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Texto contra el "buenismo" como secta

 
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Autor Mensaje
Guillermo Pérez Álvarez



Registrado: 08 Jun 2005
Mensajes: 74
Ubicacin: Huelva (España)

MensajePublicado: Vie Jun 01, 2007 11:21 pm    Ttulo del mensaje: Texto contra el "buenismo" como secta Responder citando

Saludos amigos de Nódulo, os pongo un texto que acabo de encotrar por Internet. No sé si es el foro más adecuado pero bueno, si no es así que el resposable de los foros lo ponga donde crea más oportuno. Un saludo,

Guillermo


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LA ESCUELA DE GUSTAVO BUENO, SECTA FUNDAMENTALISTA (URL: glayiu.org/?accion=ver&tipo=analisis&id=958)

El Diccionario de la Real Academia Española define “secta” como: “s.f. Conjunto de seguidores de una ideología doctrinaria. 2. Sociedad secreta, especialmente política. 3. Doctrina, confesión religiosa. 4. Grupo disidente minoritario en las religiones o Iglesias constituidas”. La Escuela de Bueno sería una “secta” según la primera acepción, la cual indudablemente es demasiado general y poco precisa;según esa definición podríamos calificar de “secta” a cualquier escuela o corriente filosófica, así como a cualquier partido político, sindicato, movimiento social, etc.

Ahora bien, desde el punto de vista psicosociológico –que es el que aquí nos interesa--, una secta es un grupo más o menos minoritario que adopta, bajo la conducción de un Guía o Maestro Infalible, una actitud fundamentalista de respeto a los textos sagrados y de enfrentamiento agresivo y proselitista contra todas las restantes concepciones, cosmovisiones, ideologías y filosofías de su entorno social e incluso del mundo entero. La secta se distingue por su rechazo visceral de toda crítica interna y externa, su consideración de cualquier punto de vista diferente como potencialmente perjudicial y dañino, su ideal de renovación “espiritual” y personal, el gusto por el sincretismo, el afán de cambiar la vida individual y de vivir en una comunidad armoniosa frente a una sociedad externa vista como “gravemente confundida y/o perturbada” (véanse las frecuentes alusiones de Bueno al “Jardín de Epicuro” y al “alejamiento de toda forma de cultura”), la exigencia a sus adeptos de una adhesión total y exclusiva a su doctrina y/o modo de vida, y el culto a la personalidad de su Guía o Maestro, el cual es considerado como infalible [Pepe Rodríguez, El poder de las sectas, Ediciones B, 1999]. En este sentido, la Escuela de Bueno puede perfectamente definirse como una secta, o al menos como un grupo con fuertes componentes sectarios, ya que todas las características antes descritas se dan de manera especialmente marcada en la Escuela de Bueno. Asimismo, la filosofía de Bueno podría describirse, más que como un idealismo tout court, como un curioso híbrido de materialismo e idealismo, nacido del gusto por el sincretismo característico de los grupos sectarios (aunque no sólo de éstos). Ese híbrido no puede dejar de dar lugar a fuertes contradicciones internas dentro de la propia filosofía de Bueno, aunque los contenidos idealistas de la filosofía de Bueno son considerados por éste como emic materialistas, de acuerdo con una concepción absolutamente sui generis del "materialismo" que no coincide con la de ningún filósofo materialista del presente o del pasado.

Ahora bien, crear un sistema completo de filosofía, fundar una escuela dirigida por una doctrina, tener preocupaciones políticas e intentar rebatir a otras filosofías contemporáneas son características que se aplican --en mayor o menor grado-- a prácticamente todas las Escuelas Filosóficas de la historia y a muchas del presente; de ahí que tales rasgos no sean pertinentes para caracterizar a la Escuela de Bueno en contraposición a otras Escuelas. Por otro lado, la creencia de hallarse en posesión de la Verdad Absoluta y de que toda la sociedad está gravemente confundida, así como el sentirse en la "obligación" de rebatir a absolutamente todo el mundo, son rasgos que pertenecen al ámbito de estudio de la Psicología Social, y que constituyen algunos de los caracteres definitorios de los grupos sectarios, aunque su sola presencia no basta para calificar a un grupo como "sectario"; por otra parte, también se puede ser materialista y sectario.
Si acudimos a la historia del pensamiento filosófico, veremos que, por ejemplo, en la Escuela de Platón había mucho más debate interno y mucha más autocrítica que en la Escuela de Bueno. De hecho, uno de los discípulos de Platón, Aristóteles, fue el creador de una filosofía radicalmente opuesta en muchos aspectos a la de su Maestro: hoy en día sería impensable que surgiera un "Aristóteles" en la Escuela de Bueno. Por otra parte, es dudoso que en la Escuela de Platón se diera también el mismo fenómeno de culto a la personalidad y la misma creencia monolítica en la infalibilidad del Maestro: de hecho, parece ser que muchos discípulos no creían que Platón fuera infalible e incluso en diversas ocasiones le plantearon abiertamente sus discrepancias en varias cuestiones importantes. Por otro lado, Platón no se sentía en la "obligación" de rebatir a todos sus contemporáneos; es más, sentía un gran respeto y admiración por los conocimientos y productos culturales acumulados en toda la franja mediterráneo-oriental: los mitos helénicos, los cultos órficos, las religiones mistéricas, los saberes y técnicas de Egipto, Mesopotamia y Persia, etc.. Asimismo es dudoso que se creyera en posesión de la Verdad Absoluta, eterna e inconmovible.


