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España y las izquierdas
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
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MensajePublicado: Mie Feb 09, 2005 8:57 pm    Ttulo del mensaje: Liberalismo y España eterna Responder citando

Estimados amigos:

Si bien es cierto que la historiografía romántico-liberal (Alcalá Galiano, Vicente de la Fuente, autor de la Biblioteca de Autores Españoles, y otros) prestaba especial atención a la Edad Media y sobre todo a la unión de España con los Reyes Católicos, despreciando a los Austrias como símbolo de la decadencia española, no cabe duda que fue precisamente en el siglo XIX cuando se comenzó a escribir Historia de España y se incluyó en ella la idea de que los españoles son los iberos originarios, los auténticos depositarios de las esencias de la cultura española. Así, el romanticismo sería el movimiento que defiende con ahínco «el mito de la cultura», como en cualquier otra época, y lo ibero es lo que funda España. De ahí interpreto yo que Celaya está imbuido en esas ideas del siglo XIX, al citar lo ibero en su poema.

Respecto a Pío Moa, no sé a qué libro de Julián Marías se refiere, aunque creo que lo ha citado en más ocasiones, sin recordar ahora mismo el título de la obra. Supongo que buscando en internet entre los numerosos artículos publicados por Pío Moa, acabará apareciendo el título.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
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MensajePublicado: Mie Feb 09, 2005 9:02 pm    Ttulo del mensaje: Rectificación Responder citando

Estimados amigos:

Cuando digo que en el siglo XIX se comienza a escribir Historia de España, quiero decir que comienzan a escribirse obras elaboradas de grandes períodos de nuestra Historia, sin perjuicio de su mayor o menor acierto, no que hasta entonces no hubiera Historia de España (si Alfonso X el Sabio me lee me fusila).

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mie Feb 09, 2005 9:02 pm    Ttulo del mensaje: Rectificación Responder citando

Estimados amigos:

Cuando digo que en el siglo XIX se comienza a escribir Historia de España, quiero decir que comienzan a escribirse obras elaboradas de grandes períodos de nuestra Historia, sin perjuicio de su mayor o menor acierto, no que hasta entonces no se hubiera escrito Historia de España (si Alfonso X el Sabio me lee me fusila).

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Pedro Insua Rodríguez



Registrado: 09 Oct 2003
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MensajePublicado: Mie Feb 09, 2005 9:57 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Estimados foristas:
Lo que seguramente querrá decir José Manuel es que en el s. XIX se escriben Historias de la "nación" española. Una nación, la surgida a partir de la resistencia al francés en 1808, y "constituida" a partir de 1812 sobre las bases del imperio, que requiere de una historiografía que la justifique: una historia que empieza desde que "Numancia" (España en Mayo de 1808) resiste contra Roma (Francia bonapartista)....
La obra de Lafuente, del lado liberal, en este sentido es central: una historia -y en esto doy la razón a Antonio- que no deja de cultivar la leyenda negra sobre todo en relación a la política de Felipe II (en general en relación a los Austrias que efectivamente, a partir de la victoria de Carlos V en Villalar, han consagrado, según esta concepción, el absolutismo en España). Esta es la idea que tenían los ilustrados ingleses de España: un gran pueblo con un "mal gobierno". Mal gobierno porque no se vio compensado el poder de los reyes con el poder de las Cortes, en donde estarían representado el pueblo y que era lo que reclamaban los comuneros, tornándose así el gobierno de los Austrias en arbitrario, infinito (no limitado, compensado por el pueblo). Pero esta es la manera que tienen los ingleses de ver el asunto: el mal de España es no ser Inglaterra, claro (en donde el Parlamento limita el poder del Rey). Sin embargo, si uno no se pone unas gafas inglesas, como se pusieron muchos liberales, para enfocar la historia de España, las cosas son de otra manera.
Respecto al "iberismo" fue Oliveira Martins, desde la historiografía portuguesa, uno de sus máximos valedores, teniendo este gran influencia en Unamuno y, a través de este en Maragall (el abuelo). Precisamente se utilizaba el iberismo frente al "europeísmo", por lo menos tal como enfocó en asunto Unamuno, frente a Ortega. En todo caso el iberismo como corriente historiográfica se enfrenta a la historiografía gótica (origen visigodo de la "nación" española)
Hay que decir, en cualquier caso, que la izquierda española que gobierna actualmente, izquierda indefinida divagante, ha bebido de las fuentes liberales negrolegendarias (J.A. Llorente, Blanco White...) y, sobre todo, se ha tragado el anticatolicismo desde el que dibujaban España los viajeros ilustrados, primero, y románticos, después, (y de los que beben buena parte de los poetas y literatos que analiza Antonio Sánchez en su artículo), generando el "mito de Al-Andalus" que ahora tenemos ahí delante, como una losa cayendo sobre las "leyes" españolas (por parafrasear a Solón). Cuando arrecia el yihadismo, ZP pone al frente de su política exterior el "mito de Al-Andalus" pretendiendo así apaciguarlo.
Pues ya veremos lo que dura "la cosa" por esta vía...
Saludos,
Pedro Insua
P.D.: Ha muerto, por cierto, Javier Tussell: pues nada, RIP.
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
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Ubicacin: Gijón (España)

