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La Izquierda Indefinida contra Gustavo Bueno (Balmaseda)

 
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Autor Mensaje
Santiago Armesilla Conde



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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 5:50 pm    Ttulo del mensaje: La Izquierda Indefinida contra Gustavo Bueno (Balmaseda) Responder citando

La página web de izquierda indefinida y con k -como mandan los cánones- "kaos en la red" ha publicado nada menos que cuatro artículos de Balmaseda contra Bueno, más uno de una tal Edurne Valle. Son estos:



Cita:
El Circo de Don Gustavo Bueno
La filosofía "hispánica" de Don Gustavo Bueno que pretende ser un "materialismo filosófico" no es más que un Circo.
Edurne Valle [27.04.2007 11:09] - 286 lecturas - 7 comentarios

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Gustavo Bueno

Don Gustavo Bueno: circo y arena.

Edurne Valle.



Soy una antigua alumna del famoso exfilósofo don Gustavo Bueno. Yo me lo he pasado siempre muy bien con sus análisis materialistas. Por ejemplo, su famosa pregunta acerca de cuánto producía una monja en éxtasis, y cosas parecidas. En Oviedo se le tenía a este hombre por una especie de Voltaire del siglo XX, además de un renovador del marxismo, un Lenin académico en un país, Asturies, ya de por sí eminentemente rojo. Enseguida me di cuenta de mi ingenuidad. Bastaba con conocer un poco a fondo sus teorías, y cotejarlas con el marxismo-leninismo, para darse cuenta del marcado cariz idealista y mistificador de la filosofía del Sr. Bueno. Que de materialismo no tiene un gramo, o que sus contribuciones suponen en realidad una mala versión hegeliana del stalinismo, ya se han percatado otros autores (Carlos X. Blanco, “El materialismo asturiano (Gustavo Bueno) una tomadura de pelo”, La Haine; Julián Iglesias, “El idealismo mundano y pre-dialéctico de Don Gustavo Bueno”, Propuesta Comunista). La verdad es que conociendo la veta estalinista del Partido Comunista de Asturies, no era de extrañar que tal culto al estado, tal defensa de un centralismo jacobino y liberticida, en contra del verdadero espíritu del Comunismo, haya encontrado cierto predicamento en esta clase de militancia. Hoy en día, por ejemplo, y yendo más allá de este partido –PCA- en descomposición, el “buenismo” es una corriente de pensamiento que cuenta con seguidores en algunas organizaciones hegemónicas (¡) de la izquierda “hispana”, como la U.C.E. (Unificación Comunista de España), o en la web “El Revolucionario” (“Hacia la séptima izquierda”), periódico que se presenta al parecer como la vertiente izquierdista (¡) del nacionalismo español y la DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española).



Este filósofo tuvo una interesante teoría de la ciencia, una teoría sobre la religión (“El animal divino”) notable, y cierto gancho en la docencia. Con los años, sin embargo, su deterioro ha ido en aumento, y alguien debería pedirle que, por favor, se callara. Aunque una serie de ultra-buenistas le hagan coro, así como una bobalicona burguesía ovetense le aplauda, sin enterarse de nada de cuanto dice o escribe, el anciano profesor debería parar un poco y pensar en el ridículo tan espantoso que está haciendo. Un filósofo no debe ser un show-man. Ya teníamos bastante con Savater. Programas televisivos como “La máquina de la verdad” o “Gran Hermano” no son el foro para las ideas. No se debería mezclar nunca el materialismo –potencial instrumento para la transformación social- con el espectáculo circense. Sus contribuciones más memorables no se recogerán en El Catoblepas. La historia le recordará por sus crónicas de “Gran Hermano” en la revista Interview.



Ha insultado a diestro y siniestro. A los asturianistas. A los nacionalistas democráticos. A la izquierda en general, salvo la estalinista que –como es fascista en estado puro- no se da por aludida. Ha pedido el fusilamiento de Ibarretxe, así como la restauración de la pena capital. Ahora saca eso del “Pensamiento Alicia” para ofender al PSOE. Un PSOE que, al menos en mi Asturies, le dio cancha más de la cuenta y ahora se reencuentra con su monstruo de Frankenstein. Claro que ahora don Gustavo debe eterno agradecimiento a un PP que, en su ciudad de acogida, Oviedo, le ha regalado el sanatorio Miñor para 50 años y así instalar allí su Fundación. Materialismo sí, pero materialismo crematístico el de don Gustavo: ¡Déjeme ser su Maquiavelo, don Gabino de Lorenzo (alcalde de Oviedo)!



Cuentan que un día entró en la Moncloa, cuando allí había de inquilino un tal Aznar, el del “Trío de las Azores”. Aznar era el más pequeño de los tres. Pequeño en todos los sentidos de la palabra. Bueno entró allí, queriendo siempre estar del lado grande de los vencedores. Eso le hizo grande.



Cuando se cierre el telón de esta farsa ¿qué será de sus acólitos acérrimos y ultra-materialistas-filosóficos? ¿Barrerán, cabizbajos, la arena del circo que durante décadas se montó? Eso es el buenismo: circo y arena.



Cita:
El Idealismo Filosófico Neofranquista de Gustavo Bueno
Don Gustavo Bueno apoyo la política militarista y de supeditación a la oligarquía yanqui de los gobiernos de Aznar, ... hizo escarnio de la II República Española y justificó histórica e ideológicamente la sanguinaria tiranía franquista, atacó a las asociaciones que buscan recuperar la Memoria Histórica y compensar a las víctimas del franquismo ....
Carlos Balmaseda (Para Kaos en la Red) [01.05.2007 01:32] - 368 lecturas - 15 comentarios


Soy un ex-alumno del eximio filósofo ovetense Don Gustavo Bueno y un ex-seguidor de su sistema ideológico, bautizado pomposamente por el Maestro como "Materialismo Filosófico" a secas, como si fuera el único y exclusivo Materialismo que en el mundo ha sido. Confieso que en mis años jóvenes pensé que la filosofía de Bueno tenía un gran potencial revolucionario y emancipador, y que su obra insuflaba nueva vida al marxismo, corrigiendo y mejorando esta filosofía. ¡Cúan equivocado estaba! Tras la lectura atenta de los clásicos del marxismo y de otras filosofías alternativas (todas las cuales son despreciadas por la Escuela de Bueno o reinterpretadas de acuerdo con sus peculiares lentes deformadoras), pude despertar de mi sueño dogmático. La filosofía de Bueno no sólo es una radical tergiversación del marxismo, no sólo pone de cabeza a Marx para volver una vez más a Hegel (pero sin la sutileza dialéctica del filósofo alemán), sino que además ni siquiera puede calificarse como materialista, salvo que entendamos por "materialismo" algo completamente distinto y aun opuesto a lo que entienden y han entendido todos los filósofos y científicos de la historia mundial.

Como acertadamente señala Julián Iglesias en su ensayo El idealismo pre-dialéctico y reaccionario de Don Gustavo Bueno, ni siquiera puede considerarse que "el último Bueno" haya traicionado su anterior postura en asuntos de carácter político y social. La o­ntología, la epistemología y la antropología buenistas ofrecen la base o el fundamento filosófico para lo que algunos han caracterizado como el "giro de Bueno a la derecha", pero que en realidad no es tal "giro" porque Bueno siempre se mantuvo en las mismas coordenadas ideológicas que actualmente defiende. Algunas muestras de la postura reaccionaria de Don Gustavo Bueno --bien conocidas por todos-- son las siguientes: el apoyo a la política militarista y de supeditación a la oligarquía yanqui de los gobiernos de Aznar; los ataques e insultos viscerales contra las decenas de miles de ciudadanos que se manifestaron en contra de la orgía de sangre perpetrada por los halcones imperiales en Irak; la actitud de escarnio hacia la II República Española y la justificación histórica e ideológica de la sanguinaria tiranía franquista; los ataques brutales contra las asociaciones que buscan recuperar la Memoria Histórica y compensar y rehabilitar a las víctimas del franquismo; el intento de revitalizar el nacionalismo católico integrista mediante la propuesta de reforzar la tradicional moral católica --supuestamente "comunitarista"-- como alternativa a la civilización anglosajona; la reinterpretación de la historia de España en términos de un supuesto "ortograma generador" o plan ideal del Imperio Español que civilizaba a los salvajes indígenas y que se ponía al "servicio" de éstos dotándoles de leyes y de una religión "universal" y "racionalista" (la católica); la justificación histórica de la Inquisición Española como supuesto "martillo racionalista de supersticiones y pseudociencias"; la caracterización de la España anterior a las Cortes de Cádiz como una "nación étnica" que se retrotraería a los godos; la vindicación del pretendido "ortograma generador" católico del antiguo Imperio Español como un plan que aún hoy puede servir para organizar el mundo; el desprecio hacia la democracia participativa y la apología de la plutocracia de mercado bajo la forma del "mercado pletórico"; los furibundos insultos contra todos los nacionalismos que no se identifiquen con el nacionalismo español más integrista; la defensa a ultranza de la confesionalidad católica de la educación pública y los ataques contra el laicismo; el desprecio por las culturas no occidentales y la reivindicación militarista del "choque de civilizaciones"; las invectivas fundamentalistas contra el matrimonio homosexual al considerar que pone en peligro a la propia civilización occidental; el rechazo de la extensión de derechos a los primates superiores al creer que existe una brecha o hiato insalvable entre éstos y los seres humanos (Bueno se revela así como un perfecto cartesiano pre-darwinista); los furibundos ataques contra el Plan de Paz propuesto por el Dr. Zapatero; la defensa draconiana e inflexible del valor de la "justicia" (dura lex, sed lex) por encima de los valores de la paz, la vida y la concordia, etc., etc.

El Idealismo Filosófico Buenista

En epistemología, la postura defendida por Bueno es muy semejante a la del constructivismo radical de Maturana, Von Foerster y Varela, para quienes la realidad misma es una construcción del sujeto. Maturana y Von Foerster parecen sostener que dicha construcción es un acto llevado a cabo de manera casi solipsista por una mente-cerebro, que crea así representaciones del mundo de las que no hay forma de saber si se corresponden o no con la realidad. Por su parte, Bueno, según una interpretación sumamente discutible de la postura de Marx, sostiene que el sujeto construye la realidad a través de sus acciones sobre el mundo, de la manipulación instrumental o "quirúrgica" de la realidad a través del "trabajo", la actividad mediada por herramientas, que es además una actividad colectiva, de carácter social, llevada a cabo no por un sujeto aislado sino por múltiples sujetos integrados en una comunidad social. De este modo, Bueno pretende superar el idealismo trascendental y transformarlo en un materialismo trascendental, en el que los sujetos construyen colectivamente el mundo a través de sus actividades materiales, y al mismo tiempo se auto-construyen como sujetos en el despliegue mismo de sus acciones sobre el mundo; es más, el sujeto no sería sino el sistema de sus operaciones o acciones sobre la realidad material, operaciones a su vez co-determinadas por la de otros sujetos humanos, como no podía ser menos en un ser social. Esta tesis es muy compleja, pero, además de ser extremadamente abstrusa, es demasiado artificiosa para resultar convicente. También es muy discutible que fuese ésa exactamente la postura de Marx (desde luego, no fue la de Engels ni la de Lenin). Y sólo forzando al máximo los conceptos es posible llamarla "materialista": más bien se trataría de un un constructivismo social.

Gustavo Bueno, para evitar la incómoda tesis (de raigambre idealista) de que los seres humanos construyen la realidad y el universo entero y de que no existe más realidad que la conocida o construida por el ser humano, propone la idea de una "Materia en Sentido o­ntológico-General", o "Materia Trascendental" (MT), que se identificaría con el Ser o la Realidad en cuanto tal, y que se caracterizaría por la pura negatividad, indefinición e indeterminación; en consecuencia, la Materia Trascendental no puede ser agotada por el conocimiento humano. Sin embargo, las distintas segregaciones de dicha Materia Trascendental, las Materialidades Mundanas que son las que nosotros conocemos (tanto naturales como artificiales: los átomos, las nubes, los perros, las personas, los coches, las farolas, etc.), que son determinadas y positivas, sí son agotadas por el conocimiento humano, ya que es éste el que las construye. Dichas Materialidades Mundanas constituyen el Mundo, valga la redundancia. Por lo tanto, la actividad humana construye el Mundo, y no hay más Mundo que el construido (y, por tanto, conocido) por la actividad humana. Lo único existente que no ha sido construido por el conocimiento humano debe ser Materia Trascendental (infinita, indeterminada y puramente negativa), y cuando el ser humano descubre (es decir, construye) algo antes desconocido, se supone que ese algo se ha segregado de dicha Materia Trascendental y ha adquirido una determinación positiva (es decir, ha pasado a ser algo concreto y definido) gracias a la actividad humana. Por supuesto, dicha "segregación" sólo puede ser explicada mediante la esotérica y abstrusa filosofía de Bueno, con sus movimientos de "regressus" de la Conciencia Trascendental hacia la Materia Trascendental o Realidad, y de "progressus" desde ésta hasta las Materialidades Mundanas o Mundo mediante procesos de deducción trascendental. Ahora bien, la pregunta es: ¿cómo de algo indeterminado, indefinido y puramente negativo como es la Materia Trascendental pueden segregarse los objetos materiales, positivos y concretos (átomos, ADN, estrellas, animales, personas)? ¿Qué sentido tiene diferenciar entre Mundo y Realidad, afirmando que el Mundo es lo construido por el ser humano, lo determinado y positivo, mientras que la Realidad o Ser es lo absolutamente indeterminado y negativo, pero que en el fondo es el substrato mismo de aquel Mundo, del que éste acaba segregándose? ¿Qué sentido tiene la Materia Trascendental de Bueno, si no es el de resucitar los viejos horrores de la Metafísica, desde Aristóteles a Heidegger? ¿Qué sentido tiene todo este horrible galimatías buenista? La Materia Trascendental de Bueno es el Ser de Parménides, el Dios de Aristóteles, el Uno de Plotino, el Dios de Santo Tomás, el Espíritu Absoluto de Hegel, el Ser de Heidegger; es decir, una terrible confusión consistente en utilizar el verbo "ser" de manera sustantivada o pronominal: "el Ser", en abstracto. La confusión, desde Parménides hasta Bueno (quien realmente no ha ido mucho más allá de Parménides en este aspecto) está en jugar con el lexema "el Ser" y considerarlo como un ser concreto, como la totalidad de los seres existentes en el mundo real despojados de sus determinaciones ("el Ser en tanto que Ser" o, en Bueno, la "Materia en tanto que Materia", que es exactamente lo mismo).