El Buenismo como Filosofía Gnóstica

En la mayoría de sus obras, Don Gustavo Bueno utiliza de manera sibilina y casi maquiavélica una ambigüedad exasperante (salvo para los buenistas ultraortodoxos, quienes consideran dicha ambigüedad como ejemplo de "objetividad e "imparcialidad"), mediante la cual pretende mantenerse en una especie de estratosfera desde la que supuestamente juzga a los seres humanos igual que un entomólogo estudiaría una colonia de hormigas, con la más absoluta frialdad y con el más perfecto desapasionamiento. Sin embargo, en el fondo dicha ambigüedad implica una toma de partido bien clara y definida, y el supuesto desapasionamiento académico adquiere muchas veces la forma de un turbulento despliegue de afirmaciones más caracterizadas por la pasión que por la razón.

El artículo de Bueno titulado "Notas sobre la socialización y el socialismo" (publicado en la revista digital El Catoblepas, nº 54) [1] parece, en principio, uno de los artículos menos pasionales y más "objetivos" escritos por Bueno en las últimas décadas, en las que las descalificaciones y los insultos ad hominem, la parcialidad más descarada, así como los ataques no disimulados de ira, se han manifestado con especial virulencia en prácticamente todos sus textos de filosofía política. Dicha "frialdad" o aparente “imparcialidad" del artículo hay que buscarla en gran medida en la obsesión geometricista y clasificatoria de Bueno, y en parte en que básicamente está dirigido a un pequeño subgrupo de su secta, liderado por el buenista ortodoxo Javier Pérez Jara y autodenominado "séptima izquierda" [2], el cual se presenta como opuesto e irreconciliable con el resto de las izquierdas mundiales e históricas. Bueno elabora aquí lo que serían los fundamentos políticos de la "séptima izquierda", un grupúsculo que no se sabe qué modelo de sociedad defiende, qué modelo económico propone, o cuáles son sus posturas concretas respecto a la globalización, la pobreza, la inmigración, el desempleo, la vivienda, el tráfico de armas, las oligarquías económicas, las multinacionales, el Fondo Monetario Internacional, los transgénicos, los derechos de las minorías, las guerras preventivas, etc., etc.

El "socialismo" del que habla Bueno en su artículo es el "socialismo en sentido filosófico" o "genérico", el cual es distinto del socialismo político o "específico" (ya sea teórico o práctico). El concepto de “socialismo genérico” es prácticamente sinónimo de universalismo racionalista. De este modo, se opondría tanto a las concepciones particularistas, ya fuesen individuales o grupales, como a las posturas irracionalistas. Una filosofía que fundara su validez y el origen mismo del conocimiento en la subjetividad del individuo (por ejemplo, en tener una conciencia clara y distinta de las cosas, o en “buscar en el propio interior”), o bien en la excepcionalidad o superioridad de un individuo concreto, de un pueblo, de una nación o de una “raza”, excluyendo a los restantes seres humanos (que no tendrían acceso al verdadero conocimiento), sería contraria al “socialismo genérico”. Bueno denomina "gnósticas" a las filosofías caracterizadas por el particularismo y el irracionalismo.

En cambio, el “socialismo genérico” funda su validez y el origen mismo de todo conocimiento en la intersubjetividad, en el entretejimiento de las relaciones sociales y en el intercambio de experiencias e información entre todos los individuos. Asimismo, el “socialismo genérico” sostiene que el conocimiento y la verdad no se limitan únicamente a un individuo, grupo social, “raza” o nación, los cuales poseyeran dicho conocimiento o verdad en virtud de su superioridad intrínseca sobre el resto de la humanidad. Por el contrario, el conocimiento y la verdad resultan igualmente asequibles para todos los miembros del Género Humano, y tienen validez universal. Lo que el "socialismo genérico" defiende, en definitiva, es el carácter social y universal del conocimiento.