MensajePublicado: Vie Feb 18, 2005 10:22 am    Ttulo del mensaje: Un texto de la España eterna Responder citando

Estimados amigos:

Traigo aquí un texto de Benito Pérez Galdós donde aparecen los tópicos que he denominado como propios de la España eterna:

Cita:
Los españoles nacieron para descollar en varias y estimadísimas aptitudes, por lo cual tenemos tal número de santos, teólogos, poetas, políticos, pintores, pero con igual idoneidad sobresalen en los tres tipos que antes he indicado [Tres tipos ofrece el caudillaje en España, que son: el guerrillero, el contrabandista, el ladrón de caminos], y que a los ojos de muchos parece que son uno mismo, según las lamentables semejanzas que la Historia nos ofrece. Yo traigo a la memoria la lucha con los romanos y la de siete siglos con los moros, y me figuro qué buenos ratos pasarían unos y otros en esta tierra, hostigados constantemente por los Empecinados de antaño. Guerrillero fue Viriato, y guerrilleros los jefes de mesnada, los adelantados, los condes y señores de la Edad Media. Durante la monarquía absoluta, las guerras en país extraño llevaron a América, Italia, Flandes y Alemania a todos nuestros bravos. Pero cesaron aquellos gloriosos paseos por el mundo, y España volvió a España, donde se aburría, como el aventurero retirado antes de tiempo a la paz del fastidioso hogar, o como Don Quijote, lleno de bizmas y parches, en el lecho de su casa y ante la tapiada puerta de su biblioteca sin libros.

Vino Napoleón y despertó todo el mundo. La frase castellana echarse a la calle es admirable por su exactitud y expresión. España entera se echó a la calle, o al campo; su corazón guerrero latió con fuerza, y se ciñó
laureles sin fin en la gloriosa frente; pero lo extraño es que Napoleón, aburrido al fin, se marchó con las manos en la cabeza, y los españoles, movidos de la picara afición, continuaron haciendo de las suyas en diversas formas, y todavía no han vuelto a casa.

La guerra de la Independencia fue la gran academia del desorden. Nadie le quita su gloria, no, señor; es posible que sin los guerrilleros la dinastía intrusa se hubiera afianzado en España, por lo menos hasta la Restauración en Francia. A ellos se debe la permanencia nacional, el respeto que todavía infunde a los extraños el nombre de España, y esta seguridad vanagloriosa, pero justa, que durante medio siglo hemos tenido de que nadie se atreverá a meterse con nosotros. Pero la guerra de la Independencia, repito, fue la gran escuela del caudillaje, porque en ella se adiestraron hasta lo sumo los españoles en el arte para otros incomprensible de improvisar ejércitos y dominar por más o menos
tiempo una comarca; cursaron la ciencia de la insurrección, y las maravillas de entonces las hemos llorado después con lágrimas de sangre. Pero, ¿a qué tanta sensiblera, señores? Los guerrilleros constituyen nuestra esencia nacional. Ellos son nuestro cuerpo y nuestra
alma; son el espíritu, el genio, la Historia de España; ellos son todo, grandeza y miseria, un conjunto informe de cualidades contrarias, la dignidad dispuesta al heroísmo, la crueldad inclinada al pillaje.

Al mismo tiempo que daban en tierra con el poder de Napoleón, nos dejaron esta lepra del caudillaje que nos devora todavía. Pero, ¿estáis definitivamente juzgados ya, oh, insignes salteadores de la guerra? ¿Se ha formado ya vuestra cuenta, oh Empecinado, Porlier, Durán, Amor, Mir, Francisquete, Merino, Tabuenca, Chaleco, Chambergo, Longa, Palarea, Lacy, Rovira, Albuín, Clarós, Saornil, Sánchez, Villacampa, Cuevillas, Aróstegui, Manso, el Fraile, el Abuelo?

No sé si he nombrado a todos los pequeños grandes hombres que entonces nos salvaron, y que en su breve paso por la Historia dejaron la semilla de los Misas, Trapense, Bessieres, el Pastor, Merino, Ladrón, quienes a su vez criaron a sus pechos a los Rochapea, Cabrera, Gómez, Goróstidi, Echevarría, Eraso, Villarreal, padres de los Cucala, Ollo, Santos, Radica, Valdespina, Samaniego, Tristany, varones coetáneos
que también engendrarán su pequeña prole para lo futuro.


