunto de Don Quijote y de la aventura de la Ínsula Barataria, nunca fue estatal. Con las mismas enorinadas armas que el hidalgo famoso, la Monarquía hispánica hizo frente al Estado, simbolizado por la pólvora y el estaño, pero también por la economía capitalista, cayendo finalmente derrotada. Conde concluía con el elenco de sus dudas, inevitablemente proyectadas hacia el futuro: «¿Ha sido España alguna vez un Estado moderno? ¿Qué sentido tiene la obra política de Fernando el Católico, Carlos V, Felipe II? ¿Qué relación hay entre el Estado moderno y la empresa española genuina de la catolicidad universal? ¿Es la virtud quijotesca símbolo de la empresa española por excelencia, quebrada en una edad de hierro y hacedera acaso en más dichosa venidera edad?»9.

De estas preocupaciones basales arranca la obra jurídica y filosófico-política de Javier Conde, pero también la de otros escritores de su generación, dando tono, a veces con gran estilo, al saber político. " j.Molina
.Conde fue el inicio de una gran pensamiento realista español.
EL MFLA insiste endescubri la verdad política de cada hora histórica:
"La circunstancia y la vocación españolas acontecen, con matices, paralelas a las del resto de Europa antes de 1939 y también después. Sin embargo, una moda historiográfica muy arraigada en ciertos sectores intelectuales españoles continúa alimentando el tópico de una generación sin maestros, haciendo tal vez del vicio una virtud. Así, más parece que la plétora de escritores y juristas que después de la guerra civil se cultivaron alrededor del Instituto de Estudios Políticos y ciertas cátedras madrileñas o de provincias, finalmente, apenas si encontró los discípulos y continuadores que algunos de ellos merecían, pues en conjunto, como ya se ha indicado, elevaron el nivel de los saberes político-jurídicos en España, antes del impacto, que tuvo dimensiones europeas, de la ciencia política americanizada. Aunque no se les ha reconocido, pues priman otros intereses, algunos de ellos llegaron a desarrollar una obra envidiable, extraordinariamente sugestiva y plenamente conectada al decurso europeo de las ideas.

La ciencia política se incorpora relativamente tarde al elenco de los saberes universitarios españoles, con la fundación, a mediados de los años 1940, de la Facultad de Ciencias políticas y económicas. No obstante, como saber especial fue cultivado originalmente por juristas, sobre todo por profesores de Derecho político. Esto, evidentemente, tuvo sus ventajas, pues retrasó su deriva hacia lo que Fernández-Carvajal denominó «cratología», que agravaba el ya de por sí problemático «giro hacia el saber dominativo» de la inteligencia política moderna. Pero hasta la transformación de la ciencia política, entendida como un saber práctico o virtus intellectualis circa postrema socialia10, en un saber técnico y positivista, hubo ocasión, como decía Conde, para «averiguar la verdad política de cada hora histórica». J. Molina

En descubrir la verdad política:
"Con una vasta obra buscó esa «verdad política» a gran altura el jusinternacionalista Camilo Barcia Trelles (1888-1977). Profundo conocedor del Derecho internacional, fue el precursor en España de la hoy anglosajonizada disciplina que estudia las relaciones internacionales. Sobre este saber proyectó, precisamente, su visión realista del acontecer político, su concepción «orgánica» del orden internacional y la idea de las «constantes históricas» que determinan la política internacional de cada Estado. El estilo de Barcia Trelles11 contrasta vivamente con el predominio actual del normativismo jurídico y el sociologismo, lo que explica en parte el relativo olvido de su pensamiento que, sin embargo, ha sido vindicado desde Alemania, en su día por C. S. y recientemente por G. M.
" J.Molina
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Mie Jul 28, 2004 12:41 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

De C.S. a D.Álvaro D'Ors:

"Debe también mencionarse aquí la figura intelectual de Jesús Fueyo Alvarez (1922-1994), «escritor rigoroso y profundo, erudito y agudo, pensador político de primer rango, aguijoneado, inspirado y sobrecogido por el pathos de la época»12. Preocupado permanentemente por la inseguridad que, en su opinión, caracteriza nuestro tiempo, sintió la inutilidad y el desgaste de no pocos conceptos políticos, algunos de los cuales intentó apuntalar. Estudió con particular interés la forma política estatal, prestando una atención especial al «sentido» que imprime en el derecho y a las condiciones de la mentalidad política moderna13. Una cierta vehemencia de carácter y una coherencia personal a prueba de cualquier decepción ideológica le valen todavía la incomprensión de muchos.

