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España y las izquierdas
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
Mensajes: 386
Ubicacin: Aracena (España)

MensajePublicado: Mar Mar 29, 2005 5:55 pm    Ttulo del mensaje: ¿Antecedentes de la segunda generación de izquierdas? Responder citando

Estimados amigos:


Aprovechando este tema de “España y las izquierdas”, y, siendo la izquierda liberal la izquierda genuinamente española (genuinamente ligada al nacimiento de la nación española), querría plantear la siguiente cuestión a cerca de, precisamente, esa segunda generación de las izquierdas. La pregunta sería qué relación podría establecerse entre el liberalismo como segunda generación, en relación, por tanto, con los acontecimientos de la Francia revolucionaria, y los filósofos que muchos liberales en nuestros días reclaman como sus “padres fundadores” y que son anteriores a los acontecimientos de 1789. Pienso, sobre todo, en Juan Locke. La pregunta pudiera tener más interés desde el momento en que, en algunos casos, el liberalismo actual busca más bien sus raíces en esa línea, vinculada con tradiciones políticas anglosajonas anteriores a la Revolución Francesa, más que en nada que tenga que ver con ésta última.


Un saludo.
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J.M. Rodríguez Pardo



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Mensajes: 1423
Ubicacin: Gijón (España)

MensajePublicado: Mar Mar 29, 2005 7:04 pm    Ttulo del mensaje: Liberalismo políticamente correcto Responder citando

Estimados amigos:

Ciertamente la pregunta de Antonio Romero tiene su miga, pues nadie reconocería al liberalismo en las doctrinas que aquí hemos presentado y analizado. Hoy día se entiende como liberalismo, y así se explica también en las facultades de «Ciencias Políticas», a la doctrina que defiende una metodología individualista, vinculando a los autores que van desde Locke hasta Friedman o Hoppe, por poner un ejemplo machaconamente repetido en estos foros por algún contertulio muy activo en ellos el pasado año. De hecho, al liberalismo que identificamos con la izquierda liberal, pocos se refieren a él, y casi siempre es para señalar su carácter exaltado, totalitario, etc.

Como ya citó Pedro Insua, los liberales de 1812 toman su modelo político en Inglaterra, donde el rey estaba limitado por un parlamento. Pero no parece que la holización política tenga que ver con eso; si así fuera, entonces la concepción de Suárez sobre la democracia cristiana, donde el monarca era un primus inter pares, un parlamentario más, sería también una caracterización de la izquierda liberal. Tampoco conviene olvidar que los hacedores de la revolución inglesa de 1688 no se denominaban a sí mismos como liberales, sino como whigs, y sólo tras el surgimiento del liberalismo español se comienza a hablar en Inglaterra de un liberal party. Podría apelarse que esas caracterizaciones son realizadas desde un punto de vista emic, pero en esencia hay una diferencia importante entre lo planteado por Locke y lo señalado por los liberales españoles de 1812: mientras que la Gloriosa era glosada en 1788 por el reverendo Pryce como una forma genial de mantener la familia, la religión anglicana, la monarquía, etc., en plena Guerra de Independencia contra el francés, sin el monarca presente, se planteaba una revolución más profunda: la eliminación de las instituciones del Antiguo Régimen. No olvidemos que en Inglaterra no hace muchos años aún subsistía la cámara de los lores, y que la Reina es también la cabeza del Altar, no sólo del Trono, algo que fue perfectamente tolerado por Locke, Hobbes, Crownwell, etc. ¿Por qué entonces siempre se apela a estos últimos autores como modelos del liberalismo, mientras se desecha la tradición hispana?

Creo que hay dos motivos al respecto. El primero tiene que ver con el desprecio al que fue sometido el catolicismo y sus creaciones, entre las que se encuentran sin duda las artes liberales que inspiraron el nombre de la corriente política. Se cita además que sólo desde la perspectiva protestante se podía realizar el capitalismo, citando incluso a Weber al respecto. Pero con eso prácticamente se está diciendo que sólo los que lean La Biblia y crean en el Dios de las Escrituras pueden ser liberales, salvados antes por su fe que por sus obras. Es decir, que no sirve como explicación más que desde la perspectiva de la leyenda negra.

La segunda razón tiene que ver con los tiempos que corren, donde el pensamiento políticamente correcto que se aferra a la ideología de la democracia como creación última y más excelente del género humano, la ideología del Estado de Derecho (como si pudiera haber Estado al margen del Derecho) y la demonización de todo lo que fueron los pronunciamientos liberales del siglo XIX, considerados «antidemocráticos», etc. Pío Moa también está preso de esta ideología en sus libros, a pesar de que sus tesis son muy sólidas, lo que dice mucho de la fuerza de estos ideologuemas. De hecho, los defensores explícitos de esta tradición liberal suelen apelar a estas mismas ideas cuando critican el absolutismo de Fernando VII, que ordenó fusilar a Riego, considerando a este como un defensor de la tolerancia, la democracia, etc. Pero esto no es más que un intento de readaptar anacrónicamente a un personaje histórico a los tópicos y anteojeras de nuestro presente, no nos sirve como explicación (Riego hubiera fusilado a Fernando VII si se hubiera presentado la ocasión).