Benito Pérez Galdos, Episodios Nacionales (1874), «Juan Martín "El Empecinado"» (Ed. de Círculo de Lectores, págs. 55-57).

En el texto se pueden apreciar algunos de los tópicos que ha señalado Insua (la monarquía hispánica como monarquía absoluta, no limitada, el iberismo [Viriato], etc.), aparte de lo que señalé de identificarse a los guerrilleros de la Reconquista y anteriores con los de la Guerra de Independencia, señalando una línea histórica que proseguirá en lo futuro, como una muestra del «carácter popular» español. Precisamente estos tópicos fueron asumidos por el franquismo en su recuperación de las glorias de España, y han quedados incorporados de forma difusa en los ideologuemas de nuestro presente.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
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MensajePublicado: Vie Feb 18, 2005 9:30 pm    Ttulo del mensaje: Empecinamiento farándulero. Responder citando

Pues no lo veo yo así..., si estos <tópicos> asumidos por el franquismo <han quedado incorporados de forma difusa en los ideologemas de nuestro presente.>...ya que lo único que yo veo son eticistas del corazón y el sentimiento, roqueros y raperos tarareantes y “aures arabum” que se taladran las “orejas” para “orearlas” mejor al viento, y colgarse adornos de hojalata, que no de oro, “auriculares” modernos que son una invitación, no al áurea sempiterno de la madre Tierra, que diría San Isidoro de Sevilla, sino invitación al metrosexualismo y al criptomariconerismo musicaloide del compackkk disman frente al espejo. Nada mejor que estos guerrilleros nuestros de la flauta callejera y la limosna progre de grafitti pacifista y antiamericanismo galopante, que se arrepienten hasta de ser lo que son: unos pequeñoburgueses ignorantes de quienes les suministran la sopa boba de su complacencia sicológica. Estas tribus urbanas hijas de la LOGSE que jamás oyeron hablar ni del cura Merino ni de los sitios de Gerona y que aborrecen a España, tanto en su vertiente antisocial anarcoide como en su vertiente fina de la cultura de la ópera y la farándula almodovariana. Nada más lejos de un Empecinado que el músculo del gimnasio y el aire de los campos de golf...y es que el Mercado pletórico lo puede todo. Todo esto no lo veo yo como ideologemas del pasado incorporados al presente, ni como <izquierda divagante> que hubiera asumido tales ideologemas, sino como divagación total de todas las clases sociales, como miserabilidad de todo un pueblo que ha perdido efectivamente su <“memoria histórica”>, esto es, sus verdaderos y necesarios mitos...si es que en verdad alguna vez los tuvo. Hoy efectivamente no hay quién nos salve. Adiós.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Sab Feb 19, 2005 10:54 am    Ttulo del mensaje: Ideología difusa Responder citando

Estimados amigos:

No quise decir en mi anterior mensaje que el liberalismo español estuviera difuso entre el «pueblo» llano, sino que se encontraba en nuestro presente. Pero más bien entre clases pudientes y profesiones «liberales» que entre el común de los españoles (por ejemplo, entre los políticos del PP). De hecho, esta presencia elitista del liberalismo no es nueva. Durante el siglo XIX, el «pueblo» era en general carlista, mientras los estamentos militares y la burguesía eran liberales, como bien observó Marx. Decían los liberales de los carlistas: «Nosotros tenemos un ejército, ellos un pueblo». Y ahora sucede lo mismo. Y es que el liberalismo no puede sino desembocar en una elite que quiere dejar de pagar impuestos en nombre de la libertad, porque los ciudadanos tendrán derechos, pero éstos son formales si no vienen llenos de «contenido social» (otra vez Marx). En todo caso, esta también es una manera de estar difusamente en el presente: la elite liberal frente a la masa pacifista e ignorante que intenta reventar aquello que le da de comer.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Martín González Martínez



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MensajePublicado: Mie Mar 02, 2005 9:56 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

No acabo de entenderle, J. M. ¿No es ahora en cierto modo peor que en el diecinueve, porque el pueblo ya no es carlista? Quiero decir que tampoco tenemos al pueblo "emperrado" en la defensa de valores acendrados de ninguna especie, sino que andamos todos un poco perdidos. En cuanto a lo de la élite "liberal", bueno, ¿podemos calificar a las élites de Cataluña o de Vascongadas como "liberales"? ¿Y qué decir de las élites culturales y mediáticas? El PP no revalido su victoria del 96 por culpa de la corrupción socialista de hacía más de cuatro años, sino más bien por haber bajado los impuestos y haber mejorado la situación, por haber capado a la ETA, y pienso que todo ello fue perfectamente percibido por la gente porque la élite mediático-cultural no actuó entonces de manera eficaz.
En mi humilde opinión han sido circunstancias "externas" -terrorismo islamista, bonanza económica -las que han favorecido que ciertas élites nada liberales hayan podido despacharse agusto con la pequeña y, por el momento mayoritaria, pequeña burguesía. Saludos
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mie Mar 02, 2005 10:01 am    Ttulo del mensaje: Liberalismo y elites Responder citando