En la frontera con la generación de Fueyo se ubica cronológicamente la trayectoria intelectual de Gonzalo Fernández de la Mora (1924). Su actitud espiritual para el examen de los asuntos humanos -«razonalismo»-, proyectada sobre el tráfico político, en su opinión atravesado fatalmente por el pathos
ideológico, hacen de su obra una de las más interesantes del actual panorama filosófico político hispánico. Bien conocido por su famoso libro El crepúsculo de las ideologías (1965), Fernández de la Mora abrió con él camino a la crítica de la omnipresente política ideológica. A pesar de las ramificaciones de su pensamiento hacia la circunstancia española, los problemas de la historia del pensamiento político y las cuestiones más bien filosóficas, en su núcleo reside la preocupación permanente por la sana razón de Estado, que es también razón pública administrativa y que, probablemente, tiene en él a uno de sus postreros cultivadores14.

En un trabajo de estas características es imposible abarcar, siquiera telegráficamente, el nutrido grupo de escritores e historiadores políticos y juristas españoles relevantes para nosotros desde el punto de vista del realismo político. No puede dejar de recordarse al ya citado jurista político Rodrigo Fernández-Carvajal (1924-1997). Entre los filósofos del derecho debemos contar a Luis Legaz y Lacambra (1906-1980). Entre los historiadores de las ideas a José Antonio Maravall (1911-1986), Luis Díez del Corral (1911-1998) y Dalmacio Negro (1931). También debe mencionarse aquí, por último, al gran romanista Álvaro d'Ors (1915-2004), que ha incursionado con mucha finura en temas de filosofía política y teología política." J. Molina
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Atilana Guerrero Sánchez



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MensajePublicado: Vie Jul 30, 2004 7:47 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Como veo que Antonio Muñoz está en soliloquio, me gustaría hacerle alguna puntualización sobre alguna de las ideas que utiliza, en la versión que su MFLA le da a entender -que, como ha dicho Joaquín Robles con toda razón es una malversación de siglas, pues debería eliminar lo de Materialismo Filosófico, salvo que admita una yuxtaposición de dos filosofías completamente antitéticas-, a saber:
Por supuesto que la Idea de Imperio implica al Estado, es más, el imperio, y habría que especificar cuál, es un coorden de Estados en el que uno de ellos, el Estado hegemónico, mantiene relaciones, bien de sojuzgamiento, en el caso del depredador, bien de simetría, en la medida en que sea generador, con el resto. ¿Acaso no ha leído AMB los "Principios de una teoría filosófico política materialista", o "España frente a Europa" o el "Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas", por un poner? Y por último, que identifique a España con el Imperio, como si no existiese otra forma política con la que definir su identidad, es el colmo. El Imperio español católico fue el proyecto de un Imperio generador precisamente porque a partir de un Estado, la plataforma de dicho Imperio, generó otros Estados, las naciones actuales de Hispanoamérica. Así que, o bien se enmienda desde el LA la teoría política materialista desde la que Gustavo Bueno ha construído dichas ideas, o bien, estamos generando confusiones terminológicas gratuitas.
Feliz verano
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Antonio Muñoz Ballesta



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MensajePublicado: Sab Jul 31, 2004 12:17 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Estimada Atilana:

Como sabes Atilana, las formas políticas que adquieren a lo largo de la historia las unidades políticas, según los politólogos como J.Conde, D.Álvaro D'Ors, etc. san varias. Mi MFLA coincide con esa visión, la cual también es utilizada , ejercida, por G.Bueno por ejemplo en "Ensayo sobre las categorías de la economía política" ( en la que por otra parte se defiende el Socialismo y la Filosofía )y en otras obras, como las que mencionas. En lo que debes reparar un poco es que cuando en "Principios de una teoría filosófico política materialista", o "España frente a Europa" o el "Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas", G.Bueno no especifica las distintas Formas políticas es por la sencilla razón de que está analizando la forma " estatal" vigente, que da por conocida, pero no porque no considere que antes de ella no exiestieran otras, como el Imperio, la Ciudad-Estado,...
Por lo que la plataforma sobre la que se levanta el Imperio, por ejemlo, el español, no es el " estado" ( actual) , sino otra forma de unidad política. Asi por ejemplo para ´J.Conde su nostalgia no fue la del Imperio sino la del " EStado", forma política que no prendió en España, pues era consciente de la " para-etatalidad" de la Monarquía española. Por eso mismo, por estar analizando lo mismo , GB y el MFLA , el MFLA tiene que llamarse así necesariamente. El MFLA es el MF que analiza la propiedad de los medios de producción y se relación con la eutaxia del cuerpo político o unidad política, pero no quiere que todos los miembros del MF seáis del MFLA. EL MFLA es una variante que incide en la defensa de la propiedad privada, sencillamente. No hay confusión alguna. Feliz verano.
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