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Pío Moa y la Guerra Civil española II
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Juan A. Rodríguez Molina



Registrado: 16 Feb 2004
Mensajes: 306
Ubicacin: El Escorial (Madrid)

MensajePublicado: Jue Ene 06, 2005 1:13 am    Ttulo del mensaje: Expertos Responder citando

El artículo de Álvarez Junco, persona a la que respeto por la seriedad de dos tres libros suyos que conozco, y la crítica de Rubén Osuna, al que no conozco, pero encuentro, en general, acertada, me ha llevado a hacerme unas preguntas un poco tontas y que se hará todo el mundo (alguna repetición del Sr. Osuna). Quizá no sea este el lugar para las respuestas, lo sé, pero es tan bueno como otros para la preguntas que han de inventarse una respuesta para poder responderse.

- ¿Cómo se puede ser "experto" en ver si se devuelve, se entrega o no se hace ninguna de las dos cosas con un archivo? ¿En qué hay que tener experiencia para aconsejar al respecto?
- ¿Se trata de una "devolución"? No entremos en la experiencia que se requeriría para ello porque, además, parece ser lo de menos (véase siguiente pregunta).
- ¿Qué ocurre con el resto de reclamaciones, no ya las futuras, sino las hechas hace treinta años, por ejemplo? ¿Qué es eso de "blindar" el Archivo, excepto para la Generalidad catalana? ¿Por qué varios criterios? Casi todo ese Archivo se formó de la misma manera.
- En suma, ¿para qué "comisión de expertos"? ¿Para echarles la culpa? ¿Para cubrir las apariencias? Y lo que es peor ¿por qué van? ¿A quién se le ocurre meterse en una «disputa simbólica»? Por muy razonable que hubiera sido su dictamen siempre pesaría más lo irracional de su origen; de hecho el fallo es como si Salomón le hubiera dado la mitad del niño a una madre y la otra se la hubiera quedado él. Jurisimprudencia, debería sentar.

Afortunadamente, parece que nadie pone en duda que esos papeles sólo puedan leerlos su dueños originales, sino que se digitalizarán, microfilmarán, &c y cualquier investigador podrá acceder a ellos. Y, entonces, viene la pregunta del millón y que, creo, es lo que piensan la mayoría de sus potenciales usuarios:
- Más bien una exclamación: ¡Qué más da dónde estén!
Los cuatro realmente interesados en ellos no van a promocionar el turismo del lugar y, si lo hacen, apenas se notará. Pasado mañana sólo a ellos interesará saber dónde buscarlos y les da igual ir (o pedirlos a) Salamanca o Barcelona o a Madrid ¿O es que no hay papeles de Madrid en Salamanca?

Lo que tienen que hacer los expertos es dictaminar la digitalización con calidad y rigor para facilitar la accesibilidad a todos los archivos de España (enviando copias a las ciudades con biblioteca o edificio apropiado o vía Internet) y guardar los originales con mucho cuidadito donde les quepan a los politicuchos de turno. En lugar de perder el tiempo y joder la marrana con "memorias históricas" y demás zarandajas anti-históricas o «disputas simbólicas».

¡Salud!
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José Mª Rodríguez Vega



Registrado: 11 Oct 2003
Mensajes: 1429

MensajePublicado: Jue Ene 06, 2005 7:26 am    Ttulo del mensaje: ¡Que se metan los papeles...! Responder citando

Al pueblo llano, en este país a la cola en cultura junto con Trinidad y Tobago, en este país en el que se lee muy poco y que ha padecido la lobotomización de la LOGSE, a ese pueblo, digo, le importa bien poco qué pone y donde van o donde se quedan los “papeles de Salamanca”..., pero este pueblo llano y simple e “inculto” toma nota de los catalanes, que van a la suya y que no apoyan los Juegos Olímpicos 2012 en Madrid, de los catalanes que se creen más que el resto, de los catalanes que se creen catalanes y no españoles, de los catalanes antitaurinos, de los catalanes del “burret”, de los catalanes que pactan con la ETA, de los catalanes del cava, de los catalanes contra el valenciano..., pues este pueblo llano y ya harto se dice para sus adentros: ¡Que se vayan a freír castañas! ¡Que se vayan los catalanes a tomar viento! ¡Que se metan los papeles de Salamanca por donde les quepan!

Y este pueblo burdo y llano, cae así en la trampa que se le tiende constantemente, que consiste en hacerle decir lo que al secesionismo le interesa: que los catalanes son así o asá y que estamos hartos los demás españoles de aguantarlos, que somos dos: los catalanes y nosotros, los demás; o que somos plurales, que somos muchos: gallegos, andaluces, vascos, catalanes, y la rehostia!
Los papeles de Salamanca tienen la misión de hacer de un sólo pueblo un sin fin de ellos, de hacer de una sola Nación las que hagan falta..., los papeles catalanes de Salamanca o los papeles españoles en Salamanca ya han cumplido su misión vayan a donde vayan, que eso es lo de menos, los papeles ya han cumplido su papel que es el de hacer de una síntesis una dualidad de opuestos. Esa era su misión.

Cuando vengan a Cataluña -si es que vienen, pues si no vienen es mejor para el secesionismo al darle más metralla- volverán a ser otro nuevo insulto a la Nación española y se dirá a los cuatro vientos: nos hemos por fin traído los papeles nuestros que nos habían robado los extranjeros. Y si no vienen se nos dirá: nos siguen robando lo que nos robaron en el 36.

Y es que España lo que menos necesita son papeles, que lo que necesita es un sólo papel con una orden de destierro definitivo para todo aquél que se diga no ser o estar a disgusto en esta España y con cualquier Estado.
Al pueblo llano y burdo no le interesan ni los papeles de Salamanca ni sus copias en microchips o microleches, que lo que le interesa son los mensajes. Y aquí el mensaje ya ha sido echado y dado, que, como buen topo, zapa la raíz de la unidad de mi Patria. Adiós.
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Antonio Sánchez Martínez



Registrado: 26 Oct 2003
Mensajes: 339
Ubicacin: Rivas Vaciamadrid (España)

MensajePublicado: Lun Ago 29, 2005 11:11 pm    Ttulo del mensaje: Conferencia de Pío Moa y algo de Santiago Carrillo Responder citando

Un amigo me ha mandado el texto de una conferencia pronunciada por Pío Moa en Italia (Rímini). Se trata de una síntesis apretada de algunas de sus principales tesis sobre la Guerra Civil española, donde vuelve a destacar la capacidad propagandística que tienen ciertas corrientes políticas a la hora de encubrir o fabricar basura.
En los años 30 (y posteriores) el estalinismo mantuvo un gran aparato de agitprop, pero hoy día (en España) hay quienes emulan su capacidad creadora de mitos oscurantistas de toda clase (PRISOE). Si lo que está saliendo a la luz acerca del 11 M es corroborado (preparación del atentado por parte de directivos y “fuerzas de seguridad” del PSOE, como ya intuimos algunos en su día), se volvería a demostrar que algunos sujetos no escatiman en medios a la hora de alcanzar el poder político. La especial agitación que en estos últimos meses vivimos acerca de la “recuperación de la memoria histórica” es un claro indicio de que los ideólogos que buscan culpar al PP de lo sucedido el 11 M tienen muchos puntos de contacto (sobre todo isológicos) con los que se ven como herederos de los perdedores de la Guerra Civil. El sinvergüenza de Santiago Carrillo (cuyos lazos con los perdedores son sinalógicos también) dice ahora que ni siquiera supo de la existencia de Paracuellos del Jarama hasta varias semanas después de los conocidos fusilamientos (El Mundo del 26 de agosto de 2005, pág. 7). Y está claro que quien se considere “de izquierdas de toda la vida” es muy poco propenso a admitir ninguna versión de los hechos pasados o recientes que provengan de “la derecha”. Su falta de coherencia personal (su falsedad moral, su hipocresía) le impide entender que alguien pueda “convertirse”. Así, hablando de Pío Moa, llega a decir que no entiende que alguien <<de repente vea a Dios y se convierta… ese tipo de personas yo no acabo de comprenderlas. Mi estructura mental no me da para comprender a los conversos>>. Pero el cínico y canalla de Carrillo (que, por cierto, ha vivido, que yo sepa, mejor que muchos marqueses gracias a su “persistencia” a la hora de acercarse a la chaqueta que más calentase) no quiere asumir que no se trata de <<ver a Dios>> de repente, sino de “rectificar” honestamente (no de persistir en los errores). Él mismo “evolucionó” al llamado “eurocomunismo” cuando le convino –más “de repente” que otros-, y para meterse en el ajo del reparto de poder a la muerte de Franco, cuando además se veía que la URSS y otros regímenes “comunistas” se podían ir al carajo. Pero este pilluelo ni siquiera reconoce sus propias rectificaciones y se considera el mismo que en el año 1934 (o cuando, “de repente” se vendió a Stalin a través de las Juventudes Socialistas, traicionando a su propio partido…). Él se considera “de izquierdas de toda la vida”, es decir, un chaquetero (por emplear un calificativo suave) de toda la vida. Y en esas estamos. Con gentuza como esta (en la que, por cierto, su españolidad brilla por su ausencia) no es de extrañar que España esté para el arrastre.

Un cordial saludo. Antonio Sánchez

La conferencia de Pío Moa es la siguiente:



MITO Y MITOS DE LA GUERRA CIVIL

La guerra civil española ha sido uno de los grandes mitos del siglo XX. Empleo aquí la palabra mito en un sentido negativo, en el sentido en que podría emplearla Paul Johnson cuando dice que esta guerra ha sido uno de los sucesos sobre los que más se ha mentido. A su vez el mito general se compone de otros mitos parciales. Quizá los más difundidos de ellos hayan sido la batalla de Madrid, la matanza de Badajoz y el bombardeo de Guernica. Comentaré brevemente los tres, por su significación especial.
A los ojos de millones de personas, la batalla de Madrid en noviembre de 1936 se convirtió en una epopeya de las izquierdas y los demócratas, que habrían conseguido detener a los fascistas a infligirles una derrota decisiva por vez primera en Europa. Hasta Mao Tse-tung pide imitar el caso de la capital española en su libro Sobre la guerra prolongada. Según él la revolución china necesitaba unos cuantos Madrides.
Hoy conocemos con bastante precisión lo ocurrido. Las tropas de Franco fueron, efectivamente, detenidas ante la ciudad, pero tal hecho no puede considerarse una hazaña épica. Los atacantes eran muy pocos, en torno a 20.000, y sin apenas armamento pesado. Los defensores, mucho más numerosos, disfrutaban de ventaja táctica y estaban mejor armados, pues ya habían llegado los tanques, los aviones y la artillería soviéticos, de calidad superior a la de sus enemigos. Llegaron asimismo las primeras brigadas internacionales, reclutadas por la Comintern, y asesores militares soviéticos de primera clase, como acreditarían luego en la II Guerra Mundial frente a los alemanes. En tres ocasiones los defensores de Madrid intentaron valerse de su gran superioridad para envolver y destruir a las tropas atacantes, y en ninguna tuvieron éxito. Tampoco Franco logró tomar la ciudad, y el resultado final para él fue un fracaso, pero no una derrota, pues retuvo la iniciativa militar.
El relativo éxito izquierdista de la batalla de Madrid se debió fundamentalmente a la intervención soviética, y tiene una profunda marca comunista en todos sus aspectos. Fueron las armas y las brigadas internacionales mandadas por Stalin las que dieron su mayor ventaja a las izquierdas, y, sobre todo, las que elevaron su moral de lucha, pues sin una moral alta la superioridad material sirve de poco. Y fueron las nuevas unidades militares, exigidas por los stalinistas para sustituir a las irregulares columnas milicianas, las que contuvieron a las columnas de Franco, cuando ya el gobierno había huido a Valencia. También la intensísima agitación y propaganda entre la población durante las tres semanas de la batalla tuvieron un carácter marcadamente soviético, y lo mismo el terror de retaguardia: se produjo, por ejemplo, la mayor matanza de prisioneros ocurrida en la guerra, la de Paracuellos del Jarama.
La creación del mito de la batalla de Madrid fue a su vez una obra maestra de la propaganda comunista, apoyada en todo el mundo por el aparato de la Comintern dirigido por Willi Münzenberg. Siguiendo la táctica de los frentes populares aprobada en el VII Congreso de la III Internacional, esa propaganda resaltaba el papel de los comunistas y de la URSS, pero no de forma abrumadora. Ante todo atribuía al “pueblo madrileño”, a “la unidad de los antifascistas” o de “las fuerzas de la democracia y el progreso”, el mérito por la trascendental e histórica victoria,
Varias consecuencias cruciales tuvo la batalla de Madrid. En primer lugar volvió mucho más masiva la intervención extranjera, ya que, a resultas de la intervención soviética, se creó la Legión Cóndor, y algún tiempo después vinieron las tropas italianas, aumentando el riesgo de conflagración europea. En segundo lugar la guerra se había hecho hasta entonces sólo con pequeñas columnas, unidades irregulares de unos miles de hombres, pero desde esa batalla se transformó en guerra regular con movilización general y ejércitos de más de un millón de soldados cada bando. En tercer lugar, la contienda pudo haber terminado en unas pocas semanas, pero iba a prolongarse casi dos años y medio más. Esta fue la consecuencia más trascendental. Vistas las cosas con esta perspectiva, no sé si hay para felicitarse mucho de aquella defensa de Madrid, no especialmente heroica por lo demás.

