Enrique S. Ward Suárez
Registrado: 16 Feb 2004 Mensajes: 34 Ubicación: Lobos (Argentina)
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Publicado: Vie Abr 16, 2004 11:39 pm Título del mensaje: En la esencia del terrorismo |
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Creo que a raÃz de estos últimos tiempos, donde lo que prima es la confusión general, no está de más intentar hacer un planteo con aire de reflexión filosófica, cuya intención primordial no sea la de agregar más sombras sobre algunas cuestiones fundamentales.
Desde hace algún tiempo vengo pensando que, pese al repertorio incalculable de preguntas que cada uno se plantea a sà mismo a lo largo de la vida, hay una que nos define en buena parte: "Y ahora...¿ Qué hago?". Lo fundamental en esta cuestión no se entrelaza con lo que tenga de ejecutiva y de presente esta incógnita, sino con que en su Ãntima anatomÃa dicha cuestión nos arroja indefectiblemente sobre nustro futuro, sobre nuestras acciones. Nos encontramos en una situación que nos ob-liga a la elección de aquello que se nos presenta como factible, pero no sólo esto, sino que también somos lanzados por ella hacia lo que se nos presenta como irrealizable, id est, la necesaria fantasÃa, aquella que, según Schopenhauer, acerca las cosas " más de lo que están en verdad".
Tenemos que hacer cosas. Esto es tan grave porque nos dice lo ilusoria que es la absoluta inacción. En algún momento podemos sorprendernos haciendo "nada". Y esto, más que dimensión, me suena a condición del inexorable vivir humano.
Como debemos elegir constantemente lo que vamos a hacer, haciendo uso de esta carga que es nuestra propia libertad, las desiciones que tomemos no pueden carecer de un Norte que nos guÃe, y esto no es otra cosa que aquello que nos parece "mejor". La idea que recibimos por tradición, o aquello que nuestra leve subjetividad interpreta como bueno, es lo que aparece como norte de nuestros actos. El bien es una invitación; abre sus brazos de cobijo y nos llama a reposar en su regazo. En la condición inevitable de la autodeterminación, el hombre no puede más que direccionar su voluntad hacia lo que le parece mejor. Y lo que nos parece mejor encierra mayor presencia de lo bueno que aquello que nos pararece "peor". Por eso elegimos, aunque no queramos.
El acto terrorista es un género especÃfico de un hacer general que se nos muestra con estas condiciones. Si todo libre hacer está orientado por lo bueno ( sea esto el deber, Dios, las pasiones, el placer), como este nos nimba de interés, el acto terrorista se presenta como bueno para aquél que lo ejecuta. No se trata de que el terrorismo sea "a priori" algo malo: lo gravÃsimo y a la vez lo medular de este problema es que hay alguien que lo ve ampliamente como bueno. Resuena en él toda una cultura que lo justifica, que lo pone en la categorÃa misma del valor.
Tengo a esta altura la leve convicción de que todo conflicto versa sobre una oposición de intereses: hay un fin que debemos perseguir. Los medios que nos conducen a él también se presentan como buenos, como valiosos, aunque se trate de la muerte de cientos de personas, aunque sea un acto inmolatorio. El fin ordena la cualificación que damos a los medios para alcanzarlo. El acto terrorista es un medio para la imposición de un orden, para la consumación de un fin que subordina todo lo demás.
En la esencia del terrorismo encontramos esto: Hay un interés que vale más, que contiene mayor presencia de lo bueno que la vida de las personas, las que pueden sacrificarse en pos del objetivo rector. Pero qué importa que en última instancia sea el IRA, la ETA o AL-Qaeda... El gobierno de Bush, aliado a miserables gobernantes europeos, no presenta grandes divergencias con el fundamentalista adolescente que rodea su cuerpo de explosivos y se interna en un teatro para hacer de él el mismÃsimo infierno. Viene esto que digo a razón de que es posible escuchar a "intelectuales" que piensan, como Marcos Aguinis, que una tiranÃa disfrazada de democracia es mejor que una tiranÃa a cara limpia, que la guerra es un mal necesario que no puede evitarse, quién sabe por cuales determinismos psicobiológicos, y que desconocen que una democracia no puede ser otra cosa que lo que un pueblo logra o proyecta para sÃ, y que una democracia decidida por el exterior deja, como automáticamente, de ser tal: la democracia también genera fanáticos y fundamentalismos.
Aparentemente antagónicos a un primer vistazo, viene el terrorismo de Estado a encontrarse en la misma esencia que cualquier otro terrorismo, aunque peor: la vida del otro no vale tanto como para renunciar a mis intereses, sean estos el petróleo, la libertad, la venganza o Aláh.
Asà podemos ver cómo la mentira justifica toda la crueldad de su imperio en estos tiempos posmodernos. |
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