En cualquier caso, el liberalismo de corte anglosajón sólo se puede considerar como tal una vez surgido el hispano, por asimilación a él (y enterrándole ideológicamente, en el fondo). Claro que este liberalismo políticamente correcto adolece de los mismos defectos que su fundador, y llevaría a lo mismo que llevó el liberalismo decimonónico: a una oligarquía elitista que es la única que detenta la libertad de empresa, la libertad de circulación, la defensa de la familia (la suya), de la libre elección de médico y de centro de enseñanza (ambos conseguidos tras poner millones encima de la mesa), etc.

Un cordial saludo,
José Manuel Rodríguez Pardo-
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
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Ubicacin: Aracena (España)

MensajePublicado: Mie Mar 30, 2005 10:22 am    Ttulo del mensaje: Izquierda liberal española Responder citando

Estimados amigos:

Gracias por su interesante respuesta a J.M. Rodríguez Pardo que invita a seguir estudiando el tema.

Aprovecho para sugerir que echen ustedes un vistazo a este blog donde, desde una cierta confusión de conceptos, se dicen cosas muy interesantes:
http://lapatrullaperdida.blogspot.com

Pongo aquí este enlace porque creo que las tesis de Jorge Ramos Mejías, a pesar de sus confusiones, podrían ser ilustrativas de la persistencia en nuestro presente de una izquierda liberal española.

Un saludo.
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
Mensajes: 386
Ubicacin: Aracena (España)

MensajePublicado: Vie Abr 15, 2005 10:38 am    Ttulo del mensaje: Artículo de Jose María Marco Responder citando

Estimados amigos:

Les recomiendo a ustedes la lectura de este artículo de José María Marco:,

UNA ACTITUD DE LA IZQUIERDA
Giner y las raíces del antiespañolismo
Por José María Marco

Le agradezco a Agapito Maestre el interés que demuestra por mi trabajo sobre la historia intelectual y política de nuestro país. Algunas puntualizaciones, en cualquier caso. Parto de una constatación que me parece indiscutible: la izquierda de nuestro país tiene una especial dificultad para hacer suya la idea de la nación española.
Le resulta difícil pensarla, le resulta difícil aceptarla, le resulta difícil dar una dimensión nacional a su proyecto y colabora con personas y organizaciones que tienen por primer y tal vez único objetivo destruir España. Ocurrió en la Segunda República y vuelve a ocurrir ahora. Es el caso de Izquierda Unida y de buena parte de los socialistas, sin excluir a ZP.

No sé cómo calificar esa actitud como no sea de antiespañola. Es una característica propia de la izquierda de nuestro país. La izquierda francesa, la alemana, la inglesa o la italiana, por poner ejemplos cercanos, tienen cada una sus características propias. Ninguna de ellas plantea ningún problema con la unidad nacional y la continuidad de la nación, temas que están fuera del debate político. La izquierda española sí ha hecho de la nación un tema de debate político.

Esa particularidad de la izquierda española es reconocida por todo el mundo y tiene signos evidentes: el progresismo identifica España con una actitud reaccionaria y se niega a defender activamente su continuidad. Esta actitud ha sido atribuida a dos motivos fundamentales: a) el fracaso del liberalismo en España se debe en buena medida a su incapacidad para articular un proyecto propio de idea nacional, que debería poner en el acento no en la unidad sino en la pluralidad de la nación española: desde el federalismo de la Primera República hasta los intentos secesionistas actuales hay una continuidad evidente: b) la apropiación y el monopolio por parte de la derecha de la idea nacional, de los símbolos de la nación y de los sentimientos y los afectos en los que se funda la lealtad patriótica.

Son motivos dignos de ser tenidos en cuenta, pero si fueran los únicos, lo más lógico sería que la izquierda hubiera asumido un discurso patriótico y una dimensión nacional. No ha sido así. Cuando la izquierda (como en el caso de Azaña) ha intentado articular un proyecto que llamaba nacional, se ha encontrado siempre en la misma situación. Planteaban —o más bien soñaban— con un proyecto de patria nuevo, reinventado, que negaba la tradición y lo existente que está en la raíz de la idea de nación. El resultado era que la patria que proponían o era pura poesía, muy bella y completamente ineficaz, o requería para su realización dinamitar la España que conocían y con ella buena parte de sus habitantes. Que algunos de ellos, como Azaña, estuvieran dispuestos a inmolarse en el altar de esa patria no nueva no mejora el proyecto. Al revés.