En suma, la o­ntología de Bueno no es más que una Teología, y supone un intento --no desprovisto de cierto mérito-- de reformular en términos modernos la tradicional tomística católica, maquillada bajo una capa de hegelianismo de derecha. Es evidente que a Don Gustavo le aprovechó sobremanera su rigurosa formación católica en las instituciones académicas del franquismo, y que nunca ha dejado de manifestar su reconocimiento intelectual hacia sus mentores nacional-católicos. La "Materia Trascendental" de la que habla Bueno se corresponde casi punto por punto con el Dios de Santo Tomás y de la Escolástica de la Santa Madre Iglesia. Por otro lado, la "doctrina de los tres géneros de materialidad" pretende superar el dualismo Naturaleza/Conciencia (que Bueno imputa incorrectamente al materialismo dialéctico marxista), proponiendo un "tri-alismo" Naturaleza/Conciencia/Ideas, en el que las ideas se suponen dotadas de existencia autónoma e independiente, igual que en el idealismo de Platón y de Plotino. Bueno sostiene que los tres "géneros de materialidad" --físico-naturales, subjetivos e ideales-- son irreductibles entre sí y obedecen a leyes propias, aunque al final parece reducir los tres géneros de materialidad a uno solo: el de las Ideas o Esencias Universales, entre las cuales las Ideas de Dios y de Espíritu vuelven a ser rehabilitadas e introducidas con todos los honores... ¡Vaya una filosofía "materialista"!

Los desarrollos de la ciencia moderna no dejan ningún lugar para una Materia en Sentido o­ntológico-General o una Materia Trascendental, pura indeterminación y negatividad, como la propuesta por Bueno, igual que no dejan ningún lugar para el Dios de Santo Tomás y de la Escolástica católica (tan apreciada por don Gustavo). La Materia-Energía, base de toda la realidad existente, siempre es en sí misma positividad, determinación, y detectable --al menos en principio-- e investigable por las ciencias empíricas. Bueno, al afirmar que la Idea de Materia se caracteriza por la negatividad pura, incurre en una gravísima contradicción, cuyo resultado es la destrucción de la o­ntología materialista y la adopción del más puro Idealismo (con mayúsculas). Pues entonces, si la Materia es pura negatividad, queda finalmente anulada al término de un proceso de "regressus trascendental" en el que la Idea de Materia --y también la materia mundana-- pierde todas sus determinaciones.

La anterior contradicción invalida asimismo el constructivismo o­ntológico radical de Bueno, así como su Teoría del Cierre Categorial. La teoría de la ciencia de Bueno anula también al sujeto, al científico de "carne y hueso", convertido en un mero cruce de variables físicas externas y totalmente exento de procesos mentales, e incurre en otra gravísima aporía al definir las verdades de la ciencia como "identidades sintéticas", en la línea de los "juicios sintéticos a priori" de Kant, sin superar el embrollo en que se vio envuelto Kant. Considerar que las "identidades sintéticas" son construidas por la confluencia lógica de diversos "cursos operatorios", es decir, diversos sistemas de acciones materiales ejercidas por los científicos y tecnólogos sobre el mundo, no consigue superar las aporías kantianas ni salir del círculo vicioso del idealismo trascendental, pues al final resulta que los científicos sólo conocen aquéllo que construyen, que es nada más ni nada menos que el propio mundo material. La Antropología Filosófica de Bueno se ve también fatalmente lastrada por su o­ntología anti-materialista y por su teoría de la ciencia anti-realista, y su eliminación del sujeto humano concreto de "carne y hueso" y de los procesos mentales da lugar a auténticos absurdos. Por ejemplo, la tesis central de El Animal Divino, "los animales no son númenes reales pero son realmente númenes", es un absoluto disparate. Como Bueno rechaza postular procesos mentales de atribución de cualidades "numinosas" a los animales por parte de los hombres prehistóricos, concluye que tales cualidades numinosas debían estar realmente presentes en los animales. Incluso critica al marxismo y a todas las teorías antropológicas por no reconocer la "numinosidad animal".

El Idealismo como fundamento de posiciones reaccionarias

La relación que la o­ntología anti-materialista y la gnoseología anti-realista de Bueno guardan con sus posiciones políticas reaccionarias puede no resultar evidente a primera vista, pero un análisis más detallado revela la íntima y profunda conexión entre ambas. Como hemos visto, para Bueno el mundo externo no tiene una existencia independiente del sujeto cognoscente, sino que es construído por éste. El mundo material es una construcción del ser humano, cuya actividad permite la segregación de materialidades concretas y positivas a partir de una realidad o substrato último que es la Materia Trascendental, definida como pura indeterminación y negatividad. Gustavo Bueno podría haber hablado perfectamente de "Dios", en vez de "Materia Trascendental", y su sistema filosófico seguiría siendo exactamente el mismo, sin variar ni un ápice. Por otro lado, Bueno rehabilita la idea de "Espíritu" en los mismos términos que el Idealismo Objetivo hegeliano, e incluso postula una "Conciencia Trascendental" que es la que llevaría a cabo el proceso de "regressus" desde las Materialidades Mundanas hasta la Materia Trascendental, y de "progressus" desde ésta hasta aquéllas... Podemos ver que es todo muy "materialista".

Como señaló Lenin en su esbozo biográfico sobre Carlos Marx, "Marx rechazaba enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre, de un modo u otro, a la religión --, sino también los puntos de vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo en sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era una concesión 'reaccionaria' al idealismo y, en el mejor de los casos, una 'manera vergonzante de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él públicamente'". Asimismo, Engels escribió en Ludwig Feuerbach: "El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .], constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del materialismo". La obra de Gustavo Bueno entra de lleno en la categoría de la Filosofía Idealista, puesto que para Bueno el Espíritu es el principio fundamental y anterior a la Naturaleza. De este modo, como buen idealista, Bueno se encuentra muy cerca de la religión: no es de extrañar, por lo tanto, su querencia por la escolástica tomista y su consideración de la religión católica como "racionalista" y "universalista". Como vieron muy bien los clásicos del marxismo, el Idealismo Filosófico pone la realidad "patas arriba" y lleva a cabo una inversión especular del mundo, de tal manera que el espíritu humano es el que crea la realidad y, en consecuencia, la realidad social no es la que determina la conciencia (sea ésta subjetiva o inmanente, como en los empiristas británicos, u objetiva o trascendental, como en Kant, Hegel y Bueno), sino que la conciencia determina siempre y en todo momento la realidad social. Esta postura lleva a justificar cualquier sistema político y social existente por el mero hecho de ser un reflejo de la conciencia o del espíritu humanos, y niega o minimiza los condicionantes materiales del desarrollo histórico y social. Por ello, el Idealismo es una ideología al servicio del statu quo imperante en un determinado momento histórico y en unas concretas circunstancias políticas, y no es de extrañar que en la práctica haya defendido siempre la alianza del Trono y el Altar. El Idealismo Filosófico de Bueno no escapa, desde luego, a dicha condición ideológica.

Por otro lado, Bueno reconoce que el sujeto cognoscente no se encuentra aislado sino integrado en una comunidad social, cuya forma superior de organización es la del Imperio. En última instancia, el mundo mismo es una construcción histórica de los Imperios. Dicha concepción imperial de la Historia es profundamente idealista: la Historia se concibe como una lucha entre Estados con el fin de convertirse en Imperios Universales, dotados de unos supuestos "ortogramas", entendidos como planes o proyectos ideales de dichos Estados, los cuales se enfrentan contra los ortogramas o proyectos ideales de otros Estados. Los ortogramas son una especie de entidades que existen en el Reino de las Ideas (aunque Bueno hable contradictoriamente de su presunto origen "material", en las condiciones materiales de producción), que guían las estrategias económicas, políticas y militares y dan cuenta de las ideologías y cosmovisiones dominantes en los Estados e Imperios. Cada Estado e Imperio de la historia habrían contado con su respectivo ortograma, el cual se habría enfrentado dialécticamente a los ortogramas de otros Estados e Imperios. La hegemonía de un Estado o Imperio sobre otros radicaría, según esto, en la superioridad dialéctica y filosófica de su correspondiente ortograma, el cual envolvería, trituraría y superaría dialécticamente a los ortogramas competidores. Dicha superioridad filosófica de un ortograma se traduciría en la superioridad tecnológica, económica, política y, sobre todo, militar. Sin embargo, si en un momento determinado de la Historia existen dos o más Imperios enfrentados entre sí, en aparente igualdad de condiciones, no hay manera de saber a priori cuál posee el ortograma más potente. Hay que esperar a ver cuál es el Imperio ganador, el que vence y/o domina a los restantes Imperios y Estados, o el que tiene más posibilidades de conseguirlo, para concluir entonces en retrospectiva que el ortograma de ese Imperio es el más potente y el que se identifica con la Verdad y la Razón de una época histórica determinada. Los grandes filósofos serían aquéllos que expresan y sistematizan eficazmente las ideas del ortograma imperial dominante, la Verdad y la Razón consagradas por la victoria práctica (sobre todo a través de la hegemonía tecnológico-militar) de un ortograma determinado. En conclusión: hoy en día la Verdad y la Razón están de parte del Imperio Yanqui (aunque Bueno piensa que una revitalización del proyecto ideal del antiguo Imperio Español, y en concreto de la moral católica, podría permitir la superación de la hegemonía norteamericana).

En resumen: positivismo histórico, idealismo, relativismo y nihilismo son los rasgos que caracterizan la concepción imperial de la historia y de la razón defendida por Don Gustavo Bueno. ¡Si Carlos Marx levantara la cabeza!

Panfleto contra la Democracia

En su libro titulado Panfleto contra la democracia realmente existente, Bueno incurre en múltiples contradicciones y aporías, al igual que en el resto de su obra escrita. Por ejemplo, critica lo que denomina "fundamentalismo democrático", como la creencia en que la democracia es la solución para todos los problemas, entendiendo la democracia como la existencia de elecciones libres y de distintos partidos que se presentan a aquéllas. A la vez, el propio Bueno es inconscientemente presa de ese mismo "fundamentalismo democrático" que denuncia, al dar una definición de "democracia" que se identifica esencialmente con la existencia de lo que denomina "mercado pletórico", es decir, una sociedad de consumo en la que la ley de la oferta y la demanda se aplica igualmente a las ideologías y partidos políticos, los cuales ofrecen sus mercancías ideológicas para que el consumidor elija a su gusto en el "mercado pletórico de las ideas". Bueno no dice prácticamente nada sobre la democracia participativa, a la que despacha apresuradamente en apenas unos párrafos como un "ideal utópico e irrealizable". Sin embargo, la democracia participativa era el modelo político de la Convención Jacobina y de Robespierre, y también fue el de la Revolución Bolchevique de 1917. Bueno comete el error de identificar el modelo político de los jacobinos revolucionarios con el del Estado liberal burgués, y la "nación democrático-revolucionaria" jacobina con la "nación liberal burguesa", englobando a ambas bajo el confuso concepto de "nación política". La conclusión final del libro es que "sin mercado no hay democracia". ¿Y para llegar a esta conclusión tan "brillante" --por cierto, totalmente contraria al análisis marxista y al republicanismo radical moderno--, ha tenido uno que tragarse todas las páginas de este ladrillo?

El Panfleto contra la democracia realmente existente se enmarca en el contexto del extravagante y fundamentalista revisionismo histórico representado por gentes como Pío Moa, César Vidal o Jiménez Losantos. De hecho, la última obra de Bueno puede considerarse como un intento de otorgar un fundamento filosófico a la obra de los revisionistas neofranquistas como Pío Moa. El Panfleto contra la democracia de Bueno pretende en última instancia tachar de "fundamentalistas democráticos" a quienes consideran que el golpe de estado fascista de 1936 fue un acto anti-constitucional contra un régimen parlamentario, democrático y absolutamente legítimo. Bueno rechaza los conceptos de "parlamentarismo", "democracia" y "legitimidad", sobre todo aplicados a la II República Española (la gran bestia negra de Bueno), con el fin de presentar como justa y legítima la rebelión militar y la instauración del régimen fascista de Franco. De esta manera, Bueno intenta convertirse en uno de los mayores ideólogos de la extrema derecha actual --y, por extensión, del PP--, ayudando a su "lavado de imagen" desde una filosofía pretendidamente materialista, objetiva y racionalista --pero, en realidad, profundamente idealista, metafísica, subjetivista e irracional. Ni siquiera su obra aparentemente más aséptica y científica --su o­ntología, su teoría de la ciencia, su antropología, etc.-- escapa a esa pretensión última de revitalizar y legitimar la tiranía franquista y el actual proyecto del nacional-catolicismo español.

Zapatero y el Pensamiento Alicia

En Zapatero y el Pensamiento Alicia, Bueno se convierte en un vulgar panfletario político neocon. Aun cuando Bueno pueda tener razón al señalar el simplismo de la filosofía de Zapatero, lo cierto es que al final no critica lo más criticable del PSOE, es decir, aquello en lo que coincide punto por punto con el PP y con los intereses del Gran Capital europeo y norteamericano. E incluso pasa de puntillas sobre la obvia contradicción existente entre las declaraciones ideológicas explícitas del PSOE y su actuación real: a Bueno no le preocupa en absoluto esta actuación, sino sólo que no se corresponda con las manifestaciones públicas de los dirigentes del PSOE. Así, Bueno está totalmente de acuerdo con el envío de tropas a Afganistán y con la política neoliberal del PSOE: lo único que Bueno critica es el discurso público del PSOE intentando camuflar dichas actuaciones. Por otro lado, se une al discurso paranoide y apocalíptico de Jiménez Losantos y de la COPE sobre el supuesto proyecto de "destrucción de España". Lo único que Bueno critica con contundencia es precisamente lo poco salvable (aun con matizaciones) del pensamiento de Zapatero: el reconocimiento de plenos derechos a las personas homosexuales, la extensión de derechos a nuestros primos hermanos los primates superiores (algo que la propia Teoría de la Evolución de Darwin reclama y exige), las declaraciones de carácter pacifista (aunque Bueno critica con acierto la hipocresía del PSOE al criticar la guerra de Irak y a mismo tiempo enviar tropas a Afganistán y convertir al suelo español en una gran base para el ejército americano), la (muy tímida) defensa del laicismo en la escuela, y la acertadísima idea de la "alianza de civilizaciones" (aunque luego ésta se quede en papel mojado y en una mera declaración retórica).