A esto se reduce exclusivamente el “socialismo” de Bueno. Por ello, como precisa Bueno, su “socialismo” no se identifica con ningún tipo de socialismo político presente o histórico. De hecho, en realidad no tiene nada que ver con la política, sino sólo con la epistemología o teoría del conocimiento. Pero para este viaje no hacían falta tantas alforjas. El mismo concepto fue ampliamente desarrollado, antes que Bueno y de forma mucho más clara, en el ámbito de la Filosofía y la Sociología de la Ciencia por Robert K. Merton, Mario Bunge o John Ziman, entre otros. Así, Merton afirma que la ciencia posee un ethos propio, que comprende cuatro "imperativos institucionales": universalismo, o no relativismo (la verdad es universalmente válida, y no es privativa ni se limita a ningún individuo, grupo social, “raza” o nación); comunismo epistémico, o compartir sin restricciones el conocimiento científico (todo científico que realiza un descubrimiento o formula una teoría los pone a plena disposición de toda la comunidad de científicos, y en última instancia de toda la humanidad); desinterés, o libertad de motivaciones y limitaciones políticas y económicas; y racionalismo o escepticismo organizado, que pone énfasis en la duda metódica, la argumentabilidad y la contrastabilidad. Bronowski y Bunge desarrollaron todos estos aspectos, considerándolos como rasgos esenciales de la verdadera Ciencia. Todos esos rasgos en conjunto conformarían una especie de “socialismo epistémico”, equivalente en el ámbito de la ciencia al “socialismo genérico” de Gustavo Bueno.

Gustavo Bueno, de manera extremadamente ambigua y contradictoria (una vez más en su línea habitual), sostiene que, de la misma manera que en filosofía cabe hablar de “socialismo” (“epistémico” o “genérico”), también cabría hablar de socialismo en el terreno de la praxis política, cuando ésta estuviese guiada por un proyecto de carácter universalista y racionalista. El "socialismo político", entonces, sería la aplicación de los principios del "socialismo genérico" o "epistémico" al ámbito de la política. Dicho socialismo político, sin embargo, no puede sino degenerar siempre en diversas formas de particularismo e irracionalismo, porque la praxis política no puede permanecer inmaculada y pura (como la filosofía teórica), y necesariamente acaba contaminándose al entrar en contacto con la realidad, terminando por servir a los intereses de grupos o sectores concretos (particularismo), e incluso incorporando contenidos idealistas, mitos e ideologías (irracionalismo). En suma, lo que Bueno parece decir es que el socialismo político sólo puede existir en la teoría, como representación y no como práctica. Las formas históricas de socialismo (socialdemocracia, comunismo soviético, maoísmo, anarquismo, etc.), aunque estuvieran guiadas por grandes representaciones teóricas que pretendían ser universalistas y racionalistas (es decir, socialistas), en la práctica terminaron convirtiéndose en sistemas políticos con muchos elementos particularistas (por ejemplo, el nacionalismo ruso o chino, la exaltación de la clase obrera en detrimento del campesinado y la burguesía, o la defensa de los privilegios de la nomenclatura) e irracionalistas (como los mitos del “proletariado universal” o del “progreso de la historia”). Por tanto, en la práctica las diversas formas de socialismo político (la URSS, la Europa del Este, la China de Mao, el Chile de Allende, la Cuba de Castro, etc.) no fueron ni son realmente socialistas en sentido estricto, sino capitalismos de estado (en el mejor de los casos) o despotados hereditarios (en el peor). Y no podía ni puede ser de otra forma.

El problema es que Bueno considera que únicamente su filosofía es plenamente universalista y racionalista, y, por tanto, la única materialista y realmente “socialista” (epistémica). El resto de filosofías del presente y del pasado son falsas, o llenas de contenidos irracionalistas y particularistas (“gnósticos”, en términos de Bueno), sin perjuicio de que en algunas de tales filosofías puedan encontrase “verdades”, convenientemente reinterpretadas por Bueno tras efectuar la “trituración” (terminacho feo y antipático donde los haya) y la demolición inmisericordes de dichas filosofías. Puesto que el "socialismo político" es la extensión de los principios del "socialismo genérico" al ámbito de la política, y dado que el único "socialismo genérico" pleno y auténtico es el materialismo buenista, se deduce que el socialismo no ha existido nunca y que tampoco existe en la actualidad: ningún sistema, organización, grupo o movimiento político del pasado y del presente ha sido ni es verdaderamente “socialista” en la práctica, por el mero hecho de que ninguno es seguidor de la filosofía de Bueno.