Es lo que pasó durante la Segunda República y lo que está en la raíz de la simpatía o la comprensión de buena parte del progresismo español hacia el terrorismo, simpatía que hemos comprobado en España durante mucho tiempo y que ha tenido manifestaciones muy recientes, que están en la mente de todos. Esta particularidad de la izquierda española —digo bien, español: que sea antiespañola no quiere decir que no se española— tiene varias raíces. La más importante es la actitud segregada desde el círculo más íntimo de la Institución Libre de Enseñanza, y en particular por Francisco Giner de los Ríos, uno de esos santos intocables en los que se basa el prestigio intelectual del progresismo. Giner odiaba la España de su tiempo, y el proyecto de Institución Libre de Enseñanza, su obra principal, está dedicado en muy buena medida a la articulación de ese odio.

No es un anatema ni un insulto. Giner fue un hombre con una energía y una constancia admirables, que supo plasmar en la realidad una idea que entonces, en el último tercio del siglo XIX, era marginal y excéntrica. La Institución, por otra parte, dio frutos muy valiosos en numerosos campos, como la investigación histórica, la filología e incluso la ciencia. Pero además de eso, se nutre sin remedio del rencor antiespañol de su fundador.

Ese rencor se nutre de otro elemento: la desconfianza hacia sus compatriotas. Los españoles de la época habían elegido, con toda claridad, un proyecto liberal que desembocaba lógicamente, aunque no sin problemas, en la democracia. En su trayectoria intelectual, Giner se va alejando del liberalismo que había heredado para reconvertirse al organicismo antiindividualista y se muestra radicalmente desconfiado de la democracia. El sabía que lo que entonces empezó a llamarse “las masas”, es decir la ciudadanía, el cuerpo electoral, nunca respaldaría un proyecto como el suyo. Por eso se encierra en su propio proyecto, destinado a formar una minoría egregia que acabaría dando a luz la nueva España que exigía la desaparición de la real, la España liberal y predemocrática de la Restauración.

Giner es una figura singular no por su obra, que nadie ha leído y es imposible de leer, sino por su carácter, su capacidad de trabajo y lo sectario de su proyecto, que exigía una lealtad absoluta, sin fisuras, a quienes participaban de él. Tuvo éxito. La crisis del liberalismo a principios del siglo XIX facilitó las cosas: los ideales de libertad, individualismo y patriotismo que habían sido los del liberalismo hasta ahí fueron sustituidos por los organicistas y antiespañolistas de Giner. En España, la quiebra del liberalismo no lleva a los intelectuales al socialismo (encerrado por su parte en la misma desconfianza hacia la democracia que sentía Giner), sino a esa peculiar combinación, tan propiamente “institucionista”, de progresismo, elitismo y deslealtad hacia la patria.

La herencia sigue viva. La Segunda República dio el poder a los discípulos de Giner. Para marcar bien su raíz, quisieron hacer del discípulo predilecto de éste —Francisco Cossío— presidente de la Segunda República. No pudo ser, porque Cossío era muy mayor para entonces, pero el patriotismo ideal y destructivo de la Segunda República es el fruto de aquellas actitudes. La Segunda República terminó como todos sabemos, con esos nuevos patriotas aliados de quienes, como Esquerra Republicana, se habían propuesto destruir España.

Luego la dictadura, con su exaltación de un patriotismo excluyente y político, reavivó la identificación del progresismo con la deslealtad a la nación. Pero una vez desaparecida la dictadura, hace ya más de 25 años, el antiespañolismo continuó. Lo que prueba que sus raíces eran más hondas que las de la pura reacción contra la exaltación nacionalcatólica del franquismo.

Todo esto debería ser historia, arqueología pura y simple. No lo es. Lo demuestra la dificultad de buena parte del progresismo español para demostrar su lealtad a la nación española, la patria común. En otro orden de cosas, mucho más modesto, lo demuestra el linchamiento intelectual, moral y social del que hemos sido y somos objeto quienes nos hemos dedicado a seguir esta línea de investigación. Buena parte del progresismo español, el que domina la universidad y los medios de comunicación, se niega a manifestar claramente su lealtad a la nación, pero no soporta que se constate esa situación de hecho y que se investigue las razones que le llevan a esa actitud. Ellos pueden manifestarse contra España, pero quienes lo decimos conculcamos su libertad de expresión.

En esas estamos.



El artículo es una respuesta a otro artículo de Agapito Maestre (al que pueden aquí: http://www.libertaddigital.com/php3/opi_desa.php3?cpn=17367), que comentaba, a su vez, un primer artículo de Marco en El Mundo. Todo tiene que ver inicialmente con una biografia de Giner de los Ríos recien publicada por Marco.