Estimados amigos:

Creo que se están extrapolando excesivamente mis afirmaciones. Que el pueblo tenga alguna ideología, yo supongo que será la socialdemocrática, esa que al ser tan ambigua, permite decir hoy «No a la Guerra» y mañana sí, pues al fin y al cabo el cliente siempre tiene razón y puede decir lo que le venga en gana, bajo su responsabilidad de hedonista consumidor del mercado pletórico. Este infantilismo es bien propio de la mayoría de miembros del PSOE.

Respecto al liberalismo, pienso que la reducción de impuestos realizada por el PP tiene que ver perfectamente con la izquierda liberal. No tenemos más que echar un vistazo a lo que sucede en Hispanoamérica: allí nadie declara lo más mínimo por sus posesiones. Eso sí es liberalismo de verdad, con el fundamento del individuo atómico para la igualdad de los ciudadanos. Nada de igualdad económica. Lo que pasa es que eso sólo beneficia a los ricos, a los que tienen más propiedad privada como es natural. Por eso pienso que el liberalismo nunca ha dejado de ser una ideología de elites, como la propia Historia muestra fehacientemente.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Martín González Martínez



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MensajePublicado: Mie Mar 02, 2005 10:44 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

Disculpe si le interpreto mal, pero ¿no es algo tosco éso de decir
Cita:
Nada de igualdad económica. Lo que pasa es que eso sólo beneficia a los ricos, a los que tienen más propiedad privada como es natural. Por eso pienso que el liberalismo nunca ha dejado de ser una ideología de elites,
? El hecho de que los sistemas impositivos de América Latina sean por lo general menos gravosos, no significa que la seguridad jurídica de la propiedad y la de las transacciones ("principio" o "postulado" liberal más importante aún) esté aceptablemente garantizado en esa región del globo.

En efecto, generalizando en exceso, los bajos impuestos benefician más a los que más tienen, es decir, si me lo permite, "benefician más a los más beneficiados", pero ello no significa, atención, que perjudiquen a los que tienen menos, sino simplemente que los benefician menos, que no es lo mismo. Claro, el problema es que en América Latina, mucha gente no tiene nada que gravar, pero no es el caso de España, y todavía menos el de Francia, y no digamos el de Suecia. ¿Quizá sea en parte por ello por lo que no cabe hablar allá en Am. Lat. de socialdemocracia?

Por último su visión del liberalismo como ideología de las élites le lleva a dejar de lado el activo más importante en una economía liberal a largo plazo, que no es la propiedad -privada -del capital físico, sino la propiedad -privada -del capital humano, la educación y la formación. Saludos.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mie Mar 02, 2005 12:49 pm    Ttulo del mensaje: Liberalismo como elitismo Responder citando

Estimados amigos:

En respuesta a Martín González debo señalar lo siguiente:

Cuando los impuestos se conciben únicamente como indirectos, estamos suponiendo una igualdad ante la ley (todos tienen que pagar las imposiciones al precio de las cosas por igual), pero esa igualdad es formal, pues a la postre quien tiene problemas para llegar a fin de mes no es simplemente «menos beneficiado» que quien dispone de una cuantiosa fortuna, sino más perjudicado. En la República de Weimar, cuando desapareció el mercado pletórico de bienes por culpa de la crisis económica, no fueron las hijas de los más ricos quienes se dedicaron a prostituirse, sino las de la clase media.

Por otro lado, ese postulado liberal de seguridad jurídica de la propiedad supone que es poco menos que absoluta, lo que es una contradicción con las leyes de muchos Estados. De entrada, con la doctrina del Tribunal Constitucional de España, que dice que los derechos no son absolutos. De hecho, los tributos locales ya se encargan de demostrarnos a diario lo muy condicionada que está nuestra propiedad. Además, si lo que defienden los liberales es el adelgazamiento del Estado y la propiedad privada de la educación y la formación, sin duda que en Hispanoamérica lo tenemos bien a la vista: se adelgaza la seguridad pública y pasa a depender de empresas privadas. ¿Acaso en ciudades como Méjico, Río de Janeiro o Buenos Aires no proliferan las empresas de seguridad privada? ¿No existen centros de enseñanza privados de cierto prestigio (controlados por la Iglesia católica en muchos casos) en Hispanoamérica? Sin embargo, está claro que esos servicios sólo pueden pagárselos unos pocos. Lo mismo que sucede con la Medicina: los liberales exaltan la medicina privada sobre la pública, señalando su mejor atención personalizada y con más tiempo para cada paciente. Estoy de acuerdo, pero esa atención personalizada no te la dan porque sí, sino después de poner varios millones sobre la mesa.