Podría pensarse entonces que, de acuerdo con Bueno, el “socialismo político” podría existir realmente en la práctica si un Estado tuviera como “filosofía oficial” el materialismo buenista, o bien derivara de éste sus principios básicos y sus fundamentos jurídicos, legales e institucionales. Pero quien pensase esto también se equivocaría, pues Bueno rechaza la concepción marxiana de la filosofía como “praxis” (política), y en cambio adopta la concepción de la filosofía como “gnosis” –en contradicción con sus propios planteamientos--, como “conocimiento puro e incontaminado” que sólo tiene como objeto criticar, analizar y diseccionar con su afilado bisturí dialéctico la realidad social y política, “sin tomar partido”. Así pues, Bueno rechaza que su filosofía pueda aportar la base teórico-práctica necesaria para construir un determinado modelo de Estado o de sociedad, pues no es ésa en absoluto la función de su filosofía (es decir, de la Filosofía Verdadera). Puesto que uno de los principios básicos del "socialismo genérico" o "epistémico" --ya señalado por Merton y que Bueno comparte-- es el desinterés o la independencia respecto a cualesquiera motivaciones económicas o políticas, el propio concepto de "socialismo político" es un concepto límite y autocontradictorio, totalmente irrealizable en la práctica.

Por ello, en realidad la llamada “séptima izquierda” sería una “izquierda filosófica” y no política, dedicada a “triturar” los mitos y las falsedades de las distintas filosofías y concepciones políticas, pero sin proponer ninguna alternativa concreta. De ahí que los defensores de la llamada “séptima izquierda” se despreocupen por completo de toda temática social, y que no aborden asuntos como el desigual reparto de la riqueza a nivel planetario, la pobreza, la exclusión social, el sufrimiento de los más desfavorecidos, el desempleo, el deterioro medioambiental, la expoliación imperialista, etc., etc., y que como mucho tiendan a disculpar dichas realidades considerándolas poco menos que inevitables.

Por tanto, el “socialismo genérico” de Bueno desemboca en la práctica en una apología del conservadurismo, el conformismo, la desmovilización y la despolitización, y sus consecuencias no pueden ser más que desmoralizadoras. No es de extrañar que los libros de Bueno sean anunciados con gran alharaca publicitaria en los medios de comunicación oligárquicos, y que se vendan en grandes tiradas en superficiales comerciales como El Corte Inglés.


La “Infalibilidad” de Gustavo Bueno

Habría que precisar que, para Bueno, las filosofías "gnósticas" no son sólo las que dependen de una "revelación" (religiosa o mundana) o de las especiales capacidades intelectivas de un individuo concreto. También serían "gnósticas" aquellas filosofías que basan sus fundamentos en el "interior" del individuo (por ejemplo, en la "duda metódica" de Descartes o en la "epojé trascendental" de Husserl), aun entendiendo que dicho individuo puede ser en principio cualquier miembro del género humano. Es decir, serían "gnósticas" aquellas filosofías que no establecen su fundamentación última en el contexto social y cultural, en el enfrentamiento dialéctico de las diversas concepciones y perspectivas (no sólo filosóficas sino también científicas, ideológicas, míticas, religiosas, etc.) que se da necesariamente en cualquier época del desarrollo histórico de la civilización, caracterizada por el predominio de las relaciones simétricas y transitivas entre los individuos y los grupos sociales. En suma, también sería "gnóstica" toda filosofía que establezca como origen y fundamento de la Verdad --de las Ideas-- el "alma", el "espíritu", la "conciencia individual", el "Yo" ("Pienso luego existo", de Descartes), la "interioridad subjetiva", el ámbito íntimo de la conciencia, en vez de reconocer que las Verdades e Ideas de la Filosofía tienen su origen en el contexto sociocultural e histórico. Por eso, según Bueno, tales filosofías gnósticas subjetivistas no pueden ser plenamente "racionalistas" ni "universalistas" (aunque lo pretendan), porque la Razón es Histórica y se despliega a través de la confrontación dialéctica entre los diversos conocimientos, creencias y productos culturales de los diferentes grupos y comunidades sociales y de los distintos Estados existentes en cada época histórica; asimismo, sólo podrá ser "universalista" una filosofía que haya demostrado su mayor potencia para "triturar", superar y asimilar a las demás filosofías, ideologías, creencias y productos culturales de su época histórica y, concomitantemente, del pasado: no puede ser "universalista" una filosofía que reduzca sus fundamentos al espacio íntimo y subjetivo de la conciencia individual.