Otra gran leyenda de la guerra fue la matanza de Badajoz por las tropas de Franco que acababan de conquistar la ciudad. Voy a detenerme un poco en ella porque, después de la publicación de mi libro Los mitos de la guerra civil, he podido comprobar cómo políticos e historiadores de izquierda, españoles y extranjeros, se aferran a ese mito con increíble tenacidad, lo tratan como artículo de fe y me acusan, sin ninguna prueba, de falsear los hechos.
Badajoz fue tomada el 14 de agosto de 1936 por fuerzas al mando del teniente coronel Yagüe. Y al día siguiente, según la versión más difundida de la leyenda, sintetizada por un periódico izquierdista de Madrid, “Yagüe hizo concentrar en la Plaza de Toros a todos los prisioneros milicianos y a quienes, sin haber empuñado las armas, pasaban por gente de izquierda. Y organizó una fiesta. Y convidó a esa fiesta a los cavernícolas de la ciudad, cuyas vidas habían sido respetadas por el pueblo y la autoridad legítima. Ocuparon los tendidos caballeros respetables, piadosas damas, lindas señoritas, jovencitos de San Luis y San Estanislao de Kotska, afiliados a Falange y a Renovación, venerables eclesiásticos, virtuosos frailes y monjas de albas tocas y mirada humilde. Y entre tan brillante concurrencia fueron montadas algunas ametralladoras. Dada la señal –suponemos que mediante clarines—se abrieron los chiqueros y salieron a la arena, abrasada por el sol de agosto, los humanos rebaños de los liberales, los republicanos, socialistas, comunistas y sindicalistas de Badajoz. Confundíanse los viejos y los niños. También figuraban mujeres: jóvenes algunas, ancianas otras; gritaban, gemían, maldecían, increpaban, miraban con terror y odio hacia las gradas repletas de espectadores. ¿Qué iban a hacer con ellos? ¿Exhibirlos? ¿Contarlos? ¿Vejarlos? Pero pronto, al ver las máquinas de matar con los servidores al lado, comprendieron. Quisieron retroceder, penetrar nuevamente en los chiqueros. Pero fueron rechazados, a golpes de bayoneta y de gumía, por los legionarios y los cabileños que estaban a su espalda. Y se apelotonaron, lívidos, espantados, esperando la muerte. Yagüe estaba en el palco, acompañado de su segundón, Castejón. Le rodeaban, obsequiosos y rendidos, terratenientes, presidentes de cofradías, religiosos, canónigos, señoras, damiselas vestidas con provinciana elegancia. Levantó un brazo y sacó un pañuelo. Y las ametralladoras comenzaron a disparar”.
Ésta es, básicamente, la leyenda de la matanza de Badajoz, adornada a menudo con detalles como el toreo de los presos y otras torturas. Habrían muerto en aquella “fiesta” entre 1.200 y 5.000 presos, según autores.
La exposición vista, que tanto ha circulado, tiene de entrada, un error considerable: los chiqueros son corrales estrechos en los que se retiene a los toros antes de sacarlos al ruedo. En una plaza de segunda categoría, como la de Badajoz, no debía de haber más de cuatro chiqueros, y en ellos cabrían, muy apiñados, no más de un centenar de personas. Pero los lectores suelen pasar por alto estos fallos cuando la prosa empleada logra crear una fuerte emocionalidad. Leer tales relatos, expresados en tono solemne y seguro, moviliza nuestros sentimientos de justicia ultrajada a favor de las víctimas y contra los presuntos verdugos.
Hoy sabemos –y sin duda lo sabían entonces los creadores del mito -- que no hubo tal “fiesta” en la plaza de toros, el 15 de agosto ni el día siguiente, y seguramente ninguno. El día 15 el periodista portugués de izquierdas Mario Neves escribe en sus crónicas para el periódico lisboeta O Seculo: “Nos dirigimos enseguida a la plaza de toros, donde se concentran los camiones de las milicias populares. Muchos de ellos están destruidos. Al lado se ve un carro blindado con la inscripción “Frente Popular”. Este lugar ha sido bombardeado varias veces. Sobre la arena aún se ven algunos cadáveres. Todavía hay, aquí y allá, algunas bombas sin estallar, lo que hace difícil y peligrosa una visita más pormenorizada”
En esas condiciones el espectáculo descrito por la leyenda es imposible. Pero corrió el rumor, en la muy próxima frontera portuguesa, de que en la plaza fusilaban gente, y Neves volvió el día 16. Allí vio “algunas decenas de prisioneros que aguardan su destino. Pero la plaza no tiene un aspecto diferente del que observamos ayer, lo que nos lleva a suponer que el rumor es infundado. Los mismos automóviles destruidos y los mismos cadáveres, que ayer tanto me impresionaron y que aún no han sido retirados”.
La creación del mito no se debe en este caso a los comunistas, aunque éstos lo aprovecharían muy a fondo. Su principal autor fue un periodista useño, llamado Jay Allen, muy ligado a la propaganda del Frente Popular, a quien nunca habían impresionado las matanzas de derechistas ocurridas en Madrid. Allen fue a Badajoz (o dice que fue), al día siguiente de una masacre perpetrada por las izquierdas en la Cárcel Modelo madrileña, el 22 de agosto. Esta matanza causó fuerte impresión fuera de España, pues entre las víctimas se contaban intelectuales y ministros republicanos de tendencia centrista. Allen informó al diario Chicago Tribune, de una “carnicería de 4.000 personas en Badajoz”, de fusilamientos acompañados de banda de música, y de la arena de la plaza de toros empapada de sangre en más de un palmo de profundidad. Desde luego no pudo ver nada de lo que cuenta, pues habría llegado una semana más tarde, pero, sorprendentemente, asegura que le informaron las propias autoridades responsables de los crímenes. Esto suena muy improbable. A decir verdad cabe dudar de que Allen haya estado a Badajoz. Un mes antes había publicado una entrevista con Franco, expresándose en tonos insultantes hacia el general, y no parece fácil que después de ello se atreviera a volver al territorio franquista. Y menos aún que los jefes franquistas le hicieran confidencias tan perjudiciales para ellos mismos, o le dieran las facilidades de movimiento que asegura haber tenido. Al parecer, aquellas autoridades deseaban confirmar al mundo, y ampliar, lo que decía de ellas la propaganda enemiga. El testimonio de Allen, por indirecto, e improbable en cuanto a las fuentes, resulta por lo menos dudoso, pero de él han derivado las versiones posteriores, más o menos enriquecidas por la fantasía de cada comentarista.
Se me ha acusado de negar que hubiera alguna matanza en Badajoz. La acusación es tan falsa como el espectáculo de la plaza de toros. Como he señalado, muchos presos fueron fusilados en esa ciudad entre agosto y noviembre, igual que en otras muchas poblaciones de los dos bandos. El número total lo ha estudiado el historiador de derechas Martín Rubio, a partir de los registros, estimándolo en medio millar. Autores de izquierda ecuánimes, como el profesor Sánchez Marroyo, elevan la cifra al triple, suponiendo deficiencias en las inscripciones registrales, aunque no aclara bien cómo obtiene el número. Otros autores, más adictos a la propaganda que a la veracidad, suben las cifras a 5.000 y hasta a 9.000.
Cabe concluir, pues, con casi total seguridad, que no tuvo lugar el famoso espectáculo de la plaza de toros que ha dado lugar al gran mito de Badajoz. Sí hubo numerosos fusilamientos de presos o de personas de izquierdas en los meses siguientes, un hecho por desgracia repetido en otras ciudades. Pero el mito necesitaba mucho más, pues quería retratar la inmensa maldad de los llamados fascistas y encubrir los crímenes realizados por las izquierdas, que en comparación parecerían menores y justificados. En fin, la leyenda no dejaba de ser un acicate para asesinar a las derechas y a los católicos, pues ¿qué otra cosa merecerían semejantes sádicos? En tal sentido la siguen utilizando diversos políticos, historiadores y periodistas que, con ayudas económicas oficiales, se dedican en España a la dudosa tarea de desenterrar las mentiras y los rencores del pasado so pretexto de recuperar, dicen, “la memoria histórica”.