Es decir, lo que hace Bueno, ante el enfrentamiento entre los dos grandes bloques de la oligarquía financiera y terrateniente española, representados políticamente por el PP y el PSOE, es tomar partido por uno de ellos, el del PP y los grandes monopolios norteamericanos: en sus últimos libros, Bueno señala que es necesario "tomar partido" y apunta (a veces con una ambigüedad sibilina) que es necesario hacerlo por quien detenta el máximo poder, pues de los contrario se caería en un "idealismo pueril" propio de desadaptados. Esto no es más que un signo claro de oportunismo y de arribismo. La máquina mediática del poder oligárquico atiza la división entre los dos grandes sectores oligárquicos, propagando la idea de que hay que estar o con uno o con otro, y de que no cabe ninguna alternativa a los mismos. O con el PP o con el PRISOE: fuera de ellos no existe nada, y quien ataque a los dos por igual se arriesga a la "muerte social", a la marginación y a convertirse en un paria absoluto. El poder oligárquico pretende que fuera del PP y del PRISOE sólo exista el infierno y la soledad más trágica.

Pero hay personas que prefieren transitar y vivir en ese infierno a demostrar la escasa dignidad ética e intelectual de Don Gustavo y de otros como él, situados tanto en la "derecha" como en la "izquierda" del Régimen.


Cita:
Gustavo Bueno contra el Matrimonio Homosexual
Bueno ha afirmado que el matrimonio homosexual no está de acuerdo con la historia humana, ya que en todas las culturas ha existido el matrimonio civil o religioso (en todo caso, como institución estatal) entre heterosexuales, y nunca entre homosexuales.
Carlos Balmaseda (Para Kaos en la Red) [01.05.2007 13:02] - 476 lecturas - 27 comentarios


Como viene siendo tristemente habitual en tan insigne "filósofo", la postura de Gustavo Bueno acerca del matrimonio homosexual no es más que un puro desatino, aunque sin duda habrá agradado sobremanera a los talibanes nacional-católicos, quienes últimamente parecen ser el público al que Bueno dirige sus obras. Bueno ha dicho que instituir el matrimonio homosexual es motivo suficiente para derribar a un gobierno, y "mucho, muchísimo peor que lo de la guerra de Irak". Bueno ha afirmado que el matrimonio homosexual no está de acuerdo con la historia humana, ya que en todas las culturas ha existido el matrimonio civil o religioso (en todo caso, como institución estatal) entre heterosexuales, y nunca entre homosexuales.

Una vez más, como es su costumbre, Bueno desprecia por completo las tesis y hallazgos de las ciencias sociales (historia, antropología, arqueología, etc.), aunque no deje de citarlas. Pero ya sabemos que lo que Bueno entiende por "historia" y "antropología" no se corresponde con lo que entienden la mayoría de los historiadores y antropólogos del presente.

Analicemos, en primer lugar, qué significa que algo "no está de acuerdo con la historia". En primer lugar, ningún historiador serio ha manifestado jamás estar "de acuerdo" ni tampoco "en desacuerdo" con la historia, ya que la historia no es una persona o individuo con una opinión, sino sencillamente el registro de los actos y producciones de incontables individuos humanos que han perseguido diversos objetivos, interactuando entre ellos y con el entorno a través del tiempo. "Estar de acuerdo con la historia" es en realidad una afirmación sin sentido, al estilo de "estar de acuerdo con el tiempo", "estar de acuerdo con la realidad", o "estar de acuerdo con el modo de pensar de nuestros padres y abuelos y de todos nuestros ancestros". Lo que tal vez Gustavo Bueno quiera decir es que está de acuerdo con la proposición de que el matrimonio heterosexual (de cualquier tipo) es el único que debe ser reconocido por la ley, con exclusión de las uniones entre homosexuales (aunque Bueno reconoce la posibilidad de instaurar "uniones civiles" entre homosexuales, eso sí, sin adopción). En apoyo de dicho aserto, Bueno sostiene --igual que la Iglesia Católica y que los sectores más reaccionarios y fundamentalistas de la sociedad política mundial-- que así ha sido siempre. El matrimonio homosexual, sostiene Bueno, sería una ruptura radical con nuestro pasado civilizado.

Pero la afirmación de Bueno es sencillamente falsa. Bueno invoca la Historia como si fuera una fuente de autoridad, pero desconoce por completo las recientes (y no tan recientes) investigaciones historiográficas y antropológicas sobre el matrimonio y la homosexualidad. Si uno habla sobre los matrimonios homosexuales en la historia escrita, lo primero que debe hacer es leer y documentarse suficientemente al respecto. En este sentido, es imprescindible el libro Christianity, Social Tolerance, and Homosexuality [Cristianismo, Tolerancia Sexual y Homosexualidad] (University of Chicago Press, 1980), de John Boswell, quien documenta matrimonios homosexuales legalmente reconocidos en la Antigua Roma, que siguieron contrayéndose durante el período cristiano. En Same-sex Union in Pre-modern Europe [Las Uniones Homosexuales en la Europa Pre-moderna], Boswell habla de las uniones homosexuales bendecidas por la Iglesia durante la Edad Media, e incluso de una liturgia nupcial homosexual heredada de la Iglesia Antigua.

En las culturas orientales también han existido históricamente matrimonios homosexuales legales y reconocidos por el Estado. En Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa, Japan [Colores Masculinos: La Construcción de la Homosexualidad en Tokugawa, Japón] (University of California Press, 1995), Gary Leupp describe los "lazos de hermandad" entre varones samurais, que incluían contratos escritos, una ceremonia cuasi-nupcial, y a veces castigos severos para la infidelidad, durante los siglos XVII y XVIII. Los antropólogos han estudiado también en profundidad la cultura Azande del Sur del Sudán, donde durante siglos los guerreros se casaban, de manera totalmente legítima, con "muchachos-esposa". También destacan los estudios de Marjorie Topley sobre los matrimonios lésbicos --legalmente reconocidos-- en Guandong, China, a principios del siglo XX. The Case for Same-Sex Marriage [Historia del Matrimonio Homosexual] (1996), del profesor William Eskridge, demuestra que el matrimonio homosexual legal y socialmente reconocido ha existido prácticamente a lo largo de toda la historia y en casi todas las culturas y latitudes geográficas.

Lo que la historia del mundo nos cuenta realmente es muy distinto de los mitos y falsedades que nos cuentan Gustavo Bueno y los fundamentalistas cristianos. Lo que la historia auténtica nos descubre es que prácticamente cualquier tipo de comportamiento sexual puede ser y de hecho ha sido institucionalizado en algún lugar y en alguna fecha histórica concreta. Por ejemplo, la poligamia sigue siendo normal y legal en muchas naciones, como lo fue entre los mormones del estado norteamericano de Utah. En el Tíbet, la poliandria tiene una larga historia, y las modernas leyes chinas parecen tener poco poder para impedir los matrimonios entre una mujer y dos o tres hombres.

Volviendo a las relaciones homosexuales, los Sambia de Nueva Guinea han creído tradicionalmente que, para que un chico adolescente se convierta en un hombre, es absolutamente imprescindible que le practique una felación a un hombre adulto y que se trague su semen (ver La cultura norteamericana contemporánea, de Marvin Harris). Desde nuestras normas y costumbres occidentales, podemos ver esta costumbre de los Sambia como un caso de abuso infantil, pero en el contexto cultural de los Sambia no lo es en absoluto, sino que para los Sambia es simple sentido común. Así lo han estado haciendo durante los últimos 3.000 años de su historia (aquí podríamos preguntarles a Bueno y a los fundamentalistas cristianos: ¿esa duración de 3.000 años convierte a tal costumbre en algo correcto?). Algunas tribus de la Grecia Antigua tenían un concepto similar de la necesaria recepción de semen para convertir a un adolescente en un hombre, sólo que en la Grecia Antigua dicha recepción se hacía por la vía anal. El antropólogo y arqueólogo Jan Bremmer ha investigado igualmente esta práctica como un ritual de iniciación ampliamente extendido entre las antiguas tribus indoeuropeas.

Algunos autores sostienen que han existido dos tradiciones básicas de comportamiento homosexual masculino en este planeta, anteriores a la evolución del modelo igualitario contemporáneo: las tradiciones inter-generacionales y de rol específico, tanto en las sociedades pre-clasistas como en las más complejas; y aquellas tradiciones que implican la existencia de varones que adoptan una identidad femenina y transgenérica, y que a menudo desempeñan roles chamánicos, como los berdache de los pueblos nativos americanos o los hijra de la sociedad hindú. Generalmente estos hombres "afeminados" están disponibles para irse a la cama con hombres "viriles". Una variante de esta tradición es el antiguo Templo de Hombres Prostitutos mesopotámico (cuyo culto se extendió a Israel, como se registra en el Antiguo Testamento: Reyes 14:24, 22:47, etc.). Los hombres libres de la época alquilaban --si así lo querían-- a uno de estos Prostitutos Sagrados, se unían misticamente con la Divinidad al copular con ellos, y al mismo tiempo ayudaban al mantenimiento del Templo. Obviamente, no se está tratando de justificar esta antigua tradición, sino sólo recordando que hay muchas más cosas en el Cielo y en la Tierra de las que ha soñado la filosofía moral y sexual del cristianismo fundamentalista.

Durante los últimos 3.000 años (antigüedad aproximada de la institución del matrimonio, aunque algunos la cifran en 5.000 años), no ha habido ninguna norma global de matrimonio. En algunas sociedades, un hombre y una mujer, por propia voluntad, decidían establecer una acuerdo de por vida, obtenían los necesarios permisos y la legitimidad ceremonial, y desde entonces mantenían una unión monógama hasta que uno de ellos se moría. Sin embargo, este tipo de unión ha sido históricamente muy inusual. Los matrimonios arreglados que incluían diversos grados de dote (generalmente menor por parte de la mujer) han sido la norma más habitual. No fue hasta finales del siglo XVIII cuando, en gran parte del mundo occidental, el concepto de "matrimonio" sufrió un cambio brusco y radical, entendiéndose a partir de entonces que el matrimonio debía depender de la libre voluntad del hombre y la mujer y no de la voluntad y/o el consentimiento de los progenitores, y que además debía tener como fundamento el "amor" --otra categoría histórica compleja que no existió siempre, sino que fue un producto cultural del capitalismo mercantil emergente, un producto que llegó a convertirse en la ideología dominante del capitalismo industrial en lo que respecta a la cuestión familiar y sexual. Friedrich Engels lo explica muy bien en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde demuestra que el capitalismo industrial productivo y el concepto de libre mercado desempeñaron un papel fundamental en la aparición de la familia heterosexual moderna, nucleada en torno a la ideología del "amor".

Por razones demográficas y económicas (antes que morales), la monogamia ha estado generalmente más extendida que la poligamia. Pero cuando no se han dado tales limitaciones demográficas y económicas, la mayoría de los hombres ricos y poderosos han optado por la poligamia. Por supuesto, lo anterior incluye a los antiguos Hebreos --cuya moral está en el origen del cristianismo. Ahora bien, "estar de acuerdo" con 4.000, 6.000 ó 12.000 años de prácticas sexuales aleatorias --como lo están los fundamentalistas cristianos y Gustavo Bueno-- implicaría estar igualmente de acuerdo con la poligamia (ya que es tan antigua o más que la monogamia), o con la prostitución, o con la opresión social y sexual de las mujeres, o con la ablación de clítoris, o con la esclavitud (todas ellas costumbres milenarias donde las haya).

En suma, desde una postura mínimamente progresista es necesario defender el derecho al matrimonio homosexual. La libertad para establecer una unión con quien uno quiera, y así beneficiarse de cualesquiera privilegios --entre ellos, la adopción-- que el entorno político y cultural confiera al "matrimonio", no debería limitarse arbitrariamente a los varones que se sienten atraídos por las mujeres, y a las mujeres atraídas por los varones. Dicha limitación supone claramente una violación de derechos básicos, en este caso de las personas homosexuales. Aunque dicha premisa limitadora hubiera sido la norma desde los albores de la civilización --lo que, como demuestra la investigación historiográfica y antropológica, no es en absoluto cierto--, seguiría siendo irracional. Si la Historia (con H mayúscula) tiene alguna función, es la de inducir a la gente, a través de la acumulación de conocimientos y experiencias, a ser más racional, y de este modo aliviar las formas de sufrimiento que son capaces de infligirse a sí mismos. El reconocimiento del matrimonio homosexual es un paso progresista y absolutamente necesario, pues supone reconocer una realidad, y aliviar la opresión que la ignorancia y el odio homofóbicos siguen haciendo padecer a numerosas personas en todo el planeta.

Gustavo Bueno y otros, escandalizados por la perspectiva de un concepto más inclusivo de matrimonio, proponen una vía legislativa intermedia que reconozca las "uniones civiles" entre homosexuales. Sin embargo, esta postura sigue siendo discriminatoria, puesto que establece una distinción entre las personas basada en su preferencia sexual. En cambio, frente a dicha postura restrictiva y discriminatoria, todas aquellas personas que tengan la edad legal y así lo deseen deberían poder acceder --independientemente de sus preferencias sexuales-- a las ventajas conferidas por la institución estatal del matrimonio. Es más, por si fuera poco, el matrimonio homosexual tiene una gran cantidad de precedentes históricos, con lo que el argumento de la "tradición" pierde así uno de sus principales apoyos. El reconocimiento legal del matrimonio homosexual es, en definitiva, lo más justo, razonable y civilizado.