Hasta aquí la concepción de Bueno es más o menos compatible con el Materialismo (y también con el Idealismo Objetivo de Hegel), pero entra en evidente contradicción con la propia práctica de la Escuela de Bueno. En efecto, aunque ésta reconozca que toda filosofía es un producto cultural e histórico que nace de la labor colectiva de unos grupos sociales (que entran en confrontación dialéctica con otros grupos sociales defensores de concepciones distintas, demostrando su racionalidad y universalidad al "triturar" dichas concepciones opuestas), al final resulta que sólo un individuo --Gustavo Bueno-- es capaz de superar dialécticamente todas las concepciones filosóficas, ideológicas, míticas, etc. del presente y del pasado, reorganizando los despojos triturados que aún puedan salvarse de dichas concepciones y construyendo sobre la base de nuevas Ideas un sistema filosófico completo y acabado, racionalista y universalista, y por ende verdadero. No se sabe bien en virtud de qué criterio Gustavo Bueno es el único ser humano capaz de construir una filosofía racionalista y universalista, siendo así que a los restantes seres humanos sólo les queda aceptar necesariamente la Verdad construida por Bueno (y, si son profesores de filosofía, difundirla y aplicarla fielmente), al leer sus obras filosóficas y comprender (a no ser que tengan dañada su facultad intelectiva, o bien sean víctimas de falsos prejuicios ideológicos e idealistas que son incapaces de superar) que en ellas se contiene la única Filosofía Verdadera, Racional y Universal. Al hablar con algunos discípulos de Bueno, uno puede llegar a la conclusión de que creen --de manera no muchas veces explicitada-- que Gustavo Bueno posee una capacidad intelectiva y de raciocinio muy superior a la de los restantes seres humanos que viven en la actualidad, y superior a la de todos los seres humanos que han vivido en el siglo XX, por lo cual les parece sencillamente inconcebible que alguien pueda criticar siquiera una coma de la obra filosófica de Bueno, y por eso tienden a tildar de "ignorantes", "idealistas" y movidos por la "mala fe" a todos los críticos. Cuando éstos dirigen su crítica contra los fundamentos básicos de la filosofía de Bueno, generalmente sus apóstoles afirman que aquéllos “tergiversan” maliciosamente la filosofía de Bueno; pero por lo general los buenistas no se dignan contestar de manera clara a ninguna de las críticas, sino que tan sólo se limitan a despreciarlas, a ningunear y descalificar en términos psicologistas al adversario, y a recitar como papagayos los textos sagrados del Maestro.

El propio Bueno considera que la racionalidad filosófica procede de la racionalidad geométrica (por ejemplo, de los Elementos de Euclides), y que no es sino la aplicación de esa misma racionalidad geométrica al ámbito de las Ideas. Por lo tanto, para Bueno sus tesis filosóficas son tan axiomáticas como los principios y axiomas de la Geometría, de tal manera que poner en duda cualquiera de sus afirmaciones sería como poner en duda el teorema de Pitágoras o los principios de Euclides (como "todos los ángulos son rectos" o "es posible trazar una línea recta entre dos puntos cualesquiera"). ¿Quién, sino un "ignorante", un "idealista" o un "malintencionado" puede negar o criticar el Teorema de Pitágoras?

Sin embargo, la racionalidad filosófica --al contrario de lo que piensa Bueno-- no es la aplicación de la racionalidad geométrica al terreno de las Ideas, e incluso tal aplicación es imposible dada la propia naturaleza de las Ideas. Por eso sucede con tantísima frecuencia que filosofías igual de críticas, universalistas y racionalistas hayan llegado a conclusiones diferentes y aun opuestas sobre cuestiones fundamentales. Universalismo y racionalismo no son sinónimos de Verdad Axiomática, ni mucho menos de Verdad Absoluta. Lo que hace una filosofía universalista y racionalista es formular conjeturas o hipótesis universalistas y racionalistas, pudiendo existir perfectamente otras filosofías universalistas y racionalistas que propongan hipótesis diferentes e incluso opuestas. Incluso, el gran filósofo Willard Van Orman Quine propuso el principio de la “subdeterminación de las teorías por la experiencia”, según el cual, dado cualquier conjunto de hechos o datos empíricos, existen siempre varias teorías o explicaciones que son incompatibles entre sí pero que resultan compatibles por separado con dicho conjunto de hechos o datos.

