Eliseo Rabadán Fernández
Registrado: 12 Oct 2003 Mensajes: 567 Ubicación: España
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Publicado: Lun Nov 13, 2006 6:53 pm Título del mensaje: Juan Rulfo y su versión de los indÃgenas mexicanos |
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El suplemento de La Jornada, la Jornada semanal publica unos textos de Juan Rulfo sobre asuntos relacionados con la cuestión indÃgena en México que me parece nteresante leer para comprender mejor lo que significa realmente el indigenismo en México...
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Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Domingo 12 de noviembre de 2006 Num: 610
jsemanal@jornada.com.mx
Juan Rulfo
Un texto y dos esbozos
Al recordar la figura vigorosa de Raúl Sandoval, resulta materialmente difÃcil imaginarlo ahora hecho cenizas y sepultado bajo los huexcoyules de la selva del Papaloapan.
Cuesta trabajo verlo caÃdo para siempre. Él, cuya fuerza y tenacidad se resolvÃa en realizaciones que el brillo de su talento hacÃa más efectivas. Él, que combatió por la causa de México con la más grande nobleza, sin banalidades, consagrando su corazón a crear un destino mejor para el hombre… Él.
Al recordarlo, sentimos como si algo faltara sobre la tierra, como si la Cuenca del Papaloapan estuviera vacÃa… Y asà es; falta la sangre de Raúl Sandoval Landázuri. El "muchacho genial" como le decÃan algunos; el "hermano" que era para todos, el "padre" que fue para los doscientos cincuenta mil habitantes de la Cuenca.
Labradoras mixes descansando.
Foto: Juan Rulfo
Y si no, allà están los pueblos de La Chinantla, de La MijerÃa; los mazatecos y los zapotecas; los pobrecitos chochos de la Alta Mixteca. Todos ellos indios envueltos en miseria y a quienes Raúl Sandoval les creó una esperanza. Todos ellos lo lloran, porque se sienten huérfanos.
Nunca nadie habÃa hecho nada por ellos. Desde que el obispo Lorenzana –recientemente enterrado en México con los honores cardenalicios– estigmatizó a los indios del alto Zempoaltépetl, tildándolos de bárbaros y salvajes, desde entonces no hubo gobierno ni gobernador que se ocupara de ellos.
Raúl Sandoval fue el primero en ir a verlos. No con la curiosidad de un antropólogo ni de un etnólogo. Fue a ver y a calcular la medida de su pobreza y el porqué estaban tan lejos de la patria mexicana. No les prometió nada. Les dio. Resolvió sus problemas sobre la marcha. Para él no eran indios; eran parte del pueblo de México desintegrado por rencillas de antepasados; núcleos de población valiosa que vivÃan en el olvido y en la soledad. VÃctimas de la indiferencia.
Acá abajo se habÃan construido grandes obras. Los pueblos del Bajo Papaloapan no tenÃan nada que temer: ni la invasión de las aguas ni, como lo comprobé en Tlacotalpan, la ocupación de las casas señoriales por la plebe de los barrios inundados.
Pero las corrientes tormentosas de los rÃos que bajaban de la sierra obstruÃan dÃa a dÃa las grandes obras, amenazándolas con el azolve. El rÃo Santo Domingo, el Tonto, recogÃan en sus cauces millones de metros cúbicos de tierra bajada de las altas montañas. Y habÃa que evitar eso.
¿Qué necesitaban los habitantes del Alto Papaloapan para vivir?… MaÃz… Sólo maÃz. MaÃz que sembraban en las laderas de las montañas; y para lo cual hacÃan rozas que destruÃan bosques inmensos de liquidámbar, de cedro rojo…
Raúl Sandoval habÃa volado infinidad de veces sobre aquella tierra ardiente: brumosa por el humo de los incendios, casi invisible. ¡Hay que detener esto!, dijo muchas veces. ¡Hay que detener la lumbrada que asolará esas regiones.
Y fue. No a prometerles la liberación de su miseria. Les llevó maÃz. Hatos de ovejas. Promovió el cultivo del café en las zonas húmedas. Les llevó, en fin, la esperanza de acabar con su pobreza.
Y cuando él se presentó ante esos pueblos, con su rostro impasible que no reflejaba ni emoción ni vanidad, lo recibieron con pétalos de flores, con bandas de música que tocaban dÃa y noche.
Él se enamoró de aquellos indios, a quien él consideró siempre no como indios, sino integrantes del pueblo mexicano.
Mujer en la cosecha de tabaco. Foto: Juan Rulfo, que podrÃa haber ilustrado un artÃculo sobre el tabaco en la revista de la Comisión del Papaloapan
TenÃa una virtud: redondeaba un proyecto y ya lo estaba llevando a efecto.