Recientemente, el filósofo marxista Slavoj Zizek ha escrito en su último libro --En defensa de la intolerancia, Ediciones Sequitur, 2007--, que el matrimonio homosexual y las reivindicaciones de los llamados queers socavan los cimientos del modo de producción capitalista, y además suponen una extensión del universalismo racionalista de izquierdas. La teoría queer, según la biblioteca digital Wikipedia, es "una teoría sobre el género que afirma que la orientación sexual y la identidad sexual o de género de las personas son el resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esencial o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales". La teoría queer es hoy en día uno de los más fructíferos paradigmas teóricos de los movimientos ecologistas, feministas, homosexuales, bisexuales y transexuales. Zizek escribe:


"Si la heterosexualidad en cuanto norma representa el Orden Global en función del cual cada sexo tiene su sitio asignado, las reivindicaciones queer no son, simplemente, peticiones de reconocimiento de determinadas prácticas sexuales y estilos de vida en cuanto iguales a otros, sino que representan algo que sacude ese orden global y su lógica de jerarquización y exclusión. Precisamente por su "desajuste" respecto al orden existente, los queers representan la dimensión de lo universal (o, mejor dicho, pueden representarla, toda vez que la politización no pertenece de entrada a la posición social objetiva, sino que supone un acto previo de subjetivación). Judith Butler ha arremetido con fuerza contra la oposición abstracta y políticamente reductora entre lucha económica y lucha "simplemente cultural" de los queers por su reconocimiento. Lejos de ser "simplemente cultural", la forma social de la reproducción sexual está radicada en el centro mismo de las relaciones sociales de producción: la familia nuclear hetero-sexual es un componente clave y una condición esencial de las relaciones capitalistas de propiedad, intercambio, etc. De ahí que el modo en que la práctica política de los queers contesta y socava la normativizada heterosexualidad represente una amenaza potencial al modo de producción capitalista..." (Slavoj Zizek, En defensa de la intolerancia).
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Santiago Armesilla Conde



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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 5:52 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

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La Escuela de Gustavo Bueno, Secta Fundamentalista
Carlos Balmaseda (Para Kaos en la Red) [08.05.2007 00:13] - 164 lecturas - 3 comentarios

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El Diccionario de la Real Academia Española define “secta” como: “s.f. Conjunto de seguidores de una ideología doctrinaria. 2. Sociedad secreta, especialmente política. 3. Doctrina, confesión religiosa. 4. Grupo disidente minoritario en las religiones o Iglesias constituidas”. La Escuela de Bueno sería una “secta” según la primera acepción, la cual indudablemente es demasiado general y poco precisa;según esa definición podríamos calificar de “secta” a cualquier escuela o corriente filosófica, así como a cualquier partido político, sindicato, movimiento social, etc.


Ahora bien, desde el punto de vista psicosociológico –que es el que aquí nos interesa--, una secta es un grupo más o menos minoritario que adopta, bajo la conducción de un Guía o Maestro Infalible, una actitud fundamentalista de respeto a los textos sagrados y de enfrentamiento agresivo y proselitista contra todas las restantes concepciones, cosmovisiones, ideologías y filosofías de su entorno social e incluso del mundo entero. La secta se distingue por su rechazo visceral de toda crítica interna y externa, su consideración de cualquier punto de vista diferente como potencialmente perjudicial y dañino, su ideal de renovación “espiritual” y personal, el gusto por el sincretismo, el afán de cambiar la vida individual y de vivir en una comunidad armoniosa frente a una sociedad externa vista como “gravemente confundida y/o perturbada” (véanse las frecuentes alusiones de Bueno al “Jardín de Epicuro” y al “alejamiento de toda forma de cultura”), la exigencia a sus adeptos de una adhesión total y exclusiva a su doctrina y/o modo de vida, y el culto a la personalidad de su Guía o Maestro, el cual es considerado como infalible [Pepe Rodríguez, El poder de las sectas, Ediciones B, 1999]. En este sentido, la Escuela de Bueno puede perfectamente definirse como una secta, o al menos como un grupo con fuertes componentes sectarios, ya que todas las características antes descritas se dan de manera especialmente marcada en la Escuela de Bueno. Asimismo, la filosofía de Bueno podría describirse, más que como un idealismo tout court, como un curioso híbrido de materialismo e idealismo, nacido del gusto por el sincretismo característico de los grupos sectarios (aunque no sólo de éstos). Ese híbrido no puede dejar de dar lugar a fuertes contradicciones internas dentro de la propia filosofía de Bueno, aunque los contenidos idealistas de la filosofía de Bueno son considerados por éste como emic materialistas, de acuerdo con una concepción absolutamente sui generis del "materialismo" que no coincide con la de ningún filósofo materialista del presente o del pasado.


Ahora bien, crear un sistema completo de filosofía, fundar una escuela dirigida por una doctrina, tener preocupaciones políticas e intentar rebatir a otras filosofías contemporáneas son características que se aplican --en mayor o menor grado-- a prácticamente todas las Escuelas Filosóficas de la historia y a muchas del presente; de ahí que tales rasgos no sean pertinentes para caracterizar a la Escuela de Bueno en contraposición a otras Escuelas. Por otro lado, la creencia de hallarse en posesión de la Verdad Absoluta y de que toda la sociedad está gravemente confundida, así como el sentirse en la "obligación" de rebatir a absolutamente todo el mundo, son rasgos que pertenecen al ámbito de estudio de la Psicología Social, y que constituyen algunos de los caracteres definitorios de los grupos sectarios, aunque su sola presencia no basta para calificar a un grupo como "sectario"; por otra parte, también se puede ser materialista y sectario.


Si acudimos a la historia del pensamiento filosófico, veremos que, por ejemplo, en la Escuela de Platón había mucho más debate interno y mucha más autocrítica que en la Escuela de Bueno. De hecho, uno de los discípulos de Platón, Aristóteles, fue el creador de una filosofía radicalmente opuesta en muchos aspectos a la de su Maestro: hoy en día sería impensable que surgiera un "Aristóteles" en la Escuela de Bueno. Por otra parte, es dudoso que en la Escuela de Platón se diera también el mismo fenómeno de culto a la personalidad y la misma creencia monolítica en la infalibilidad del Maestro: de hecho, parece ser que muchos discípulos no creían que Platón fuera infalible e incluso en diversas ocasiones le plantearon abiertamente sus discrepancias en varias cuestiones importantes. Por otro lado, Platón no se sentía en la "obligación" de rebatir a todos sus contemporáneos; es más, sentía un gran respeto y admiración por los conocimientos y productos culturales acumulados en toda la franja mediterráneo-oriental: los mitos helénicos, los cultos órficos, las religiones mistéricas, los saberes y técnicas de Egipto, Mesopotamia y Persia, etc.. Asimismo es dudoso que se creyera en posesión de la Verdad Absoluta, eterna e inconmovible.


El Buenismo como Filosofía Gnóstica

En la mayoría de sus obras, Don Gustavo Bueno utiliza de manera sibilina y casi maquiavélica una ambigüedad exasperante (salvo para los buenistas ultraortodoxos, quienes consideran dicha ambigüedad como ejemplo de "objetividad e "imparcialidad"), mediante la cual pretende mantenerse en una especie de estratosfera desde la que supuestamente juzga a los seres humanos igual que un entomólogo estudiaría una colonia de hormigas, con la más absoluta frialdad y con el más perfecto desapasionamiento. Sin embargo, en el fondo dicha ambigüedad implica una toma de partido bien clara y definida, y el supuesto desapasionamiento académico adquiere muchas veces la forma de un turbulento despliegue de afirmaciones más caracterizadas por la pasión que por la razón.

El artículo de Bueno titulado "Notas sobre la socialización y el socialismo" (publicado en la revista digital El Catoblepas, nº 54) [1] parece, en principio, uno de los artículos menos pasionales y más "objetivos" escritos por Bueno en las últimas décadas, en las que las descalificaciones y los insultos ad hominem, la parcialidad más descarada, así como los ataques no disimulados de ira, se han manifestado con especial virulencia en prácticamente todos sus textos de filosofía política. Dicha "frialdad" o aparente “imparcialidad" del artículo hay que buscarla en gran medida en la obsesión geometricista y clasificatoria de Bueno, y en parte en que básicamente está dirigido a un pequeño subgrupo de su secta, liderado por el buenista ortodoxo Javier Pérez Jara y autodenominado "séptima izquierda" [2], el cual se presenta como opuesto e irreconciliable con el resto de las izquierdas mundiales e históricas. Bueno elabora aquí lo que serían los fundamentos políticos de la "séptima izquierda", un grupúsculo que no se sabe qué modelo de sociedad defiende, qué modelo económico propone, o cuáles son sus posturas concretas respecto a la globalización, la pobreza, la inmigración, el desempleo, la vivienda, el tráfico de armas, las oligarquías económicas, las multinacionales, el Fondo Monetario Internacional, los transgénicos, los derechos de las minorías, las guerras preventivas, etc., etc.

El "socialismo" del que habla Bueno en su artículo es el "socialismo en sentido filosófico" o "genérico", el cual es distinto del socialismo político o "específico" (ya sea teórico o práctico). El concepto de “socialismo genérico” es prácticamente sinónimo de universalismo racionalista. De este modo, se opondría tanto a las concepciones particularistas, ya fuesen individuales o grupales, como a las posturas irracionalistas. Una filosofía que fundara su validez y el origen mismo del conocimiento en la subjetividad del individuo (por ejemplo, en tener una conciencia clara y distinta de las cosas, o en “buscar en el propio interior”), o bien en la excepcionalidad o superioridad de un individuo concreto, de un pueblo, de una nación o de una “raza”, excluyendo a los restantes seres humanos (que no tendrían acceso al verdadero conocimiento), sería contraria al “socialismo genérico”. Bueno denomina "gnósticas" a las filosofías caracterizadas por el particularismo y el irracionalismo.

En cambio, el “socialismo genérico” funda su validez y el origen mismo de todo conocimiento en la intersubjetividad, en el entretejimiento de las relaciones sociales y en el intercambio de experiencias e información entre todos los individuos. Asimismo, el “socialismo genérico” sostiene que el conocimiento y la verdad no se limitan únicamente a un individuo, grupo social, “raza” o nación, los cuales poseyeran dicho conocimiento o verdad en virtud de su superioridad intrínseca sobre el resto de la humanidad. Por el contrario, el conocimiento y la verdad resultan igualmente asequibles para todos los miembros del Género Humano, y tienen validez universal. Lo que el "socialismo genérico" defiende, en definitiva, es el carácter social y universal del conocimiento.

A esto se reduce exclusivamente el “socialismo” de Bueno. Por ello, como precisa Bueno, su “socialismo” no se identifica con ningún tipo de socialismo político presente o histórico. De hecho, en realidad no tiene nada que ver con la política, sino sólo con la epistemología o teoría del conocimiento. Pero para este viaje no hacían falta tantas alforjas. El mismo concepto fue ampliamente desarrollado, antes que Bueno y de forma mucho más clara, en el ámbito de la Filosofía y la Sociología de la Ciencia por Robert K. Merton, Mario Bunge o John Ziman, entre otros. Así, Merton afirma que la ciencia posee un ethos propio, que comprende cuatro "imperativos institucionales": universalismo, o no relativismo (la verdad es universalmente válida, y no es privativa ni se limita a ningún individuo, grupo social, “raza” o nación); comunismo epistémico, o compartir sin restricciones el conocimiento científico (todo científico que realiza un descubrimiento o formula una teoría los pone a plena disposición de toda la comunidad de científicos, y en última instancia de toda la humanidad); desinterés, o libertad de motivaciones y limitaciones políticas y económicas; y racionalismo o escepticismo organizado, que pone énfasis en la duda metódica, la argumentabilidad y la contrastabilidad. Bronowski y Bunge desarrollaron todos estos aspectos, considerándolos como rasgos esenciales de la verdadera Ciencia. Todos esos rasgos en conjunto conformarían una especie de “socialismo epistémico”, equivalente en el ámbito de la ciencia al “socialismo genérico” de Gustavo Bueno.

Gustavo Bueno, de manera extremadamente ambigua y contradictoria (una vez más en su línea habitual), sostiene que, de la misma manera que en filosofía cabe hablar de “socialismo” (“epistémico” o “genérico”), también cabría hablar de socialismo en el terreno de la praxis política, cuando ésta estuviese guiada por un proyecto de carácter universalista y racionalista. El "socialismo político", entonces, sería la aplicación de los principios del "socialismo genérico" o "epistémico" al ámbito de la política. Dicho socialismo político, sin embargo, no puede sino degenerar siempre en diversas formas de particularismo e irracionalismo, porque la praxis política no puede permanecer inmaculada y pura (como la filosofía teórica), y necesariamente acaba contaminándose al entrar en contacto con la realidad, terminando por servir a los intereses de grupos o sectores concretos (particularismo), e incluso incorporando contenidos idealistas, mitos e ideologías (irracionalismo). En suma, lo que Bueno parece decir es que el socialismo político sólo puede existir en la teoría, como representación y no como práctica. Las formas históricas de socialismo (socialdemocracia, comunismo soviético, maoísmo, anarquismo, etc.), aunque estuvieran guiadas por grandes representaciones teóricas que pretendían ser universalistas y racionalistas (es decir, socialistas), en la práctica terminaron convirtiéndose en sistemas políticos con muchos elementos particularistas (por ejemplo, el nacionalismo ruso o chino, la exaltación de la clase obrera en detrimento del campesinado y la burguesía, o la defensa de los privilegios de la nomenclatura) e irracionalistas (como los mitos del “proletariado universal” o del “progreso de la historia”). Por tanto, en la práctica las diversas formas de socialismo político (la URSS, la Europa del Este, la China de Mao, el Chile de Allende, la Cuba de Castro, etc.) no fueron ni son realmente socialistas en sentido estricto, sino capitalismos de estado (en el mejor de los casos) o despotados hereditarios (en el peor). Y no podía ni puede ser de otra forma.

El problema es que Bueno considera que únicamente su filosofía es plenamente universalista y racionalista, y, por tanto, la única materialista y realmente “socialista” (epistémica). El resto de filosofías del presente y del pasado son falsas, o llenas de contenidos irracionalistas y particularistas (“gnósticos”, en términos de Bueno), sin perjuicio de que en algunas de tales filosofías puedan encontrase “verdades”, convenientemente reinterpretadas por Bueno tras efectuar la “trituración” (terminacho feo y antipático donde los haya) y la demolición inmisericordes de dichas filosofías. Puesto que el "socialismo político" es la extensión de los principios del "socialismo genérico" al ámbito de la política, y dado que el único "socialismo genérico" pleno y auténtico es el materialismo buenista, se deduce que el socialismo no ha existido nunca y que tampoco existe en la actualidad: ningún sistema, organización, grupo o movimiento político del pasado y del presente ha sido ni es verdaderamente “socialista” en la práctica, por el mero hecho de que ninguno es seguidor de la filosofía de Bueno.

Podría pensarse entonces que, de acuerdo con Bueno, el “socialismo político” podría existir realmente en la práctica si un Estado tuviera como “filosofía oficial” el materialismo buenista, o bien derivara de éste sus principios básicos y sus fundamentos jurídicos, legales e institucionales. Pero quien pensase esto también se equivocaría, pues Bueno rechaza la concepción marxiana de la filosofía como “praxis” (política), y en cambio adopta la concepción de la filosofía como “gnosis” –en contradicción con sus propios planteamientos--, como “conocimiento puro e incontaminado” que sólo tiene como objeto criticar, analizar y diseccionar con su afilado bisturí dialéctico la realidad social y política, “sin tomar partido”. Así pues, Bueno rechaza que su filosofía pueda aportar la base teórico-práctica necesaria para construir un determinado modelo de Estado o de sociedad, pues no es ésa en absoluto la función de su filosofía (es decir, de la Filosofía Verdadera). Puesto que uno de los principios básicos del "socialismo genérico" o "epistémico" --ya señalado por Merton y que Bueno comparte-- es el desinterés o la independencia respecto a cualesquiera motivaciones económicas o políticas, el propio concepto de "socialismo político" es un concepto límite y autocontradictorio, totalmente irrealizable en la práctica.