El bombardeo de la villa de Guernica, ocurrido el 26 de abril de 1937, ha tenido todavía más repercusión. Según el mito, fue un ensayo deliberado de arrasamiento de la población civil, llevado a cabo por la aviación alemana con probable instigación o autorización de Franco, sobre una población sin valor militar. Por efecto del ataque habrían muerto entre 800 y 1.650 personas, según los diversos autores, llegando los nacionalistas vascos a hablar de 3.000, para una población total de unos 5.000.
El caso guarda mucha similitud con el de la matanza de Badajoz. Los estudios más detallados y recientes de Jesús Salas Larrazábal, no rebatidos por nadie hasta la fecha, prueban que el bombardeo fue decidido por el jefe alemán Von Richthofen sin autorización de Franco. Éste había prohibido, y volvió a prohibir después, los bombardeos sobre objetivos civiles. En segundo lugar el ataque a Guernica habría tenido un valor militar de primer orden si las tropas de Franco hubieran avanzado enseguida sobre la población, pues con ello habrían copado a una parte considerable del ejército enemigo. Ese valor se perdió al decidir el general Mola, que se llevaba mal con Richthofen, un avance en dirección contraria, sobre Durango. En tercer lugar el alemán conocía por anticipado la decisión de Mola, pese a lo cual obró por su cuenta (“Me porté muy maleducadamente”, comenta en sus diarios). El bombardeo constó de varias pasadas sin mucho efecto, entre las 4,30 y las 6 de la tarde, seguidas de otra a las 6,30. Esta última ocasionó grandes incendios, y una hora después el 18 % de la villa estaba en llamas. Durante la noche la destrucción por el fuego se extendió al 71% de los edificios. La causa de la devastación fue el bombardeo, pero su extensión se debió también a la deficiente actuación de los bomberos de Bilbao, que tardaron varias horas en llegar desde una distancia de 30 kilómetros, y se volvieron a las tres de la noche, cuando los incendios proseguían. Finalmente, el número máximo de muertos fue de 126, probablemente alguna decena menos. Una cifra muy alta, pero también muy inferior a la necesaria para forjar el mito.
Salas Larrazábal llegó a estas conclusiones tras examinar la documentación hoy conocida, los diarios personales de Richthofen, la prensa y los comentarios de aquellos días en la prensa de Bilbao, los registros de fallecidos y los testimonios disponibles. Sin embargo hasta ahora prevalecían las versiones elaboradas por varios corresponsales británicos, en especial por C. L. Steer, que escribía para el diario conservador The Times e inventó cientos de muertos y otros detalles. Así, al revés que las anteriores leyendas, ésta procede de la derecha británica, lo que acaso haya contribuido a su éxito. Salas supone, razonablemente, que ello hecho respondió al interés de los conservadores británicos por contrarrestar la propaganda pacifista de los laboristas, advirtiendo a la opinión pública de lo que podría pasar en la propia Inglaterra. La opinión conservadora más despierta consideraba a Alemania el mayor peligro potencial, y sentía poca acritud hacia la Italia fascista, y por eso, probablemente, Steer negó la participación de aviones italianos, que sí intervinieron en Guernica, y atribuyó a los alemanes, mintiendo deliberadamente, el bombardeo de Durango, de autoría italiana y que causó más víctimas.
La propaganda franquista atribuyó la devastación de Guernica a las izquierdas. Es probable que durante un tiempo esta versión fuera creída por quienes la difundían, porque las ciudades vascas de Irún y Éibar habían sido incendiadas por las tropas enemigas en retirada. Pero en este caso no había sido así, y la propaganda de izquierdas y separatista pudo demostrarlo, añadiendo así a la acusación del bombardeo el desenmascaramiento de la mentira derechista.
Vale la pena señalar algunas consecuencias de Guernica. Desde el punto de vista de la propaganda el bando franquista salió muy perjudicado. En el terreno militar el ataque de Richthofen resultó inútil inmediatamente, pues al no haber sido ocupada la villa enseguida, las fuerzas adversarias pudieron escapar al cerco. En cambio las consecuencias políticas beneficiaron grandemente a Franco, con ulteriores efectos militares. Pues el PNV llamó a los vascos a luchar a ultranza, pero bajo cuerda intensificó sus negociaciones con los fascistas italianos, a fin de obtener una rendición separada, traicionando así a sus aliados izquierdistas.
El primer efecto de estas negociaciones se hizo evidente a mediados de junio, cuando Bilbao se rindió. Entonces los separatistas garantizaron la entrega intacta de la industria pesada de la ciudad al ejército de Franco, impidiendo su destrucción prevista por las izquierdas. Esa industria favoreció en alto grado el esfuerzo bélico del bando nacional. Y unas semanas después, hacia mediados de agosto, el PNV sugería al enemigo las mejores vías para atacar a sus aliados, de modo que las tropas separatistas parecieran quedar copadas y no se notase su traición. Fue el famoso Pacto de Santoña, que ayudó a los nacionales a conseguir su primera victoria masiva de la guerra, haciendo 55.000 prisioneros y capturando gran cantidad de material de guerra. Tales fueron las consecuencias del bombardeo de Guernica.
Conviene entender la posición del PNV. Éste era un partido muy de derechas, extremadamente racista y de un catolicismo sui generis, pese a lo cual se alió con unas izquierdas que estaban exterminando a la Iglesia. La paradoja se explica porque el PNV aspiraba ante todo a la secesión del País Vasco, y había aceptado la autonomía ofrecida por el Frente Popular pensando en conculcar los acuerdos desde el primer día, y separarse de España en cuanto le fuera posible. A tal efecto formó un ejército propio y otras muchas cosas por encima del estatuto autonómico. Además, al principio de la guerra casi nadie pensaba que Mola y Franco pudieran triunfar, pues la relación de fuerzas favorecía de modo abrumador al Frente Popular: en sus manos habían quedado todos los recursos financieros, casi toda la industria, las principales ciudades y puertos, la mitad del ejército, y dos tercios o más de las fuerzas de seguridad, de la aviación y de la marina. En tales condiciones no parecía provechoso aliarse con los seguros perdedores. Pero según pasaban los meses, el PNV comprendió que las izquierdas podían perder, y de ahí sus tratos con el enemigo.
El caso de Guernica merecería un estudio especial sobre cómo se fabrica un mito. Durante años diversos autores se han copiado y citado unos a otros como argumento de autoridad, sin examinar los hechos sobre el terreno. Un especialista en esa técnica, el estudioso y polemista useño H. Southworh, publicó en 1975 un libro apoyado en las informaciones y reseñas de la prensa mundial sobre el bombardeo. Salas observa: “Quien tenga probada paciencia puede estudiar los orígenes históricos del mito de Guernica en las 190 páginas del capítulo primero del erudito libro La destrucción de Guernica, del polemista norteamericano Herbert R. Southworth, en las que va exponiendo, una tras otra, las noticias que publicó la prensa mundial en base a los cables enviados desde Bilbao por cinco corresponsales extranjeros (…). Los que afronten esta lectura podrán conocer insignificantes pormenores relacionados con este temario, país por país, pero por mucho que relean las densas páginas no serán capaces de hallar rastros de lo más esencial: los relatos de la prensa de Bilbao, numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada. Nadie considere esto como un incomprensible olvido de cronista tan minucioso, pues existe una explicación mucho más lógica: los periodistas de Bilbao (…) no comulgaron con las extravagantes tesis de los contados corresponsales extranjeros que fabricaron la leyenda, y los censores de Bilbao impusieron cortes en los pocos artículos desorbitados que la prensa local reprodujo de los diarios extranjeros. (…) y que podían ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica”. Estos párrafos indican la diferencia entre historiografía y propaganda.
Sorprendentemente, la prensa de Bilbao ni siquiera hablaba al principio de muertos, sino sólo de heridos. El número de muertos, relativamente escaso para un ataque que causó tal destrozo se explica porque a partir de la primera pasada de los aviones la gente estaba alerta y la mayoría se puso a salvo. Además la mayor parte de la devastación, aunque originada en el bombardeo, se produjo con posterioridad a éste.
Hemos visto someramente tres mitos, uno creado por la propaganda soviética, otro por progresistas useños, y el tercero por conservadores británicos, aunque todos ellos explotados intensamente por las izquierdas comunistas o afines. Los tres casos muestran la extraordinaria resistencia de este tipo de construcciones propagandísticas. La realidad, bien conocida en lo esencial, sigue siendo rechazada, a menudo con auténtica pasión, por numerosos políticos, periodistas e historiadores; pero tengo la impresión de que hoy se va imponiendo poco a poco.

¿Por qué han tenido tanto éxito estas propagandas? Creo que porque corroboran otro mito más fundamental: que esta guerra consistió en la lucha entre la democracia y el fascismo, entre el progreso y la reacción, entre la libertad y el oscurantismo. Cuando se cuestionan los mitos parciales parece hundirse el mito general, y eso resulta inaceptable para mucha gente. Sin embargo es ese mito general el más endeble de todos.
El bando supuestamente demócrata se componía de comunistas, anarquistas, socialistas, republicanos de izquierda, nacionalistas catalanes y separatistas vascos. ¿Podemos creerlos defensores de la libertad, etc.? Pocos sostendrán hoy en serio que el anarquismo o el stalinismo tengan algo de demócratas, pero mucha gente tiene la errónea impresión de que los socialistas y los republicanos de izquierda sí lo eran. En cuanto a los republicanos conviene advertir, de entrada, que apenas tuvieron peso en el Frente Popular de la guerra. Se trataba de partidos pequeños, mal organizados y muy rivales entre sí, y, como indica su líder principal, Azaña, la mayoría de sus jefes procuró salir del país en cuanto empezaron los tiros. Por su poca influencia, no podían dar carácter al Frente Popular. Pero además nunca fueron realmente demócratas. Una causa clave de la guerra civil fue que estas izquierdas no admitieron la victoria electoral de la derecha moderada en 1933, respondieron a ella con maniobras golpistas, y terminaron aliados con las izquierdas más extremistas y revolucionarias. Para ellas la democracia consistía en su propio poder, sin admitir alternancia.
Mucho peor fue el caso del PSOE. Este partido había colaborado con la dictadura derechista de Primo de Rivera en los años 20, y por eso había llegado a la república como el partido más numeroso, disciplinado y mejor organizado de la izquierda. Aunque afiliado a la II Internacional, su política desde 1933 se acercó a la de los comunistas, y su jefe, Largo Caballero, recibió el mote elogioso de El Lenin español. Largo y otros líderes, en especial Prieto, marginaron a los socialistas moderados de Besteiro, y organizaron la insurrección armada, concibiéndola, textualmente, como una guerra civil, para imponer la dictadura del proletariado. La intentaron en octubre de 1934, causando 1.400 muertos, y fueron derrotados. Ello apenas les hizo cambiar de actitud, y en 1936 volvieron a crear un proceso revolucionario. El PSOE fue el núcleo decisivo de las izquierdas españolas hasta que los comunistas lo desplazaran en el curso de la guerra. Era un partido marxista, no democrático, y el principal causante del hundimiento de la democracia en España.
Quedan como posibles demócratas los nacionalistas catalanes y los separatistas vascos. De los primeros puede decirse lo mismo que de los socialistas: se declararon en pie de guerra contra el gobierno legítimo de derecha moderada salido de las elecciones de 1933, y utilizaron los medios legales del estatuto autonómico para organizar la rebelión. En octubre de 1934 participaron en el asalto a la legalidad republicana al mismo tiempo que el PSOE, los comunistas y parte de los anarquistas. En 1936 volvieron al poder e impusieron lo que su dirigente Companys llamaba “democracia expeditiva”, y que Azaña tradujo, acertadamente, como “despotismo demagógico”.
Los nacionalistas vascos, más separatistas que los catalanes, se inspiraban en un racismo obsesivo, según el cual la raza superior de los vascos estaba oprimida por la inferior española. Al mismo tiempo consideraban católicos, casi por raza, a los vascos, mientras que los demás españoles nunca habrían asimilado el catolicismo. Debe recordarse que los vascos, como los catalanes, se habían sentido tradicionalmente españoles, y por ello los secesionistas habían desplegado un enorme esfuerzo de propaganda para hacerles creer lo contrario, sin haber convencido nunca a la mayoría. El Partido Nacionalista Vasco obtenía un tercio de los votos emitidos en las tres provincias vascongadas, menos aún en relación con el cuerpo electoral Y muchos lo votaban no por sus doctrinas, sino por ser el partido que mejor había defendido a los católicos de los ataques izquierdistas. Los nacionalistas, vascos o catalanes, aspiraban a usar los estatutos de autonomía para, desde el poder regional, imponerse radicalmente sobre la masa de población ajena a sus ideas.
Además de poco o nada democráticos, estos partidos conglomeradas durante la guerra diferían tanto entre sí que no podían conciliarse. La presión del enemigo común no bastó a impedir los continuos sabotajes y crímenes entre ellos. Hubo intensos odios entre comunistas y los anarquistas, o entre socialistas y comunistas, mientras los nacionalistas vascos y catalanes intrigaban lo mismo en Roma y Berlín que en Londres y París, para traicionar a sus aliados. Estas querellas producirían detenciones ilegales, torturas o asesinatos en el frente y en cárceles de partidos, culminando en dos pequeñas guerras civiles entre las izquierdas, la en mayo de 1937, en Barcelona, y la de marzo de 1939, en Madrid. De la primera salieron perdedores los socialistas de Largo Caballero, los anarquistas, los nacionalistas catalanes y quedó aplastado el pequeño partido marxista POUM. Ganaron los comunistas y también, aunque sólo momentáneamente, los socialistas de Prieto y los republicanos de Azaña. La lucha de Madrid, en marzo del 39, tiene aún más significado. Lucharon los partidarios de rendirse a Franco contra los comunistas y negrinistas, que querían resistir hasta enlazar con la guerra europea, lo cual habría multiplicado el número de víctimas. Ganaron los primeros, después de sangrientos choques y numerosos fusilamientos mutuos. Y de este modo tan revelador terminó la guerra civil española.
Para apreciar el carácter de las izquierdas debemos atender a otro rasgo crucial de ellas: su sumisión a Stalin, el gran defensor de la democracia española, si hubiéramos de creer a la propaganda. Quienes equiparan las intervenciones de Hitler y Mussolini con la de Stalin cometen un grueso error de perspectiva, en dos sentidos. El fascismo de Mussolini había sido poco sanguinario, y Hitler no se había revelado todavía como el genocida de la guerra mundial, mientras que nadie podía dudar de la crueldad exterminadora de Stalin, cuyas víctimas sumaban ya millones.
Y, por otra parte, los dos dictadores fascistas nunca dominaron a Franco ni mermaron de modo significativo la soberanía española, mientras que Stalin fue el auténtico jefe del Frente Popular español. La independencia de Franco quedó de relieve en la crisis de Munich de septiembre de 1938, cuando declaró su intención de permanecer neutral si estallaba la guerra entre las democracias y los regímenes fascistas, provocando la indignación de Roma y de Berlín. Por el contrario, la autoridad de Stalin sobre el Frente Popular se aprecia, entre otros muchos datos, en éste: los políticos izquierdistas españoles, por poderosos que parecieran, fueron barridos del gobierno en cuanto obstaculizaron las directrices emanadas del Kremlin. Así le pasó a Largo Caballero, llamado hasta hacía poco el Lenin español, a los anarquistas, a los nacionalistas catalanes y luego a Prieto. Sólo siguió en el poder el socialista Negrín, ligado indisolublemente a Stalin por el envío de las reservas de oro españolas a Moscú. Un envío que puso el destino del Frente Popular en manos de los soviéticos, convertidos en amos de los suministros para la España izquierdista.
Estas razones destruyen, en mi opinión, las pretensiones de que las izquierdas defendían la democracia. Pretensiones realmente grotescas cuando examinamos de cerca los sucesos. Pero debe reconocerse que la persistencia de esta falsedad durante decenios, su entronización en libros de historia y discursos políticos en medio mundo, constituye uno de los logros propagandísticos más notables del siglo XX. El mérito, si así lo queremos llamar, de ese logro debe acreditarse sobre todo a los comunistas, precisamente la fuerza más antidemocrática de ese siglo.
Por lo tanto, la democracia no estuvo en juego en la guerra civil, pues el otro bando se proclamaba abiertamente contrario a la democracia liberal. Aunque el bando nacional distaba muchísimo del hitlerismo, aquí podría justificarse la frase de Drieu la Rochelle: “los nazis son los cínicos, porque admiten claramente su violencia, su tiranía, y los comunistas los hipócritas, porque niegan descaradamente las suyas”.

