Iván Vélez Cipriano
Registrado: 10 Jul 2004 Mensajes: 20 Ubicación: Madrid
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Publicado: Dom Jun 22, 2008 9:42 am Título del mensaje: ArtÃculo de Jon Juaristi |
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Dejo aquà un artÃculo de Jon Juaristi aparecido en ABC en el que se trata la última ocurrencia de Zapatero...
Saludos
Iván
Penas
POR JON JUARISTI
EL kitsch, escribe Kundera, se caracteriza por borrar del campo visual todo lo que resulta penoso en la existencia humana, y de ahà el éxito de RodrÃguez. ¿Que ETA vuelve a molestar? Prometo una paz definitiva para la que tengo una fórmula que ni la purga de Benito. ¿Que las vÃctimas del terrorismo se ponen pesadÃsimas y les turban a ustedes la sobremesa? Hagan como yo. Pretendan que no hay vÃctimas en la costa, ni crisis económica en el horizonte. Todo consiste en prometer felicidad, la cosa más kitsch del mundo, ante la que el pesimista más pintado presenta algún flanco sensible, porque quién no tiene algo que le atribula hasta la desesperación (una hipoteca voraz, un marido brutal, o sencillamente inseguridad psicológica y descontento con uno mismo).
Lo más importante para el deshacedor universal de entuertos consiste en poner en marcha procesos drásticos que no llevan a parte alguna, pero que alivian momentáneamente las tensiones emocionales. El polÃtico serio, por el contrario, no esconde las aflicciones. A veces, incluso, las exagera por prudencia, como excusa anticipada de un eventual fracaso de las medidas que propone, siempre paliativas y muy a menudo impopulares. RodrÃguez no es de pasta semejante. Odia caer mal, sobre todo a las señoras. De hecho, ahà está su punto débil, lo que para nadie deberÃa suponer una novedad, ya que no hace grandes esfuerzos por ocultarlo. El Presidente no se envanece -no principalmente, al menos- de su fÃsico ni de su campechanÃa, pero lleva muy mal que se cuestione su bondad. A mà me recuerda en esto al Felipe González de los primeros años ochenta, cuando, con el impagable soporte del obispo Iniesta, preconizaba una ética de las buenas intenciones. La diferencia estriba en que, para González, todo aquello era pura táctica de la que no le costó prescindir tras ganar las primeras elecciones, mucho antes de recurrir al pragmatismo confuciano de los gatos de colorines.
González sólo se ponÃa kitsch a ratos, mientras que, en el caso de RodrÃguez, lo kitsch es norma de vida y no sólo modus operandi. En un ensayo estupendo, Inmadurez, la enfermedad de nuestro tiempo, el escritor italiano Francesco Cataluccio asocia el kitsch con las actitudes dominantes en la adolescencia, cuando uno todavÃa espera comerse el mundo y nada enturbia las ensoñaciones del deseo. Esta semana, la desmesura del bandido adolescente ha rayado lo cósmico, con el anuncio de una campaña para la abolición de la pena de muerte en todo el planeta. Como la ha lanzado del bracete del inoperante crónico Kofi Annan, los expertos en polÃtica internacional han tendido a restarle dramatismo, pero lo tiene. No porque vaya a abolir nada, sino porque revela un salto cualitativo en la megalomanÃa de RodrÃguez, al que ya le quedan estrechos los ámbitos de España, Europa, Iberoamérica y el mundo árabe, o sea, el reducido teatro del que ha abusado, hasta ahora, para el despliegue de su sentimentalismo humanitario.
Sin embargo, si nadie chista al chiste por muy macabro que sea (y lo es), ello no se debe solamente a que la alegre oposición ande de congreso, sino a que cualquier objeción a esta mamarrachada serÃa suicida, porque nadie quiere aparecer como partidario de la muerte (ni de la guerra). La trampa retórica reside en la identificación tácita de la pena capital con los asesinatos y del ejército con las matanzas, cuando, en realidad, se inventaron para reducirlos. A cualquier polÃtico serio del pasado, más o menos lector de Hobbes, se le habrÃa ocurrido que lo muy loable del verdadero abolicionismo no suprime los problemas derivados de la abolición práctica, algunos de los cuales padecemos ya en la humanitaria Europa: aumento de la violencia criminal y pérdida de legitimación del Estado. Ignorarlo supone apostar por un kitsch de la peor especie. Pero ya no quedan polÃticos de aquellos, y la iniciativa de RodrÃguez se resolverá en otro brindis al sol en beneficio exclusivo de su cursilerÃa demagógica. En fin, como reza la copla carcelera: «Ya que no me quitas penas/ no me las vengas a dar...» |
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