Al final, lo que se ve es la enorme contradicción que existe entre el derecho absoluto a la propiedad y el adelgazamiento del Estado: si se adelgaza el Estado, peligra la propiedad y es necesario contratar seguridad privada; si aumenta el Estado, aumentan los impuestos sobre la propiedad y esta ya no es absoluta. En cualquier caso, la propiedad privada del capital humano, la educación y la formación sigue siendo algo que sólo está al alcance de quien posee los resortes del poder económico, y por lo tanto disponible sólo para una elite. No salimos de los postulados señalados por mí.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Martín González Martínez



Registrado: 16 Jun 2004
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MensajePublicado: Jue Mar 03, 2005 2:30 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Gracias por la respuesta. Me expresé mal. Al hablar de la propiedad privada del capital humano, ni muchísimo menos pretendía yo referirme al carácter privado de la actividad educativa, del sector de la educación. Me refería a la "libertad de empleo", al hecho de que las rentas de dicho capital humano dependan fundamentalmente del mercado. Perecía vd. no considerar la propiedad de éste capital en su visión general y “elistista” del liberalismo. Sobre ésta propiedad privada no hay élites que valgan, en un ámbito liberal, claro.

En cuanto a su mención de los impuestos indirectos y el ejemplo de Weimar, no me parece muy afinada. A ver, desde luego, los impuestos indirectos son injustos por naturaleza, y su injusticia radical no se solucionará subiéndolos, supongo que hasta aquí estamos de acuerdo. Si nos referimos a la relación con los directos después de una bajada de los segundos, indudablemente se produce un aumento relativo de los primeros, pero ello no significa en absoluto un empeoramiento del poder adquisitivo de las rentas más bajas, siempre que haya estabilidad de precios, claro, y ése es el gran problema de América Latina y la “bicha” de todo gobierno liberal, y respecto a Weimar, qué quiere que le diga que usted no sepa de sobra. Esto llevaría a discusiones sobre política fiscal y monetaria que nos alejan del tema.
Si hablaba vd. de Weimar en relación con nuestra nación, ¿no sería llevar la analogía demasiado lejos?: las circunstancias y el propio sistema económico eran enormemente distintos a los de la España actual, empezando por el proteccionismo agresivo de las medidas tomadas por el estado en sus múltiples gobiernos, la política monetaria deliberadamente suicida –como “chantaje”, justificado o no, a las condiciones de Versalles -, el carácter mucho más abierto de la economía española y europea actuales, en fin, la situación política internacional, la estructura productiva alemana de entonces, la distribución de la renta, la vertebración de la sociedad, la estructura de las familias, ... son demasiadas las diferencias y demasiado grandes. De todas maneras, no me irá a decir, J. M., insisto, que la Alemania de Weimar se caracterizó por su liberalismo económico, o que las mujeres alemanas se, digamos, “capitalizasen” para cuadrar el presupuesto doméstico... Se prostituían porque no tenían comida, medicinas, para ellas y los suyos, como las cubanas de hoy, y de eso no tenían la culpa los impuestos indirectos de ningún liberalismo elitista, desde luego no en primer lugar. Más bien tenía la culpa el inmenso “impuesto indirecto” que supone el victimismo de una clase política que no quería o no podía o no sabía o no la dejaron asumir la derrota de Alemania (a efectos estrictamente de política económica), y ésto podrá ser muchas cosas, capitalismo, corporativismo, social-democracia, nacional-socialismo, populismo... pero ¿liberalismo?. Desde el primer momento las medidas socialdemócratas de Ebert fueron en la dirección opuesta a los principios liberales (gasto público exorbitante, altos impuestos, subvenciones industriales masivas utilizó a la nación como un arma política casi como si no hubiera acabado la guerra, a efectos de política económica.

Hablemos claro, la seguridad jurídica perfecta, con doctrinas perfectamente inequívocas o sin ellas –respecto a cualquier derecho -no existe ni probablemente existirá nunca, con o sin peso del Estado en la asignación y distribución de rentas, en la Economía. El llamado laissez faire, por tanto, tampoco; y por tanto la perfecta economía dirigida tampoco. Decantarse por uno de los dos sistemas extremos no viene al caso.

Y es que “los liberales” no defienden el adelgazamiento del Estado ni la privatización de todo, siempre. Los liberales defienden la optimización de la eficiencia en la asignación y transacciones “junto y gracias a” –aquí veo yo su belleza teórica –el desarrollo libre del incentivo individual, egoísta, de todos los ciudadanos, y eso puede significar, en un momento dado, fortalecer ciertas atribuciones públicas para ponerle coto, por ejemplo, a un monopolio, garantizar la asistencia sanitaria, el derecho a la educación, para ganar un guerra...