En realidad el problema de la democracia en España se planteó antes de la guerra, durante la república, y fue a lo largo de ella cuando quedó resuelto, en el mismo sentido que en la mayor parte de Europa por entonces, es decir, en contra del liberalismo La cuestión puede plantearse así: ¿se hundió la república por una amenaza fascista, o bien por una amenaza revolucionaria?
Aunque no suele resaltarse, fueron dos políticos conservadores y ex monárquicos, Alcalá-Zamora y Miguel Maura, quienes organizaron y dieron cohesión a las fuerzas republicanas y las empujaron a tomar el poder en abril de 1931, explotando la quiebra moral de los monárquicos tras unas elecciones municipales. Sin embargo, tan pronto llegó el nuevo régimen, los elementos de derecha se vieron violentamente desbordados por unas izquierdas de talante mesiánico y despótico. Antes de un mes esas izquierdas organizaron, en nombre del progreso, la primera gran quema de iglesias, bibliotecas, centros de enseñanza y obras de arte. Luego ganaron las primeras elecciones y, para desesperación de las derechas, rompieron los consensos e impusieron una Constitución no laica, sino anticatólica, que reducía a los religiosos a ciudadanos de segunda, disolvía a los jesuitas y cerraba centros de enseñanza prestigiosos, entre ellos el único de ciencias económicas de España.
Poco después una ley, llamada de “Defensa de la República”, recortó drásticamente las libertades constitucionales, autorizando al gobierno a detener sin acusación y deportar sin proceso, a cerrar prensa arbitrariamente, etc. Cientos de periódicos fueron así cerrados en un momento u otro y se practicaron oleadas de detenciones contra las derechas o los anarquistas, muchos de los cuales fueron deportados a las colonias africanas. Según una leyenda corriente, la derecha rechazó violentamente la república y conspiró desde el primer momento contra ella, pero eso sólo es cierto de algunos núcleos muy minoritarios, pues la gran mayoría derechista, articulada en la CEDA de Gil-Robles, respondió pacífica y legalmente a las constantes agresiones que sufría.
El desorden de los dos primeros años de predominio izquierdista motivó una reacción popular, que dio amplia victoria al centro derecha en las elecciones de noviembre de 1933. Y entonces el sector mayoritario de la izquierda, no una minoría, se puso en pie de guerra contra la misma legalidad que ella había traído, y contra el gobierno legítimo. Como ya quedó indicado, los socialistas y los nacionalistas catalanes prepararon entonces la guerra civil, y los republicanos de izquierda intentaron golpes de estado, hasta estallar todo en la insurrección de octubre de 1934. La insurrección supuso la quiebra definitiva de la convivencia ciudadana en España, porque sus autores no rectificaron luego, y porque la democracia se vuelve imposible cuando el grueso de la oposición no acepta la ley y se subleva contra ella. Si la república se mantuvo momentáneamente, se debió a la conducta moderada de las derechas, las cuales defendieron una Constitución que no les gustaba y lo hicieron invocando las libertades, como está perfectamente documentado.
El asalto a la legalidad republicana en 1934, pudo haber quedado como un incidente aislado si las izquierdas hubieran recapacitado y cambiado de política. Pero no ocurrió nada parecido. La parte menos extremista de las izquierdas -- pero también extremista--, dirigida por Azaña y Prieto, trató de recobrar el poder mediante una alianza electoral con los revolucionarios, llamada más tarde Frente Popular. Su propósito consistía en transformar el régimen en un sentido parecido al del PRI mejicano, restringiendo o eliminando la separación de poderes y reduciendo a la derecha a un papel testimonial, impidiendo en adelante su acceso al poder. En cuando a los más extremistas, aspiraban a destruir cuanto antes a las derechas, y más tarde a los propios republicanos burgueses. Todo ello está inequívocamente aclarado en la abundante documentación de la época.
Las elecciones de febrero de 1936 transcurrieron en circunstancias anormales y violentas, y fueron ganadas por el Frente Popular, que obtuvo más diputados aunque empató en votos. Las derechas sintieron pavor ante la victoria de las mismas fuerzas que habían organizado la insurrección del 34. Apoyaron entonces al sector menos extremista de las izquierdas, dirigido por Azaña, el cual pasó a gobernar. Esperaban que Azaña frenase a los más extremistas, pero no hubo tal. De inmediato volvió a crearse un proceso revolucionario, acompañado de una descomposición de la ley desde el poder. Por abajo los partidos obreristas impusieron la ley desde la calle, y por arriba Azaña no sólo se negó a aplicar la Constitución, sino que la vulneró a su vez con medidas como la destitución del presidente de la república, Alcalá-Zamora. Así, el gobierno perdía su ya dudosa legitimidad electoral, porque un gobierno que no cumple ni hace cumplir la ley es ilegítimo. En sólo cinco meses hubo unas 300 muertes por atentados o choques políticos, ardieron cientos de templos, algunos de extraordinario valor artístico o histórico, y numerosos registros de la propiedad y archivos, fueron destruidas decenas de sedes políticas y periódicos derechistas, mientras las huelgas salvajes se sucedían, empezaban las reyertas entre socialistas y anarquistas, con muertos y heridos, y las milicias izquierdistas desfilaban intimidatoriamente por las ciudades. Hasta el socialista Prieto calificó la situación de insostenible. La policía perseguía solo a las derechas, oficiales de las fuerzas de seguridad daban instrucción militar a las milicias, y éstas participaban cada vez más en los arrestos de derechistas.
Entre tanto, grupos de militares conspiraban para dar un golpe republicano que restableciera el orden, aunque algunos pensaban en volver a la monarquía. La conspiración no tomó peligrosidad hasta finales de abril, cuando el gobierno ya había definido su postura de alentar de hecho el proceso revolucionario. El caos culminó cuando una fuerza compuesta de policías y milicianos secuestró y asesinó a Calvo Sotelo e intentó hacer lo mismo con Gil-Robles, los dos dirigentes principales de la derecha. Realmente ya no existía legalidad, y se hundió cualquier esperanza de mantener la paz.
Por lo demás, la república había llevado una vida muy agitada. Desde el principio hubo de soportar las frecuentes insurrecciones anarquistas, más la derechista de Sanjurjo, luego las del resto de las izquierdas… Cuando Mola y Franco se rebelaron a su vez, no quedaba ninguna fuerza política significativa que no se hubiera alzado antes contra el régimen.
Tiene interés constatar la evolución política de Franco, porque resume la de la propia derecha. En 1930 su hermano Ramón participó en un golpe militar republicano, y el general le escribió condenando aquellas aventuras por innecesarias y perjudiciales, ya que, decía, la democracia vendría por sus pasos y en orden. Es decir, aceptaba la democracia sin entusiasmo, como algo inevitable, pero la aceptaba. Durante la república nunca faltó a la disciplina ni entró en conspiraciones. En 1934 defendió al régimen contra el asalto izquierdista. Sólo cambió de actitud después de las elecciones de 1936, cuando el peligro revolucionario se hizo inminente, y aun así procuró aplazar el golpe hasta el último momento. Las convulsiones de aquellos años le llevaron a concluir que la democracia liberal era imposible en España, donde sólo podría funcionar, a su juicio, un régimen autoritario, aplicándolo después durante casi cuarenta años. Si bien tomó algunos elementos del fascismo, su dictadura no fue fascista, sino reaccionaria en el sentido más elemental del término: reacción contra la revolución. Pero ese es otro tema.
Aunque aquí sólo puedo resumir mucho aquel proceso, no parece dudoso que la república se vino abajo por la acción de unas izquierdas extremistas que se sublevaron en 1934 contra un gobierno legítimo y que en 1936 volvieron a crear un inminente peligro revolucionario. Si atendemos a los hechos y dejamos de lado la propaganda, la respuesta a la cuestión planteada antes es clara: no existía amenaza fascista, y sí una violenta y creciente amenaza revolucionaria, y ahí radica la causa de la guerra civil. La república, malherida por la insurrección del 34, acabó de hundirse entre febrero y julio de 1936. Durante la guerra el Frente Popular se autodenominó “republicano”, por razones de oportunismo político, y así se le sigue denominando por la mayoría de los historiadores, pero casi nada tenía en común con la república instaurada en España cinco años antes. Fue un nuevo régimen con creciente hegemonía comunista, que no llegó a estabilizarse a causa de su derrota bélica, y cuya orientación se vería más tarde en las democracias populares del este de Europa.

Los datos mencionados quizá sorprendan a quienes sólo sepan de la guerra de España por referencias generales, pero son bien conocidos, y todos los historiadores de alguna solvencia los toman en cuenta necesariamente. Las discrepancias no surgen de los hechos, sino de la significación que se les otorga. A mi juicio, los datos manifiestan el problema central que determinó el destino de la república española: el problema de la democracia y las libertades. Pero la mayoría de los historiadores sigue pensando, implícita o explícitamente, que aquellos hechos tienen importancia menor frente a otros llamados sociales, como la pobreza del campesinado, el paro, los salarios obreros, etc. Quienes así piensan suelen llamar “burguesas” o “formales”, a las libertades políticas, y plantean la cuestión más bien de esta manera: la república, dicen, trajo reformas favorables a las clases trabajadoras y perjudiciales para las castas sociales que durante siglos habían dominado el país, es decir, para una oligarquía formada por financieros y terratenientes, alto clero y jefes del ejército. Esa oligarquía, viendo amenazada su posición, trató por todos los medios de derrocar la república, hasta conseguirlo por fin, a costa de una sangrienta guerra civil.
Obviamente, cuando esos historiadores atribuyen a las izquierdas la defensa de la “democracia”, no usan el término en el sentido de un régimen de libertades y elecciones, sino en el de un régimen representativo del presunto interés de las clases trabajadoras frente al interés de los supuestos explotadores. Los partidos de izquierda defendían las reformas supuestamente favorables al pueblo, y por ello resultaban los verdaderos demócratas. Así, su política quedaba legitimada por principio, aun en contra de las urnas y de las libertades burguesas. De modo similar, los partidos de derecha representarían a la oligarquía, y contrariaban los intereses del pueblo, es decir, eran forzosamente antidemocráticos aunque respetasen más las libertades y las elecciones. Este enfoque, mejor o peor matizado, tiene el sello de Marx y está extendidísimo, habiendo calado incluso en gran parte de la historiografía de derechas y generado equívocos decisivos.
Se trata, desde luego, de un enfoque antiliberal y por tanto antidemocrático, tal como entendemos hoy la democracia. Esto debe tenerse en cuenta. Y aunque antidemocrático no equivale necesariamente a falso, en este caso sí es falso. Creo que el marxismo es falso en su raíz. No es éste el momento de extenderse al respecto, pero haré un par de observaciones prácticas.
La idea de que unos partidos representaban al proletariado o al pueblo y otros a la oligarquía, es arbitraria. Los partidos revolucionarios centraban su propaganda en medios obreros y campesinos, y por eso tenían en ellos mayor apoyo; pero ese apoyo nunca significó que las doctrinas y políticas de los partidos obreristas fueran benéficas para los trabajadores manuales. Denunciar a voz en cuello injusticias reales o imaginarias no equivale a tener soluciones razonables para ellas. En realidad, allí donde se estableció el socialismo real, los trabajadores fueron tan privados de derechos como los burgueses, por seguir empleando esa terminología. Y durante la primera etapa de la república, de carácter izquierdista, las reformas perjudicaron a la economía y aumentaron el desempleo.
Tampoco el apoyo de los trabajadores manuales en un momento o una época dadas basta para proclamar representantes de ellos a los partidos obreristas. Las cifras de afiliación a los sindicatos han sido muy infladas, y probablemente no pasan de la mitad de las que suelen manejarse. Una gran masa de los obreros y los jornaleros del campo permanecieron al margen de los sindicatos izquierdistas, y sectores no despreciables se afiliaron a sindicatos católicos. Otro fenómeno típico durante la guerra fue el muy bajo entusiasmo con que trabajaron los obreros y los campesinos bajo el Frente Popular, a pesar de las continuas campañas de propaganda llamándolos a incrementar la producción en defensa de “su propia causa”. Parece claro que gran parte de los trabajadores no identificaba la causa del Frente Popular como propia. En la zona de Franco no ocurrió nada así. Podría atribuirse esto a la represión, pero ninguna represión habría impedido el sabotaje difuso de una población descontenta e identificada con un bando enemigo que podría triunfar.
Otro hecho contrario a la idea de fuerzas políticas representantes de una capa social es que no menos de cuatro partidos decían representar en exclusiva a la clase obrera, y las rivalidades llevaron a los pretendidos representantes a matarse entre sí, literalmente. En cuanto al partido supuestamente defensor de la explotadora oligarquía, la CEDA, fue más votado que ninguno de izquierda, incluso en 1936. Obviamente los votos no le venían de un pequeño grupo de oligarcas, sino de un amplio sector del pueblo.
En tercer lugar, la izquierda ganó las primeras elecciones, en 1931, pero las perdió desastrosamente en 1933. ¿Cómo pudo ocurrir, si entre tanto había aplicado aquellas reformas tan beneficiosas para el pueblo? Ocurrió porque la práctica demostró la vaciedad y sinsentido de muchas de tales reformas, aplicadas con una gran dosis de demagogia. En esos dos años murieron unas 200 personas en violencias políticas, casi todas ellas de izquierdas (la “sanjurjada” o golpe derechista del general Sanjurjo causó 10). Es decir, causadas por enfrentamientos entre izquierdistas o de éstos con el gobierno, también izquierdista. La mayoría de la gente, simplemente, entendió que las recetas aplicadas no beneficiaban a sus intereses, y pasó a votar a las derechas.
No voy a extenderme más. Como indiqué antes, la distorsión sobre la guerra de España nace principalmente de la propaganda y de las concepciones soviéticas. A mi juicio se trata de un ejemplo interesante, pero sólo uno entre muchos, de la devastación producida por la influencia del marxismo en el mundo universitario e intelectual de nuestros países. No deja de llamar la atención el hecho de que en los años 60, cuando el fracaso de las promesas y doctrinas comunistas estaba a la vista de todo el mundo, se produjera en las universidades europeas y americanas un resurgimiento del marxismo en diversas versiones, y me parece que hoy sólo estamos empezando a reponernos de él.
Pío Moa
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Luis Sarasola Luna