Un saludo.
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Antonio Sánchez Martínez



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MensajePublicado: Sab Abr 16, 2005 1:40 am    Ttulo del mensaje: La moral <<antifranquista>> Responder citando

Estimados amigos:

Para los interesados “pego” más abajo el artículo de José María Marco (publicado en El Mundo del 10 de febrero de 2004). Desde mi punto de vista a Marco le pasa lo que a muchos otros “liberales” (del estilo de Moa o Jiménez Losantos) que, en general, aciertan en lo que critican (el “antiespañolismo” -con raíces protestantes o krausistas de muchos izquierdistas españoles-) pero yerran en lo que afirman (su ingenua visión de la “democracia” y el capitalismo).
Además podemos constatar su exceso de confianza en el pronóstico de que “la izquierda” no alcanzase el poder (a un mes de las elecciones de marzo) si no se “españolizaba”. Los partidos de izquierda (mayoritariamente indefinidas) tienen en España un amplio nicho ecológico del que nutrirse, como se puso de manifiesto con el Prestige, Irak y la culminación del 11 y el 14 M.
Esa indefinición se ve reforzada en España por el peso de la Leyenda Negra y su ampliación a la etapa franquista. En este sentido os recomiendo el artículo de José Javier Esparza publicado en <<Razón Española>> titulado <<Franco. Una interpretación metapolítica>> (En http://galeon.hispavista.com/razonespanola/re95-fra.htm) . Creo que muchas de sus tesis pueden reinterpretarse mejor desde el Materialismo Filosófico. Por ejemplo las <<figuras>> del <<soldado, el misionero y el desarrollista>> se podrían reinterpretar resaltando la necesaria importancia que hubo que dar, sucesivamente, a la capa cortical (frente a enemigos “rojos” aún persistentes después de abril de 1939), la capa conjuntiva (para afrontar la sobrevivencia de un estado bastante aislado internacionalmente, y sumido en una penuria económica que precisaba una moral muy estricta para sobreponerse: la “base” no funciona por sí misma, y en situaciones de penuria es cuando la moral “superestructural” puede llegar a ser determinante, apropiada al contexto) y a la capa basal. A Franco lo interpreta como el “eje inmóvil” alrededor del cual giraban dichas figuras, y del cual dependía el régimen.
Esparza también habla de <<la derecha de Edipo>> con acierto, y apunta las contradicciones del <<desarrollismo capitalista>> español (que precisaba abrirse a una “Europa” democrática y capitalista, cuyas transformaciones permitió el mismo Franco, aunque parece que a regañadientes, lo cual importa poco). También nos indica algunas líneas para criticar el capitalismo democrático triunfante (el “mercado pletórico” que desbordó la canalización ideológica del franquismo anterior, fundado en las figuras del soldado y el misionero), pero sin profundizar demasiado en tan difícil cuestión. Y es que ya se sabe, cuando la barriga está llena las tareas para vencer o convencer al prójimo se toman con relajación. Dicho en términos menos reduccionistas (psicologistas): hasta que no se pongan de manifiesto con más crudeza (en las distintas capas del cuerpo político) las contradicciones del capitalismo democrático humanitarista (presión de países sin plétora mercantil, inmigración inasimilable, paro, imposibilidad de acceder a viviendas dignas, colapso de la seguridad social y de la educación gratuita, consecuencias de la pedagogía no dirigista y “tolerante”, moral permisiva y “tolerante” de todo tipo de aberraciones -como se ha vuelto a poner de manifiesto en el crimen cometido en Elche por un sujeto “pletórico” de vicios en contra de su mujer y sus hijos-, aumento de la delincuencia, etc.,) no creemos que acabe de apreciarse el irracionalismo del antiimperialismo humanitarista que impregna a las democracias capitalistas de manera abrumadora (sobre todo en la UE, y en España especialmente). El hundimiento de la URSS ha propiciado que muchas de las miserias de este mundo (especialmente del “Tercer mundo”) empiecen a estallarnos en la cara. Los delirios sobre el “final de la historia” parecen cada vez más lejanos e ingenuos.

El artículo mencionado es el siguiente:

