Enrique S. Ward Suárez
Registrado: 16 Feb 2004 Mensajes: 34 Ubicación: Lobos (Argentina)
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Publicado: Dom Mar 07, 2004 4:55 am Título del mensaje: Breve CrÃtica desde Bioy Casares |
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En los últimos años de su vida, preguntaban a Adolfo Bioy Casares sobre los motivos que le habÃan llevado a abandonar sus estudios de filosofÃa, a lo que contestaba más o menos con esta idea: " Me decepcionó observar que las universidades estaban más preocupadas en formar profesores que filósofos".
Yo desenvaino aquà mis ganas de reflexionar sobre esto...¡Pero qué deliciosa tragicomedia se esconde en las dramáticas palabras del querido Bioy! ¡Qué lejos de aquello que decÃa Kant, que "no puede enseñarse filosofÃa, sino a filosofar"! Si bien es cierto que se hace referencia a las universidades argentinas, conviene ahora afilar el ojo crÃtico para pensar sobre la actividad filosófica de los últimos cincuenta o sesenta años... pese a que me ganaré el enojo de unos cuantos, debo confesar que me sobra coraje como para poner en duda al resto de las universidades, y no veo sino con la tristeza de Casares que, en general, no me parece que se haya hecho otra cosa que formar profesores en lugar de filósofos. Los motivos de esta observación son múltiples y no los detallaré aquÃ, oportunidad en la que tan sólo me dedicaré a enarbolar mi denuncia. Cómo dice MarÃas, siempre que ha consistido en una búsqueda de esencias, ha sido auténtica la filosofÃa. En los últimos decenios observamos juicios inspirados, mas no propiamente filosóficos. La ciencia se ha independizado completamente de la filosofÃa. Hubo un tiempo en que esta le pedÃa permiso a aquella, pero hoy se ha vuelto en ancilla de la actividad cientÃfica, como en el medioevo fue ancilla theologicae.
Pregunto: ¿no es hora de que los que actualmente se denominan filósofos dejen de malversar el término, se quiten de encima el cotidiano facilismo reflexivo y comiencen a buscar, con aire de seriedad, las esencias últimas de la realidad que nos acontece...? No se descubren diferencias entre el periodista que escribe una editorial y la reflexión el autodenominado filósofo... ¿no le da la impresión al lector de que hay algo que anda mal en todo esto?.
En lo que a mà respecta, ser filósofo me parece el privilegio de unos pocos, entre los cuales me da pavor incluÃrme. Esta sensación se me revela en la lectura de Kant: "...no serÃa malo (...) abatir la vanidad de los que se atreven a arrogarse el tÃtulo de filósofos (...) sólo podrÃa pretenderlo con razón quien también pudiera presentar su infalible efecto en su persona." ("Kritik der Reinen Vernunft"). Yo creo que la actividad del filósofo es otra bien distinta a la del hombre de ciencia o a la del crÃtico de cine. Y parejamente pienso en que no sólo es dable el ser profesor de filosofÃa sin ser filósofo, sino, incluso, el ser filósofo sin ser profesor. No se trata, según mi escaso entender, de jerarquÃas ni de tÃtulos académicos: es una cuestión de entereza espirifual, un conato, un Ãmpetu. El profesor de filosofÃa, tomado en y por sà mismo, está tan por debajo del filósofo como el cabo del coronel. Aquél es bueno si es objetivo en la exposición de los principios; éste, si persiste en la necesidad de comprender la realidad en toda su omnitud, si es originario de una nueva manera de interpretar el mundo, si no se satisface con la primera idea que descubre cruzando por su cabeza.
Por eso ha de sostenerse que la filosofÃa no es para cualquiera. Hasta el más infausto de los hombres elabora una idea; en cambio, asistimos con gusto a la mesa del hombre que nos hace ver desde puntos de vista que de otra manera no hubiésemos tenido en cuenta. Su entidad misma lo habilita para permanecer de pie en busca de la esencia última del objeto de su pregunta. Quizá jamás dé con razones. Pero desconfÃo de que las razones puedan más que una duda.
En esta honesta busca consiste el filosofar... quién en ella se halle merecerá el denominarse filósofo. Quién sabe, aún, y cómo dirÃa Dolina, que a esa altura le importe.
El hombre corriente dirá: "no me interesa", y tal vez prefiera ir de copas con sus amigos o hablar de fútbol. Y no es que esto esté mal. Pero resulta que cuando hable de polÃtica, hablará desde esta su situación común, y asà creerá tener razón, mientras que el eterno descontento preferirá continuar buscando la razón última de la realidad que le toca vivir... y en lugar de hablar torpemente preferirá callar, y ya la mitad de su cuerpo será silencio, será pensamiento, interioridad, soledad.
Mas lo grave aún no es esto. Quizá el hombre del pensar cotidiano no sólo hable de polÃtica, y sea algún dÃa él mismo un polÃtico... ¿Cuánto tiempo hace que nos viene ocurriendo esto?. |
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