Por todo ello la filosofía de Bueno, pese a sus pretensiones universalistas y racionalistas, ha terminado convirtiéndose en una filosofía gnóstica cuya Verdad descansa sobre la supuesta excepcionalidad intelectual y racional y las extraordinarias dotes casi sobrehumanas de una sola persona, la única capaz de construir una filosofía verdadera y axiomática, que los demás deben asumir necesariamente como propia al constatar su verdad, racionalidad y universalidad (como deben igualmente asumir por necesidad el Teorema de Pitágoras o los Principios de Euclides).
Contaré ahora una anécdota que es una muestra más del peculiar carácter de la Escuela de Bueno. Durante una charla pronunciada hace años por Gustavo Bueno en la Casa de Cultura de Sama de Langreo, el filósofo dijo lo siguiente: "Varios discípulos míos, profesores de instituto, mantienen posturas distintas sobre temas como el aborto, la eutanasia o la pena de muerte, según ellos desde el Materialismo Filosófico. En unos cursos recientes de la Universidad de Oviedo, yo hablé con estos discípulos y les expliqué cuál era la postura del Materialismo Filosófico". Además del lenguaje curil y casi evangélico, una vez más Gustavo Bueno se arrogaba en exclusiva el derecho de aplicar y desarrollar la racionalidad crítica y universalista de su sistema filosófico, sobre todo en cuestiones que no habían sido abordadas con anterioridad por él. Tras la correspondiente "corrección" de las posturas de sus discípulos y después de ponerles a éstos los puntos sobre las íes, Bueno esperaba naturalmente que sus discípulos abandonasen su anterior postura (errónea e "idealista") y que acatasen de manera acrítica, sumisa y pasiva la postura del Maestro, la única racional y verdadera, si no querían que el Maestro les tildase de "ignorantes, idealistas y malintencionados".


La Escuela de Bueno como Hetería Soteriológica

Toda la filosofía de Bueno está plagada de contradicciones objetivas y de errores de bulto. De hecho, parte de los criterios y de la metodología de la filosofía buenista pueden ser utilizados para analizar esta misma filosofía, con lo cual ésta no queda precisamente muy bien parada. En cierto modo, las partes contradictorias presentes en la obra de Bueno, si se ponen en conexión unas con otras (lo que ni Bueno ni ningún buenista han hecho jamás), hacen que la filosofía de Bueno se auto-fagocite, que se devore a sí misma. Por eso, a la filosofía de Bueno se la puede comparar con esos niños rollizos y regordetes, de apariencia muy sana y saludable, pero en los que los resultados analíticos han revelado que padecen una anemia severa.

En este sentido, podemos servirnos del interesante concepto de "Hetería Soteriológica" propuesto por Bueno. “Hetería” es un concepto filosófico, mientras que "secta" es un concepto de la Psicología Social y la Sociología, sin perjuicio de que entre ambos existan intersecciones y aspectos comunes. La Hetería Soteriológica, según la concepción de Bueno, no tiene por qué ser necesariamente una secta (aunque todas las sectas son Heterías). La Hetería comparte con las sectas los rasgos de ser un grupo, cofradía, organización o comunidad cerrado y esotérico, que asume como misión la "salvación" de sus miembros actuales y potenciales (los cuales son considerados como gravemente extraviados) respecto a su entorno social, laboral, familiar, político y/o cultural, para lo cual la Hetería lleva a cabo supuestos métodos o rituales de "cura", "sanación" o "recuperación" del camino personal perdido. La Hetería Soteriológica pretende salvar a sus miembros en cuanto personas, en cuanto sujetos operatorios, suponiendo que su entorno social les impide realizarse plenamente como tales y ser auténticamente responsables, racionales y libres. Las Heterías Soteriológicas, según Bueno, proliferan en los períodos especiales de crisis, cuando las distintas "esferas" socioculturales, religiosas, políticas, ideológicas, etc. de una comunidad social entran en un conflicto especialmente turbulento entre ellas, al no haber una "esfera" dominante, lo que produce la aparición de un gran número de "individuos flotantes" que asumen "interiormente" dicho conflicto y que constituyen la principal "clientela" de las Heterías.

Bueno lleva bastante razón al caracterizar a la Escuela de Epicuro y al Psicoanálisis como "Heterías Soteriológicas" (no propiamente "sectas"), surgidas en épocas de crisis caracterizadas por la agudización de los conflictos entre las "esferas" socioculturales y la correspondiente proliferación de "individuos flotantes", los cuales son atraídos hacia las Heterías en busca de la "curación" o la "reorganización personal" que les permita su "salvación" como personas o individuos responsables y libres. Pues bien, de igual manera, la Escuela de Bueno puede ser considerada ella misma como una Hetería, a mitad de camino entre la Filosofía y la Soteriología, dado que también ella ha asumido como misión la "salvación" de los "individuos flotantes" (que en última instancia se identifican con la mayoría de la humanidad) de manera que puedan ser personas o sujetos operatorios autoconscientes, críticos y racionales. Y también la Escuela de Bueno ofrece su propio método de tratamiento de los "individuos flotantes", consistente en la lectura comprensiva y en la plena asunción de todos los postulados de la obra de Bueno, lo que les permitirá la necesaria renovación "espiritual" y la reorganización de su camino personal en la vida (necesariamente extraviado sin la Filosofía de Bueno), y hará que se eleven por encima de sus congéneres hasta alcanzar un plano superior de racionalidad, conciencia crítica y autoconsciencia.