Cita:
OPINION
TRIBUNA LIBRE
Las raíces de la izquierda española
JOSE MARIA MARCO
La izquierda del siglo XX en España reunió varias tradiciones. Sustancialmente fueron cuatro, aunque en vista de lo ocurrido desde 1989, también se podría decir que fueron tres y media.
La primera es la encarnada por el socialismo, UGT y Comisiones Obreras. Es una tradición más obrerista que socialista, y más concentrada en la condición de lo que en su tiempo se llamaba la clase trabajadora. Ideológicamente, son opciones que tienen un fuerte componente de lucha de clases, pero lo fundamental para ellas no es cambiar el mundo para instalar el paraíso socialista, sino mejorar la vida de aquéllos a los que dicen representar. Esta izquierda de raíz fundamentalmente sindical es bastante pragmática y su acción no está completamente determinada por la política. En el fondo, la política es secundaria. Esta izquierda tiene cintura y es capaz de dialogar con interlocutores muy variados, sin hacer del color político de estos la condición primera de la negociación: igual valían los gobiernos conservadores o liberales de principios del siglo XX que Primo de Rivera, Suárez o Aznar.
La raíz obrerista de esta disposición -muy elogiable, a mi entender- inspira también la organización política que debe darle voz en la palestra pública. Es aquí donde las cosas se tuercen, porque la idea de la lucha de clases impregnó todo el ideario del PSOE y le infundió una desconfianza radical hacia el parlamentarismo y la democracia. A diferencia de sus homólogos socialdemócratas europeos, el PSOE nunca consideró la democracia un fin en sí misma. La democracia era un instrumento para conseguir otra cosa, aunque esa otra cosa nunca estaba del todo clara. La desconfianza hacia la democracia, atenuada con el paso de los años, está en el fondo de la obcecación socialista en negar a quien no sea la izquierda cualquier legitimidad para gobernar España, un reflejo que sigue presente en la vida política y cultural de nuestro país.
Finalmente, ese obrerismo de base llevó al socialismo a una indigencia
intelectual considerable. No es que el socialismo produjera grandes obras intelectuales en ninguna parte. Su simpleza dogmática lo impedía, pero la desconfianza, y más aún, el desprecio hacia los «burgueses» y el «pensamiento burgués» agravaron las cosas en España.
Es aquí donde intervino una segunda tradición, de origen muy distinto, por no decir opuesto, a la anterior. Hasta principios del siglo XX, la izquierda estaba constituida por los liberales y los progresistas. Después del fracaso de la I República, casi todos se integraron en la monarquía constitucional fundada por Cánovas. Quedó un núcleo de irreductibles atrincherados en una oposición radical. Es la Institución Libre de Enseñanza, que acabará dando forma a la izquierda intelectual española.
Esta izquierda intelectual era republicana con sordina, como es lógico después del desastre que habían organizado en la I República, y también era completamente ajena al socialismo. Al fin y al cabo, su raíz era liberal y sus miembros eran burgueses, funcionarios, profesionales y empresarios. Sin embargo, en plena crisis del liberalismo, y en vista del vacío ideológico del socialismo sindicalista, algunos de estos institucionistas se acogieron a las filas del socialismo, en posiciones moderadas (como Fernando de los Ríos) o, de forma coherente con los presupuestos obreristas de aquella izquierda, en el sindicalismo (como Julián Besteiro).
Por su parte, la Institución Libre de Enseñanza siguió elaborando un ideario propio. Aunque fue muy fecundo en lo que propició, de por sí tenía tan poca consistencia intelectual, o menos aún que el socialismo de nuestro país. El ideario de Francisco Giner de los Ríos y sus amigos era una mezcla de esnobismo estético, algunas gotas de misticismo panteísta y una dosis de organicismo antiindividualista. Pero llevaba una semilla muy peculiar y de gran futuro. Consideraba España un país repulsivo, que los institucionistas iban a transformar en una nueva civilización europea. En resumen, eran radicalmente antipatriotas y, en el fondo, antiespañoles. Probablemente soñaban con otra España, mejor, pero sin duda despreciaban aquella en la que vivían.
Como el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza acabó inspirando a toda la intelectualidad progresista, el antiespañolismo primero se convirtió en uno de los pilares del progresismo español. Alcanzó su apoteosis en los años 70 del siglo XX, cuando se puso de moda negar incluso la existencia de la cultura española y, aunque más atenuado -como en el escaso apego a la democracia sigue perviviendo hoy en día. En los círculos culturales dominantes en la España actual, el patriotismo sigue siendo un sentimiento despreciable. Aunque ya no hay que pedir perdón por sentirse español, conviene no decirlo muy alto si se quiere medrar en la vida.
Nada obligaba al socialismo español a aceptar esta tradición, y es concebible -de hecho, siempre ha existido- un socialismo español sin complejos nacionales.
Pero la indigencia intelectual del propio socialismo y la prevalencia de la
tradición antiespañola en la ideología progresista de nuestro país facilitaron el contacto y la alianza. El que Rodríguez Zapatero haya declarado que conoció a su segunda en la lista por Madrid, Mercedes Cabrera, multimillonaria y catedrática, en la Residencia de Estudiantes, de cuya Asociación de Amigos la
propia Mercedes Cabrera es o ha sido presidenta, es una anécdota que alcanza el rango de metáfora, metáfora propiamente sublime, de la naturaleza de la izquierda española en el siglo XX. (Confieso que tengo el paladar un poco estragado. Qué le vamos a hacer, es tarde para cambiar.)
El antiespañolismo no fue monopolio de los discípulos de Giner y de las
plañideras de la generación del 98 y seguidores. La aparición de los
nacionalismos vasco y catalán muy a finales del siglo XIX también lo
propiciaba. Pero eran movimientos especiales.El nacionalismo vasco era
primitivo y racista, y el catalán -mucho más sofisticado, sin punto de
comparación- era conservador. Los dos, además, eran católicos, demasiado como para que fuera posible una alianza con una izquierda que presumía de anticlerical.
Hasta que surgió en Cataluña, justo con la II República, el nacionalismo de izquierdas. Es la tercera tradición de la izquierda.Era algo un poco aberrante, porque el nacionalismo catalán era de por sí un movimiento de fortísimas raíces conservadoras, pero la nueva Esquerra Republicana pasó a ser interlocutor de primer plano para la clase dirigente recién estrenada. Eran unos excelentes aliados, al menos en teoría, para poner en marcha la empresa de demoliciones que, según Azaña, debía ser la República. Juntos iban a poner los fundamentos de la nueva España con la que soñaban.
Había un pequeño problema. Era que esa nueva España era antiespañola, como quedó al descubierto muy pronto, en 1934 y en 1936. Basta leer sin prejuicios los diarios de Azaña para darse cuenta de hasta qué punto quienes soñaron con aquella España auténtica, hecha en contra de la que consideraban postiza, se encontraron de inmediato metidos en una pesadilla. Por su parte, la precaria alianza entre nacionalistas y socialistas apenas resistió algunos meses.
El hueco lo soldaron mediante una represión brutal los comunistas, que es la media tradición de la que hablaba al principio. Hoy, tras el desplome del socialismo real, lo que era una organización nacional y fuertemente centralista se ha retranqueado en una franja marginal del electorado, aunando nacionalismo, ecologismo y diversas reivindicaciones más o menos posmodernas.
Con estos mimbres, es imposible saber qué será de la izquierda en España en el siglo XXI. Pero se puede adelantar algo que ya se veía venir. Después del episodio que ha tenido por protagonistas a Zapatero, Maragall y el jefe de Esquerra Republicana, la izquierda de nuestro país, si quiere volver alguna vez al poder, tendrá que empezar a dejar de ser antiespañola. Es difícil, ya lo sé, pero no imposible. ¡Animo!