Yo, simplemente, dudo que el liberalismo sea elitista; el capitalismo sí que puede serlo, desde luego. Y es cierto, son inseparables, pero en la medida en que el primero se establece, se tiende a asegurar que los efectos del segundo no redunden en perjuicio de nadie, aunque sí en el mayor beneficio y hasta incluso en el mucho mayor beneficio de los más competentes -¿élites? -, caramba, pues tal vez, pero sólo en un sentido excelente, no en uno “oligárquico” o injusto. ¿Élites en España? Bien, tal vez, pero no por lo que tengan de liberales, y bastante repartidas en su, digamos, vertiente, o encarnación política (PSOE, PP, CIU, PNV...).
También dudo que la gente tengamos una ideología clara, como en la época del Carlismo, del catolicismo (observación suya que comparto). Más bien creo que lo que estamos es mediatizados por una serie de élites nada liberales que nos enchufan sus estéticas y sus mitos, y ello les sale bien a veces, como el día 14 gracias, sugerí, a ciertos factores externos al ámbito nacional, la bonanza económica y el terrorismo islámico. Otras veces no les salió –y no porque no lo intentaran –sino porque la gente no está ideologizada.

Bueno, como quizá hayan ya intuido, amigos, mis conocimientos no dan para mucho más, así que espero impaciente la respuesta de J. M. aunque de producirse no creo que pueda ya contestarla a mi vez. Muchas gracias de nuevo.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Jue Mar 03, 2005 3:50 pm    Ttulo del mensaje: Aclaraciones sobre liberalismo Responder citando

Estimados amigos:

Para dejar las cosas más claras, debo señalar que yo no me opongo a la asignación de recursos por medio del mercado, ni trato de demonizar el liberalismo, sino intentar ver la virtualidad de la doctrina liberal (en sus diversas modulaciones, pues no es unívoca) y su potencia frente a otras doctrinas contrarias. Sin embargo, no creo que el Estado pueda quedar al margen de la economía de mercado; de hecho, ni siquiera queda al margen en Hispanoamérica, aunque su concepción sea distinta.

Respecto a lo que señala Martín González Martínez en su contrarréplica, me gustaría resaltar algunas frases.

Martín González Martínez escribi:
Al hablar de la propiedad privada del capital humano, ni muchísimo menos pretendía yo referirme al carácter privado de la actividad educativa, del sector de la educación. Me refería a la "libertad de empleo", al hecho de que las rentas de dicho capital humano dependan fundamentalmente del mercado. Perecía vd. no considerar la propiedad de este capital en su visión general y “elistista” del liberalismo. Sobre ésta propiedad privada no hay élites que valgan, en un ámbito liberal, claro.


Sin duda que no se puede negar la propiedad privada de ese capital ni que tenga que haber empleadores privados, tanto en forma de pequeños como medianos empresarios, pero esto no nos libra necesariamente de las contradicciones que señalé. Si hay crisis, está claro que a una gran empresa no le puedes pedir que, generosamente, mantenga todos los puestos de trabajo de sus empleados, o que incluso les suba el sueldo (como llegan a pedir los sindicatos incluso en épocas de clara recesión económica en la actualidad); menos aún podrás pedirle eso a los pequeños y medianos empresarios: tendrán no sólo que reducir plantilla, sino incluso bajar salarios para mantener su productividad.

Desde la óptica liberal, que mantiene la necesidad de la libre competencia para ofrecer cada vez mejores productos en el mercado, nada que objetar. Pero desde el momento que hablamos de una selección estamos discriminando a unos en beneficio de otros. Discriminamos en primer lugar a los que se quedan en la calle, que ni tienen capital para montar su propia empresa ni tampoco son capaces en ocasiones de reengancharse al mercado laboral. Sin sentir pena por ellos, apelaríamos a la competencia mercantil para explicar por qué unos siguen empleados y otros no, pero siempre habría que reconocer a una elite que obtiene los mejores beneficios, que siempre logra encontrar empleo, etc., mientras otros quedan marginados. El liberalismo propugna siempre selección social, y eso implica siempre una elite seleccionada frente a una mayoría que queda por debajo.

Martín González Martínez escribi:
En cuanto a su mención de los impuestos indirectos y el ejemplo de Weimar, no me parece muy afinada. A ver, desde luego, los impuestos indirectos son injustos por naturaleza, y su injusticia radical no se solucionará subiéndolos, supongo que hasta aquí estamos de acuerdo. Si nos referimos a la relación con los directos después de una bajada de los segundos, indudablemente se produce un aumento relativo de los primeros, pero ello no significa en absoluto un empeoramiento del poder adquisitivo de las rentas más bajas, siempre que haya estabilidad de precios, claro, y ése es el gran problema de América Latina y la “bicha” de todo gobierno liberal, y respecto a Weimar, qué quiere que le diga que usted no sepa de sobra. Esto llevaría a discusiones sobre política fiscal y monetaria que nos alejan del tema.