Hay que tener en cuenta que la Hetería sólo busca la salvación individual y no la "salvación colectiva", por lo que las Heterías no pueden ser propiamente movimientos políticos. Ello enlaza también con el peculiar "socialismo genérico" de Gustavo Bueno, que en realidad sería un "socialismo gnóstico" diferente de y opuesto a todos los socialismos políticos pretéritos y actuales. El socialismo gnóstico de Gustavo Bueno no busca transformar la realidad sino sólo las conciencias, y estaría basado en la pertenencia a una comunidad de fieles conocedores y seguidores de la filosofía buenista, comunidad que sería extensible --en virtud del supuesto racionalismo y universalismo plenos de dicha filosofía-- a todo el género humano.


Buenismo Esotérico y Buenismo Exotérico

En las últimas décadas se ha producido un curioso fenómeno, sobre todo entre la gran y mediana burguesía ovetense –vinculada principalmente a la especulación inmobiliaria, a la mafia del ladrillo y de las comisiones multimillonarias, a la prensa regional y a la administración municipal, autonómica y universitaria--, consistente en la aparición de lo que podríamos denominar “buenismo exotérico” o “mundano”, por contraposición al “buenismo esotérico” o “académico” (aunque no se trata de un fenómeno únicamente circunscrito al ámbito municipal de Oviedo, sino que también se está extendiendo lentamente por otros lugares de la geografía española). Mientras que el “buenismo esotérico” está constituido principalmente por profesores de filosofía y estudiantes universitarios que manejan la jerga buenista y que han leído al menos algún texto académico del Maestro, el “buenismo exotérico” está formado por personas que no han leído jamás un solo libro de Bueno, y que conocen el pensamiento de éste únicamente a través de las declaraciones e intervenciones de Bueno en la prensa escrita y en los medios audiovisuales. Los “buenistas exotéricos” citan con fruición las palabras de Gustavo Bueno recogidas en medios de incomunicación de masas como La Nueva España, el ABC o El Mundo, se declaran admiradores incondicionales del filósofo riojano, y hasta aseguran que Bueno es el más grande intelectual de España e incluso del mundo entero, por supuesto sin haber leído más que la contraportada y las solapas de los últimos libros de Bueno (y eso en el mejor de los casos), entre otras cosas porque no entenderían ni una sola palabra. Podríamos describir a esta peculiar fauna urbana como “buenistas de restaurante”, “buenistas de tertulia hosterelil” o “buenistas de comilona, café, copa y puro”, puesto que su principal ámbito de reflexión es el de los mesones, hoteles y restaurantes –generalmente de alto postín--, y sus análisis de filosofía mundana suelen consistir en exabruptos bien cargados de testosterona viril y de fervor patriótico, como los siguientes: “Bueno tiene razón: ZP sólo gobierna para los maricones y los etarras”, “¡Bueno es el mejor: los tiene acojonáos a esos rojos de mierda!”, “joder, si ya lo dice Bueno: el capitalismo es lo único que hay y lo único que funciona!”, “¡había que meter los tanques en el País Vasco y pasarlos a todos por las armas!”, etc., etc… Por lo general, los “buenistas exotéricos” son personas de un nivel adquisitivo alto o medio-alto, así como votantes, simpatizantes e incluso militantes del PP (aunque también hay algunos del PSOE y hasta de IU). El propio Bueno se encarga de fomentar, de alimentar con sus declaraciones públicas y de hacer constantes guiños a ese “buenismo exotérico”, ignorante y cavernícola, que es el que abarrota mayoritariamente sus conferencias y charlas públicas y el que le aplaude a rabiar sin haber entendido ni uno solo de sus argumentos, salvo los insultos viscerales contra la izquierda y contra el “progresismo”, jaleados y reídos por los incondicionales.