José María Marco es historiador, autor de la biografía Francisco Giner
de los Ríos. Pedagogia y poder.


Un saludo. Antonio Sánchez
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Juan A. Rodríguez Molina



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Mensajes: 306
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MensajePublicado: Lun Abr 18, 2005 1:11 am    Ttulo del mensaje: El diecinueve Responder citando

El artículo de José María Marco (el que incluye A. Romero) no desentona en absoluto con lo que yo he visto en la primera mitad del XIX español. Esa actitud de Giner de los Ríos a la que se alude (habrá que leer la biografía) es continuadora de la actitud generalizada e innegable en los liberales más o menos afrancesados y más o menos patriotas. Se ha dicho que los ilustrados españoles (aunque unos más con Napoleón) se asustaron mucho con la Revolución francesa; no creo que sea por esa sóla razón, pero lo cierto es que hasta lo más exaltados o entusiastas (José Marchena, p.e.) denotan un menosprecio notorio y sin tapujos por el "pueblo", el vulgo, el populacho... ¡no se cortan un pelo! Esto no es discutible, basta leerlos. Yo, nada osadamente, hablaría incluso de un Despotismo Liberal, continuador del Ilustrado; o, si se quiere, de una oligofrenocracia (1) muy selectiva, desde luego ni "funcional" ni "fundamentalista" (acabo de ver esta distinción). Curiosamente en épocas románticas, de exaltación del pueblo (¡será de su espíritu!, o sea...) éste es ninguneado hasta límites insospechados en una muestra de ingratitud (¿quién echó a Napoleón?) realmente vergonzosa y digna de oprobio. Y dicen que es cuando el pueblo irrumpe en la historia. ¡Ignorantes!: el pueblo siempre ha sido quien ha hecho la historia; lo malo es que no ha sido quien la ha escrito. Y nunca lo hará porque ya no hay pueblo. Por eso, ahora, sí (le) preguntan (hoy mismo, al vasco). Y por eso, también, estaremos siempre a merced de interpretaciones “ilustradas”, despóticas.

Es más, la partitocracia que nos desgobierna es igualmente heredera de la que desgobernó (cuando pudo; aunque cuando no pudo no estuvimos mejor gobernados, ni mucho menos) desde entonces. Este aspecto de "lo mismo" se ve mejor en el otro artículo, el primero (el que incluye A. Sánchez), el que es criticado por A. Mestre; al cual, por cierto, no falta algo de razón.