Era incansable. Yo lo vi en Vigastepec, trepando a pie las elevadas montañas… En Tepelmeme, donde derogó el abastecimiento de agua al Gobierno de la Nación, y no a él. Allà mismo en Tepelmeme descendió de la presa construida por él, cuando el cura del pueblo quiso adjudicarle su nombre.
No querÃa nada para él. Ni se enorgullecÃa de sus obras.
Era un héroe. Fue y seguirá siendo un héroe de la ambición para una patria mejor. Amó profundamente y dignamente a México… Y no ha muerto. Que lo diga la Chinantla, la Chontalpa, los mazatecos y los zapotecas; la MijerÃa… Que lo digan esos doscientos cincuenta mil huérfanos de la Cuenca del Papaloapan que lo lloran y lo seguirán llorando hasta la incansable eternidad.
ZACATEPEC
Este esbozo, inconcluso, es una muestra de los trabajos que Rulfo pensaba redactar para las publicaciones de la Comisión del Papaloapan. En un breve espacio inicia por la descripción de la zona, para pasar enseguida a la caracterización de un individuo muy importante en la comunidad, Don Luis.
VÃctor Jiménez
Zacatepec, capital del Distrito Mixe, está situado sobre uno de los contrafuertes del cerro de la Malinche, volcán gemelo del Zempoaltépetl. Envuelto constantemente en brumas y nieblas el caserÃo se dispersa destrozado por las faldas de la montaña. Apenas si una que otra casa de mamposterÃa lo distingue de cualquier otro pueblo mixe y apenas si es mayor en habitantes que otros. Pero en categorÃa polÃtica sobrepasa a cualquiera. Allà radica "el hombre" que mueve los ánimos de los hombres mixes, el patriarca de una raza que ha sabido subsistir a pesar de todas las adversidades: Luis RodrÃguez, o Don Luis, como se le nombra con respeto. Basta una orden suya para poner en movimiento al imperio mixe de un confÃn a otro. Basta un consejo, una palabra de consuelo, para que Tlahuitoltepec o Ayutla, azotados por algún mal, recobren la esperanza.
Hombre de visión extraordinaria, parece saber cómo remediar las penalidades de sus hermanos mixes. Conoce de sus buenas o malas cualidades, y con una mirada puede significar
MIXES
Juan Rulfo escribió diversas versiones de un texto sobre los mixes que deberÃa aparecer en la revista (que él dirigirÃa) de la Comisión del Papaloapan. En la versión que aquà se reproduce, enlista los puntos a desarrollar en la redacción definitiva del artÃculo. Este avance es ilustrativo de la visión de México que tenÃa Juan Rulfo: los problemas del presente –que aborda al principio– se remontan al perÃodo colonial, que aparece al final.
VÃctor Jiménez
-Laborioso, disciplinado y sencillo.
Músicos de Zacatepec, Mixes. Foto: Juan Rulfo, ilustración de su artÃculo en México en la Cultura, dedicado a la memoria de Raúl Sandoval
-Viven buscando el bienestar material.
-La organización colectiva ha enervado el impulso individual… pero ha desarrollado extraordinariamente el hábito a su deber social.
-De esta virtud de este pueblo sacan toda la utilidad social posible, construyendo obras en beneficio de su nación, haciendo que el esfuerzo común, el trabajo colectivo se emplee con fines sociales.
-Este formidable elemento de producción no debe ser destruido, porque no podrÃa ser reemplazado.
-Rotos sus vÃnculos, la nación se convertirÃa en comunidades dispersas, y el trabajo indÃgena cesarÃa de funcionar de un modo solidario y orgánico.
-Fácil serÃa entonces que ellos se vieran despojados de sus tierras. Y sobre los residuos de una economÃa social los nuevos propietarios sentarÃan las bases de una economÃa feudal.
-Tal como sucedió a toda América cuando, a raÃz de la Conquista, los españoles se dedicaron a distribuirse y disputarse el botÃn de guerra.
-Pero España no envió una densa masa colonizadora. La debilidad del imperio residÃa precisamente en su carácter y estructura de empresa militar y eclesiástica más que polÃtica y económica.
-En las costas de Nueva Inglaterra desembarcaron grandes bandadas de pioneros. A la América Española no vinieron casi sino virreyes, cortesanos, aventureros, clérigos, doctores y soldados.
-No se formó por esto una verdadera fuerza de colonización. Las poblaciones estaban compuestas por una pequeña corte, una burocracia, algunos conventos, inquisidores, mercaderes, criados y esclavos.
-La organización colonial fallaba por la base.
-No se bastaban a sà mismos para crear una economÃa sólida y orgánica.
-Demasiado pocos para explotar; demasiado ambiciosos para conformarse.
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http://www.jornada.unam.mx/2006/11/12/sem-juan.html |
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