Por ello, en realidad la llamada “séptima izquierda” sería una “izquierda filosófica” y no política, dedicada a “triturar” los mitos y las falsedades de las distintas filosofías y concepciones políticas, pero sin proponer ninguna alternativa concreta. De ahí que los defensores de la llamada “séptima izquierda” se despreocupen por completo de toda temática social, y que no aborden asuntos como el desigual reparto de la riqueza a nivel planetario, la pobreza, la exclusión social, el sufrimiento de los más desfavorecidos, el desempleo, el deterioro medioambiental, la expoliación imperialista, etc., etc., y que como mucho tiendan a disculpar dichas realidades considerándolas poco menos que inevitables.

Por tanto, el “socialismo genérico” de Bueno desemboca en la práctica en una apología del conservadurismo, el conformismo, la desmovilización y la despolitización, y sus consecuencias no pueden ser más que desmoralizadoras. No es de extrañar que los libros de Bueno sean anunciados con gran alharaca publicitaria en los medios de comunicación oligárquicos, y que se vendan en grandes tiradas en superficiales comerciales como El Corte Inglés.



La “Infalibilidad” de Gustavo Bueno

Habría que precisar que, para Bueno, las filosofías "gnósticas" no son sólo las que dependen de una "revelación" (religiosa o mundana) o de las especiales capacidades intelectivas de un individuo concreto. También serían "gnósticas" aquellas filosofías que basan sus fundamentos en el "interior" del individuo (por ejemplo, en la "duda metódica" de Descartes o en la "epojé trascendental" de Husserl), aun entendiendo que dicho individuo puede ser en principio cualquier miembro del género humano. Es decir, serían "gnósticas" aquellas filosofías que no establecen su fundamentación última en el contexto social y cultural, en el enfrentamiento dialéctico de las diversas concepciones y perspectivas (no sólo filosóficas sino también científicas, ideológicas, míticas, religiosas, etc.) que se da necesariamente en cualquier época del desarrollo histórico de la civilización, caracterizada por el predominio de las relaciones simétricas y transitivas entre los individuos y los grupos sociales. En suma, también sería "gnóstica" toda filosofía que establezca como origen y fundamento de la Verdad --de las Ideas-- el "alma", el "espíritu", la "conciencia individual", el "Yo" ("Pienso luego existo", de Descartes), la "interioridad subjetiva", el ámbito íntimo de la conciencia, en vez de reconocer que las Verdades e Ideas de la Filosofía tienen su origen en el contexto sociocultural e histórico. Por eso, según Bueno, tales filosofías gnósticas subjetivistas no pueden ser plenamente "racionalistas" ni "universalistas" (aunque lo pretendan), porque la Razón es Histórica y se despliega a través de la confrontación dialéctica entre los diversos conocimientos, creencias y productos culturales de los diferentes grupos y comunidades sociales y de los distintos Estados existentes en cada época histórica; asimismo, sólo podrá ser "universalista" una filosofía que haya demostrado su mayor potencia para "triturar", superar y asimilar a las demás filosofías, ideologías, creencias y productos culturales de su época histórica y, concomitantemente, del pasado: no puede ser "universalista" una filosofía que reduzca sus fundamentos al espacio íntimo y subjetivo de la conciencia individual.

Hasta aquí la concepción de Bueno es más o menos compatible con el Materialismo (y también con el Idealismo Objetivo de Hegel), pero entra en evidente contradicción con la propia práctica de la Escuela de Bueno. En efecto, aunque ésta reconozca que toda filosofía es un producto cultural e histórico que nace de la labor colectiva de unos grupos sociales (que entran en confrontación dialéctica con otros grupos sociales defensores de concepciones distintas, demostrando su racionalidad y universalidad al "triturar" dichas concepciones opuestas), al final resulta que sólo un individuo --Gustavo Bueno-- es capaz de superar dialécticamente todas las concepciones filosóficas, ideológicas, míticas, etc. del presente y del pasado, reorganizando los despojos triturados que aún puedan salvarse de dichas concepciones y construyendo sobre la base de nuevas Ideas un sistema filosófico completo y acabado, racionalista y universalista, y por ende verdadero. No se sabe bien en virtud de qué criterio Gustavo Bueno es el único ser humano capaz de construir una filosofía racionalista y universalista, siendo así que a los restantes seres humanos sólo les queda aceptar necesariamente la Verdad construida por Bueno (y, si son profesores de filosofía, difundirla y aplicarla fielmente), al leer sus obras filosóficas y comprender (a no ser que tengan dañada su facultad intelectiva, o bien sean víctimas de falsos prejuicios ideológicos e idealistas que son incapaces de superar) que en ellas se contiene la única Filosofía Verdadera, Racional y Universal. Al hablar con algunos discípulos de Bueno, uno puede llegar a la conclusión de que creen --de manera no muchas veces explicitada-- que Gustavo Bueno posee una capacidad intelectiva y de raciocinio muy superior a la de los restantes seres humanos que viven en la actualidad, y superior a la de todos los seres humanos que han vivido en el siglo XX, por lo cual les parece sencillamente inconcebible que alguien pueda criticar siquiera una coma de la obra filosófica de Bueno, y por eso tienden a tildar de "ignorantes", "idealistas" y movidos por la "mala fe" a todos los críticos. Cuando éstos dirigen su crítica contra los fundamentos básicos de la filosofía de Bueno, generalmente sus apóstoles afirman que aquéllos “tergiversan” maliciosamente la filosofía de Bueno; pero por lo general los buenistas no se dignan contestar de manera clara a ninguna de las críticas, sino que tan sólo se limitan a despreciarlas, a ningunear y descalificar en términos psicologistas al adversario, y a recitar como papagayos los textos sagrados del Maestro.

El propio Bueno considera que la racionalidad filosófica procede de la racionalidad geométrica (por ejemplo, de los Elementos de Euclides), y que no es sino la aplicación de esa misma racionalidad geométrica al ámbito de las Ideas. Por lo tanto, para Bueno sus tesis filosóficas son tan axiomáticas como los principios y axiomas de la Geometría, de tal manera que poner en duda cualquiera de sus afirmaciones sería como poner en duda el teorema de Pitágoras o los principios de Euclides (como "todos los ángulos son rectos" o "es posible trazar una línea recta entre dos puntos cualesquiera"). ¿Quién, sino un "ignorante", un "idealista" o un "malintencionado" puede negar o criticar el Teorema de Pitágoras?

Sin embargo, la racionalidad filosófica --al contrario de lo que piensa Bueno-- no es la aplicación de la racionalidad geométrica al terreno de las Ideas, e incluso tal aplicación es imposible dada la propia naturaleza de las Ideas. Por eso sucede con tantísima frecuencia que filosofías igual de críticas, universalistas y racionalistas hayan llegado a conclusiones diferentes y aun opuestas sobre cuestiones fundamentales. Universalismo y racionalismo no son sinónimos de Verdad Axiomática, ni mucho menos de Verdad Absoluta. Lo que hace una filosofía universalista y racionalista es formular conjeturas o hipótesis universalistas y racionalistas, pudiendo existir perfectamente otras filosofías universalistas y racionalistas que propongan hipótesis diferentes e incluso opuestas. Incluso, el gran filósofo Willard Van Orman Quine propuso el principio de la “subdeterminación de las teorías por la experiencia”, según el cual, dado cualquier conjunto de hechos o datos empíricos, existen siempre varias teorías o explicaciones que son incompatibles entre sí pero que resultan compatibles por separado con dicho conjunto de hechos o datos.

Por todo ello la filosofía de Bueno, pese a sus pretensiones universalistas y racionalistas, ha terminado convirtiéndose en una filosofía gnóstica cuya Verdad descansa sobre la supuesta excepcionalidad intelectual y racional y las extraordinarias dotes casi sobrehumanas de una sola persona, la única capaz de construir una filosofía verdadera y axiomática, que los demás deben asumir necesariamente como propia al constatar su verdad, racionalidad y universalidad (como deben igualmente asumir por necesidad el Teorema de Pitágoras o los Principios de Euclides).

Contaré ahora una anécdota que es una muestra más del peculiar carácter de la Escuela de Bueno. Durante una charla pronunciada hace años por Gustavo Bueno en la Casa de Cultura de Sama de Langreo, el filósofo dijo lo siguiente: "Varios discípulos míos, profesores de instituto, mantienen posturas distintas sobre temas como el aborto, la eutanasia o la pena de muerte, según ellos desde el Materialismo Filosófico. En unos cursos recientes de la Universidad de Oviedo, yo hablé con estos discípulos y les expliqué cuál era la postura del Materialismo Filosófico". Además del lenguaje curil y casi evangélico, una vez más Gustavo Bueno se arrogaba en exclusiva el derecho de aplicar y desarrollar la racionalidad crítica y universalista de su sistema filosófico, sobre todo en cuestiones que no habían sido abordadas con anterioridad por él. Tras la correspondiente "corrección" de las posturas de sus discípulos y después de ponerles a éstos los puntos sobre las íes, Bueno esperaba naturalmente que sus discípulos abandonasen su anterior postura (errónea e "idealista") y que acatasen de manera acrítica, sumisa y pasiva la postura del Maestro, la única racional y verdadera, si no querían que el Maestro les tildase de "ignorantes, idealistas y malintencionados".



La Escuela de Bueno como Hetería Soteriológica

Toda la filosofía de Bueno está plagada de contradicciones objetivas y de errores de bulto. De hecho, parte de los criterios y de la metodología de la filosofía buenista pueden ser utilizados para analizar esta misma filosofía, con lo cual ésta no queda precisamente muy bien parada. En cierto modo, las partes contradictorias presentes en la obra de Bueno, si se ponen en conexión unas con otras (lo que ni Bueno ni ningún buenista han hecho jamás), hacen que la filosofía de Bueno se auto-fagocite, que se devore a sí misma. Por eso, a la filosofía de Bueno se la puede comparar con esos niños rollizos y regordetes, de apariencia muy sana y saludable, pero en los que los resultados analíticos han revelado que padecen una anemia severa.

En este sentido, podemos servirnos del interesante concepto de "Hetería Soteriológica" propuesto por Bueno. “Hetería” es un concepto filosófico, mientras que "secta" es un concepto de la Psicología Social y la Sociología, sin perjuicio de que entre ambos existan intersecciones y aspectos comunes. La Hetería Soteriológica, según la concepción de Bueno, no tiene por qué ser necesariamente una secta (aunque todas las sectas son Heterías). La Hetería comparte con las sectas los rasgos de ser un grupo, cofradía, organización o comunidad cerrado y esotérico, que asume como misión la "salvación" de sus miembros actuales y potenciales (los cuales son considerados como gravemente extraviados) respecto a su entorno social, laboral, familiar, político y/o cultural, para lo cual la Hetería lleva a cabo supuestos métodos o rituales de "cura", "sanación" o "recuperación" del camino personal perdido. La Hetería Soteriológica pretende salvar a sus miembros en cuanto personas, en cuanto sujetos operatorios, suponiendo que su entorno social les impide realizarse plenamente como tales y ser auténticamente responsables, racionales y libres. Las Heterías Soteriológicas, según Bueno, proliferan en los períodos especiales de crisis, cuando las distintas "esferas" socioculturales, religiosas, políticas, ideológicas, etc. de una comunidad social entran en un conflicto especialmente turbulento entre ellas, al no haber una "esfera" dominante, lo que produce la aparición de un gran número de "individuos flotantes" que asumen "interiormente" dicho conflicto y que constituyen la principal "clientela" de las Heterías.

Bueno lleva bastante razón al caracterizar a la Escuela de Epicuro y al Psicoanálisis como "Heterías Soteriológicas" (no propiamente "sectas"), surgidas en épocas de crisis caracterizadas por la agudización de los conflictos entre las "esferas" socioculturales y la correspondiente proliferación de "individuos flotantes", los cuales son atraídos hacia las Heterías en busca de la "curación" o la "reorganización personal" que les permita su "salvación" como personas o individuos responsables y libres. Pues bien, de igual manera, la Escuela de Bueno puede ser considerada ella misma como una Hetería, a mitad de camino entre la Filosofía y la Soteriología, dado que también ella ha asumido como misión la "salvación" de los "individuos flotantes" (que en última instancia se identifican con la mayoría de la humanidad) de manera que puedan ser personas o sujetos operatorios autoconscientes, críticos y racionales. Y también la Escuela de Bueno ofrece su propio método de tratamiento de los "individuos flotantes", consistente en la lectura comprensiva y en la plena asunción de todos los postulados de la obra de Bueno, lo que les permitirá la necesaria renovación "espiritual" y la reorganización de su camino personal en la vida (necesariamente extraviado sin la Filosofía de Bueno), y hará que se eleven por encima de sus congéneres hasta alcanzar un plano superior de racionalidad, conciencia crítica y autoconsciencia.

Hay que tener en cuenta que la Hetería sólo busca la salvación individual y no la "salvación colectiva", por lo que las Heterías no pueden ser propiamente movimientos políticos. Ello enlaza también con el peculiar "socialismo genérico" de Gustavo Bueno, que en realidad sería un "socialismo gnóstico" diferente de y opuesto a todos los socialismos políticos pretéritos y actuales. El socialismo gnóstico de Gustavo Bueno no busca transformar la realidad sino sólo las conciencias, y estaría basado en la pertenencia a una comunidad de fieles conocedores y seguidores de la filosofía buenista, comunidad que sería extensible --en virtud del supuesto racionalismo y universalismo plenos de dicha filosofía-- a todo el género humano.