Y es que, en efecto, convendría ser un poco más comedidos a la hora de decantarse por una u otra "versión" de la historia española. Yo ya he dicho por aquí, por estos foros, que al entrar en contacto más directo con ella, en su parte Contemporánea (soy de Antigua), al empezar la tesis, hizo que mi escepticismo habitual ante la primera leída, oída o vista de algo y una molestia constante (¡desde 1º!) por una perceptible ausencia de gnoseología consistente (al fin y al cabo venía de "ciencias" y había leído más literatura y filosofía que historia), se agudizaron notablemente, colaborando mucho en su enlentecimiento. Lo que siempre había supuesto —que tras una licenciatura en Geografía e Historia, un Máster en CC. de la Religión y un doctorado sobre Religión y religiones, "no sabía nada" de Historia ni de Religión (la tesis es sobre historiografia de las religiones antiguas en el XIX español)— se patentizó sin remedio. Bueno, espero que con remedio; en ello estoy. También colaboró grandemente, debo decirlo, el hecho de que siempre me he fiado más de los anarquistas (2) que de otros "-istas" partícipes de la guerra civil permanente que padecimos hasta la ¿definitiva?; se les lee menos o nada, pero no cabe duda de que son más honrados (Olaya, p.e.). Quiero decir —que me pierden las disquisiciones personales—, ni calvo ni con tres pelucas. Pero tampoco se trata de buscar un término medio que "complazca" a todos, por supuesto, sino de que el hiperrealismo (?) en Historia también es posible (si no ha dado ella la idea; y si no lo entiendo yo mal). Me gustaría, por tanto, dejar claro, antes de abandonar lo "personal", que la opinión —sobre esto de las versiones históricas y pseudo-históricas— que abunda en estos foros (y otras webs) es bastante compartida por mí, pero ya lo era antes de conocerlos. Ya conocía, p.e., Los mitos de la GC y Moradiellos fue profesor mío antes de ir a Cáceres (buen profesor, por cierto, y de los más advertidos sobre cuestiones teóricas). Una de las primeras cosas que vi en ellos, en estos foros, fue esa polémica y lo único que de mi teclado ha salido sobre el particular, y de pasada, fue reconocer que Moa tiene más razón de la que parece, pero no es historiador. Lo cual mantengo y explico: Toda profesión tiene una especie de deontología, más o menos implícita, la del historiador le impide aprobar o rechazar —y menos, tajantemente—, no ya las interpretaciones por muy cuidadosas que sean, sino los mismísimos hechos. Así pues, prudencia, que luego todo se sabe y al final no se sabe nada. (Acaso tenga razón Ortega: la realidad no tiene por qué ser lógica). (3)

Ahora bien, volviendo al asunto, en el XIX (siglo de la Historia, sí, pero también el de los publicistas) ni siquiera asoma tal prudencia o cuidado; lo que impera es dar cada uno su opinión y el más imparcial o menos partidista es el más difícil de hallar porque le llueven palos por todas partes y se le esconde más en los polvorientos anaqueles bibliotecarios. Aún estoy yo por toparme con alguno de éstos. Mas puede que no haga falta, que para eso está nuestro propio criterio, las otras versiones y ¡ellos mismos! pues, no pocas veces, se les ve el plumero. Hay que leerlos con más atención, cotejarlos con más cuidado y contextualizarlo todo con pinzas. En resumen: paciencia y parsimonia. Claro, después, la “opinión pública” volverá a confundir todo, pero ese es otro problema; lo cierto es que siempre quedará la verdad desnuda para que, quien quiera, la vista a su gusto. O al de la moda. El historiador, el fílósofo y, más claramente aún, el científico, desvisten, desvelan y ya está; tapar las verguenzas, realzar el busto o adornar el tocado no es su tarea. Por eso subleva el ánimo del más ataráxico leer la bibliografía sobre “ellos”, sobre los publicistas-publicitados del XIX: sencillamente, sobra el 80 por ciento, como poco. Y no me refiero a las páginas sino a libros, opúsculos y artículos enteros y verdaderos; pues no es que no aporten nada, NA-DA, sino que, algunos ni siquiera han leído entero al autor del que se ocupan. O sea, apartan. Increíble, pero cierto (en esto más de un forero, a poco que haya buceado en el asunto, me dará la razón). Incluso bibliografías secundarias de lo más parco no son revisadas ni conocidas por algunos de estos —abrumadoramente mayoritarios— elementos. Puedo citar algún espeluznante caso concreto muy fácil de comprobar.

Ya sé que es mucho generalizar, pero en lo que afecta al tema al que debería haberme ceñido he sacado dos conclusiones (entre otras, insisto; aunque no lo parezca intento ceñirme a lo de J. Mª. Marco —al que, insisto de nuevo, tendré que leer para no aceptar así como así) de mi incursión decimonónica que habría que matizar y/o particularizar (y que no he terminado, ni mucho menos):
- Las estulticias pasadas y presentes encajan de maravilla; como un guante, vamos. Lo positivo, que algo hay (la erudición bien entendida, no temer una “tarea ingente”, p.e.) ¡se ha perdido!
- Casi nadie (sobre todo, “de izquierdas”) ha leído a sus "progenitores". O, ahora, son todos de derechas. Menos tres o cuatro "chalaos" que aún se creen pueblo y entre los que, afortunadamente, para mi desventura, me encuentro.

Y es que, lo que digo que se hace (mal) con ellos, ¡también lo hacían ellos con sus predecesores! ¿Nadie ha caído en esto? Detrás de "nuestra" Historia siempre hay otra. TAMBIÉN MAL HECHA. Esto es lo que quería decir. (Quizá sea lo que siempre he querido decir. Lo único que puedo decir sin escepticismo alguno. De lo único que estoy seguro. Lo que sé). (El caso es que me lo ha enseñado la Historia; para algo valdrá. ¿Para saber que lo único que puedo saber es eso? Esto ya, no lo sé).