Uno de los más egregios representantes del “buenismo exotérico” es el ultra-conservador Javier Neira, católico a machamartillo y articulista de La Nueva España, desde cuyas páginas ha apoyado la política de los gobiernos de Aznar y ha llegado a recomendar a los jóvenes que dejen el botellón, que no voten a ZP y que acudan a misa los domingos y las fiestas de guardar. Otro insigne representante del “buenismo exotérico” es el mismísimo alcalde de Oviedo por el PP, Don Gabino de Lorenzo, quien, durante la ceremonia de proclamación de Gustavo Bueno como Hijo Adoptivo de la Ciudad de Oviedo, el 21 de diciembre de 1995, llegó a decir esto: “Gustavo, te creemos aunque no te entendamos”. Con estas palabras, Don Gabino de Lorenzo resumía a la perfección el núcleo central de las creencias del “buenismo exotérico”, ante la mirada satisfecha y aprobatoria de Don Gustavo. El mismo Don Gabino reconoció que había intentado leer El Animal Divino y que no había podido con él; pero esto, desde luego, no era óbice alguno –sino todo lo contrario-- para entrar con todos los honores en la cohorte del “buenismo exotérico”. Don Gustavo, como los jerarcas y los curas de su admirada Iglesia Católica, tampoco quiere que sus discípulos le entiendan sino tan sólo que le adoren. Tanto mejor si le regalan Fundaciones.


Conclusión

En suma, podemos concluir que no existen demasiadas diferencias entre los miembros de la Escuela de Bueno --el “buenismo esotérico”-- y los miembros de sectas religiosas fundamentalistas como los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo del Día, los Mormones o Nueva Acrópolis, al menos desde un punto de vista psicosociológico. En todos estos grupos se dan los mismos mecanismos mentales de inercia ideológica, de falta absoluta de crítica y autocrítica, de seguridad intelectual y emocional proporcionada por una Verdad Absoluta e indubitable, de culto al líder y Maestro infalible, de dependencia doctrinal e intelectual cargada con fuertes tintes emocionales, de reprogramación de las estructuras cognitivo-afectivas del individuo con el fin de convertirlas en esponjas permeables cuyos circuitos puedan ser manipulados a su antojo por la secta, de lavado de cerebro, de debilitamiento del sentido crítico y de aceptación de cualquier doctrina por absurda que parezca, de instrumentalización por el líder del contenido de la doctrina para obtener un comportamiento de sumisión en sus seguidores, de rechazo visceral hacia todas las filosofías y visiones alternativas por considerarlas potencialmente dañinas, perjudiciales y perversas, etc… Al final, la Escuela de Bueno, como cualquier secta, intenta reproducir la estructura familiar, donde el Líder y Maestro simboliza la figura paterna.

Resulta sumamente curioso y revelador que, igual que para los Testigos de Jehová y los Adventistas del Séptimo Día cualquier crítica hacia su doctrina y su organización social implica atacar al “Cristianismo” con mayúsculas, como si no existiera una infinidad de sectas e iglesias cristianas distintas y a menudo completamente contrarias a sus doctrinas y principios, los buenistas consideran que la más mínima crítica a la obra de Bueno o a sus declaraciones y actuaciones públicas supone un ataque frontal contra el “Materialismo Filosófico” con mayúsculas, como si hoy en día no existieran otros filósofos materialistas que defienden posturas muy distintas e incluso radicalmente contrarias a las mantenidas por Bueno. Filósofos y científicos materialistas bastante más rigurosos, coherentes y objetivos que Bueno son Mario Bunge, Daniel Dennett, Paul y Patricia Churchland, André Comte-Sponville, Slavoj Zizek, Richard Dawkins, Gonzalo Puente Ojea, etc., etc… Claro que, para los buenistas, todos estos pensadores son “idealistas” ingenuos con filosofías erróneas o simplistas, pues ya se sabe que el único “materialismo auténtico” y la única Filosofía Verdadera no es ni puede ser otra que la de Don Gustavo. ¡Qué suerte han tenido los españoles, y en concreto los ovetenses, de que la Razón Histórica se haya encarnado precisamente aquí!

Discutir con un buenista, por lo tanto, tiene generalmente el mismo efecto que discutir con un Testigo de Jehová, con un Mormón o con un admirador de Pío Moa: es decir, la más absoluta pérdida de tiempo y de esfuerzo inútil. Si el buenismo tiene algún interés es como fenómeno sociológico. Por otro lado, Hubert Schleichert tiene razón cuando recuerda el viejo axioma Contra principia negantem nom est disputandum, es decir, no cabe discusión posible con quien pone en cuestión nuestros principios [3].


[1] http://www.nodulo.org/ec/2006/n054p02.htm

[2] www.elrevolucionario.org

[3] Schleichert, H., Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón, Siglo XXI, Madrid, 2004).
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
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MensajePublicado: Lun Jun 04, 2007 8:40 am    Ttulo del mensaje: En otro foro Responder citando

Estimados amigos:

El texto citado por Guillermo Pérez ya se encuentra en discusión, junto a otros de similar ralea, en estos foros:

http://nodulo.trujaman.org/viewtopic.php?t=1249

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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