Buenismo Esotérico y Buenismo Exotérico

En las últimas décadas se ha producido un curioso fenómeno, sobre todo entre la gran y mediana burguesía ovetense –vinculada principalmente a la especulación inmobiliaria, a la mafia del ladrillo y de las comisiones multimillonarias, a la prensa regional y a la administración municipal, autonómica y universitaria--, consistente en la aparición de lo que podríamos denominar “buenismo exotérico” o “mundano”, por contraposición al “buenismo esotérico” o “académico” (aunque no se trata de un fenómeno únicamente circunscrito al ámbito municipal de Oviedo, sino que también se está extendiendo lentamente por otros lugares de la geografía española). Mientras que el “buenismo esotérico” está constituido principalmente por profesores de filosofía y estudiantes universitarios que manejan la jerga buenista y que han leído al menos algún texto académico del Maestro, el “buenismo exotérico” está formado por personas que no han leído jamás un solo libro de Bueno, y que conocen el pensamiento de éste únicamente a través de las declaraciones e intervenciones de Bueno en la prensa escrita y en los medios audiovisuales. Los “buenistas exotéricos” citan con fruición las palabras de Gustavo Bueno recogidas en medios de incomunicación de masas como La Nueva España, el ABC o El Mundo, se declaran admiradores incondicionales del filósofo riojano, y hasta aseguran que Bueno es el más grande intelectual de España e incluso del mundo entero, por supuesto sin haber leído más que la contraportada y las solapas de los últimos libros de Bueno (y eso en el mejor de los casos), entre otras cosas porque no entenderían ni una sola palabra. Podríamos describir a esta peculiar fauna urbana como “buenistas de restaurante”, “buenistas de tertulia hosterelil” o “buenistas de comilona, café, copa y puro”, puesto que su principal ámbito de reflexión es el de los mesones, hoteles y restaurantes –generalmente de alto postín--, y sus análisis de filosofía mundana suelen consistir en exabruptos bien cargados de testosterona viril y de fervor patriótico, como los siguientes: “Bueno tiene razón: ZP sólo gobierna para los maricones y los etarras”, “¡Bueno es el mejor: los tiene acojonáos a esos rojos de mierda!”, “joder, si ya lo dice Bueno: el capitalismo es lo único que hay y lo único que funciona!”, “¡había que meter los tanques en el País Vasco y pasarlos a todos por las armas!”, etc., etc… Por lo general, los “buenistas exotéricos” son personas de un nivel adquisitivo alto o medio-alto, así como votantes, simpatizantes e incluso militantes del PP (aunque también hay algunos del PSOE y hasta de IU). El propio Bueno se encarga de fomentar, de alimentar con sus declaraciones públicas y de hacer constantes guiños a ese “buenismo exotérico”, ignorante y cavernícola, que es el que abarrota mayoritariamente sus conferencias y charlas públicas y el que le aplaude a rabiar sin haber entendido ni uno solo de sus argumentos, salvo los insultos viscerales contra la izquierda y contra el “progresismo”, jaleados y reídos por los incondicionales.

Uno de los más egregios representantes del “buenismo exotérico” es el ultra-conservador Javier Neira, católico a machamartillo y articulista de La Nueva España, desde cuyas páginas ha apoyado la política de los gobiernos de Aznar y ha llegado a recomendar a los jóvenes que dejen el botellón, que no voten a ZP y que acudan a misa los domingos y las fiestas de guardar. Otro insigne representante del “buenismo exotérico” es el mismísimo alcalde de Oviedo por el PP, Don Gabino de Lorenzo, quien, durante la ceremonia de proclamación de Gustavo Bueno como Hijo Adoptivo de la Ciudad de Oviedo, el 21 de diciembre de 1995, llegó a decir esto: “Gustavo, te creemos aunque no te entendamos”. Con estas palabras, Don Gabino de Lorenzo resumía a la perfección el núcleo central de las creencias del “buenismo exotérico”, ante la mirada satisfecha y aprobatoria de Don Gustavo. El mismo Don Gabino reconoció que había intentado leer El Animal Divino y que no había podido con él; pero esto, desde luego, no era óbice alguno –sino todo lo contrario-- para entrar con todos los honores en la cohorte del “buenismo exotérico”. Don Gustavo, como los jerarcas y los curas de su admirada Iglesia Católica, tampoco quiere que sus discípulos le entiendan sino tan sólo que le adoren. Tanto mejor si le regalan Fundaciones.



Conclusión

En suma, podemos concluir que no existen demasiadas diferencias entre los miembros de la Escuela de Bueno --el “buenismo esotérico”-- y los miembros de sectas religiosas fundamentalistas como los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo del Día, los Mormones o Nueva Acrópolis, al menos desde un punto de vista psicosociológico. En todos estos grupos se dan los mismos mecanismos mentales de inercia ideológica, de falta absoluta de crítica y autocrítica, de seguridad intelectual y emocional proporcionada por una Verdad Absoluta e indubitable, de culto al líder y Maestro infalible, de dependencia doctrinal e intelectual cargada con fuertes tintes emocionales, de reprogramación de las estructuras cognitivo-afectivas del individuo con el fin de convertirlas en esponjas permeables cuyos circuitos puedan ser manipulados a su antojo por la secta, de lavado de cerebro, de debilitamiento del sentido crítico y de aceptación de cualquier doctrina por absurda que parezca, de instrumentalización por el líder del contenido de la doctrina para obtener un comportamiento de sumisión en sus seguidores, de rechazo visceral hacia todas las filosofías y visiones alternativas por considerarlas potencialmente dañinas, perjudiciales y perversas, etc… Al final, la Escuela de Bueno, como cualquier secta, intenta reproducir la estructura familiar, donde el Líder y Maestro simboliza la figura paterna.



Resulta sumamente curioso y revelador que, igual que para los Testigos de Jehová y los Adventistas del Séptimo Día cualquier crítica hacia su doctrina y su organización social implica atacar al “Cristianismo” con mayúsculas, como si no existiera una infinidad de sectas e iglesias cristianas distintas y a menudo completamente contrarias a sus doctrinas y principios, los buenistas consideran que la más mínima crítica a la obra de Bueno o a sus declaraciones y actuaciones públicas supone un ataque frontal contra el “Materialismo Filosófico” con mayúsculas, como si hoy en día no existieran otros filósofos materialistas que defienden posturas muy distintas e incluso radicalmente contrarias a las mantenidas por Bueno. Filósofos y científicos materialistas bastante más rigurosos, coherentes y objetivos que Bueno son Mario Bunge, Daniel Dennett, Paul y Patricia Churchland, André Comte-Sponville, Slavoj Zizek, Richard Dawkins, Gonzalo Puente Ojea, etc., etc… Claro que, para los buenistas, todos estos pensadores son “idealistas” ingenuos con filosofías erróneas o simplistas, pues ya se sabe que el único “materialismo auténtico” y la única Filosofía Verdadera no es ni puede ser otra que la de Don Gustavo. ¡Qué suerte han tenido los españoles, y en concreto los ovetenses, de que la Razón Histórica se haya encarnado precisamente aquí!



Discutir con un buenista, por lo tanto, tiene generalmente el mismo efecto que discutir con un Testigo de Jehová, con un Mormón o con un admirador de Pío Moa: es decir, la más absoluta pérdida de tiempo y de esfuerzo inútil. Si el buenismo tiene algún interés es como fenómeno sociológico. Por otro lado, Hubert Schleichert tiene razón cuando recuerda el viejo axioma Contra principia negantem nom est disputandum, es decir, no cabe discusión posible con quien pone en cuestión nuestros principios [3].





[1] http://www.nodulo.org/ec/2006/n054p02.htm



[2] www.elrevolucionario.org



[3] Schleichert, H., Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón, Siglo XXI, Madrid, 2004).


Cita:
La Postura de Gustavo Bueno sobre la Pena de Muerte
Una de las posturas más reaccionarias mantenidas por Gustavo Bueno en los últimos años es la referente al escabroso asunto de la pena de muerte. En esta cuestión, el Idealismo Filosófico Buenista --un sistema filosófico ya bastante kafkiano y siniestro de por sí-- muestra su cara más oscura y amenazadora.
Carlos Balmaseda (Para Kaos en la Red) [02.05.2007 16:36] - 312 lecturas - 5 comentarios

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Una de las posturas más reaccionarias mantenidas por Gustavo Bueno en los últimos años es la referente al escabroso asunto de la pena de muerte. En esta cuestión, el Idealismo Filosófico Buenista --un sistema filosófico ya bastante kafkiano y siniestro de por sí-- muestra su cara más oscura y amenazadora. En honor a la verdad, no siempre Bueno ha mantenido la misma postura sobre el tema que nos ocupa, y antes de convertirse en un defensor acérrimo de la pena de muerte bajo cualquier circunstancia pareció guardar cierto distanciamiento crítico respecto a su aplicación en sociedades relativamente estables y sin graves amenazas externas --un distanciamiento, eso sí, no exento de contradicciones y ambigüedades, algo por otra parte habitual en todo un maestro de la ambigüedad moral como es don Gustavo. Un breve repaso a la evolución del análisis ético de la pena de muerte por parte de la Escuela de Bueno nos dará asimismo una idea del peculiar carácter de esta escuela filosófica, cuyo fortísimo sectarismo llega hasta el punto de no admitir la menor crítica --ni interna ni externa, ni fundamental ni de detalle-- a la obra de Bueno, considerado por sus acólitos --y por él mismo-- como el más grande pensador del mundo y detentador de la Verdad Absoluta en prácticamente cualquier tema concebible por la mente humana.

La Pena de Muerte como "Eutanasia Procesal"

Hace varios años Alberto Hidalgo, co-autor junto con Gustavo Bueno y Carlos Iglesias del Symploke, concedió una entrevista al diario La Nueva España bajo el titular "La pena de muerte es incompatible con el Materialismo Filosófico". Entonces Gustavo Bueno aún no mantenía una postura definida sobre la pena de muerte. Alberto Hidalgo, para rechazar la pena capital, se sirvió de la Ética Materialista de Gustavo Bueno, cuyo principio fundamental es una reformulación en sentido materialista del Imperativo Categórico Kantiano. La fórmula de Bueno (como ley fundamental o norma generalísima de toda conducta ética) era la siguiente: "Debo obrar de tal modo que mis acciones puedan contribuir a la preservación en la existencia de los sujetos humanos, y yo entre ellos, en cuanto son sujetos actuantes u operatorios". De acuerdo con esta fórmula, argumentaba Hidalgo, la pena de muerte no es admisible para el Materialismo Filosófico, por cuanto dicha pena no cumple la ley fundamental del Materialismo Ético Trascendental de Bueno, cual es la preservación en la existencia de los sujetos humanos en cuanto sujetos operatorios (es decir, que no se trata sólo de preservar su existencia, sino su condición de sujetos operatorios, es decir, de sujetos que actúan y viven de manera libre y responsable en el mundo). Por otro lado, la Ética de Bueno señala como deberes éticos, es decir, como deberes que conducen a la preservación de los sujetos humanos, los mismos deberes de la Ética de Spinoza: la Fortaleza, la Firmeza y la Generosidad. Alberto Hidalgo señaló entonces que, así como el deber ético de la Firmeza implica hacer que el criminal cumpla efectivamente la pena por su crimen, el deber ético de la Generosidad con el reo o condenado implica necesariamente buscar su reinserción social y su rehabilitación plenas, de manera que aplicarle la pena de muerte sería contrario a ese deber de Generosidad.

Sin embargo, poco después Gustavo Bueno hizo varias declaraciones públicas y escribió una serie de artículos --posteriormente refundidos en el libro titulado El sentido de la vida-- en los que defendía la pena de muerte, por supuesto también desde los mismos principios de su Materialismo Ético Trascendental. Como la primera formulación de la ley fundamental de la Ética Materialista exigía preservar la existencia de los sujetos humanos, Bueno reformuló dicha ley añadiéndole una segunda cláusula, de modo que la ley quedó finalmente así: "Debo obrar de tal modo que mis acciones puedan contribuir a la preservación en la existencia de los sujetos humanos, y yo entre ellos, en cuanto son sujetos actuantes u operatorios, que no se oponen, con sus acciones u operaciones, a esa misma preservación de la comunidad de sujetos humanos". El cambio ad hoc introducido por Bueno no fue nada trivial ni inocente. De este modo, Bueno reconocía que también era posible actuar éticamente al eliminar físicamente a sujetos humanos que, con sus acciones u operaciones, hubieran acabado con la existencia de otros sujetos humanos o pusieran en peligro la preservación de la existencia de aquéllos. En suma, era perfectamente ético (y necesario) aplicar la pena de muerte a asesinos, terroristas, traficantes de droga, y posiblemente también a gentes tan distintas como violadores sádicos y médicos practicantes de abortos ilegales (en estos últimos casos Bueno ha sido siempre muy ambiguo, del mismo modo que nunca ha sido nada claro a la hora de especificar si la pena de muerte se aplicaría a todo aquél que cometiera un acto tipificado como homicidio en el Código Penal, o sólo a los asesinos en serie y a los que llevaran a cabo crímenes especialmente horrendos). Ejecutar a un criminal sería necesario para preservar la existencia de otros sujetos humanos, la cual podría verse amenazada por la simple existencia de dicho criminal.

En segundo lugar, para Bueno la ejecución de un criminal sería un acto de Firmeza (no cedería a la tentación de los fáciles sentimentalismos humanitarios), y también, aunque suene paradójico, un acto de Generosidad hacia el condenado. ¿Por qué de Generosidad? Pues porque cualquier persona que haya cometido un crimen horrendo (o no tan horrendo) sufrirá tanto por sus remordimientos y culpas, que sería un acto de generosidad o de caridad librarlo de su horrible sufrimiento mediante la pena de muerte. Para Bueno, es imposible separar un acto criminal de la persona que lo realiza: el acto criminal (asesinato, violación, etc.) compromete de tal manera a la persona que lo realiza, que necesariamente pasa a formar parte de por vida de la estructura de su personalidad, sin que haya rehabilitación posible. Por lo tanto, si el criminal comprende las horrorosas implicaciones de su acto (el cual ha pasado ya a formar parte para siempre de su "Yo", de su persona, de la propia estructura de su personalidad), su sufrimiento será tan terrible que necesariamente deseará que le quiten la vida, y será un acto de Generosidad por parte de las autoridades civiles o del Estado el procurarle tal alivio: de esta manera, la pena de muerte ya no será "pena de muerte" sino "eutanasia procesal". De hecho, Gustavo Bueno niega el propio concepto de "pena de muerte" por considerarlo tan contradictorio como el de "círculo cuadrado": según Bueno, la "pena de muerte" no puede existir porque sólo se puede aplicar una "pena" o "castigo" a un sujeto vivo, y cuando se ejecuta a un condenado a muerte éste deja de estar vivo y se convierte en un cadáver, es decir, deja de existir como sujeto, por lo cual es imposible entonces que se le aplique ninguna pena o castigo. El razonamiento de Bueno sería propio del Club de la Comedia si sus implicaciones no fueran profundamente inquietantes y temibles.