Salud

NOTAS
(1): Oligo de poco y freno de nervio. No digo que sea tonta u oligofrénica clínica, sino de poco nervio en el sentido de no tener sangre en las venas.
(2): No sé si debo sorprenderme agradable o desagradablemente de no mencionar J. Mª. Marco a la CNT en su primer artículo. Admitiría el primero tipo de sorpresa porque habla de influencias y/o no es la izquierda a la que se refiere, pero si no es así... supondría un "ninguneo" abismal. Y lo digo porque en otras obras es una vergüenza como tratan o ignoran a... ¡ah claro! que son populacho.
(3): Desde luego, algunos historiadores de profesión no merecen el nombre y "no profesionales" pueden acercarse más a esa "deontología"... No es el objeto de esta intervención.
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Antonio Romero Ysern



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MensajePublicado: Lun Abr 18, 2005 2:28 pm    Ttulo del mensaje: Izquierda liberal Responder citando

Estimados amigos:

Como muestra de la presencia de una izquierda liberal española, vean ustedes el blog al que pueden acceder desde este enlance:

http://arroeta.blogia.com/

Un saludo.
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Antonio Romero Ysern



Registrado: 12 Oct 2003
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Ubicacin: Aracena (España)

MensajePublicado: Vie May 20, 2005 11:04 am    Ttulo del mensaje: Conmemoración de la Constitución española de 1812 Responder citando

Estimados amigos:

Esra es la noticia tal y como aparecía en el periódico El País ayer en su edición andaluza:

El Congreso promueve una comisión nacional para conmemorar 'La Pepa'

La propuesta de PSOE y PP prevé un consorcio para la gestión de las inversiones
PEDRO ESPINOSA - Cádiz

El Congreso aprobó ayer por mayoría promover la creación y puesta en funcionamiento, antes de 2006, de una comisión nacional para conmemorar el bicentenario de la Constitución de 1812, conocida como La Pepa, como un "acontecimiento de excepcional interés público". PSOE y PP se pusieron de acuerdo para presentar en la Cámara una propuesta conjunta que recoge también impulsar un comité de honor, bajo la presidencia de los Reyes, y aprobar un consorcio en el que las administraciones participantes aporten inversiones para esta efeméride.
La propuesta salió adelante con los votos de 35 diputados de PP y PSOE, frente a las dos abstenciones de CIU y Esquerra Republicana y el voto en contra del PNV, que rechaza festejar la Constitución de 1812. IU se ausentó en esta votación.

En el documento, se remarca la necesidad de elaborar "un amplio y sólido programa de acción por parte de un conjunto de instituciones de nuestro país para que el texto político nacido en las Cortes de Cádiz (...) no quede en una conmemoración huera ni alejada de las preocupaciones de los españoles de hoy".

La comisión nacional, según este documento, debe aprobarse antes de 2006 y tendrá la misma conformación que el borrador elaborado por el Gobierno que recoge que la presidencia la ostentaría la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y tendría representantes de cinco ministerios, los principales órganos políticos y judiciales nacionales, la Junta de Andalucía, la Diputación gaditana y los ayuntamientos de Cádiz y San Fernando. La propuesta consensuada por el PP y el PSOE añade a la Universidad de Cádiz, olvidada en el borrador, y pide la colaboración de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, adscrita al Ministerio de Cultura, excluido también inicialmente por el Gobierno.

El diputado socialista Rafael Román prevé que la comisión nacional pueda ser aprobada por el Gobierno tras las vacaciones de verano mediante un Real Decreto e, "inmediatamente después" se crearía el consorcio con la participación de las administraciones dispuestas a aportar fondos.

El PP lamentó que se haya "perdido" un año por no haberse tenido en cuenta el protocolo firmado en 2004.



El periódico El Mundo, para empezar, ofrece un dato contradictorio con el periódico de Polanko. Polanko dice que IU se ausentó de la votación y Pedro J. dice que IU votó a favor. Además, el periódico del Bloque Histórico nos priva del motivo de la abstención en la votación de CyU, IRC y PNV: La Constitución de 1812 fue "el preludio de una visión <<uniformadora>> del Estado, que aún tiene consecuencias negativas", leemos en El Mundo. Pero la perla es del diputado de CyU que, en un arranque de lucidez, manifestó que "el catalanismo político nunca ha bebido de las fuentes del liberalismo español de principios del siglo XIX, al contrario". Ese "al contrario" vale un Potosí. Porque, claro, "al contrario" del liberalismo español de Cádiz, en el contexto de 1812 sólo puede ser o la izquierda jacobina (que va ser que no) o el vivan las caenas y el padre Vélez. ¿O es otro el contexto de CyU? ¿Serán las otras fuentes de las que bebe el catalanismo político quizás el del fascismo de Cambó? (así se entendería mejor los ropajes de algunos nacionalistas catalanes)

En cualquier caso, creo que es significativo que el PP, coherentemente con lo que tiene de izquierda liberal española, quiera celebrar la Pepa, y que el PSOE, coherentemente con su gazpacho ideológico, celebre eso como puede celebrar otro día la formación del cantón de Jumilla.

Un saludo.
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