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MensajePublicado: Mar Ago 30, 2005 11:36 am    Ttulo del mensaje: En relación con una tesis "de Pío Moa" Responder citando

Buenos días. Me permito poner aquí el articulillo que escribí recientemente para otro foro menos exigente en cuanto a la calidad de las aportaciones (admite insultos soeces, calumnias flagrantes y lluvias de improperios).

En relación con la apreciación que hoy puede hacerse del periodo de la historia de España que se inicia en 1931 y que desemboca en la guerra civil para llevarnos, tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático por parte de un sector de los vencedores, a la muerte de Franco, a los acontecimientos de los días 11, 12, 13 y 14 de marzo del 2004, que imprimen, de nuevo, a mi juicio, un giro decisivo hacia las tinieblas a nuestro poco envidiable devenir histórico; en relación con esta apreciación, decía, es decisiva la presencia en el mercado editorial y el mundo de las ideas de la obra de don Pío Moa. Y, curiosamente, no porque aporte novedades importantes, cosa imposible a estas alturas, ya que casi todo lo que él nos dice ya se sabía, al menos por parte de todo el que quería saberlo; simplemente nos lo recuerda, con prosa muy asequible en un momento siniestro, el que la necrofilia de las izquierdas alcanza el paroxismo.

Pues bien, el señor Moa afirma lo que todo el mundo sabe (todo el mundo que quiere saber), es decir, que la última Guerra Civil española empieza en octubre de 1934. Naturalmente los perros de presa del PCE y del PSOE se le arrojan encima y, como primera providencia, empiezan por donde siempre empiezan. Por ejemplo, me dicen que un tal José Fontana Lázaro, profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, anda por ahí trabajando en su oficio, lo que implica difundir la especie de que “la tesis de que la Guerra Civil empieza en el 34 es franquista”. Por supuesto, ya don Enrique Castro Delgado, comunista, comandante y uno de los fundadores del celebérrimo Quinto Regimiento durante la guerra en cuestión lo afirma de la forma más explícita: "octubre fue el comienzo. El comienzo de la guerra civil.” Así pues hay que responder a don José: “LA TESIS DE QUE LA GERRA CIVIL EMPIEZA EN EL 34 ES COMUNISTA.” Pero hete aquí que el señor Montag, corrige a don Enrique, y corrige bien; el señor Montag nos aporta un texto que yo no conocía literalmente, pero que encaja perfectamente en lo que todo el mundo sabe (todo el mundo que quiere saber) de cual fue la tarea a la que se consagró en cuerpo y alma don Francisco Largo Caballero desde que se le pasó por la cabeza la idea de que España podía llegar a ser una democracia normalizada (el señor Largo Caballero, como el señor Rodríguez Zapatero, se entregó por completo a la tarea de intentar impedirlo, en lo que obtuvo éxito). Así trascribe las palabras del funesto jerarca socialista que se han conservado en “El socialista”, del 9 de noviembre de 1933 (antes, desde luego, de 18 de julio del 36, bastante antes, también, de octubre del 34, antes, incluso, de perder las elecciones del 33): “eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aun los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar.” De manera que hay que responder a don José: “LA TESIS DE QUE LA GERRA CIVIL EMPIEZA EN EL 34 ES SOCIALISTA.”

Bien, don Pío nos transmite tesis SOCIALISTAS y COMUNISTAS. Y, como las palabras de don Enrique Castro Delgado y don Francisco Largo Caballero fueron públicas y bien pretéritas hay que concluir que quien no se ha enterado es porque no ha querido. Don Pío no ha descubierto la pólvora, se la ha señalado con el dedo a las víctimas de la propaganda y el sistema de enseñanza que padecemos desde hace un cuarto de siglo.

Que don José Fontana Lázaro, profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, haga su trabajo de ir difundiendo mentiras para consumo de adolescentes víctimas de la LOGSE y disminuidos mentales entra perfectamente dentro de lo que se puede esperar de un profesor de Universidad en nuestros días. Habrán todas la excepciones personales que se quiera, pero todos sabemos cómo se han ido creando Universidades en España en los últimos decenios, cómo se han ido ampliando las nuevas y las existentes y cómo se han incrementado los cuerpos docentes universitarios. Así que, como “de bien nacidos es ser agradecidos”, ¿qué podemos hacer sino “respetar” al tal don José? Eso sí, su credibilidad es nula y, si alguien nos llega con el sambenito de “profesor universitario en la España de hoy” pensémosnoslo cien veces antes de leerlo y, si aún así decidimos hincarle el diente, tengamos siempre presente los condicionantes del gremio.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Mie Sep 21, 2005 5:01 pm    Ttulo del mensaje: Sobre el origen de la guerra civil y la represión posterior Responder citando

Estimados colegas:

Un amigo me manda un escrito en el que Pío Moa resume algunos aspectos básicos que, al parecer, vuelve a tratar en un libro que se publicará pronto, y cuyo título encabeza el mensaje. Como vemos se verifica sobradamente la tesis que plantea Gustavo Bueno en El Catoblepas 35, pág. 2, sobre el interés por volver a la temática de la guerra civil, y especialmente a la represión posterior. Se trataría de minar al PP definitivamente para que no pueda volver a gobernar, de lo que parece ser consciente también Pío Moa. Además el empeño de algunos por decir que <<todo comenzó>> en julio de 1936, con el alzamiento militar rebelde, también es repetido hasta la saciedad hoy día, y Moa, por lo menos, intenta matizarlo para entender mejor los acontecimientos. Pero algunos se empeñan en reducir al mero plano técnico del golpe del 36 el completo entramado de líneas de fuerza que lo acompañaron, como si dicho golpe fuera una especie de Big Bang a partir del cual todo comenzase y fuese explicable. Pura metafísica historiográfica con clara intencionalidad política.
Un saludo. Antonio Sánchez.

El mensaje es el siguiente:




EL PROCESO REVOLUCIONARIO 1934.1936 Y LA ACTITUD DE LOS GOBIERNOS DE AZAÑA Y CASARES
(Presentación del libro “1936: el asalto final a la República”)