En el caso de que un criminal no sienta remordimientos ni culpa por su crimen, Bueno señala que ya no sería una "persona" o sujeto moral, sino un imbécil profundo o un monstruo infra-humano. Bueno nunca ha señalado explícitamente qué medidas habría que tomar entonces, y siempre ha aplicado la misma coletilla al respecto: "Dedúzcanse entonces las consecuencias". Lo que ocurre es que los discípulos de Bueno han deducido consecuencias muy distintas para el caso de los criminales que no sienten remordimientos ni sufrimiento alguno por su crimen. Los discípulos más "humanitarios" --en la línea de la interpretación de don José María Laso Prieto-- sostienen que en tal caso habría que internar al criminal en una institución psiquiátrica y someterlo a un proceso reeducativo, hasta que por fin termine comprendiendo las horrorosas implicaciones de su acto. En el momento en que comprenda la atrocidad de lo que ha hecho, no podrá por menos que experimentar un sufrimiento terrible y, en consecuencia, solicitará él mismo que le apliquen la "eutanasia procesal", es decir, que lo ejecuten, para librarse de ese sufrimiento. Si en ningún momento comprende la atrocidad de lo que ha hecho, pasará toda su vida en una institución psiquiátrica. Según esta interpretación más "humanitaria" --que es la de don José María Laso--, la pena de muerte sería voluntaria (exigida por el propio condenado) o no sería. Ahora bien, cualquiera capaz del más mínimo razonamiento lógico (lo que no incluye a la mayoría de los buenistas) puede ver que este argumento es completamente absurdo.

Sin embargo, otros discípulos de Bueno (la mayoría, de hecho) han propuesto otra interpretación contraria a la de Laso, y mucho menos "humanitaria". Para estos buenistas, si un criminal no siente remordimiento alguno ni se arrepiente de su crimen, de todas maneras se le aplicaría igualmente la "eutanasia procesal", puesto que dicho criminal ya no sería una "persona moral", ya no sería un sujeto con derechos y deberes éticos, sino un monstruo, un ser infra-humano o una especie de "vegetal ético" sin conciencia; su ejecución sería entonces un acto de generosidad con el criminal sin conciencia ya que, aunque éste no se diera cuenta, lo que en él quedara de ser humano (más bien poco) estaría irremediablemente unido para siempre a su horrible acto, del mismo modo que un tumor cerebral avanzado e irreversible está irremediablemente unido a la persona que lo sufre. Así pues, desde esta otra interpretación, la pena de muerte se aplicaría siempre, de manera voluntaria o forzada, incluso en el caso de los retrasados mentales. Esta interpretación es más coherente que la "humanitarista" de José María Laso, pero sus implicaciones son mucho más temibles y amenazadoras.

"Hay que fusilar a Ibarretxe"

Recientemente, Bueno ha ampliado la posible aplicación de la pena de muerte más allá del círculo de los "crímenes horrendos", para incluir a los culpables de "traición a la Patria". La prensa se ha hecho eco de las furiosas invectivas de Gustavo Bueno contra el lehendakari Juan José Ibarretxe, a raíz de la propuesta del famoso "Plan Ibarretxe", que preveía la aprobación de un nuevo estatuto para el País Vasco en el que éste adoptaría la forma de un "estado libre asociado". En declaraciones textuales a la prensa y en conferencias públicas, Bueno ha dicho cosas como las siguientes: "hay que fusilar a Ibarretxe", "es un sedicioso y, cuando había pena de muerte, a los sediciosos se los fusilaba. Pero se ha olvidado el concepto de sedición", "¡el señor Ibarretxe es un sedicioso! ¡Por lo tanto, si en nuestro país hubiera pena de muerte y fuese un país con verdaderos principios democráticos tendríamos que hacerle un gran favor a este señor! ¿Qué favor? ¡Fusilarle!". No pocos periodistas, políticos e "intelectuales" le han reído a Bueno sus supuestas gracias, e incluso las han aplaudido como una muestra de pensamiento sincero, demoledor, apasionado e híper-crítico. Otros han intentado quitarle hierro a las declaraciones de Bueno, afirmando que no eran más que una boutade con el mero fin de epateur le bourgoise, o como una especie de "ejercicio mental" que sólo pretendía poner de relieve las contradicciones del actual Estado de Derecho y las debilidades ideológicas del "fundamentalismo democrático". Sin embargo, no es posible soslayar los exabruptos de Bueno, sobre todo por el gran circo mediático que les ha servido como caja de resonancia. Es evidente que Gustavo Bueno habla en serio cuando propone la aplicación de la "eutanasia procesal" para los culpables de "traición a la Patria", es decir, para todos aquéllos que pongan en peligro el orden constitucional y la estabilidad de las instituciones del Estado Español --algo que, por otra parte, es más que discutible que haya sido el caso de Juan José Ibarretxe, quien en todo momento se atuvo a las normas y trámites legales y parlamentarios del sistema jurídico vigente. La "eutanasia procesal", por tanto, se aplicaría a quienes pretenden modificar los principios básicos de la Carta Magna, y fundamentalmente el Art. 2 ("La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles"), aunque lo hagan por medios pacíficos y legales. El confederalismo y el independentismo se convierten así en "crímenes horrendos" contra la "eutaxia" del Estado, es decir, el buen orden, la estabilidad y la continuidad en el tiempo de las instituciones estatales.

Si fuera cierta la concepción de Bueno, cabría preguntarse si el lehendakari Ibarretxe habrá sufrido y seguirá sufriendo lo indecible al ser consciente de la "monstruosidad" de su "crimen" contra la eutaxia del Estado y contra la unidad de la España Universal y Eterna. En tal caso se supone que el propio Ibarretxe estaría deseando que lo fusilaran para liberarse de semejante tortura interior: no sería de extrañar, entonces, que iniciara una campaña de recogida de firmas en favor de la restauración de la pena de muerte, y que él mismo se ofreciera voluntariamente como el primer ciudadano a ser ejecutado por el Estado Español, el cual de este modo actuaría por generosidad y caridad cristiana. Puesto que Ibarretxe no ha hecho nada de lo anterior, cabría suponer que es algo así como un "imbécil moral" y, en consecuencia, apenas una persona digna de tal nombre. Desde la interpretación "humanitarista" de don José María Laso, Ibarretxe debería ser inmediatamente ingresado en un hospital psiquiátrico y sometido a un proceso reeducativo o a una especie de terapia cognitiva a lo Beck, no sólo con el fin de hacerle consciente de sus creencias irracionales sino también del horrendo y monstruoso carácter de su crimen contra la eutaxia del Estado. La terapia tendría éxito en el momento en que Ibarretxe se derrumbase y pidiese voluntariamente su propia ejecución. Es decir, contrariamente al milenario juramento hipocrático de la medicina, que obliga a todos los profesionales de la salud a tener como objetivo principal la preservación de la vida, la concepción de la "eutanasia procesal" de Bueno implicaría que los psiquiatras tuvieran como objetivo fundamental inducir en los pacientes recluidos el deseo de su propia muerte.

Sin embargo, cuando Bueno afirma que un auténtico "Estado democrático" fusilaría a Ibarretxe tras un juicio sumarísimo, seguramente no estará pensando en ingresar a Ibarretxe en un centro psiquiátrico con el fin de convencerle racionalmente de que merece morir y obtener así su "consentimiento voluntario" para la ejecución. Bueno no parece estar muy de acuerdo con la interpretación "humanitarista" de don José María Laso, y más bien opina (recalco este verbo porque Bueno siempre dice sentirse brutalmente minusvalorado cuando dicen de él que "opina", siendo que sencillamente dice la "Verdad" con mayúsculas) que la "eutanasia procesal" debe aplicarse a los criminales y a los sediciosos o traidores a la patria independientemente de que éstos presten o no su consentimiento voluntario. La "democracia auténtica", que según Bueno no puede prescindir de la pena de muerte, sería así un Estado Totalitario.

Una cuestión que nuestro peculiar "filósofo" no ha abordado de manera sistemática --algo por lo demás bastante llamativo en quien quiere hacer de su pensamiento un ejemplo de "rigor" cartesiano y cuasi-geométrico-- es la referente al método de ejecución más apropiado. ¿Cuál sería el instrumento de aplicación de la "eutanasia procesal" en España: la horca, la guillotina (recordemos que cuando ésta se introdujo en Francia se presentó como un adelanto humanitario que garantizaba una muerte rápida y sin dolor), o tal vez la silla eléctrica o la inyección letal, métodos de ejecución aplicados en EEUU, el Imperio "Universal" y "Generador" por el que Bueno muestra una admiración sin límites? Parece que el paredón de fusilamiento estaría reservado a los culpables de "sedición", como en el caso de Ibarretxe, y no sería aplicable a los criminales comunes. Tal vez don Gustavo, dado su ultra-españolismo castizo, haya pensado en el garrote vil como método para aplicar generosamente la eutanasia procesal a los criminales no políticos. Y tal vez, dada su querencia por las tradiciones históricas más retrógradas (como los autos de fe de la Inquisición Española, que en su opinión eran ejercicios racionalistas de extirpación de las supersticiones), don Gustavo también tenga en mente el carácter público de las ejecuciones, con el tradicional paseo en mulo o en burra de los condenados, vestidos con ropa de saco y capirote, hasta el cadalso.

Una Visión Racionalista sobre la Pena de Muerte

Desde un punto de vista marxista y de clase (que es el que falta por completo en la postura de Gustavo Bueno), el Estado es siempre un instrumento de dominación y de control de una clase social sobre otras clases antagónicas. El Estado Capitalista es un instrumento en manos de la clase burguesa, con el fin de mantener aherrojadas y sometidas a las clases trabajadoras, que no poseen medios de producción y se ven obligadas a vender su fuerza su trabajo. Los Aparatos Represivos del Estado --el ejército, la policía, el gobierno, los tribunales, las prisiones, etc.-- aseguran la capacidad de la clase burguesa para ejercer la violencia y la coacción física con el fin de mantener el orden y la estructura del sistema vigente. El "monopolio de la violencia" por parte del Estado --que autores como Weber han llamado "coacción legítima"-- no puede ocultar que dicha legitimad tiene como fundamento último la posibilidad de uso de la violencia física por parte de quienes detentan esa legitimidad, los cuales a su vez tienen como máxima finalidad la preservación del orden social y político existente, que en nuestro caso sigue siendo el sistema capitalista basado en el dominio de la oligarquía financiera y terrateniente sobre la amplia mayoría de la población. De ahí que la "legítima" violencia del Estado sirva a los intereses de la oligarquía, y que se aplique fundamentalmente contra la clase trabajadora y especialmente contra los sectores más desfavorecidos y oprimidos, cuya situación de radical explotación y marginalidad los convierte en enemigos potenciales del orden establecido. Es bien sabido que en los EEUU la inmensa mayoría de los ejecutados pertenecen a las poblaciones afroamericana e hispana, y casi invariablemente poseen unos niveles adquisitivos muy bajos, están desempleados y/o tienen unos trabajos inestables y muy mal remunerados. Desde 1976, el 81% de los condenados a muerte en EEUU fueron encontrados culpables por asesinar a víctimas de piel blanca. Según la estadounidense NCADP (Coalición Nacional para la Abolición de la Pena de Muerte), en la actualidad sólo el 13% de la población de EEUU es afroamericana, y sin embargo el 45% de los reos condenados a muerte son de origen afroamericano.

Por otro lado, los grandes gángsteres, los mafiosos y los autores de crímenes contra la humanidad suelen permanecer absolutamente impunes, y además el sistema jurídico vigente está blindado de tal manera que les ofrece protección y amparo para sus actuaciones. Que criminales de guerra como George Bush, José María Aznar o Tony Blair, responsables de la muerte de centenares de miles de víctimas inocentes, no sean juzgados por sus nefandos crímenes, es una muestra más del carácter profundamente injusto del sistema de "justicia" criminal imperante en los países capitalistas.

Respecto a la aplicación de la pena de muerte en países como Cuba, José Steinsleger se ha expresado con gran acierto en su artículo "Cuba y la pena de muerte" [1], donde escribe lo siguiente:

"La pena de muerte es un anacronismo de la historia. Desde el siglo XVIII, cuando menos, el derecho moderno sostiene que la pena de muerte no está autorizada en derecho alguno (Cesare Beccaria, De los castigos y las penas, 1764). Criterio de una ética rectora progresivamente adoptada por la casi totalidad de los cuerpos jurídicos de Occidente, con excepción de 38 entidades federativas de Estados Unidos, de Guatemala y de Cuba.

"Sin embargo, el debate acerca de la pena de muerte tiende a recalentarse cuando el clarín de la guerra taladra el oído de los pueblos. Las guerras encienden una dinámica social tan impredecible, subjetiva y compleja, que los estados involucrados recurren a leyes de excepción en aras de su legítima defensa". ..

"En sociedades relativamente estables, la pena capital es indefendible y cualquier leguleyada que la justifique debe ser combatida. ¿Se equivocó entonces la justicia cubana al fusilar a tres terroristas, a más de condenar a un grupo de ciudadanos que algunos escritores de ilusiones con vista corta y desilusiones de orejas largas nos quieren presentar cínicamente como humildes y desesperados balseros, disidentes y autoexiliados?

"Sí y no. Sí, porque la solidaridad con Cuba no es cosa fácil. Fuera de la claque acrítica que dentro y fuera de la isla aplaude y acepta cualquier cosa que diga Fidel, estas ejecuciones llevan a un debate bizantino cuando lo urgente es impedir la pena de muerte que Washington le declaró a la revolución cubana hace 45 años. Y no, porque la guerra imperialista contra Cuba no pudo impedir que, en términos comparativos, este país lograse convertirse en el guardián más celoso de los derechos humanos en el mundo".
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Santiago Armesilla Conde



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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 6:02 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Es curiosa la estrategia de Carlos Blanco. En el foro de Izquierda Unida y en el de la Séptima Izquierda va de patriota español, pero después escribe en una página que apoya a los neofeudalismos separatistas.

Después está el tema de recurrir al "no serás un madero...". Es una estrategia muy típica en este tipo de páginas. Como normalmente sólo la visitan "antisistema", punkis, skins supuestamente de "izquierdas" y demás tribus urbanas -como los kostras o piesnegros, una mezcla entre hippie y punki que es tan antiespañolista que se pasa todo el día tocando pseudoflamenco a la vez que no se ducha- y saben de la inquina que estos probotellón sienten por las "fuerzas de represión" -así las llaman ellos- se ganan al respetable. Blanco Balmaseda es muy hábil jugando en casa, pero pronto ciertos comentaristas le dejan en ridículo.