Reconozco que la mención a Weimar está mal ajustada, pues su decadencia se produjo en circunstancias muy peculiares (las marcadas por el famoso Pacto de Versalles, como señala Martín González). Sin embargo, lo que quería señalar es que no es tan fácil hablar de libre competencia cuando las circunstancias económicas se empobrecen y queda poco margen para la maniobra.

Respecto a los impuestos indirectos, y ya que hablamos en este tema de la izquierda, pienso que son los más democráticos desde un punto de vista formal (todos pagan igual), sin perjuicio de que sean injustos o no en lo material (paga igual el rico que el pobre). Ahora bien, el parámetro defendido por el liberalismo para la igualdad es precisamente la realidad jurídica, es decir, los derechos formales sobre la propiedad privada, la empresa, etc. El liberalismo se funda como izquierda precisamente porque supera los diezmos del Antiguo Régimen y los sustituye por estas retribuciones equitativas, iguales para cada ciudadano con independencia de su extracción social o su linaje.

Ahora bien, estos derechos formales del liberalismo llevan a contradicciones. En primer lugar, las relativas a las condiciones materiales, que no son las mismas para cada ciudadano. En segundo lugar, puede llevar a considerar que el Estado es un patrimonio privado de las elites. Sólo así puede justificarse que las elites dirigentes de Hispanoamérica incurran en tan graves casos de corrupción, no sólo en cuanto a sus posesiones personales, con evasión de capitales (amparándose en su derecho a la propiedad privada), sino también en su control sobre las empresas del Estado (amparándose en su libertad de empresa). Al final, como el liberalismo es algo propio de elites, lo que lleva es a la constitución de una oligarquía con pleno control sobre la economía, dejando un auténtico desierto al resto (el pueblo llano es quien sufre la inflación y la constante fluctuación de precios).

Seguramente quienes lean estas líneas considerarán lo que digo una vulgar caricatura y me señalarán a Estados Unidos, que es un régimen liberal que económicamente funciona mejor que ningún Estado en el mundo. Pero la cuestión es que Estados Unidos funciona así no tanto por la libre competencia, sino por leyes impuestas desde la administración. Por ejemplo, en Estados Unidos los impuestos sobre la propiedad y las grandes fortunas son altísimos. Pero pueden ser evadidos, bien destinando el dinero a fundaciones, lo que implica atención a los más necesitados (en Estados Unidos no existe un servicio público de sanidad como puede haber en España), o bien invirtiendo el dinero y fundando una empresa que ofrezca trabajo a la comunidad. Pero esto puede ser entendido como una vulneración a la libertad que señala el liberalismo, pues ¿qué motivos hay para que el Estado se entrometa en el mercado? Que actuase como el Leviatán de Hobbes para asegurar la propiedad, sería comprensible. Pero aquí el Estado interviene para apuntalar el funcionamiento del mercado, sin perjuicio de que estas medidas no implican la eliminación de amplias bolsas de pobreza ni tampoco la mejora de salarios, en ocasiones muy bajos.

Como es natural, siempre se podrá decir que el liberalismo implica distintas escuelas, pero lo que no parece verse en ninguna es que el Estado deba intervenir de esta manera como lo hace en Estados Unidos en el caso propuesto. Y no olvidemos que esta legislación no existe en Hispanoamérica, pues los oligarcas no están obligados a invertir en su país, donde sí lo hacen los extranjeros. Además, si no recuerdo mal, Hoppe, tan encarecido por algunos, que es anarcocapitalista, defiende la privatización de todos los servicios estatales, con lo que se llegaría a una monarquía del Antiguo Régimen, o a una oligarquía hispanoamericana de las que ya conocemos, donde los bienes y servicios son propiedad del rey o de los oligarcas, respectivamente.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Antonio Romero Ysern



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MensajePublicado: Mar Mar 15, 2005 7:08 pm    Ttulo del mensaje: anti España Responder citando

Estimados amigos:

La idea de antiEspaña, que Antonio Sánchez ha utilizado en su reciente artículo de "El Catoblepas", empieza a no sonar tan rara. Como muestra, un botón. Un saludo.

El morador de La Moncloa
Aritmética de la anti España

Isabel Durán


Miente el morador de La Moncloa; miente el Ejecutivo que nos gobierna y, hasta en la sede de la soberanía nacional, miente el partido que les sustenta. Porque para todos ellos, la supervivencia en el poder pasa por la gran mentira, negar la mayor de las evidencias: su disposición total y absoluta al desguace de España a cambo de mantenerse en el Gobierno.