Actualmente está en marcha una campaña sobre las atrocidades de la guerra civil y la represión de la posguerra. Una campaña con mucho dinero público y que está produciendo gran número de libros, artículos, reportajes, congresos y comentarios en los medios de masas. Una campaña bien orquestada, aunque ello no significa que sea mala, pues también hay campañas para fomentar la higiene o la prudencia en carretera. Pero creo que ésta es mala, por cuatro razones. En primer lugar quiere reducir la cuestión de la guerra a la de la represión: a eso reduce su “memoria histórica”. En segundo lugar se centra en la represión practicada por las derechas, tratando de olvidar la de las izquierdas. En tercer lugar omite el terror entre las mismas izquierdas, que causó numerosas torturas y asesinatos. Finalmente quiere hacernos creer que uno de los bandos defendía la democracia, en concreto el del Frente Popular.
Por esto la campaña no ayuda a entender la guerra, y en lugar de recuperar la memoria recobra los viejos odios que, precisamente, llevaron a la guerra civil. Y por eso, también, conviene denunciar esta campaña, semejante a otras organizadas en los años 30 para envenenar la conciencia de las gentes, como decía Besteiro.
El debate en torno al terror en los dos bandos es trivial en un sentido: como vemos a diario, en las guerras ocurren atrocidades, porque la guerra es una situación extrema, en que la ley y las normas de convivencia habituales se derrumban, y cada bando lucha por su supervivencia. En esas condiciones se busca la victoria a toda costa, y los crímenes se vuelven inevitables, aunque puedan reducirse más o menos.
Por eso la cuestión principal para nosotros no radica en las disputas sobre quién mató más o menos, sino en saber cómo llegó a hundirse la legalidad y con ella la convivencia democrática. A esa cuestión he dedicado mis esfuerzos. Mis conclusiones, claro está, son discutibles, y lo sorprendente es que no hayan sido discutidas. En vez de discusión ha habido reacciones virulentas y fanáticas, realmente llamativas en un país democrático y al que se supone cierta tradición intelectual. Casi ninguno de mis contrarios ha leído mis libros, muchos se jactan de no tener intención de leerlos, y casi todos me replican con insidias personales o arguyen sobre el título de historiador, como si éste fuera expedido burocráticamente por ellos. Junto a eso, falsedades evidentes como que reproduzco la propaganda del franquismo, cuando mi investigación examina con preferencia la documentación de las izquierdas. No han faltado inquisitoriales llamamientos a la censura, aplicada en influyentes medios de masas al impedirme el derecho de réplica a sus ataques. Se trata de reacciones totalitarias que, junto con otros hechos, tranquilizan muy poco sobre el ambiente actual en España.
También se ha suscitado un seudo debate en torno a la fecha del comienzo de la guerra: 1934 o 1936. Según algunos profesores, decir que comenzó en 1934 es “franquista”. No dicen falso, sino franquista. Y decir que empezó en el 36 resultaría “progresista”, y da igual si cierto o falso. Bien, dejando a un lado etiquetas políticas, trataré de resumir el problema: en 1934 el PSOE y la Esquerra catalana, planearon una guerra civil, según consta textualmente en sus propios documentos; y la llevaron a cabo en octubre de ese año, alzándose contra un gobierno legítimo que respetaba la Constitución. El alzamiento fracasó, porque el pueblo desoyó los llamamientos a las armas, pero aun así dejó 1.400 muertos en 26 provincias. Fue mucho más que las insurrecciones anarquistas o el golpe de Sanjurjo, y aunque no cuajó como guerra en toda España, sí lo hizo en Asturias durante dos semanas, obligando a intervenir al ejército. Allí la lucha tuvo los rasgos de la de 1936, entre ellos la matanza de prisioneros y religiosos. Hubo, pues, una auténtica guerra en 1934, aunque se limitase a Asturias, quedando en el resto del país como una serie de episodios sangrientos. Gerald Brenan me dio la pista sobre su significado: “la primera batalla de la guerra civil”.
Y en 1936 hubo otro alzamiento, esta vez de las derechas. De él nació la guerra civil por excelencia, pues duró casi tres años y dejó cerca de 300.000 muertos. La pregunta es: ¿qué relación hay entre la minicontienda del 34 y la macrocontienda del 36? ¿Son dos sucesos independientes, como parece indicar el hecho de que el primero lo iniciase la izquierda y el segundo la derecha? Creo que estos libros sobre 1934 y 1936 prueban que se trata de un mismo proceso, e intentaré condensarlo brevemente.
Cuando el centro derecha ganó las elecciones por fuerte mayoría en noviembre de 1933, la Esquerra se puso “en pie de guerra”, Azaña y otros republicanos intentaron el golpe de estado, los anarquistas lanzaron su insurrección más sangrienta hasta entonces, los socialistas llamados bolcheviques barrieron dentro del partido al sector moderado y legalista de Besteiro, y prepararon la insurrección armada. Luego, muchos políticos e historiadores difuminarían estos hechos bien probados afirmando que el PSOE reaccionó así por temor a un golpe fascista de la derecha. Pero las fuentes historiográficas demuestran que ello es falso.
Así, en abril de 1934 Araquistáin, líder socialista e inspirador intelectual de la insurrección, escribía en la revista useña Foreign Affairs que en España no había posibilidad de un movimiento fascista. Y en la pelea interna contra Besteiro los promotores de la guerra adujeron su motivo real: ante un ejército casi desorganizado y unas derechas débiles y mal unidas era posible la victoria de la revolución socialista, para cumplir el programa máximo del PSOE mediante la dictadura del proletariado, es decir, del propio PSOE. La ocasión histórica debía ser aprovechada. Esta fue la verdadera causa del plan de guerra civil. La imaginaria amenaza fascista sólo sirvió para agitar a las masas. En cambio la amenaza revolucionaria quedaba bien patente.
Estas posturas de las izquierdas impedían la convivencia social, y venían dictadas por la convicción mesiánica y antidemocrática de que ellas representaban al “pueblo” o a la “clase obrera”, y las derechas a la “oligarquía”, votara lo que votase la gente. Si entonces siguió en pie la república, se debió solo a que la derecha no explotó su victoria para liquidarla, como habría hecho si hubiera sido fascista. Al contrario, la derecha defendió la Constitución, aunque le disgustase su tono anticatólico.
De haber rectificado las izquierdas después de su fracaso en el 34, aquella pequeña guerra civil habría sido muy distinta de la del 36. O, más probablemente, la del 36 no habría sucedido. Pero no hubo rectificación, como intento mostrar en este libro. En el PSOE, Besteiro volvió a ser marginado. Los bolcheviques del partido, dirigidos por Largo Caballero, volvieron a imponerse, aunque Prieto se alejó de ellos. Prieto buscó la alianza con el republicano Azaña para ganar electoralmente el poder, pero pensaba, desde él, transformar la república para impedir que la derecha volviera a gobernar. En el fondo intentaban construir un régimen similar al PRI mejicano, muy popular entre los republicanos de izquierda españoles. Esa política llevó a la formación del Frente Popular, alianza entre bolcheviques y republicanos de izquierda. En esas condiciones el proceso revolucionario, lejos de rectificarse, recobraba su ímpetu.
En las anormales elecciones de febrero del 36 el Frente Popular venció en diputados, aunque empató en votos, y de inmediato la ley empezó a imponerse desde la calle, extendiéndose la violencia por el país. Al respecto son casi unánimes la documentación y testimonios de la época, reproducidos en parte en este libro. Ningún historiador solvente, de derecha o de izquierda, lo discute. El debate se plantea en otro plano: ¿Qué habrían hecho los gobiernos burgueses de Azaña y Casares si el proceso revolucionario culminase en una nueva insurrección como en el 34? Muchos afirman que el gobierno habría aplastado la insurrección de sus aliados. Por tanto el golpe de las derechas habría sido injustificado, y además habría causado el estallido revolucionario de julio del 36.
He querido mostrar que tal interpretación no se sostiene. Un sector derechista minoritario pensó en sublevarse, asustado por el triunfo electoral de quienes habían asaltado la legalidad en el 34, pero la mayoría apoyó al gobierno. Creía que el burgués Azaña frenaría el empuje ultraizquierdista, y por ello pidió reiteradamente en las Cortes algo tan elemental como que el gobierno cumpliese e hiciese cumplir la ley. Para su desesperación, Azaña, y luego Casares, se negaron. Los líderes derechistas recibieron en el Parlamento insultos y amenazas de muerte que demostrarían no ser retóricas.
Este libro no se centra tanto en el bien conocido auge revolucionario de 1936 como en un aspecto mucho menos estudiado: la política del gobierno republicano, que, lejos de frenar aquel auge, lo estimuló. Azaña expuso su antidemocrática intención de no salir ya del poder, y, junto con Prieto, cometió una cadena de graves ilegalidades, desde la revisión de las actas obtenidas por la derecha en las elecciones a la politización de la justicia, pasando por la destitución del presidente de la república, Alcalá-Zamora. Así el impulso revolucionario desde la calle no era frenado, sino que se combinaba con la demolición de la legalidad desde el poder. Ante esta doble evolución, la derecha sólo podía rebelarse o aceptar “pacíficamente” su propia destrucción. Tras cinco meses de vanas esperanzas de cambio, se sublevó casi a la desesperada. El golpe de Mola fracasó y se convirtió en la guerra civil conocida.
Hay, por tanto, continuidad entre la guerra del 34 y la del 36, y es la continuidad del proceso revolucionario. Puede decirse que la contienda empezó en el 34 y se reanudó en el 36. En la primera fecha las izquierdas se alzaron contra un gobierno legítimo, invocando un peligro fascista inexistente; en la segunda la derecha se rebeló contra un gobierno deslegitimado por su sistemática conculcación de la ley. No fue la rebelión derechista la que desató la revolución, sino el gobierno, al repartir las armas a las masas, último y simbólico acto de demolición de la república.
Y de este modo fue hundiéndose la legalidad que permitía, mal que bien, la convivencia en paz en España. Luego vinieron las atrocidades que tantos dicen lamentar ahora, setenta años después.
La actitud de los revolucionarios y los republicanos nacía de la idea de que ellos representaban automáticamente al “pueblo” o a “la clase obrera”, y las derechas a la “oligarquía”. Por tanto, las izquierdas tenían una especie de hiperlegitimidad que les justificaba para impedir el gobierno de los “oligarcas” y para arrasar la ley en supuesto beneficio del pueblo. Por desgracia esta idea mesiánica, antidemocrática y en el fondo estúpida, sigue enraizada en nuestras izquierdas y en los partidos separatistas. Lo cual no permite mucho optimismo sobre la situación actual. PIO MOA
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Joaquín Robles López



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MensajePublicado: Sab Oct 22, 2005 9:08 am    Ttulo del mensaje: Carrillo doctor. Responder citando

Adjunto el siguiente mensaje sacado de unos foros. Es indudable su interés (aunque no puedo decir lo mismo de su "verdad" que, habría que comprobar. A ver si los de "Aquí hay tomate" se dejan el lesbianismo de las folclóricas y se ponen con esto). Tomo las debidas precauciones porque esta información que ahora aporta este señor bien podría ser falsa (sobre todo porque mucho ha tardado en sacarla a relucir) y con la sana intención de que los amigos foristas arrojen algo de luz sobre el asunto, si es que pueden, saben o conocen algo pertinente:
Cita:
Sr. Don Santiago Carrillo Solares

Madrid



Creo que me conocerás. Yo sí te recuerdo mucho. Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 85 años. En el año 1.936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa de la ESCUADRILLA DEL AMANECER, de la calle del Marqués de Cubas nº 17 de Madrid, donde presencié los más horribles martirios y crímenes.

También estuve en el Cuartel de la Guardia de Asalto de la calle Pontones, en la Puerta del Sol, donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones en las checas de tu mando. Yo soy Pionero, al que llamaban “EL ESTUDIANTE”, que llevaba la correspondencia a las diferentes checas a cambio de la comida que me dabas…

¿Me conoces ahora, Santiago Carrillo?

¿Te acuerdas cuando tú, Santiago Carrillo, acompañado de la Miliciana SAGRARIO RAMÍREZ y de SANTIAGO ESCALONA y RAMIRO ROIG alias “EL PANCHO”, en la era de Fuencarral, Kilómetro 5, el día 24 de agosto de 1.936 a las 7 de la mañana, asesinasteis al Duque de Veragua y tú, Santiago Carrillo, mandaste que le quitaran el anillo de oro y piedras preciosas que llevaba? ¿Recuerdas que no se lo podías quitar y tú, Santiago Carrillo, ordenaste que le cortaran el dedo?

¿Te acuerdas, Santiago Carrillo, la noche que llegaste a la checa del Fomento, en el coche Ford, matrícula de Madrid 984, conducido por el comunista JUAN IZACU y los chequistas MANUEL DOMÍNGUEZ alias “EL VALIENTE” y el Guardia de Asalto JOSÉ BARTOLOMÉS y en el sótano mandaste quemar los pechos de la monja Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo, y así lo hizo “EL VALIENTE” con un cigarro puro? Esto sucedió el 29 de agosto de 1.936 a las 3 de la madrugada…

¿Me recuerdas ahora, Santiago Carrillo?

Con 24 años que tenías, ¡cuántos asesinatos cometiste…!

¡Cuánta sangre tienes derramada en España…!

No quiero molestarte más, Santiago Carrillo, CRIMINAL.

Se despide de ti el enterrador de Paracuellos del Jarama, alias “EL ESTUDIANTE”, que presenció los martirios y asesinatos que tú, Santiago Carrillo, mandaste que se realizaran en España.

¡¡ VIVA ESPAÑA, MI PATRIA ¡!

¡¡ VIVAN LAS FUERZAS ARMADAS ¡!
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Oct 22, 2005 11:27 am    Ttulo del mensaje: El cínico trepa de Santiago Carrillo Responder citando

Sí, a dicho foro se puede acceder desde el artículo de Pablo Molina titulado <<Doctor Mortis Causa>> que apareció ayer, 21 de octubre de 2005, en Libertad Digital. Hay multitud de testimonios que van en la misma dirección (incluso Carrillo presumía de lo hecho bastantes años después de acabada la guerra, y en la entrevista que le hicieron el 26 de agosto, en El Mundo, vino a justificar todas las salvajadas que se cometieron en la guerra por ambos bandos: << -Pregunta: En una entrevista, usted dijo que la matanza de 2.000 personas en Paracuellos no había sido tanto drama, en una guerra en la que morían miles y miles. Me pareció un poco cruel como frase… -Respuesta: Y es normal que se lo parezca. Usted no vivió aquella guerra, ni aquella época; felizmente para usted, vivió otra [ni que lo diga: gracias a Franco]. Y no puede imaginarse lo que era Madrid. Y le voy a decir algo: la verdad es que, de lo de la matanza famosa de Paracuellos, a mí nadie me imputó eso hasta que no me convertí en secretario general del PCE, qué casualidad, ¿verdad? [lo cual no es cierto; otra cosa es que los mismos comunistas se lo empezasen a imputar con intenciones de minar su candidatura, pero ya había múltiples testimonios, de otras partes, en dicho sentido]. Y sin embargo, para ser sincero y para intentar zanjar de una vez esta cuestión [ya sabría lo del <<honoris causa>>, y querría borrar sospechas], he de decir que yo no sabia ni que existiera un pueblo llamado Paracuellos hasta mucho después de que se produjera la matanza. Yo no tuve nada que ver con aquello>>).
Pero ya sabemos que Carrillo es muy listo (ha sido un auténtico arribista que no ha pasado ninguna calamidad, ni estuvo nunca cerca del frente de batalla -ha vivido como un marajá: incluso <<sigue fumando sus Peter Stuyvesant>>, como dice el entrevistador Borja Hermoso-), y no hay ningún documento escrito que pueda remachar el asunto, aunque ya sabemos que los documentos escritos también pueden ser falaces. Se puede comprobar que en el bando <<rojo>>, que tanto le gusta a Zapatero, la represión se llevó a cabo con claras intenciones genocidas (sobre todo contra los religiosos, a los que consideraban como auténticos demonios), con operaciones dirigidas expresamente, o alentadas yconsentidas, por cargos públicos, mientras que en el bando nacional nunca hubo un proyecto claro en tal sentido, aunque en circunstancias especiales, y arrastrados por el furor de la guerra, también se cometieron barbaridades y venganzas, pero nunca tan sistemáticamente macabras como las que se produjeron en el bando <<republicano>>.
Lo que resulta evidente es que siendo Carrillo responsable máximo de Orden Público (con el Gobierno huyendo hacia Valencia), y con los rusos del GULAG y las Checas metidos de lleno en el PCE, nadie con dos dedos de frente puede creerse que Carrillo no tuviese nada que ver con lo de Paracuellos, etc., sino todo lo contrario. Pero hoy día, en que predomina la ideología humanitarista más estúpida y ruin, nuestro reciente Doctor prefiere hacerse pasar por ingenuo (culpable por omisión, por permitir las sacas) que reconocer sus responsabilidades directivas, puesto que ello implicaría, también, reconocer que estaba al servicio de Stalin, y que su patriotismo español brillaba por su ausencia (la <<república española>> le importaba un comino). El mismo Lenin tenía muy clara la estrategia que debía seguir el comunismo internacional respecto a los partidos <<pequeñoburgueses>> o <<socialrrevolucionarios>> que aún mirasen más por su patria que por la <<clase proletaria>> (ver <<La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo>> en la Biblioteca marxista, en http://www.marxismoeducar.cl/len57.htm). Lo cual supo aprovecharlo muy adecuadamente Stalin en beneficio de la URSS (empezando por el oro de España).