Yo creo que fue un antiguo alumno de Bueno al cual suspendió por gañán y no ha podido superarlo. O eso, o es la versión en el siglo XXI de Lasalle (bueno, más quisiera).

Después, en los comentarios, viene lo típico: "fascista españolista pagado por el Estado imperialista español", "miembro de la UCE", "neofranquista revisionista", y demás lemas que ni ellos saben lo que significa. Hasta alguna defensa de Zapatero. Ahí se demuestra mi teoría: estos nietos del mayo del '68, como sus padres, acabarán dentro de unos años como votantes, simpatizantes, militantes o incluso electos por el PSOE -si existe- e incluso, alguno, por el PP -si existe-. La vida da muchas vueltas y rebelarse vende, más cuando la rebelión es fomentada estéticamente por el Mercado Pletórico. Me gustaría saber cuántos de estos punkis fumaporros podrían ser lo que son en Palestina, Afganistán o Irak. Probablemente, nada más aparecer con sus pintas por allí, los hubieran apedreado por infieles.

En fín, Blanco Balmaseda nos hace un gran favor gracias a su tirria personal que roza lo paranoico. Nos da publicidad en webs en las que, seguro, más de uno se introducirá al Materialismo Filosófico, aunque sea a cuentagotas y con mucho tiempo. Se de lo que hablo porque, amigos, así llegué yo aquí.

En fín, podeis comentar la enfermedad mental de Blanco Balmaseda y, de paso, la patología de esta izquierda indefinida hija de mayo del '68, a la que es probable que, con la victoria de Sarkozy, estemos asistiendo al inicio de su final.
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J.M. Rodríguez Pardo



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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 10:14 pm    Ttulo del mensaje: Carlos Javier Blanco y su huida hacia adelante Responder citando

Estimados amigos:

Lo que está realizando Carlos Javier Blanco Martín es una vulgar y típica huida hacia adelante. Ante la crítica que yo realicé a sus mensajes en los foros de Izquierda Unida, que prometió responder con nombre, apellidos, DNI y profesión, lo único que ha hecho es repetir esos mismos mensajes y, en un acto heroico de copiar y pegar con Microsoft Word, ha compuesto esos patéticos artículos. Ni siquiera me menciona, ni por supuesto la existencia de una crítica a sus endebles posiciones. Eso ya dice mucho de su nivel intelectual y de su honestidad. Mientras no haya una réplica en forma, en las condiciones que él mismo enunció, no merece la pena ni perder el tiempo con semejante sujeto, paradigma de una locura objetiva como la de Daniel Vicente Carrillo.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Eliseo Rabadán Fernández



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MensajePublicado: Mie May 09, 2007 8:22 am    Ttulo del mensaje: kaos psicoetilico un modo de ver la vida Responder citando

Comentarios sobre los santos iunocentes del kaos iluminado de la izquierdista vacuidad enEspaña kaos en la mente y en la red

En kaos es algo que ya se definía en Grecia hace varios siglos, pero había un Logos
Sin embargo aquísobrra kaos y de Logos ni el asomo , y me refiero evidentemente en este tema a la antigua alumna del segúnella exfilósofo Gustavo Bueno , la sra Edurne
Decir que su sistema es marcadamente idealista es cuando menos una verdadera ignorancia rayana con la estulticia: el que se haya tomado la molestia de leer el libro Ensayos Materialistas estará de acuerdo en que en esa obra cruicial en el sistema del materialismo filosófico, se llevca acabo una trituración impecable desde los puntos de vista tantognoseológico( metodológico) como ontolóogico , fisicalista digamos, en elsentido de la filosofía proitivista del Círculo de Viena y luego acoplada en las coordenadas del Materialismo Filosófico en la concepción MATERIALISTA del Espacio Gnoseológico,etc.

En fina a oídos sordos palabras necias a palabras necias como las de kaos mental idealista disfrazado de materialista, sóloqueda decirles, lean y estudien, que es loque ha hecho el profesor de Madrid Fuentes , peroestos kaóticos lo tienen muy difícil, ,losuyoes el insulto barriobajero de navajas consangre de aguja cocainómana sin otra visión de la vida que sus mismas frustraciones de sujetos perdidos en ese hombre unidimensional a la gauche divine…
Patéticos.
Para muestra, esta basura kaóticamente y pscopatéticamente defecada en kaos de la red

Como dice José >Manuel Rodríguez con sabia prudencia, nomerece la pena , salvo
Para mostrar que la mierda es kaóotica en muchos cerebros cuyo frustrado modo de ver el mundo les acabará llevandoa votar PRSSOE en breve , si existe…
Cita:



Soy una antigua alumna del famoso exfilósofo don Gustavo Bueno. Yo me lo he pasado siempre muy bien con sus análisis materialistas. Por ejemplo, su famosa pregunta acerca de cuánto producía una monja en éxtasis, y cosas parecidas. En Oviedo se le tenía a este hombre por una especie de Voltaire del siglo XX, además de un renovador del marxismo, un Lenin académico en un país, Asturies, ya de por sí eminentemente rojo. Enseguida me di cuenta de mi ingenuidad. Bastaba con conocer un poco a fondo sus teorías, y cotejarlas con el marxismo-leninismo, para darse cuenta del marcado cariz idealista y mistificador de la filosofía del Sr. Bueno. Que de materialismo no tiene un gramo, o que sus contribuciones suponen en realidad una mala versión hegeliana del stalinismo, ya se han percatado otros autores (Carlos X. Blanco, “El materialismo asturiano (Gustavo Bueno) una tomadura de pelo”, La Haine; Julián Iglesias, “El idealismo mundano y pre-dialéctico de Don Gustavo Bueno”, Propuesta Comunista). La verdad es que conociendo la veta estalinista del Partido Comunista de Asturies, no era de extrañar que tal culto al estado, tal defensa de un centralismo jacobino y liberticida, en contra del verdadero espíritu del Comunismo, haya encontrado cierto predicamento en esta clase de militancia. Hoy en día, por ejemplo, y yendo más allá de este partido –PCA- en descomposición, el “buenismo” es una corriente de pensamiento que cuenta con seguidores en algunas organizaciones hegemónicas (¡) de la izquierda “hispana”, como la U.C.E. (Unificación Comunista de España), o en la web “El Revolucionario” (“Hacia la séptima izquierda”), periódico que se presenta al parecer como la vertiente izquierdista (¡) del nacionalismo español y la DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española).



Este filósofo tuvo una interesante teoría de la ciencia, una teoría sobre la religión (“El animal divino”) notable, y cierto gancho en la docencia. Con los años, sin embargo, su deterioro ha ido en aumento, y alguien debería pedirle que, por favor, se callara. Aunque una serie de ultra-buenistas le hagan coro, así como una bobalicona burguesía ovetense le aplauda, sin enterarse de nada de cuanto dice o escribe, el anciano profesor debería parar un poco y pensar en el ridículo tan espantoso que está haciendo. Un filósofo no debe ser un show-man. Ya teníamos bastante con Savater. Programas televisivos como “La máquina de la verdad” o “Gran Hermano” no son el foro para las ideas. No se debería mezclar nunca el materialismo –potencial instrumento para la transformación social- con el espectáculo circense. Sus contribuciones más memorables no se recogerán en El Catoblepas. La historia le recordará por sus crónicas de “Gran Hermano” en la revista Interview.
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Agustín Lozano Vicente



Registrado: 04 Mar 2004
Mensajes: 71
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MensajePublicado: Lun May 21, 2007 8:55 am    Ttulo del mensaje: Responder citando

Hola a todos!
A partir de una cita del filósofo Zizek de la que se hace eco el tal "Balmaseda" en esos textos que ha perpetrado en Kaos supuestamente refutando al MF, a propósito de la teoría queer como nueva teoría revolucionaria, me pongo ha indagar qué ha sido de estas revoluciones de la subjetividad, luchas contra la sumisión de la subjetividad al decir de de Foucoult y el mayo de 68.
A parte de la industria masiva del porno y, al decir del psiquiatra Guillermo Rendueles en su último libro Egolatría, los servicios psiquiátricos saturados de individuos flotantes de tanto revolucionar su subjetividad, algunos siguen adelante con las mismas ideas, como si aquí no hubiese sucedido nada. Pasen y vean.
Qué racionalismo universalista con el cuerpo operatorio como referente, ni qué leches!!!! Por la cultura de la sordera , por los tullidos hacia la revolución!!!.
Atentamente,

Cita:
Cuerpos insumisos

Por Beatriz Preciado, profesora en la Universidad París VIII -Saint-Denis, y autora del Manifiesto contra-sexual (LA VANGUARDIA, 20/05/07):

He aquí tres momentos de la historia política del cuerpo: la ascesis mística, el suplicio del condenado, Cambio radical.La modernidad podría ser entendida como un proceso de secularización del cuerpo. Si el cuerpo premoderno era un organismo cerrado habitado por la divinidad cuyo destino y significación estaba regido por los las leyes teológicas, el cuerpo moderno se caracterizará por expulsar progresivamente a Dios, aceptando al Estado y sus instituciones disciplinarias como nuevos inquilinos de la corporalidad. En los últimos dos siglos, el cuerpo progresivamente desalojado por lo sagrado, lo metafísico y lo estatal, cuerpo libre al riesgo de verse desencantado, se deja okupar por las fuerzas del capitalismo global.
Para complicar las cosas, este cuerpo no tiene sus límites en la envoltura carnal que la piel bordea, ni puede entenderse como un sustrato biológico fuera de los entramados de producción y cultivo propios de la tecnociencia. Dicho con Donna Haraway, el cuerpo contemporáneo es una entidad tecnoviva multiconectada que incorpora tecnología. Ni organismo, ni máquina, ni naturaleza, ni cultura: tecnocuerpo. La nuevas técnicas quirúrgicas y farmacológicas ponen en marcha procesos de construcción tectónica que combinan modos de representación figurativos que provienen del cine y de la arquitectura, como el montaje, el modeling en 3D o el diseño de personalidad, según los cuales los órganos, tejidos, fluidos y moléculas se transforman en materias primas a partir de las que se fabrica nuestra corporalidad.

Lo que hace aún más complejo nuestro estatuto como cuerpos del siglo XXI es que este proceso de secularización y producción técnica no afecta por igual a todos nuestros órganos. La diferencia de estatus entre una rinoplastia (operación de nariz) y una faloplastia (operación de construcción de un pene) pone de manifiesto que un mismo cuerpo se ve construido por distintos modelos políticos. Mientras la nariz es un órgano regulado por las leyes del mercado tecno-mediático, propiedad privada del sujeto, el pene y la vagina siguen siendo órganos estatales y onto-teológicos, es decir, no me pertenecen a mí, sino al Estado, pues no puedo modificarlos sin pasar por un protocolo psiquiátrico y jurídico de cambio de sexo. Dicho de otro modo, mientras nuestras narices son hipermodernas, nuestras vaginas y penes son premodernos.

Lo interesante es que paralelamente a la secularización del cuerpo y a su transformación en objeto de consumo y diseño de alta tecnología, emergen un conjunto de micropolíticas del cuerpo que apuestan por explicitar colectivamente los procesos de normalización corporal y por una re-apropiación insumisa de sus técnicas de producción. En el año 2000, sentando de algún modo las bases de nuestro destino corporal para el nuevo milenio, el cirujano escocés Robert Smith fue objeto de una controversia bioética internacional por aceptar la petición de Gregg Furth, un paciente que había solicitado que le amputaran las dos piernas aun estando sanas. Aquejado de lo que se conoce según una nomenclatura reciente como BIID (Body Integrity Identity Disorder), enfermedad de la identidad de la integridad corporal, Furth percibía su propio cuerpo bípedo como contrario a su imagen corporal ideal. Aunque el comité bioético impidió que la operación se llevará a cabo, Smith afirmó que ya había amputado a varios pacientes con patologías de dismorfismo corporal similares entre 1993 y 1997. Estas operaciones son consideradas aberrantes por algunos. Pero quién se atreverá a tirarle la primera piedra a Furth: ¿los candidatos al lifting y la liposucción, los portadores de marcapasos, las consumidoras de la píldora, los adictos al Prozac, el Tranquimazín o la coca, los esclavos del régimen hipocalórico, los consumidores de Viagra, aquellos que pasan una media de ocho horas conectados a prótesis informático-mediáticas - ordenadores, televisión, juegos en red…-?

Furth no es un loco aislado que quiere someterse a una bacanal quirúrgica, sino uno de los creadores de un conjunto de movimientos micropolíticos que reivindican el derecho a redefinir el cuerpo vivo fuera de las restricciones normativas de la sociedad de los cuerpos hegemónicos válidos. Los defensores políticos de la mutilación electiva adoptan el eslogan de Mies van der Rohe menos es más como divisa de su proyecto de arquitectura corporal ideal.

Paralelamente, los activistas del movimiento cripple (tullidos) están poniendo en jaque a la industria médica al negarse a que se les implanten prótesis cocleares electrónicas que les permitirían oír. Inspirados por la tradición política de los movimientos feminista, negro o queer,estos activistas defienden su derecho a permanecer en la cultura de la sordera,entendiendo el acceso al sonido a través de la prótesis como una imposición normativa que les fuerza a integrar la cultura audista dominante. Por su parte, el movimiento transgénero inicia una crítica de las tecnologías de normalización del cuerpo de los transexuales a principios de los años noventa. Activistas como Kate Bornstein, Pat Califia, Del LaGrace Volcano y Moisés Martínez rechazan la psiquiatrización de la transexualidad y defienden el derecho a definir su propio sexo, reapropiándose de las técnicas hormonales y quirúrgicas para construirse, en disidencia con la masculinidad y la feminidad normativas, un sexo de autodiseño. Estos movimientos de autodeterminación corporal ponen de manifiesto que el ansiado cuerpo normal es el efecto de un violento dispositivo de representación, control y producción cultural.
Lo que nos enseñan los movimientos BIID, cripple o transgénero es que ya no se trata de elegir entre el cuerpo natural y el cuerpo tecnológicamente transformado (¡demasiado tarde!), sino de saber si queremos seguir siendo consumidores dóciles de técnicas biopolíticas de producción de nuestros cuerpos o si queremos devenir conscientes de los procesos tecnológicos que nos constituyen.
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