La aritmética parlamentaria de la anti España ha convertido en actores de la desfiguración de la nación española no sólo a los apoyos parlamentarios de ZP de las minorías de la izquierda radical, sino a las terminales institucionales del Estado: Francisco Rubio Llorente, Maria Emilia Casas y, el Alto Comisionado de designación presidencial, Gregorio Peces Barba, artífice de la deconstrucción en la reforma de la Constitución.

Ignorante y crédulo, José Luis Rodríguez Zapatero es un presidente feliz cortejado por los depredadores de España, adulado por los prebostes del totalitarismo nacionalista y la corrupción, por los que escupen al castellano y por quienes pretenden que dejemos de entendernos entre los españoles. Esta es la balumba del Gabinete ZP, un Gobierno anticlerical, antiamericano y antiespañol.

Lo malo es que la voluble petulancia del morador de La Moncloa ha puesto rumbo sin marcha atrás hacia el desmembramiento de España. La marejada política arrecia hoy un oleaje feroz antiespañol desde quienes debían ser sus principales valedores, algo impensable hace tan sólo un año. Esperemos que ZP no tenga el tiempo suficiente para arrojarnos desde el temporal al abismo y que, en las próximas legislativas, descubierta la sórdida realidad de su Gobierno de la desintegración, el proyecto de la anti España del socialismo Plus quede abarloado en un rincón de la historia para siempre. Sin embargo, abierta ya gravemente la brecha de la inestabilidad constitucional, el futuro está por escribir. Esa será la endiabladamente complicada herencia de ZP Plus.

(artículo publicado en Libertad Digital)
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
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MensajePublicado: Lun Mar 28, 2005 6:01 pm    Ttulo del mensaje: "La izquierda y la nación" Responder citando

Estimados amigos:

Acabo de leer La izquierda y la nación. Una traición políticamente incorrecta de César Alonso de los Ríos. El libro es una selección de textos que no tienen unidad, salvo, naturalmente, el tema de fondo que es el que el propio título –y su significativo subtítulo- anuncía. El propósito del autor es el de defender una suerte de “patriotismo de izquierdas”, denunciando, por tanto, el abandono que ha tenido lugar desde la izquierda de la defensa de la nación española, se entiende que frente a los diferentes separatismos más o menos disfrazados.

El libro se resiente mucho de esa falta de unidad que hace que pueda resular reiterativo. Y, sin embargo, paradójicamente la reiteración de su tesis de fondo no sirve para correguir algunas deficiencias importantes en la aclaración de esas tesis. Es decir, que el autor se repite mucho, pero no se aclara. Falta, por supuesto, una Idea clara de Izquierdas que explique la existencia de las diversas formas de esta. César Alonso de los Ríos llega, como mucho, a diferenciar “PSOE y PCE”, lo cual se podría entender como una forma castiza de diferenciar a la cuarta y quinta generación de izquierdas. Por cierto, para exhortar al primero a una vuelta al “patriotismo de izquierdas” (el autor ocupó algún cargo importante durante la etapa socialista en los ochenta) y más bien dando por perdida a ese respecto a IU. El libro está escrito en 1999. Sospechamos que hoy por hoy el autor ha dado también la batalla por perdida con el PSOE.

Otra de las aclaraciones que serían pertintes es cuales serían las causas del abandono de ese patriotismo de izquierda, fenómeno que CAR sitúa en los años sesenta. Por cierto, que algo debe saber de primera mano de esas circunstancias quien se declara antiguo militante del FLP de Julio Cerón. Frente a esa situación que se gesta en esa decada, CAR defiende que en el periódo de la II República y la Guerra Cívil lo normal era más bien el patriotismo de izquierdas, aunque ya entonces atisba, sobre todo en el PCE, señales de la que ha venido a ser la doctrina dominante en IU.

Pero quizás la confusión más llamativa en el autor tiene que ver con la propia idea de nación. Por alguna referencia aislada, CAR parece defender la idea de nación de Renan (el “plebiscito cotiano”). Pero, claro, con esas armas no es raro que la izquierda haya tenido tantos probremas con la defensa de la nación. ¿Qué es el plebiscito que quiere convocar Ibarreche sino uno de esos “plebiscitos cotianos” hecho realidad y no sólo fórmula retórica?

El libro tiene un prólogo (Desde un lugar de la La Mancha) diez capítulos (Bergamín contra España, Un compromiso antihistórico y antidemocrático, Peter Pan Arrabal, Dos izquierdas, El actor comunista, De la traición a la transición, El XIX contra los tópicos, Maragall en Cantabria, Cataluña: realidad y mito y La lengua y las humanidades como armas para el combate) y un índice onomástico. Lo publicó Planeta en 1999.

Un saludo.
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