Un saludo. Antonio Sánchez
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Pedro Insua Rodríguez



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MensajePublicado: Sab Nov 12, 2005 10:03 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Estimados contertulios:
Esta página y discusión es de mucho interés: http://blogs.periodistadigital.com/justoserna.php/2005/11/11/pio_moa_y_el_antiantifranquismo
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Carlos M. Madrid Casado



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MensajePublicado: Mar Nov 15, 2005 9:44 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Estimados amigos:
Quisiera dar noticia del debate a propósito del libro “Franco. Un balance histórico” que a día de hoy ha tenido lugar entre Pío Moa, su autor, y Javier Cervera, otro historiador, en el programa radiofónico de Luis del Olmo. En especial, quisiera dejar constancia de la diferencia de metodologías que han plasmado ambos polemistas: una, objetivista; otra, subjetivista. Comencemos por el principio. Tras ser presentado como a favor de Franco, Moa señaló que él no estaba a favor del régimen de Franco –recordó su pasado antifranquista- sino a favor de un análisis sereno del mismo. Según desgranó, el balance histórico del régimen franquista es positivo por cuanto (i) salvó a España de la Revolución (palpable en sucesos tales como el asesinato de Calvo Sotelo y que Azaña no evitaba...), (ii) salvó a España de la 2ª Guerra Mundial y (iii) propició el desarrollo económico de los 60 y 70 que ha permitió el advenimiento de la democracia. A su vez, Cervera discrepó en que tal balance fuera positivo, pues –aunque reconoció el innegable auge económico- indicó que las atrocidades de la Guerra Civil y de la Dictadura –represión, falta de libertad personal y de opinión (ya se imaginan...)- pesaban más (pero, digo yo, ¿acaso no nos preparó el crecimiento económico franquista para el pleno disfrute de nuestra libertad de elección en el mercado pletórico?). Moa replicó que las atrocidades de la izquierda habían sido y hubieran sido –de triunfar- mayores... además apuntó que la guerra no destruyó la libertad y la democracia republicanas sino que fue al contrario: el ataque de las izquierdas a la legalidad republicana (Octubre del 34) trajo consigo la destrucción de la democracia y, a causa de esto, la guerra. Cervera terció que la democracia de raigambre republicana no era, en realidad, democracia (sic)... y, tras esta muestra de fundamentalismo democrático, comenzó el derroche de argumentos propios de la izquierda divagante, a saber: pidió que imagináramos al chico, hijo de padre rojo, siendo señalado en la escuela por sus compañeros... Argumentación sentimentaloide que no pudo sino traerme a la memoria lo que Gustavo Bueno escribe en página 135 de “España no es mito”: "Memoria histórica que se sustancia, por ejemplo, en la rumia y el recuerdo de las posiciones que ocupaban otras personas de su entorno (incluso amigos) en épocas pretéritas; con lo cual resulta que la oposición izquierda/derecha va degenerando en un intento miserable de mantenerse frente a personas por razón de su militancia en antiguas bandas que hace ya muchos años dejaron de existir (algo así como si tratasen de reavivar los enfrentamientos que tuvieron en sus tiempos escolares)". Y Cervera terminó su réplica a Moa preguntando que, si Franco era profundamente católico, ¿por qué no practicó el perdón como Jesús al morir en la cruz? (sic). Tras estos argumentos de tanto peso, que seguro hicieron que algún radioyente de izquierda extravagante acabara enjugándose las lágrimas, el debate concluyó discutiendo la responsabilidad atribuible a Carrillo en Paracuellos. En fin, lo de siempre.
C.
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Juan A. Rodríguez Molina



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MensajePublicado: Mie Nov 16, 2005 7:02 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

No he leido el libro de Moa sobre Franco ni soy un experto en H. Contemporánea, pero no creo que haga falta serlo para advertir sobre la inexactitud de esos tres pilares en los que se basa la defensa de quien nos gobernó como un padre generalmente severo durante tantos años.

I) Salvó a España de la Revolución. Nadie (ni Franco ni el franquismo) es capaz de tal empresa una vez comenzada ni la Revolución es tan fácil como parece leyendo a algunos aficionados a la historia. Pío Moa da mucha relevancia a Octubre del 34 como preludio de la GC y, desde luego fue una muestra (nada inaudita) de que podía ocurrir, pero no fue una Revolución, no sólo porque duró una semana (en Asturias) y no cambió nada institucionalmente, sino porque muchos revolucionarios no quisieron participar. En realidad, el precedente de la rusa no invitaba a ello; ni su mezcla con otros intereses políticos nada revolucionarios. Los socialistas no lo tenían claro (dudas, descoordinación, insuficientes fuerzas...) y los anarquistas no se fiaban un pelo de ellos ni de otros supuestos compañeros de revolución. Durante la GC, algunos quieren ver en las colectivizaciones otra Revolución; tampoco están en lo cierto. No he leido (aún) el último libro de Bueno, pero creo que, efectivamente, España no es un mito, o sea, España no es revolucionaria; por mucho anarquista que haya, o mejor, precisamente por eso, porque hay mucho anarquista suelto. Siendo necesario añadir: entre aún más catolicismo difuso, pero nada mítico, tampoco. Y, si no fuera ateo, rizaría el rizo: a Dios gracias. Me refiero, más que nada, a esas mismas fechas, pero sostener, con la historia en la mano, que en España ha habido alguna vez (hasta hoy) riesgo de Revolución es insostenible. La guerra civil es otra cosa; mucho más “nuestra”, más cañí, ¡dónde va a parar! (No oséis aludir al intento “comunero” porque se fastidió, justo, al asomar lo revolucionario). Para que una revolución triunfe, el cuerpo (corpora) revolucionario ha de ser una piña y tal unidad es imposible en España. Acaso del 34 al 36 haya existido el mayor riesgo, pero a las pruebas (hechos) me remito: el resultado fue un guerra civil, no una revolución; y si durante ella se intentó, volvamos a los hechos: se propició el triunfo del bando netamente anti-revolucionario. Muy españolas tanto la victoria como la derrota.

Este punto está relacionado con los otros dos porque Franco, el franquismo, carece de ideología; como si al adaptarse a la España real, se neutralizaran las ideas tan opuestas que la conforman. De aquí que la dictadura pudiera prolongarse y moderarse aparentemente sin fin. (El catolicismo no es una ideología; ergo, el nacional-catolicismo, con indudable base real, resulta un engendro tanto más difícil de digerir cuanto más quiera desarrollársele).

II) Salvó a España de la 2ª GM. Franco no era nazi ni fascista ¡ni siquiera falangista!, pero es que, además, por mucho que le duela a tanto anti-franquista de boquilla, no era tonto (ni una lumbrera; tenía sentido común). Con una guerra civil recién terminada, es decir, sin tercios imperatores, qué cóño pintamos correteando por Europa con un fusil al hombro. Tampoco entramos en la 1ª, por cierto. No somos mito, ni míticos. Europa jamás nos ha “raptado” (hasta hace muy poco y por interés económico), diría que ni cuando imperábamos; nunca nos ha atraído; si nos hemos relacionado con ella ha sido porque no nos ha quedado más remedio.

III) Propició el desarrollo económico... ¿Qué otra cosa podía hacer? Oponerse hubiera sido imperdonable; amen de absurdo. Y de difícil.

Salud

P.S.: Todo esto podría decirse con más precisión, pero el fondo, a grandes trazos, es ese. Puedo equivocarme, claro.
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Antonio Sánchez Martínez



Registrado: 26 Oct 2003
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MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 10:47 am    Ttulo del mensaje: Franco, Franquismo y Transición a la democracia española Responder citando

Estimados amigos:

En el artículo que pegamos más abajo, publicado hoy mismo en Libertad Digital, se vuelve a poner de manifiesto, por enésima vez, la ofensiva del Frente AntiPP. No se conforman con tener a su disposición casi todos los Medios de Comunicación (ahora también “la Sexta” –la “secta”, como ya dicen algunos-), sino que procuran atacar a los rivales (la COPE…) con todas las armas posibles, incluida la censura. Y lo más indignante es que, encima, endosan a sus enemigos sus propias canalladas. El periódico <<La voz de Galicia>> no se queda atrás en esta farsa repugnante, como demuestra Pío Moa respecto a la figura de Franco y el franquismo.
Pasados 30 años de la muerte del Generalísimo los medios afines al gobierno no paran de emitir documentales totalmente sesgados y parciales, como ocurrió el sábado pasado en el programa <<La Noche Temática>> de la 2, en que se trató la muerte de Franco, las mujeres encarceladas, las inclusas y la represión. Entre otras cosas no se preocupan por explicar la situación en la que había quedado España, donde las familias <<normales>> y sus hijos se las vieron negras para salir adelante, por lo que no fue moco de pavo el que las mismas presas que hoy tanto se quejan, y los hijos de las inclusas (a veces separados de sus madres) salieran adelante y hoy puedan quejarse (en los países comunistas no se andaban con tantos miramientos). Pero, claro, parten del presupuesto de que todo fue culpa de Franco…
Por cierto, ayer salió <<el Gran Guayomin>> en el programa de TVE-1 <<Made in China>> y se lució. Con su típica ironía dijo que su mérito había sido <<no haber pegado ni sello>> hasta ahora, pero luego tuvo que justificarse, y justificar a Ana Belén y Victor Manuel, diciendo que eran progres y se habían hecho ricos trabajando, no como otros que se dedican a robar (seguramente se refería a Mariano Rubio, Roldán, Vera, hermanos Guerra, Montilla, etc.), y se declaraba de izquierdas porque se solidarizaba con los demás… (no dijo cómo, aunque sí sabemos frente a quién). Además llamó pancartistas a los del PP (parece que se le ha olvidado el pancartismo de cuando el Prestige, Irak…).
También se lucieron los <<Chinos>> del citado programa que, entre múltiples desprecios a España, además presentaron la muerte de Franco anunciada por Arias Navarro como si del programa <<pasapalabra>> se tratara… No quiero ni imaginar la que hubieran liado los progres si en la COPE, por ejemplo, se atrevieran a presentar del mismo modo la muerte de La Pasionaria, o de Largo… o de Carrillo (Dios no lo quiera, pues es un ejemplar único, aunque parece que muchos quieren emularle…).
En fin, en la situación actual sobran los comentarios para quienes aún sean mínimamente decentes.
Un saludo. Antonio Sánchez

El artículo citado es el siguiente:






La voz de Galicia
La ofensiva contra las libertades
Pío Moa
Roberto Blanco, si de verdad se considera demócrata (ha escrito artículos mucho más sensatos), debería ser el primero en protestar al periódico por este ataque a la libertad de expresión, pero me temo que no será así



Una democracia sana se caracteriza, entre otras cosas, por los debates sobre los temas más diversos. Y el intento de suprimir las libertades empieza por silenciar las discrepancias con uno u otro pretexto, a fin de establecer oficialmente algún dogmatismo.

Uno de los debates planteados gira en torno a la cuestión de Franco y su régimen. ¿Por qué un personaje fallecido hace treinta años despierta tal interés hoy? Porque en realidad no se trata del dictador, sino de las circunstancias históricas que rodearon a su régimen, y del origen y el destino de la democracia en España. Éste es el tema real, enturbiado u ocultado por intereses muy precisos.

Hace poco expuse cómo La Vanguardia, periódico presuntamente moderado, impedía dictatorialmente mi derecho de réplica a un artículo agresivo publicado en ella contra Jiménez Losantos, César Vidal y un servidor. Ahora vuelve a ocurrir con La Voz de Galicia, que sacó un artículo de Roberto Blanco Valdés, con el habitual tono insultante y maleducado, acerca de mi libro sobre Franco. Envié al periódico una respuesta, que, con esa actitud de censura inquisitorial cada vez más extendida, se ha negado a publicar el responsable de opinión. Alegó primero, falsamente, que mi artículo era más largo que el de Blanco, y después aclaró que no tenía interés en publicar debates. Como en las dictaduras, alguien puede escribir contra otro, incluso insultarle, y éste no puede contestar “para evitar polémicas”, o “crispaciones”.

Roberto Blanco, si de verdad se considera demócrata (ha escrito artículos mucho más sensatos), debería ser el primero en protestar al periódico por este ataque a la libertad de expresión, pero me temo que no será así.

Bien, un incidente menor, si se quiere, pero significativo dentro de la actual ofensiva contra las libertades, con la campaña de insidias para silenciar a la COPE, y en particular a Jiménez Losantos, o las sugerencias, muy estalinistas, de meternos en la cárcel a César Vidal y a mí, o las incitaciones de Carrillo al asesinato. Si de verdad queremos la democracia en España, debemos sentirnos concernidos todos y movilizarnos para denunciar y contrarrestar estas campañas indecentes antes de que sea demasiado tarde y la asfixia de las libertades se vuelva un hecho admitido. Así se fueron y se van imponiendo siempre los totalitarismos.

He aquí el artículo de respuesta que La Voz de Galicia ha censurado:

Estado de farsa

Don Roberto Blanco Valdés ha escrito un artículo poco académico sobre el franquismo y la transición, en que me alude peyorativamente. Nada grave, una vez más, pues no ofende quien quiere. Peor resulta la mala información de este caballero, que él transmite a sus lectores. Dice, así, que la democracia actual “se ha construido sobre dos acuerdos sociales casi generales: el de la condena del franquismo y el del elogio de la transición”. Nada de eso. Tras la muerte de Franco la mayoría de sus políticos (el rey, Suárez, Fernández Miranda, casi todas las Cortes de entonces) descartó la continuidad del régimen y procedió a la reforma democrática, “de la ley a la ley”, sin condena alguna del régimen anterior. La oposición antifranquista intentó impedirlo mediante la “ruptura”, la cual habría frustrado la reconciliación, hecho tabla rasa de cuarenta años de historia y enlazado con la violenta y convulsa república. Los rupturistas trataron de imponer su “condena” del franquismo mediante la huelga general y el boicot al referéndum de la reforma. Pero la huelga fracasó, y el referéndum fue masivamente votado, decidiendo el paso a la democracia y la reconciliación. El elogio de la transición no implica la condena del franquismo, sino la reconciliación entre los franquistas, que eran muchísimos, y los, o algunos de los, antifranquistas, que eran (éramos) muy pocos, aunque haya tantos ahora, cuando ya no hace falta. Si el señor Blanco vivió aquellos sucesos demuestra muy mala memoria. Y si no los vivió, le han hecho comulgar con una rueda de molino, como a tantos otros.

Sólo después de fracasar en la huelga y el boicot aceptaron los rupturistas la solución más sensata. Una solución que ahora, treinta años después, intentan algunos echar abajo con una “segunda transición”, liquidando la Constitución mediante actos consumados. Paradójico, ¿verdad? que tantos gritones antifranquistas de después de Franco estén poniendo en crisis la democracia, mientras algunos que luchamos contra aquel régimen tratemos de llegar a una visión más equilibrada del mismo.
Según el osado señor Blanco, discrepar de él significa “ofender la memoria de millones de personas que sufrieron la persecución”. ¿Se refiere a los millones de personas que votaron la reforma y que nunca movieron un dedo contra el régimen de Franco porque no se sentían perseguidos por él? Daré un dato al señor Blanco para que no se crea demasiado su propia retórica: con las dos amnistías de la Transición salieron de la cárcel los presos políticos, menos de cuatrocientos (no millones, ya ve), casi todos ellos comunistas o terroristas, herederos ideológicos de quienes habían destruido la democracia en tiempos de la república causando con ello la guerra civil. El franquismo no tuvo oposición democrática, y muchos de los fanáticos antifranquistas de hoy medraron en la administración de la dictadura… Vivimos en “estado de farsa”.

Con la misma osadía, el señor Blanco califica de “patrañas” mis tesis. Eso puede decirlo cualquier indocumentado –y abundan en nuestra universidad, por desgracia– pero demostrarlo ya cuesta algo más. El señor Blanco no lo ignora y por ello se cura en salud afirmando, con vacua altanería, que mis estudios “apenas merecen el esfuerzo intelectual que exige cualquier refutación”. Una persona de alguna seriedad intelectual debería comprender por sí mismo la puerilidad de semejante argucia. Si es tan fácil refutarme, adelante, caballero, lúzcase con un mínimo esfuerzo, se lo agradecerán innumerables personas de su tendencia que llevan años esperando tan feliz suceso. Y si no se atreve, no intente disimular con arrogancias de patio de colegio. Clarificar la historia no es un trabajo tan simple y fácil como parece creer este señor, y por mi parte, quedo a su disposición en todo momento, en estas mismas páginas.

Indica el señor Blanco que mis estudios me han “servido para hacerme un capitalito”. Mis libros se venden muy bien, cierto, pese a un extendido boicot. Pero le informaré también: nadie está obligado a comprarlos, ni hay dinero público por medio, como, por ejemplo, en esas “recuperaciones de la memoria” que lo son sólo de la propaganda y el rencor. La frase del señor Blanco no me define, y me permito sospechar que es él quien queda definido por su malévola verborrea.
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Íñigo Ongay de Felipe



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MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 3:52 pm    Ttulo del mensaje: Responder citando

Estimados Contertulios;

Interesantísimo el artículo que muestra Antonio Sánchez Martínez, como complemento quisiera yo pegar aquí, otro texto, de Pablo Molina, aparecido en Libertad Digital... la verdad es que tiene guasa la cosa como muy bien y muy irónicamente lo denuncia Molina:

Cita:
Mamá, quiero ser antifranquista
Pablo Molina

Es conmovedor saber que mientras el régimen fascista oprimía a un pueblo entero, un tropel de luchadores comprometidos (algunos con chupete) defendía la democracia y la libertad Dice la Vicepresidenta del Congreso de los Diputados, que recuerda perfectamente cómo el día en que murió Franco, en su casa se brindó con cava. Ella se sumaría a la fiesta con dos cucharadas extra de pelargón, pues por entonces contaba con cuatro años, edad en la que los actuales dirigentes del socialismo español ya tienen forjada una sólida conciencia política, fruto sin duda de abundantes lecturas sobre dialéctica marxista.

En cambio yo, que el 20 de noviembre de 1975 contaba ocho años (el doble que doña Carme), por más que lo intento no consigo evocar ninguna acción subversiva. Al contrario, lo único que recuerdo es que, al anunciarse el cierre de los colegios por tres días, algunos corríamos por las calles gritando “¡Viva Franco!”, y además, he de confesarlo, sin que ningún sicario del régimen nos obligara a esta pintoresca exteriorización de fervor franquista; era sólo una expresión de alegría por esas esas minivacaciones inesperadas… o eso creo.

Lo más sorprendente de la terrible lucha por la libertad y la democracia sostenida por los que hoy se declaran “antifranquistas de toda la vida”, es el sigilo con que llevaban a cabo esta furiosa acción subversiva. Su habilidad para el camuflaje era tal, que durante décadas consiguieron hacerse pasar por respetables franquistas sin levantar la menor sospecha. La televisión franquista, la prensa del movimiento, la radio, incluso el cine, hoy lo sabemos gracias a su testimonio, estaban absolutamente infiltrados por esta legión audaz de luchadores, cuya incansable labor de zapa “desde dentro” hubiera hecho implosionar el régimen de forma irremediable, si Franco no hubiera estirado la pata tan pronto (hasta en eso fue cruel el dictador).

Hay multitud de ejemplos que entonces no eran bien entendidos, pero que vistos a través del relato que hoy hacen sus protagonistas lo demuestran de forma incontestable. Vean si no el caso de Concha Velasco, socialista de toda la vida, que en los sesenta protagonizaba arriesgadísimas películas como la legendaria “Pero ¿En qué país vivimos”? (el título ya lo dice todo), dirigida por Sáenz de Heredia, conocido bolchevique, que según el rumor, oculta abundantes mensajes revolucionarios, sólo accesibles en la edición de vídeo si la cinta se escucha al revés.

Es conmovedor saber que mientras el régimen fascista oprimía a un pueblo entero, un tropel de luchadores comprometidos (algunos con chupete) defendía la democracia y la libertad, venciendo el asco que les producía el tener que fingir que disfrutaban compartiendo los oropeles del poder, el dinero, el lujo y la fama.

Y mientras, yo, merendando pan con pringue y viendo Los Chiripitifláuticos. Qué vergüenza.



Por cierto que en El Catoblepas, acaba de aparecer una nueva contribución de Jose Manuel Rodríguez Pardo sobre estas cuestiones relativas a la "memoria histórica"
http://nodulo.org/ec/2005/n045p22.htm
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Antonio Sánchez Martínez



Registrado: 26 Oct 2003
Mensajes: 339
Ubicacin: Rivas Vaciamadrid (España)

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:51 pm    Ttulo del mensaje: Franquismo histórico Responder citando

Sólo quería recomendar, como hace Íñigo, la lectura del magnífico artículo de José Manuel.

Un saludo. Antonio Sánchez
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J.M. Rodríguez Pardo



Registrado: 10 Oct 2003
Mensajes: 1423
Ubicacin: Gijón (España)

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 5:57 pm    Ttulo del mensaje: Agradecimientos y comentarios Responder citando

Estimados amigos:

Agradezco los elogios de Iñigo Ongay y Antonio Sánchez sobre mi ejercicio de memoria histórica del franquismo.

Por otro lado, me gustaría comentar a las afirmaciones de Rodríguez Molina lo siguiente:

1) Respecto a si Franco salvó a España de la revolución, hay que decir que Octubre del 34 sí fue una revolución, e intentó continuarse desde el poder por el Frente Popular. Que fracasase por la desunión de sus facciones no implica que no existiera una revolución en marcha. ¿Cómo calificar a lo sucedido en Barcelona con los anarquistas campando a sus anchas?

2) Es cierto que Franco no era ni nazi ni fascista, pero tenía cuentas pendientes con ambos por su apoyo durante la guerra civil, y sin embargo supo eludirlas y evitar implicarse demasiado con ellos.

3) Efectivamente que a Franco no le quedaba más remedio que permitir el desarrollo económico, pero tal desarrollo económico fue una consecuencia más de los dos puntos anteriores. Un estado comunista o anarquista (auténtica contradicción en los términos) o nazi, o fascista no hubiera logrado lo que se consiguió en los años sesenta y setenta.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo.
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Antonio Iglesias Díez



Registrado: 12 Nov 2003
Mensajes: 59
Ubicacin: Ávila

MensajePublicado: Lun Nov 28, 2005 1:46 pm    Ttulo del mensaje: Perfil del antifranquista Responder citando

Saludos de nuevo.

Perfil del antifranquista orgullosamente manifiesto, tanto más orgulloso y manifiesto cuanto mejor posición tiene.

-Entre 50 y 65 años.
-Casado (la primera vez) por la Iglesia. Lo del divorcio, según le haya ido la parienta.
-Hijos bautizados y banqueterizados debidamente.
-Retratos de su Comunión en la estantería eciclópedica.
-Buenísima cuanta corriente. Mogollón de Tarjetas de Crédito.
-Orígenes humildes. Niñez y adolescencia feliz (Franco no les molestaba aún).
- Cochazo, cada 3 ó 4 años.
-Piso o casa de 30 m. multiplicado por 6-8-10.
-Consumista a tope de lo mejor (aunque gracias a ellos los fachas podemos pillar algo de sus despojos en las rebajas).
-Fachenda insuperable. A veces, condescendiente. Su éxito es consecuencia de su manera de pensar, de su aptitud y actitud. Por eso su “éxito” esta indisolublemente unido a su ideología.
-Ideología. La que segrega la Editorial de El País.
-Cultura: 0, 0 zapatatero. Sólo mira la magnífica enciclopedia que tiene en su salón. Y el Suplemento dominical de El País. Solo lo mira.
-Formación académica nula. Alguna Reválida bachilleril si llega.(Hoy no se comerían una rosca, por lo que deberían estar agradecidísimos a la época franquista que les “dio su oportunidad”).
-Campeones de la hipocresía. Sus amistades deben estar, como mínimo, a tono; mejor por encima. En el primer caso para que puedan ir juntos a los buenos restaurantes a los que les gusta ir y que les sirvan de acompañantes en los dos o tres buenos viajecitos turísticos que se montan cada año. En el segundo para ampliar las oportunidades de seguir prosperando. Sus hijos van a la universidad privada de los curas, pero que conste que es una vergüenza que lo bueno suela estar controlado por ellos. Los curas siempre igual.
-Considera de fachas imperialistas que le exijan visados a según qué países quiere ir.
-Compasivos con los inmigrantes. Dan riqueza con su trabajo. (a sus hijos no les afecta, porque ellos ya tienen agarraderas para colocarlos, y los inmigrantes no vienen a hacerle la competencia a gente así).
-Si su hijo, o hija, no está encamado ya a los 15, procuran enseguida averiguar si no será que les gustan las personas del mismo sexo y corren a tranquilizarlos porque no pasa nada, porque ellos lo van a seguir queriendo igual y da igual la preferencia sexual, bla,bla,bla,

Yo así los veo. Su antifranquismo es sólo una máscara. Una máscara gratis y muy de moda. Ahora, cuando no tienen temor a decir los cuentos que se les antoje. Son votantes muy fieles a su izquierda. Tambien los hay del PP y otros, pero estosd no dan tanto la tabarra con su supuesta autoridad moral.

Saludos, Antonio
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